EN ENÓN.

EL JOVENZUELO BENJAMÍN

 


 

#En este lugar estuvo el Bautista, en una gruta rodeada de una espesa vegetación   

#Un pastorcito pide a Jesús que le lleve con él   

#"¿Sabes quién soy Yo?" ¡Eres el Mesías! El Rey del Reino de los cielos. Quien te sigue es feliz en la otra vida.   

#"No tengo dinero para rescatarte. Ni siquiera sé si tu patrón quisiera aceptarlo." Si ya pagaron por mí. Hay testigos   

#"Yo soy el Buen Pastor y cambio también los cabros en corderos. Los niños son todo corderos, y éste es un poco más que niño."    

#Vamos a Enón a tomar con nosotros los tres testigos, y luego vamos donde su patrón...    

#Vine también para que tú, Leví y Jonás fueseis juntos con el Rabí, a ver mi patrón para que no pida más dinero   

#Eres bueno. Pero Alejandro es una bestia. Un lobo  

 #Jonás llama a Elí para que acompañe a Jesús a dar testimonio ante Alejandro de que recibió el dinero para rescatar a Benjamín   

#Jesús se adelanta para hablar con Alejandro que está trabajando con la sierra   

#Eres su verdugo. Un enviado mío te dio el dinero que le pediste por el muchacho. Te quedaste con él y no lo dejaste ir. He venido para que se haga justicia  

 #"Cuidado, Alejandro, que Dios está presente. No desafíes su bondad."   

#quiero ver si comprendes que ésta es la última hora que Dios te concede para que te arrepientas   

#Alejandro, que tiene en la mano un hacha, la lanza contra Jesús, que rápido se inclina   

#Alejandro se queda ciego   

#No seáis como él. No odiéis" aconseja Jesús acaricia al viejo le dice: "¡Levanta la cara! ¡Mira! El milagro se realiza   

#Ven. Vamos a Tersa que nos esperan ¿Estoy libre? ¿Libre? ¿Contigo? ¡Oh, no lo creía! El muchacho está que no cabe en sí   

#Jesús canta con Benjamín: El Señor es mi Pastor no me faltará nada...   

#"No querría sino el perdón. Sí, esto solo. Ser malo ha de ser ya un terrible sufrimiento..."¿ Perdonarías a todos? ¿De veras a todos? Yo perdonaría  

 #¡Oh, si una madre pudiera morir para engendrar un corazón nuevo, bueno en su hijo malvado, ¿creéis que no lo haría? Pero no se puede. Hay corazones que rechazan todo auxilio.   

#Jesús da la orden de ponerse en camino para llegar a Tersa a las primeras del atardecer

 


 

En este lugar estuvo el Bautista, en una gruta rodeada 

de una espesa vegetación

 

Enón, más arriba, hacia el norte, es un puñado de casas. En este lugar estuvo el Bautista, en una gruta rodeada de una espesa vegetación. Riachuelos parlanchines nacen del manantial, y juntándose después forman un arroyo que va al Jordán.

Jesús está sentado fuera de la gruta, donde se despidió de su primo. Está solo. La aurora apenas tiñe de rosa el oriente y la floresta despierta al canto de los pajarillos. De Enón llegan los balidos. Un rebuzno rompe el aire quieto. El golpear de pezuñas por el sendero. Pasa un ganado de ovejas que guía un jovenzuelo, que por un instante se detiene a ver a Jesús. Luego se va, pero poco después regresa porque una cabra se ha quedado allí a mirar al extraño que nunca había visto y que con su larga mano le extiende una ramita de mejorana, y le acaricia la cabeza. El pastorcillo no sabe qué hacer: si alejar la cabra o dejar que Jesús sonriente la acaricie, como si estuviese contento deque hubiese venido a reclinarse a sus pies, recostando su cabeza sobre su rodillas. Las otras cabras regresan comiendo hierba.

El pastorcillo pregunta: "¿Quieres leche? No he ordeñado dos que si no están llenas topan a quien trate de hacerlo. Iguales que su patrón, que si no se llena de ganancias, nos pega con el bastón."

 

Un pastorcito pide a Jesús que le lleve con él

 

"¿Eres un pastor que trabaja para otro?"

