LOS SAMARITANOS NO ACEPTAN A JESÚS
#¿Sabes algo de mi apóstol y de la mujer que estaba con él?
#Reconozco que me falta esa misericordia de que yo tanta recibí... ¡Perdóname, Raboni!
#Jesús se endereza de pronto y los fulmina con su mirada
#La doctrina de Jesús, para enseñarla hay que vivirla
#Jesús hace penitencia por la conversión de Judas
#La mujer pide a Jesús que cambie el corazón de su marido
Tersa está rodeada de tal modo de olivares lozanos que hay que acercarse mucho para saber que existe. Una valla de hortalizas fertilísimas sirve como de mampara a las casas. En los huertos se ven achicorias, lechugas, legumbres, pequeñas hojas de calabazas, árboles frutales, emparrados, y todos ellos cual si compitiesen prometen dar sus mejores frutos, que serán delicia al paladar. Las florecitas de las vides y de los olivos, caen en forma de lluvia al sentir la caricia de un vigentecillo, y cubren el suelo de color blanco-verduno.
¡Atrás, atrás, a la campiña! No se puede entrar
en la población. Por poco nos lapidan.
Idos. Hablaremos en aquel bosquecillo...
De detrás de una especie de vallado de cañas y sauces que han crecido cerca de un canal en que no hay agua, pero húmedo, al oír los pasos de los que llegan, se asoman los ocho apóstoles que se habían adelantado. Se les nota que están agitados y afligidos. Hacen señales de que se detengan, y entre tanto ligeros van a ellos. Cuando les están cerca, les dicen de modo que los oigan, pero sin gritar: "¡Atrás, atrás, a la campiña! No se puede entrar en la población. Por poco nos lapidan. Idos. Hablaremos en aquel bosquecillo..." Empujan a Jesús, a los tres apóstoles, al muchacho, a las mujeres, procurando no ser vistos. Dicen. "Que no nos vean aquí. ¡Vámonos, vámonos!"
Inútilmente Jesús, Judas, y los dos hijos de Zebedeo tratan de saber lo que ha pasado. Inútilmente preguntan: "¿Judas de Simón? ¿Elisa?"
Los ocho no hacen caso. Caminando entre lo tupido de tallos y de plantas acuáticas, impedidos por las espadañas, heridos en las caras por las ramas de sauces y por las hojas de las cañas, resbalando en el lodo, asiéndose a las hierbas, apoyándose en los bordes se alejan, y los otros ocho los empujan, volviendo de vez en vez sus caras para ver si sale alguien de Tersa a perseguirlos. En el camino no hay más que el sol que empieza a meterse y uno que otro perro flaco.
Llegan a un montón de zarzas que sirven de límite a una propiedad. Detrás del matorral un campo de lino mueve al impulso del viento sus largos tallos que se cubren de primerizas flores.
"Aquí, aquí dentro. Sentados nadie nos verá y cuando oscurezca nos iremos..." dice Pedro secándose el sudor...
"¿A dónde? Con nosotros vienen las mujeres."
"A algún lugar. Los prados están llenos de heno segado. Les servirá de lecho. Con nuestros mantos haremos tiendas para que ellas duerman y nosotros vigilaremos."
"Está bien. Basta con que no nos vean y cuando amanezca bajamos al Jordán. Tenías razón, Maestro, de no haber querido seguir el camino de Samaría. Son mejores los ladrones con nosotros los pobres que los samaritanos..." dice Bartolomé todavía jadeante.
¿qué ha sucedido? ¿Hizo Judas algo? Dijo ser tu apóstol
y no cabe duda que le pegaron. Maestro, no te quieren
"En una palabra, ¿qué ha sucedido? ¿Hizo Judas algo?..." pregunta Tadeo.
Tomás lo interrumpe: "Judas se las habrá llevado. Me desagrada por Elisa..."
"¿Viste a Judas?"
"Yo no, pero es fácil prever lo que le pasó. Dijo ser tu apóstol y no cabe duda que le pegaron. Maestro, no te quieren."
"Todos están contra Ti."
"Verdaderos samaritanos."
Todos hablan al mismo tiempo. Jesús impone silencio y dice: "Que hable uno solo. Habla tú, Simón Zelote, que eres más controlado."
