EL VALOR QUE EL JUSTO DA A LOS CONSEJOS
#parábola sobre los consejos que son dados o recibidos dar el justo valor a los consejos
#Preparad vuestro corazón. Surge ya el alba de la gracia. El banquete de ella se está preparando
La plaza mayor de Siquén está pletórica de gente. Parece que toda la ciudad se hubiera reunido aquí, y que también hubieran venido gente de la campiña y de poblados vecinos. tal vez los siquemitas se esparcieron al medio día del día siguiente al sábado para dar la noticia, y así han llegado sanos y enfermos, justos y pecadores. La gente ha llenado la plaza las terrazas, y muchos se han encaramado en los árboles de la plaza.
En primera fila, cerca del lugar dejado a Jesús, junto a una casa que tiene cuatro gradas, están los tres niños que salvó de los ladrones y sus parientes. ¡Qué ansiosos están los pequeñuelos por ver a su Salvador! A cada grito se voltean a buscarlo. Cuando se abre la puerta de la casa y aparece Jesús los tres pequeños vuelan gritando: "¡Jesús, Jesús, Jesús!", sin esperar que baje Él a abrazarlos. Se inclina, los abraza levantándolos después: un ramo de flores inocentes, al que besa, y el es besado.
Entre la gente conmovida no hay quien diga: "Fuera de Él no hay otro que sepa besar a nuestros inocentes." Otros dicen: "¿Veis cómo los ama? Los rescató de los ladrones, les dio casa, los vistió, les dio de comer, y ahora los besa como si fueran hijos de sus entrañas."
Venid a la Vida. No hay que esperar.
La Vida está para ser tomada y suprimida.
Preparad vuestro corazón al Vino de la Gracia que se os dará.
Jesús que ha vuelto a poner a los niños en tierra, en el escalón más alto, cerca de sí, dice a manera de respuesta a los comentarios: "En verdad que son más que si fuesen hijos de mis entrañas, porque soy padre de su alma, que es mía, no por un tiempo, sino por la eternidad. ¡Si pudiera afirmar que el hombre alcanza y obtiene la vida de Mí que lo soy! Os invité a ello cuando vine por primera vez aquí, y creísteis que era mucho tiempo para decidiros a hacerlo. Hubo solo alguien que solícita escuchó mi llamada y se puso en el camino de la Vida: la que era la más pecadora entre vosotros. Tal vez porque se sintió muerta, porque se vio muerta, podrida en su pecado, tuvo prisa en salir de la muerte. Vosotros no os sentís ni os veis muertos. No tenéis la prisa de ella. Pero, ¿quién es ese enfermo que espera morir para tomar las medicinas? El muerto necesita de sábanas, aromas, de un sepulcro en que se convertirá en polvo. Si por sus altísimo fines, el Eterno de la podredumbre en que se encontraba el cuerpo de Lázaro, lo devolvió a la vida, esto no significa que alguien intente morir espiritualmente diciendo: "El Altísimo me devolverá a la vida del alma". No tentéis al Señor, vuestro Dios. Venid a la Vida. No hay que esperar. La Vida está para ser tomada y suprimida. Preparad vuestro corazón al Vino de la Gracia que se os dará. ¿No hacéis así cuando tenéis que asistir a un banquete? ¿No preparáis el estomago para poder comer y beber, absteniéndoos prudentemente, para que vuestro estómago esté listo a recibir comidas y bebidas? ¿No hace así el viñador cuando prueba el vino nuevo? No bebe nada, para que ese día pueda catarlo. No lo hace porque quiera percibir con precisión las cualidades o defectos para preservar unas o corregir otros y vender su producto. Si el invitado se porta así cuando va a ir a un banquete para gustar con mayor placer de los alimentos y vinos, y de igual modo hace el viñador para poder vender su vino, ¿no debería comportarse así el hombre con su alma y así gustar del cielo, conseguir el tesoro para poder entrar en él?
Escuchad mi consejo. Escuchadlo. Es un buen consejo. Es consejo recto del Justo que en vano se le aconseja mal, y que quiere salvaros de los frutos de los malos consejos que habéis recibido. Sed justos como los soy. Procurad dar el justo valor a los consejos. Si obráis rectamente, lo haréis.
parábola sobre los consejos que son dados o recibidos
dar el justo valor a los consejos
Escuchad esta parábola, y con ella completo las que dije en Silo y Lebona, y siempre trata sobre los consejos que son dados o recibidos.
Un rey mandó a su hijo amado a visitar su reino, el cual estaba dividido en muchas provincias. Era extensísimo. Las provincias tenían diverso concepto de su rey. Algunas lo conocían tan bien que se creían las predilectas y se enorgullecían de ello. Pensaban ser las únicas perfectas aun en lo que el rey quería. Otras lo conocían, y sin creerse gran cosa por ello, se industriaban en conocerlo cada vez mejor. Otras lo conocían, lo amaban a su modo. Se habían dado a sí mismas leyes que no eran las del reino. De las de éste escogieron las que les gustaban, y como les acomodaba; les mezclaron otras leyes tomadas de otros reino, o ellos mismo las hicieron, pero no eran buenas. Otras provincias no conocían a su rey. Sabían sólo que existía. Llegaban hasta imaginar que no era más que una leyenda.