"Soy huérfano. Soy sólo, y soy siervo. Es pariente mío porque está casado con la tía de mi madre. Mientras vivió Raquel... hace unos cuantos meses que murió... y yo soy muy infeliz.... Llévame contigo. Estoy acostumbrado a vivir de nada... Seré tu siervo... por paga me basta un poco de pan. Aquí también no tengo nada... Si me pagara, me iría, pero dice: "Esto es dinero tuyo, pero me quedo con él porque te visto y te doy de comer". ¡Me viste!... ¿Lo ves? ¡Me da de comer!... Mírame... Estos son golpes recibidos... Este es mi pan de ayer..." y le enseña los cardenales que tiene en los brazos y en sus flaquísimas espaldas.

"¿Qué hiciste?"

"Nada. Tus compañeros, quiero decir los discípulos, hablaban del Reino de los cielos y me puse a escucharlos... Era sábado... Aun cuando no trabajaba, no estaba de ocioso porque era sábado. Me pegó fuerte tanto... que no quiero estar más con él. Tómame contigo, o me escapo. Vine aquí a propósito, esta mañana. Tenía miedo de hablar. Pero Tú eres bueno. Hablo."

"¿Y el ganado? No vas a querer irte con él..."

"... Lo llevaré al redil... Mi patrón dentro de poco irá al bosque a cortar leña... Se lo devuelvo y me voy. ¡Oh, tómame contigo!"

 

"¿Sabes quién soy Yo?" 

¡Eres el Mesías! El Rey del Reino de los cielos. 

Quien te sigue es feliz en la otra vida.

 

"¿Sabes quién soy Yo?"

"¡Eres el Mesías! El Rey del Reino de los cielos. Quien te sigue es feliz en la otra vida. No he gozado jamás aquí... pero no me rechaces... que lo sea en el más allá..." llora a los pies de Jesús, cerca de la cabra.

"¿Cómo me conoces tan bien? ¿Me has oído hablar alguna vez?"

"No. Desde ayer supe que estabas donde el Bautista estuvo, pero algunas veces pasan por Enón discípulos tuyos. Los oí hablar. Se llaman Matías, Juan, Simeón y venían frecuentemente aquí, porque su maestro antes de Ti vivió aquí. Y luego Isaac... En éste he encontrado de nuevo a mi padre y madre. Quiso obtener mi libertad del patrón y dio dinero. Lo aceptó, sí, burlándose de tu discípulo."

"Sabes muchas cosas. ¿Sabes a dónde me dirijo?"

"A Jerusalén. Pero en mi cara no llevo escrito que soy de Enón."

"Voy más lejos. Pronto me iré. No te puedo llevar conmigo."

"Tómame aunque sea por poco tiempo."

"¿Y luego?"

"Y luego... lloraré con los de Juan, que fueron los primeros en haberme dicho que la alegría que los hombres no proporcionan en la tierra, la da Dios en el cielo a quien haya tenido buena voluntad. Para tenerla he recibido tantos golpes, y he pasado mucha hambre, pidiendo a Dios que me diese esta paz. Ves que he tenido buena voluntad... Si me rechazas ahora... no tendré más esperanzas..." Llora si hacer ruido, suplicando a Jesús con sus ojos, más que con sus labios.

 

"No tengo dinero para rescatarte. 

Ni siquiera sé si tu patrón quisiera aceptarlo." 

Si ya pagaron por mí. Hay testigos

 

"No tengo dinero para rescatarte. Ni siquiera sé si tu patrón quisiera aceptarlo."

"Si ya pagaron por mí. Hay testigos. Elí, Leví y Jonás lo vieron y echaron en cara a mi patrón su acción. Son los más principales de Enón, ¿sabes?"

"Si es así... Vamos. Levántate."

"¿A dónde?"

"A ver a tu patrón."

"¡Tengo miedo! Ve tú solo. Está allá en aquel monte, entre los árboles que está cortando. Yo espero aquí."

"No tengas miedo. Mira, ahí vienen mis discípulos. Seremos muchos contra uno. No te hará ningún mal. Levántate. Vamos a Enón a buscar los tres testigos y luego iremos a verlo. Dame la mano. Luego te dejaré con los discípulos que conoces. ¿Cómo te llamas?"

"Benjamín."

"Tengo otros dos pequeños amigos que tienen el mismo nombre. Serás el tercero."

"¿Amigo? ¡Demasiado! Soy siervo."

"Del Señor Altísimo. De Jesús de Nazaret eres amigo. Ven. Reúne el ganado y vámonos."