"Señor, entramos en la población. Nadie nos hizo mal alguno hasta que supieron lo que somos, mientras no nos tomaron por peregrinos de paso. Cuando preguntamos -debíamos hacerlo- si un joven, alto, moreno, vestido de rojo, con talet de líneas rojas y blancas, y una mujer de edad, delgada, de cabellos más bien blancos que negros, de vestido gris oscuro, habían llegado allí y que buscaban al Maestro galileo y compañeros, entonces se alarmaron... Tal vez no debíamos haberte mencionado. Nos equivocamos... En los otros lugares habíamos sido recibidos siempre bien... ¡No se entiende lo que sucedió!... ¡Parecen víboras los que sólo hace unos cuantos días eran tus defensores!..."
Lo interrumpe Tadeo: "Obra de los judíos..."
"No lo creo. Y no lo creo por las cosas que nos dijeron y por sus amenazas. Creo más bien... estamos seguros que la causa de su ira es que Jesús no aceptó su protección. Gritaban: "¡Largaos, largaos, vosotros y vuestro Maestro! Quiere ir a adorar en el monte Moria. Que se vaya, que mueran Él y los suyos. No tenemos lugar para los que no nos consideran amigos, sino siervos. No queremos más molestias, sino hay recompensa alguna. Piedras y no pan para el Galileo. Los perros se le echarán encima". Más o menos gritaban así. y como insistíamos en saber el paradero de Judas, tomaron piedras para arrojárnoslas, y en serio que nos echaron encima los perros. Gritaban: "Vamos a estarnos en las entradas. Si viene, nos las pagará". Huimos. Una mujer -siempre hay alguien bueno entre los malos- nos llevó a su huerto, de allí nos condujo por una vereda entre huertos hasta el canal que no tiene agua porque se le empleó antes del sábado. Nos escondió allí. Prometió que nos haría saber el paradero de Judas. Pero no llegó. Esperémosla, pues dijo que si nos encontraba en el canal, vendría aquí."
Los comentarios abundan. Algunos continúan acusando a los judíos, otros hacen un pequeño reproche a Jesús, reproche indirecto: "Hablaste muy claramente en Siquén, y luego te fuiste. En estos tres días han decidido que es inútil seguirse engañando y sufrir daños de parte de uno que no les da por su lado... y ahora te echan afuera..."
No me arrepiento de haber dicho la verdad
y de haber cumplido con mi deber
Allí viene la mujer. Tiene valor...
Jesús responde: "No me arrepiento de haber dicho la verdad y de haber cumplido con mi deber. Ahora no lo comprenden, pero dentro de poco comprenderán mi rectitud y me venerarán más que si no me hubiesen arrojado, y con un gran amor.
"Allí viene la mujer. Tiene valor..." dice Andrés.
"¡No nos vaya a traicionar!" sugiere Bartolomé.
"Viene sola."
"Puede venir gente escondida en el canal, detrás de ella..."
La mujer sigue su camino con un cesto en la cabeza por entre los campos de lino, pasa el lugar donde están Jesús y los apóstoles esperándola, toma un atajo, desaparece... para volver a verse de improviso a las espaldas de los que esperaban, que se vuelven casi asustados sintiendo el rumor de los pasos.
La mujer se dirige a los ocho que ha visto: "Perdonadme que os haya hecho esperar... No quería que me siguieran. Dije que iba a la casa de mi madre... Sé... Os he traído esto. ¿Quién es el Maestro? Quisiera venerarlo."
"Es ese."
La mujer, que había puesto en el suelo su cesto, se postra diciendo: "Perdona el pecado de mis conciudadanos. Si no hubiera estado quien los provocó... Muchos trabajaron para echarte fuera..."
¿Sabes algo de mi apóstol y de la mujer que estaba con él?
"No les guardo rencor, mujer. Levántate y habla. ¿Sabes algo de mi apóstol y de la mujer que estaba con él?"
"Sí. Fueron arrojados como perros al otro lado de la ciudad, esperando que llegue la noche. Querían regresar e ir a Enón para buscarte. Querían venir aquí porque supieron que estaban sus compañeros. Les dije que no lo hicieran, que se estuvieran quietos, que os llevaría a ellos. Lo haré tan pronto anochezca. Por suerte mía, mi esposo está ausente, puedo estar fuera de casa. Os llevaré a casa de una hermana mía casada que vive en la llanura. Allí dormiréis, sin decir quienes sois, no por Merod sino por los hombres que viven allí. No son samaritanos, sino de la Decápolis que se han establecido acá..."
"Dios te lo pague. ¿Les pasó (algo) a los dos discípulos?"