El hijo fue a visitar el reino para dar a conocer a todas las provincias el rey. En una parte corregía a los soberbios, en otra daba ánimos a los abatidos. Arrancaba conceptos equivocados. Purificaba la ley quitándole aquellos elementos que la manchaban. En algunas enseñaba cómo llenar las lagunas que había en la ley, en otras se esforzaba en dar por lo menos el mínimo de conocimiento y fe. El hijo pensó que la primera lección que debía dar a todos era el ejemplo de justicia conforme al código, esto es, que se cumpliese tanto en las cosas grandes como en las pequeñas. Y lo hacía tan perfectamente bien, que la gente de buena voluntad se hacía mejor porque no sólo escuchaba sus palabras sino que imitaba sus acciones, entre las que no encontraba ninguna contradicción.
Los perfectos de las provincias que creían serlo sólo porque conocían a la letra el código, pero no poseían su espíritu, al ver las acciones del hijo, se convencían claramente de que estaban equivocados y de que llevaban una máscara de hipocresía. Entonces pensaron en hacerlo desaparecer de en medio. Para ello emplearon dos medios. Uno contra el hijo mismo, otro contra sus seguidores. Contra el hijo emplearon malos consejos y amenazas. Toda clase de malos consejos. Es malo por ejemplo decir: "No hagas esto que te puede acarrear daño", fingiendo querer su bien. Es cosa mala perseguir para hacer al otro que desista de su misión. Lo es también decir a sus seguidores: "Defendedlo a toda costa", y es mal consejo decirles: "Si lo protegéis, caeréis en nuestra ira".
No hablo ahora de los consejos dados a los seguidores, hablo de los consejos que se dieron al hijo del rey con falsa apariencia de bondad, con odio, o por medio de instrumentos del fin que se proponían.
El hijo del rey oyó los consejos. Tenía orejas, ojos, inteligencia, corazón. No podía menos de oírlos, verlos, comprenderlos, ponderarlos. Tenía además un espíritu recto y a cada consejo, que se le daba a sabiendas o ignorantemente para hacerlo pecar dando mal ejemplo a los súbditos de su padre e infinito dolor al rey, respondía. "No. Yo hago lo que mi padre quiere. Sigo su códice. El ser hijo del rey no me exime de ser el más fiel de sus súbditos en la observancia de la Ley. Vosotros que me odiáis y queréis infundirme miedo, tened en cuenta que ninguna cosa me hará violar su ley. Vosotros que me amáis y me queréis salvar, tened en cuenta que os bendigo por esta buena intención, pero tened también en cuenta que vuestro amor y el amor con que os amo, que me es más fiel que el de los que se dicen 'sabios', no me debe impedir que ame mucho más a mi padre".
En los corazones rectos no puede sino levantarse una voz:
"Él es realmente justo porque ningún consejo
lo puede llevar al camino del error"
Esta es la parábola, hijos míos. Es tan clara que todos la habréis comprendido. En los corazones rectos no puede sino levantarse una voz: "Él es realmente justo porque ningún consejo lo puede llevar al camino del error".
Sí, hijos de Siquén. Ninguna cosa me puede inducir al error. ¡Ay de Mí si caminase por El! ¡Ay de Mí y ay de vosotros! En lugar de ser vuestro Salvador, sería vuestro traidor, y tendríais razón en odiarme. Pero no lo haré, no os echaré en cara que hayáis aceptado sugestiones y meditado providencias contra la justicia. No sois culpables porque lo hicisteis con espíritu de amor. Os repito lo que dije al principio: os amo más que si fuerais hijos de mis entrañas porque lo sois de mi espíritu. He llevado vuestro espíritu a la Vida y lo seguiré haciendo. Recordad que os bendigo por vuestra buena intención. Creced en la justicia queriendo sólo lo que honra al Dios verdadero, al que hay que amar con todas las fuerzas. Venid a esta perfección de la que os doy ejemplo, una perfección que pisotea los egoísmos, el miedo a los enemigos y a la muerte; aplasta todo para cumplir la voluntad de Dios.
Preparad vuestro corazón. Surge ya el alba de la gracia.
El banquete de ella se está preparando
Preparad vuestro corazón. Surge ya el alba de la gracia. El banquete de ella se está preparando. Vuestras almas, las almas de los que quieren venir a la verdad, está en la vigilia de sus nupcias, de sus nupcias, de su liberación, de su redención. Preparaos rectamente para la fiesta de la Justicia."
Jesús hace una señal a los parientes de los niños para que entren en casa con Él y se retira después de haberlos tomado entre sus brazos.
En la plaza hay varias clases de comentarios. Las personas buenas dicen: "Tiene razón. Esos falsos enviados nos traicionaron."
Los malos dicen: "No debía lisonjearnos. Nos hace que lo odiemos más. Se ha burlado de nosotros. Es un verdadero judío."
"No podéis afirmarlo. Nuestro pobres reciben de Él ayuda, nuestros enfermos la salud, nuestros huérfanos su protección. No podemos pretender que peque para darnos gusto."
"Ya pecó porque ha hecho que nos odien..."
"¿Quién?"
"Todos. Se ha burlado de nosotros. Sí que se ha burlado."
Los diversos pareceres llenan la plaza, llegan hasta el interior de la casa donde está Jesús con los principales, con los niños y con los parientes de éstos.
Una vez más se confirma la palabra profética: "Será piedra de contradicción."
X. 230-233
A. M. D. G.