Jesús se levanta y mientras el pastorcillo junta y arrea las cabras reacias, hace señal a los apóstoles, que vengan donde está, y más aprisa. Aprietan el paso. El ganado ha tomado ya el camino y Jesús con el pastorcillo de la mano se les acerca...

"Señor, ¿te has hecho pastor de cabras? Verdaderamente Samaría puede ser apodada la cabra... Pero Tú..."

 

"Yo soy el Buen Pastor y cambio también los cabros en

 corderos. Los niños son todo corderos, 

y éste es un poco más que niño."

 

"Yo soy el Buen Pastor y cambio también los cabros en corderos. Los niños son todo corderos, y éste es un poco más que niño."

"¿No es acaso el muchacho que ayer aquel hombre se llevó de mala manera?" pregunta Mateo mirándolo fijamente.

"Creo que sí. ¿Eras tú?"

"Sí."

"¡Pobre muchacho! ¡Tu padre no te quiere, que digamos!" dice Pedro.

"Es mi patrón. No tengo otro padre más que a Dios."

 

Vamos a Enón a tomar con nosotros los tres testigos, 

y luego vamos donde su patrón...

 

"Así es. Los discípulos de Juan lo instruyeron, consolaron su corazón, y a la hora precisa el Padre de todos quiso que nos encontráramos. Vamos a Enón a tomar con nosotros los tres testigos, y luego vamos donde su patrón..." propone Jesús.

"¿Para que nos entregue al muchacho? ¿Dónde está el dinero? María distribuyó entre los pobres lo último que traía..." observa Pedro.

"No necesitamos dinero. No es esclavo y a su patrón ya se le dio dinero para libertarlo. Isaac pagó por el niño."

"¿Y por qué no se lo entregó?"

"Porque hay muchos que se burlan de Dios y de su prójimo. Ahí viene mi Madre con las mujeres. Id a decirles que no sigan hasta acá."

Santiago de Zebedeo y Andrés corren ligeros como cervatillos. Jesús aprieta el paso para ir a donde está su Madre y las discípulas y las alcanza cuando ya saben y observan, llenas de piedad, al jovencito. Todos van a Enón. Entran. Van a la casa de Elí, guiados  por el muchacho. Es un viejo de ojos nublados por los años, pero todavía vigoroso. Cuando fue joven tal vez habrá sido robusto como una de esas encinas.

"Elí, el Rabí de Nazaret me toma consigo si..."

"¿Te toma? No podría hacer otra cosa mejor. Aquí terminarías por ser un malo. El corazón se endurece cuando la injusticia es demasiada. Y es muy dura. ¿Lo encontraste? El Altísimo ha escuchado tu llanto, aun cuando eres un samaritano. Dichoso de ti, que a tus años, libre de toda cadena, puedes seguir la Verdad sin que nada te lo impida, ni siquiera la voluntad de tus padres. Hoy se ve que es una providencia, lo que muchos años pareció castigo. Dios es bueno. ¿Pero qué se te ofrece? ¿Mi bendición? Te la doy como el Anciano del lugar."

 

Vine también para que tú, Leví y Jonás fueseis juntos 

con el Rabí, a ver mi patrón para que no pida más dinero

 

"Quiero tu bendición, porque eres bueno, Vine también para que tú, Leví y Jonás fueseis juntos con el Rabí, a ver mi patrón para que no pida más dinero."

"¿Dónde está el Rabí? Ya estoy viejo y no veo sino poco. No puedo distinguir bien a los que no he tratado mucho. No conozco al Rabí."

"Está aquí. Delante de ti."

"¿Aquí? ¡Poder eterno!" El viejo se levanta, se inclina ante Jesús diciendo: "Perdona al viejo de ojos empañados. Te saludo porque hay un solo justo en todo Israel. Y ese eres Tú. Vamos. Leví está en su huerto y trabaja en su lagar y Jonás en sus quesos." El viejo se levanta -es alto como Jesús no obstante que la edad lo ha encorvado- y empieza a caminar tentando las paredes, evitando con la ayuda de su bastón las piedras del camino.

Jesús que lo saludó deseándole la paz, lo ayuda en un lugar donde tres escalones en mal estado son peligrosos para un semiciego. Antes de haberse encaminado, Jesús había dicho a las discípulas que lo esperasen. Benjamín va al redil.