"Algo al hombre, a la mujer nada. El Altísimo debió protegerla porque valerosa, protegió a su hijo cuando los de la ciudad echaron manos a las piedras. ¡Oh, qué mujer tan valiente! Gritaban: "¿Apedreáis así a uno que no ha hecho nada? ¿No me respetáis a mí, que soy su madre? ¿No tenéis también vosotros madre? ¿No respetáis a la que os engendró? ¿Habéis nacido de una loba o habéis sido hechos del fango o de la suciedad?" y miraba a los que los atacaban con el manto desplegado para defender al hombre, mientras retrocedía... Todavía ahora lo consuela diciéndole: "Quiera el Altísimo, Judas, que esta sangre tuya derramada por el Maestro se convierta en bálsamo de tu corazón." La herida no es grande que digamos. Tal vez está más bien espantado. Bueno, tomad y comed. Aquí hay leche fresca y es para las mujeres. También pan, queso y frutas. No he podido cocer carne, me hubiera llevado mucho tiempo. Aquí hay vino para los hombres. Comed entre tanto baja el sol. Luego nos iremos a Merod por camino que conozco."
"Dios te lo pague" dice Jesús, y ofrece, reparte y aparta las porciones para los dos que no están.
"No. No. Ya les llevé huevos y pan; también vino y aceite para las heridas. Esto es para vosotros. Comed, que yo vigilo el camino..."
Comen, pero la inquietud corroe a los hombres y el abatimiento hace que las mujeres, fuera de María Magdalena para quien lo que a otros causa miedo o espanto a ella le da fuerza y valor, no tengan hambre. Sus ojos relampaguean contra la ciudad hostil. La presencia de Jesús que ha dicho que no se tenga rencor, le impide lanzar palabras duras. Y no pudiéndose controlar, descarga su ira contra el pan, de modo que Zelote al verla no puede menos de decir sonriente: "¡Felices los de Tersa que no pueden caer entre tus manos! ¡Pareces, María una fiera encadenada!"
"Lo soy. Dices bien. A los ojos de Dios vale más que me controle de no ir allá, que todo lo que hasta ahora he expiado."
"Está bien, María, pero Dios te ha perdonado culpas mayores que las suyas."
"Es verdad. Ellos te ofendieron a Ti, Dios mío, una vez, y porque otros los empujaron a ello. Yo... muchas veces... y por mi propia voluntad... No puedo ser intransigente ni soberbia..." Baja los ojos al pan y dos lágrimas caen sobre él.
Marta le toca la mano en la rodilla y murmura: "Dios te ha perdonado. No te humilles más... Recuérdalo que ganaste: a nuestro Lázaro..."
Reconozco que me falta esa misericordia de que yo tanta
recibí... ¡Perdóname, Raboni!
"No es humillación, es reconocimiento, es emoción... Reconozco que me falta esa misericordia de que yo tanta recibí... ¡Perdóname, Raboni!" dice levantando sus ojos que la humildad hace muy dulces.
"Nunca se niega, María, el perdón al humilde de corazón."
La tarde viene declinando envuelta en un olor a violetas. Poco a poco las cosas pierden su propia figura, los mismos tallos de lino parecen formar una masa oscura. Los pájaros en los árboles dejan de cantar. La primera estrella enciende su luz. El grillo entre la hierba entona su melodía nocturna.
"Podemos ir ahora. No nos verán. No os traiciono, no temáis. No lo hago porque se me de algo, pido sólo que el cielo tenga piedad de mí, pues todos tenemos necesidad de ella" dice la mujer suspirando.
Se levantan. La siguen. Pasan por fuera de Tersa entre campos y hortalizas entre los que se pueden vislumbrar figuras humanas y cosas.
"Están aguardándonos..." dice Mateo.
"¡Malditos!" balbucea entre dientes Felipe.
Pedro no habla, pero levanta su puño en alto en señal de invocación o de protesta.
Santiago y Juan de Zebedeo le dicen:
¿Quieres que ordenemos al fuego del cielo que baje y que
acabe con esos pecadores? Nos has dicho que todo lo que
pidamos con fe, lo obtendremos...
Santiago y Juan de Zebedeo, que vienen hablando animosamente entre sí, se vuelven a Jesús y le dicen: "Maestro, si tu perfección de amor no quiere recurrir al castigo, ¿nos permites que lo hagamos? ¿Quieres que ordenemos al fuego del cielo que baje y que acabe con esos pecadores? Nos has dicho que todo lo que pidamos con fe, lo obtendremos..."
