EN SIQUÉN
#así como Juan no cosechó lo que sembró, así tampoco Yo
#un grupo nutrido de siquemitas vienen a ver a Jesús
#Hablan de Fotimai la samaritana que Jesús encontró en el pozo de Siquén
Siquén se ha adornada y embellecida. Hay muchos samaritanos que se dirigen a su Templo. También hay peregrinos de todas partes que van al Templo de Jerusalén. El sol baña la ciudad, que se extiende por las pendientes orientales del Garizín que la domina por la parte occidental. El verdor del monte contrasta con la blancura de ella. Al noroeste está el Ebal, lleno de bosques, que parece como si la protegiese de los vientos del norte. La región es fértil por la riqueza de aguas que bajan de las vertientes de los montes, en forma de ríos, alimentados por innumerables arroyuelos, que se dirigen al jordán. Son bellos los jardines y los huertos. Todas las casas están adornadas de verdor, de flores, ramas que arrojan sus frutos en miniatura. Si uno vuelve sus ojos por todas partes no notará más que verdor de olivos, viñedos, huertas, y lo pálido de los campos cargados de trigo, que cada vez más ostentan sus espigas maduras que el sol, y el viento, hacen que tomen su color de oro blanquecino. Verdaderamente las espigas parecen "estar rubias" como dice Jesús, después de que "blanquearon" apenas nacidas y que luego se cubrieron de verdor cual preciosa esmeralda. El sol les da fuerzas para resistir a la muerte como les dio para vivir. Son esas espigas llenas de vida que con su alimento darán vida al hombre y que de su muerte surgirá el verdor de una nueva primavera.
Jesús ha hablado de ello cuando entraba en la ciudad, haciendo alusión a su encuentro con la Samaritana y a lo que le dijo hace tiempo. Después dice a sus apóstoles, menos a Juan que siempre acompaña a la Virgen que está muy afligida: "¿No se cumple ahora lo que entonces dije? Entramos ignorados y solos. Sembramos. Ahora: ved qué mies ha nacido de aquella semilla. Seguirá creciendo y vosotros la segaréis. Y otros más que vosotros cosecharán..."
"¿Y Tú no, Señor?" pregunta Felipe.
así como Juan no cosechó lo que sembró, así tampoco Yo
"Yo he cosechado donde sembró mi Precursor. Luego lo hice para que vosotros cosechaseis y sembraseis con la semilla que os di. Pero así como Juan no cosechó lo que sembró, así tampoco Yo. Somos..."
"¿Qué, Señor?" pregunta ansioso Judas de Alfeo.
"Las víctimas, hermano mío. Es necesario el sudor para hacer que sean fértiles los campos. Es necesario el sacrificio para hacer que los corazones lo sean. Nos levantamos, trabajamos, morimos. Después de nosotros, vendrá otro, se levantará, trabajará, morirá... Lo que habremos regado con nuestra muerte, otros lo cosecharán."
"¡Oh, no! ¡No lo digas, Señor mío!" exclama Santiago de Zebedeo.
"¿Tú, que fuiste discípulo de Juan, me lo dices? ¿No recuerdas las palabras del que fue tu maestro? "Es necesario que Él crezca y que yo disminuya". El comprendía la belleza y razón del morir para dar otros la justicia. No seré inferior a él."
"Pero Tú, Maestro, ¡Tú eres Dios! Él era un hombre."
Como Dios debo ser más perfecto que el hombre.
Si Juan, simple mortal, tuvo valor de empequeñecer
para que naciera el verdadero Sol,
no debo ofuscar la luz de mi sol con nubes de cobardía
"Soy el Salvador. Como Dios debo ser más perfecto que el hombre. Si Juan, simple mortal, tuvo valor de empequeñecer para que naciera el verdadero Sol, no debo ofuscar la luz de mi sol con nubes de cobardía. Debo dejaros un recuerdo limpio de Mí, para que sigáis adelante, para que el mundo crezca en la idea que he traído. El Mesías se irá, regresará al lugar de donde vino, y desde allá os amará siguiéndoos en vuestro trabajo, preparándoos el lugar que será vuestro premio. Pero mi doctrina se queda, crecerá con mi ida... con la de todos los que, sin apagarse al mundo y a la vida terrena, sabrán como Juan y como Yo, irse... morir para que otros vivan..."