 

Eres bueno. Pero Alejandro es una bestia. Un lobo

 

El viejo dice: "Eres bueno. Pero Alejandro es una bestia. Un lobo. No sé si... Yo soy rico y puedo darte el dinero suficiente en caso de que Alejandro quisiera más. Mis hijos no tienen necesidad de mi dinero. Casi voy a cumplir cien años y el dinero no sirve para la otra vida. Una acción buena sí que tiene valor..."

"¿Por qué no la hiciste antes?"

"No me lo reproches, Rabí. Yo daba de comer al muchacho y lo consolaba, para que no se hiciese malo. Alejandro es de tal carácter que puede hacer feroz a una paloma. Pero no podía, ninguno podía quitarle el muchacho. Tú... te vas lejos. Pero nosotros... nos quedamos aquí, y todos tienen miedo a sus venganzas. Un día, uno de Enón se interpuso porque borracho le pegaba al niño, y él, no sé cómo, logró envenenar su ganado."

"¿No es un prejuicio?"

"No. Esperó muchos meses. A que llegase el invierno. Cuando las ovejas estaban en el redil envenenó el agua del depósito. Bebieron. Se hincharon. Se murieron. Todas. Todos aquí somos pastores y comprendimos... Para asegurarnos de lo que había pasado, dimos de comer unos pedazos de carne a un perro, y éste también se murió. Hubo quien vio a Alejandro que a escondidas había entrado en el  redil... ¡Oh, es muy malo! Le tenemos miedo... Cruel. Siempre está borracho en la noche. Es despiadado con todos los suyos. Ahora que todos ya murieron, tortura al muchacho."

"Entonces no vengas si..."

"¡No! Voy. La verdad hay que decirla. Un momento. Oigo el golpear del martillo. Es Leví." Grita cerca de una valla: "¡Leví, Leví!"

Un hombre menos viejo se acerca con su vestido arremangado, y un martillo en la mano. Saluda a Elí, le pregunta: "¿Qué se te ofrece, amigo?"

 

Jonás llama a Elí para que acompañe a Jesús 

a dar testimonio ante Alejandro de que recibió el dinero 

para rescatar a Benjamín

 

"A mi lado está el Rabí de Galilea. Vino a llevarse a Benjamín. Ven. Alejandro está en el bosque. Ven a dar testimonio de que el recibió ya el dinero de manos de aquel discípulo."

"Voy. Siempre me han dicho que el Rabí es bueno, ahora lo creo. ¡La paz sea contigo!" Deja el martillo, grita no sé a quién para que lo espere y se va con Elí y Jesús.

Pronto llegan al redil de Jonás. Lo llaman, le explican... Se seca las manos en un trapo y después de haber devuelto el saludo a Jesús se va con todos.

Jesús entre tanto habla con el anciano. Le dice: "Eres un hombre justo. Dios te dará su paz."

"Así lo espero. ¡El Señor es justo! No tengo culpa de haber nacido en Samaría..."

"No la tienes. En la otra vida no hay confines para los justos. Sólo la culpa es la barrera entre el cielo y el abismo."

"Tienes razón. ¡Con qué gusto te vería! Tu voz es dulce, y suave es tu mano que guía a un viejo ciego. Suave y fuerte. Se parece a la de mi hijo predilecto que se llama como yo. Si tu aspecto es como tu mano, feliz quien te vea."

"Es mejor oírme que verme. Hace que el espíritu sea más santo."

"Es verdad. He oído a los que hablan de Ti. Pasan raramente... ¿Pero no es eso un ruido de sierras?"

"Sí."

"Entonces... Alejandro no está lejos... Llámalo."

 

Jesús se adelanta para hablar con Alejandro que está

 trabajando con la sierra

 

"Bueno. Estaos aquí. Si puedo hacerlo por Mí mismo no os llamaré. No os dejéis ver si no os llamo." Se adelanta y con voz fuerte lo llama.

"¿Qué cosa? ¿Quién eres?" grita un anciano, robustísimo, de duro perfil, con tórax y musculatura de luchador. Un golpe que dé, debe ser como el de una porra: brutal.

"Soy Yo. Un desconocido que te conoce. Vengo a tomar lo que es mío."

"¿Lo tuyo? ¡Ja, ja! ¿Qué tienes en este bosque mío?"

"Aquí nada. Benjamín que está en tu casa es mío."

"¡Estás loco! Benjamín es mi siervo!"

 

Eres su verdugo. Un enviado mío te dio el dinero 

que le pediste por el muchacho. 

Te quedaste con él y no lo dejaste ir. 

He venido para que se haga justicia

 

"Y pariente tuyo. Eres su verdugo. Un enviado mío te dio el dinero que le pediste por el muchacho. Te quedaste con él y no lo dejaste ir. Mi enviado, hombre de paz, no hizo nada. He venido para que se haga justicia."

"Tu enviado se habrá bebido el dinero. Yo no he recibido nada. Me quedo con Benjamín. Lo quiero mucho."

"No es verdad. Lo odias. Te quedas con la recompensa que es suya. No mientas. Dios castiga a los mentirosos."

"Que no he recibido nada de dinero. Si hablaste con mi siervo, ten en cuenta que es un astuto mentiroso. Lo castigaré porque me ha calumniado. ¡Adiós!" Le voltea la espalda como para irse.

 

"Cuidado, Alejandro, que Dios está presente. 

No desafíes su bondad."

 

"Cuidado, Alejandro, que Dios está presente. No desafíes su bondad."

"¡Dios! ¿Acaso es el encargado de cuidar mis bienes? Soy yo quien los cuido y guardo."

"¡Ten cuidado!"

"¿Quién eres, miserable galileo? ¿Cómo te permites regañarme? No te conozco."

"Me conoces. Soy el Rabí de Galilea y..."

"¡Ah, sí! ¿Y crees infundirme miedo? No temo ni a Dios ni a Belzebú. ¿Y quieres que te tema? ¿Que tema a un loco? ¡Vete, vete! Déjame en paz. Vete, te lo digo. No me mires. ¿Crees que tus ojos puedan meterme miedo? ¿Qué quieres ver?"

 

quiero ver si comprendes que ésta es la última hora 

que Dios te concede para que te arrepientas

 

Alejandro, que tiene en la mano un hacha, la lanza 

contra Jesús, que rápido se inclina

 

Alejandro se queda ciego

 

"No tus delitos, porque los conozco todos. Todos. Aun los que nadie conoce. Pero quiero ver si comprendes que ésta es la última hora que Dios te concede para que te arrepientas. Quiero ver si el remordimiento no es capaz de hendir tu corazón de piedra, si..."

Alejandro, que tiene en la mano un hacha, la lanza contra Jesús, que rápido se inclina. El hacha hace un arco sobre su cabeza y va a clavarse en una joven carrasca que cae al suelo metiendo ruido y espantando a los pajarillos.

Los tres que estaban escondidos un poco lejos, salen fuera gritando, temerosos de que Jesús haya sido también golpeado. El que no ve grita: "¡Quisiera ver! ¡Ver si realmente no está herido! Para esto sólo, concédeme ver, ¡Dios eterno!" Y sordo a que los otros le aseguran que no, se adelante trompicando, porque ha perdido su bastón, y quiere tocar a Jesús para convencerse a que no mana sangre. Llora: "Un rayo de luz, y luego las tinieblas. Pero ver, ver, sin esta neblina que apenas me deja adivinar los obstáculos..."

"No me pasó nada, padre" consuela Jesús tocándolo y haciendo que lo toque.

Los otros dos han empezado a reprochar a Alejandro su modo violento, sus injusticias, sus mentiras. En lugar del hacha saca ahora un cuchillo y se arroja a herirlos, blasfemando de Dios, burlándose del ciego, amenazando a los otros, cual bestia enfurecida. Pero tropieza, se detiene, deja caer el puñal, se frota los ojos, los abre, los cierra, y luego lanza un horrible grito: "¡No veo! ¡Auxilio! ¡Mis ojos!... ¡Oscuridad!... ¿Quién me salva?"

También los otros gritan de admiración, hasta se burlan de él diciendo: "¡Dios te ha escuchado!"

De hecho de las blasfemias que dijo, unas eran éstas: "¡Qué Dios me ciegue si miento y si he pecado! ¡Que me ciegue antes que adorar a ese loco nazareno! En cuanto a vosotros, me vengaré... despedazaré a Benjamín como a esa planta..."

Se burlan de él diciéndole: "¡Véngate ahora!"

 

No seáis como él. No odiéis" aconseja Jesús 

acaricia al viejo y le dice: "¡Levanta la cara! ¡Mira! 

 El milagro se realiza

 

"No seáis como él. No odiéis" aconseja Jesús, y acaricia al viejo que no se preocupa de otra cosa que de asegurarse de que no está herido. Jesús para convencerlo le dice: "¡Levanta la cara! ¡Mira!"