¿Entonces reconoces que sea justo que se te mate?
No lo reconozco. Reconozco justo el morir por lo que
traerá mi sacrificio.
El homicidio es siempre homicidio
"¿Entonces reconoces que sea justo que se te mate?..." pregunta casi con ansias Iscariote.
"No lo reconozco. Reconozco justo el morir por lo que traerá mi sacrificio. El homicidio es siempre homicidio para el que lo realiza, aun cuando tenga valor y aspecto diversos para el que muere."
"¿Qué quieres decir?"
"Quiero decir que si alguien mata, porque se ve obligado a hacerlo, como es el soldado en batalla, el verdugo que obedece al magistrado, o el que se defiende de un ladrón, no mancha su alma con el homicidio, pero el que sin necesidad y orden de nadie mata a un inocente o coopera a su muerte, irá delante de Dios con la cara horrible de Caín."
un grupo nutrido de siquemitas vienen a ver a Jesús
"¿Pero no podemos hablar de otra cosa? El Maestro sufre con ello; tú pones ojos de atormentado; a nosotros parece que estamos en la agonía; si su Madre lo oye, gemirá. Debajo de su velo está llorando ya. ¡Hay tantas cosas de qué hablar!... ¡Oh, vienen los principales! Esto os hará callar. ¡La paz sea con vosotros! ¡La paz sea con vosotros!" Pedro que se había adelantado y se había vuelto a hablar, se inclina para saludar a un grupo nutrido de siquemitas que majestuosos vienen a ver a Jesús.
Hablan de Fotimai la samaritana que Jesús encontró
en el pozo de Siquén
"La paz sea contigo, Maestro. Las casas que te hospedaron la otra vez, están dispuestas a hacerlo también hoy, lo mismo que otras, a Ti y a los que vienen contigo. Vendrán a verte a los que has hecho algún favor. Sólo una persona no vendrá por que se ha retirado muy lejos para expiar. Así dijo, y yo lo creo, porque cuando una mujer se despoja de todo lo que amaba, rechaza el pecado y da sus bienes a los pobres, señal es que quiere verdaderamente seguir una vida nueva. No sabría decirte dónde está. Desde que dejó Siquén nadie la ha vuelto a ver. A uno de los nuestros le pareció reconocerla bajo un vestido de sierva cerca de Fialé. Otro jura haberla reconocido bajo un vestido pobrísimo en Bersabea. Pero es fácil creer estas cosas. Se le llamó por su nombre y no respondió. Se dice que en un lugar se le llamó Juan, y en otro Agar."
"No es necesario saber algo más que se ha convertido. Cualquier cosa es inútil, como indiscreto buscarla. Dejad a vuestra conciudadana en su paz secreta, y baste con que no de escándalo. Los ángeles del Señor saben dónde está para darle la única ayuda de que necesita, la única ayuda que no puede dañar el alma... Os ruego llevéis a las mujeres, que están muy cansadas, a vuestros hogares. Mañana os hablaré. Hoy os escucho y espero a los enfermos."
"¿No te quedas mucho con nosotros? ¿No pasarás el sábado aquí?"
"No. El sábado lo pasaré en otra parte, en oración."
"Teníamos esperanzas de que estuvieses varios días con nosotros..."
"Apenas si tengo el tiempo de regresar a Judea para la fiesta. Os dejaré a los apóstoles y a las mujeres, si quisieren quedarse, hasta la tarde del sábado. No miréis así. Sabéis muy bien que debo honrar al Señor nuestro Dios más que cualquier otro, porque el ser lo que soy no me dispensa de ser fiel a la ley del Altísimo."
Se dirigen a las casas donde entran dos discípulas y un apóstol: María de Alfeo y Susana con Santiago de Alfeo, Marta y María con Zelote, Elisa y Nique con Bartolomé, Salomé y Juan con Santiago de Zebedeo. En grupo van a una casa Tomás, Felipe, Judas de Keriot y Mateo, a otra Pedro, Andrés. Jesús con Judas de Alfeo, Juan y la Virgen se hospedan en la casa del que habló en nombre de sus conciudadanos. Los que vinieron de Efraín, Silo y Lebona, además de los peregrinos que se dirigen ya a Jerusalén, y que siguen a Jesús, se dispersan en busca de alojo.
X. 227-229
A. M. D. G.