El milagro se realiza. Alejandro vive ahora la oscuridad; este hombre justo, la luz. y un grito fuerte, lleno de felicidad se escucha: "¡Veo! ¡Mis ojos! ¡La luz! ¡Bendito seas!" y el viejo mira a Jesús con ojos brillantes de nueva vida y se postra a besarle los pies.

"Nosotros dos nos vamos. Vosotros llevad a ese pobre a Enón. Tenedle piedad porque Dios lo ha castigado. Y es suficiente. Sea el hombre bueno en todo infortunio."

"Llévate al muchacho, las ovejas. Tómate el bosque, mi casa, mi dinero, pero devuélveme la vista. No puedo vivir así."

"No puedo. Te dejo todo con lo que te hiciste malvado. Me llevo al inocente. Le hiciste padecer ya un martirio. Que en la oscuridad tu alma pueda abrirse a la luz."

Jesús se despide de Leví y Jonás. Ligero baja con el viejo que parece haber rejuvenecido, y cuando llega a las primeras casas, lanza gritos de alegría. Toda Enón sale fuera de sí...

 

Ven. Vamos a Tersa que nos esperan 

¿Estoy libre? ¿Libre? ¿Contigo? ¡Oh, no lo creía! 

El muchacho está que no cabe en sí

 

Jesús va adonde está Benjamín, cerca de los apóstoles, y lo invita: "Ven. Vamos a Tersa que nos esperan."

"¿Estoy libre? ¿Libre? ¿Contigo? ¡Oh, no lo creía! Gracias, Elí. ¿Y los demás?" El muchacho está que no cabe en sí...

Elí lo besa y le dice: "Perdona al infeliz."

"¿Por qué? Perdonar sí, pero ¿porqué lo llamas infeliz?"

"Porque blasfemó del Señor y la luz se apagó en sus ojos. Nadie más le tendrá miedo. Está ciego e impotente. ¡Terrible poder de Dios!..." Parece el anciano un profeta inspirado con los brazos en alto, la cara al cielo, pensativo por lo que presenció.

Jesús se despide, se abre paso por entre la pequeña multitud. Le siguen sus apóstoles, las discípulas y Benjamín a quien las mujeres le dan algo como un recuerdo de que el Señor lo ha amado tanto: unas frutas, una bolsa, pan, un vestido, lo que encuentran a la mano. Y él, feliz, se despide, les da las gracias: "¡Siempre habéis sido buenas conmigo! Lo tendré presente. Oraré por vosotras. Mandad vuestros hijos al Señor. ¡Es hermoso estar con Él! Él es la Vida. ¡Adiós, adiós!"

Salen de Enón. Bajan hacia el Jordán, hacia la llanura, al encuentro de nuevos sucesos, desconocidos todavía...

Benjamín no vuelve la cara atrás. No dice nada. No piensa. No suspira. Sonríe. Mira a Jesús que va allá delante de todos, como el verdadero Pastor a quien sigue su grey, a la que él ya pertenece... y de improviso se pone a cantar con todas sus fuerzas...

Los apóstoles ríen diciendo: "El muchacho está feliz."

Ríen también las mujeres: "El pajarillo prisionero ha vuelto a encontrar libertad y nido."

 

Jesús canta con Benjamín:

 El Señor es mi Pastor no me faltará nada...

 

Sonríe Jesús, volviéndose a mirarlo, y su sonrisa, como siempre, parece iluminar todo. Lo llama: "Ven aquí, corderito de Dios. Quiero enseñarte un hermoso canto." Y canta seguido de los otros el salmo: "El Señor es mi Pastor no me faltará nada. Me ha puesto en lugares en que hay mucho pasto", etc... La hermosísima voz de Jesús se esparce por la campiña exuberante, sobresale entre todas, aun entre la voz de las mejores.

"Tu Hijo se siente feliz, María" dice María de Alfeo.

"Sí. Está feliz. Algo lo ha hecho..."

"Ningún viaje se queda sin fruto. Pasa derramando gracias y siempre hay alguien quien encuentra al Salvador. ¿Te acuerdas de aquella noche en Belén de Galilea?" pregunta María Magdalena.

"Sí. Pero no quisiera acordarme de aquellos leprosos y de este ciego..."

"Siempre perdonas. ¡Eres muy buena! ¡Pero también es necesaria la justicia" replica María Magdalena.

"Tú puedes decirlo. Pero María..." interviene Juana.

"María no quiere sino el perdón, aun cuando Ella no tiene necesidad de él. ¿No es verdad, María?" pregunta Susana.

 

"No querría sino el perdón. Sí, esto solo. 

Ser malo ha de ser ya un terrible sufrimiento..."

 ¿Perdonarías a todos? ¿De veras a todos? 

Yo perdonaría

 

"No querría sino el perdón. Sí, esto solo. Ser malo ha de ser ya un terrible sufrimiento..." y suspira al decirlo.

"¿Perdonarías a todos? ¿De veras a todos? ¿Sería justo, por otra parte, hacerlo? Hay obstinados en el mal que son indignos del perdón, pues se burlan de él como si fuera debilidad" dice Marta.

"Yo perdonaría. No por necedad sino porque considero cada alma como un infante más o menos, como a un hijo... Una madre siempre perdona... aun cuando diga: "La justicia exige un adecuado castigo" ¡Oh, si una madre pudiera morir para engendrar un corazón nuevo, bueno en su hijo malvado, ¿creéis que no lo haría? Pero no se puede. Hay corazones que rechazan todo auxilio. Y creo que también a ellos la piedad ha de conceder su perdón, porque el peso que tienen en su corazón es ya demasiado: el peso de sus pecados, del rigor de Dios... Perdonemos, perdonemos a los culpables... Ojalá Dios aceptase nuestro absoluto perdón para disminuir la deuda de ellos..."

"Pero, ¿por qué lloras siempre, María? ¿Aun ahora que tu Hijo se ve feliz?" le pregunta María de Alfeo.

"No todo ha sido alegría, porque el culpable no se arrepintió. Jesús está realmente feliz, cuando puede redimir..."

No sé por que, pero Nique, que ha tenido la boca cerrada, dice de improviso: "Dentro de poco nos volveremos a encontrar con Judas de Keriot."

Las mujeres se miran como si las sencillas palabras fuesen una gran revelación, como si detrás de ellas se ocultase algo. Pero nadie las comenta.

Jesús se ha detenido en un bellísimo olivar. Todos siguen su ejemplo. Bendice, parte el pan y lo distribuye.

Benjamín mira, pone en orden lo que le regalaron: vestidos demasiado largos o demasiado anchos, sandalias que no le van, almendras dentro de su cáscara verde, nueces, un queso, una que otra manzana arrugada, un cuchillo. Está feliz con su tesoro. Quisiere ofrecer parte de sus alimentos. Dobla sus vestidos diciendo: "Guardaré el mejor para pascua."

María de Alfeo le dice: "En Betania te los compondré. Deja ésta afuera. En Tersa habrá agua para lavarla y hilo para ajustártela. No sé cómo te arreglaría... las sandalias."

"Que las dé al primer pobre que encuentre y que le vengan, y en Tersa se le compran unas nuevas" dice María Magdalena tranquilamente.

"¿Con qué dinero, hermana?" le pregunta Marta.

"¡Ah, es verdad! No tenemos ni un céntimo... Pero Judas tiene dinero... Benjamín tendrá sus sandalias. ¡Pobre muchacho! Su alma está feliz. También debe serlo en su cuerpo. Hay cosas que agradan a uno..."

Susana, joven y alegre, sonriendo dice: "Hablas como si supieras por experiencia que un par de sandalias nuevas llenan de alegría al que jamás las ha tenido."

"Tienes razón. Sé el placer que se siente en tener un vestido seco, cuando una está empapada y lo que se siente cuando no se tiene nada. Recuerdo..." e inclina su cabeza sobre la espalda de la Virgen, diciendo: "¿Te acuerdas, Madre?" y la besa con ternura.

 

Jesús da la orden de ponerse en camino para llegar 

a Tersa a las primeras del atardecer

 

Jesús da la orden de ponerse en camino para llegar a Tersa a las primeras del atardecer: "Han de estar preocupados los dos que no saben..."

"¿Quieres que nos adelantemos para decirles que llegas?" propone Santiago de Alfeo.

"Sí. Podéis ir todos, menos Santiago y mi hermano Judas. Tersa no está lejos... Id. Buscad a Judas y a Elisa y preparad dónde se pueda descansar, sobre todo las mujeres... Os seguiremos. Procurad que os encontremos en las primeras casas..."

Los ocho apóstoles parten ligeros y Jesús lentamente los sigue.

X. 236-244

A. M. D. G.