Jesús se endereza de pronto y los fulmina con su mirada
Jesús que caminaba un poco inclinado, como cansado, se endereza de pronto y los fulmina con su mirada que parecen ofuscar la luz de la luna. Los dos se quedan espantados al sentir su mirada. Jesús sin dejar de verlos les dice: "No conocéis el espíritu al que pertenecéis. El Hijo del hombre no ha venido a acabar con las almas, sino a salvarlas. ¿No recordáis lo que os he dicho? En la parábola del trigo y de la cizaña he dicho: "Dejad que por ahora el trigo y la cizaña crezcan juntamente. Si quisierais separarlos ahora podríais arrancar el trigo con la cizaña. Dejadlos hasta que llegue el tiempo de la cosecha. Entonces diré a los cosechadores: recoged la cizaña, amarradla en manojos para quemarla y poned el trigo en mi granero".". Jesús ha mitigado ya su ira para con los dos que, si habían pedido que los de Tersa fueran castigados, lo habían hecho por amor a Él. Toma a uno a la derecha y al otro a la izquierda por los codos, y se va caminando y hablando a todos, que se le han reunido. "En verdad os digo que el tiempo de la cosecha está cercano. La primera será la mía, y para muchos no habrá otra. Pero -demos alabanza al Altísimo- el que en mi tiempo no se convierta en buena espiga después de la purificación del sacrificio pascual, volverá a nacer con un alma nueva. Hasta aquel día no castigaré a nadie... Después será la justicia..."
"¿Después de la pascua?" pregunta Pedro.
"No. Después del tiempo. No hablo de los hombres de ahora. Miro los siglos futuros. El hombre siempre se renueva como las mieses en los campos, y siempre hay cosechas. Dejaré lo que los hombres del futuro necesitan para convertirse en buen trigo. Si no quisieren, al fin del mundo mis ángeles separarán la cizaña del trigo. Entonces vendrá el día eterno de Dios. Por ahora en el mundo el día es de Dios y de Satanás. Dios siembra el bien, el demonio arroja entre las semillas de Dios su cizaña, sus escándalos, sus maldades. Porque habrá siempre quienes inciten a otros contra Dios, como ha sucedido aquí que otros los han incitado, pero son menos culpables que ellos."
"Maestro, cada año nos purificamos en la pascua de los ázimos, y siempre quedamos lo que somos. ¿Será diverso acaso esta año?" pregunta Mateo.
"Muy diverso."
"¿Por qué? Explícate."
"Os lo diré... mañana cuando vayamos por el camino y cuando esté Judas de Simón..."
"¡Oh, sí! Nos lo dirás y seremos mejores... Perdónanos, Jesús" dice Juan.
Buen nombre os he puesto. El trueno no hace mal.
Pero la flecha si puede matar
Haced como Yo hago
y estaréis seguros de no equivocaros jamás.
¿Habéis visto que me vengue de quien me ha hecho algún daño?
"Buen nombre os he puesto. El trueno no hace mal. Pero la flecha si puede matar. El trueno muchas veces es mensajero de los rayos. Lo mismo sucede con quien no arranca de su corazón cualquier cosa que es contra el amor. Hoy piensa en que puede castigar, mañana lo hará sin preguntar, y pasado mañana contra razón. Es fácil el descenso... Por esto os digo que os despojéis de toda dureza contra vuestro prójimo. Haced como Yo hago y estaréis seguros de no equivocaros jamás. ¿Habéis visto que me vengue de quien me ha hecho algún daño?"
"No, Maestro. Tú..."
¡Maestro, Maestro! Henos aquí. A mi y a Elisa.
¡Oh, Maestro, cuánto pensamos en Ti! Cuánto miedo de morir..."
dice Judas de Keriot
"¡Maestro, Maestro! Henos aquí. A mi y a Elisa. ¡Oh, Maestro, cuánto pensamos en Ti! Cuánto miedo de morir..." dice Judas de Keriot que sale de entre hileras de vides y corre a Jesús Trae una venda en la frente. Elisa más tranquila lo sigue.
"¿Te pasó algo? ¿Tuviste miedo de morir? ¿Tanto amas la vida?" pregunta Jesús separándose de Judas que lo abraza y llora.
"No tenía miedo por la vida, sino que tenía miedo de Dios. Morir sin tu perdón... Yo siempre te ofendo. A Ti, a todos. A ésta... Ha sido para mi una verdadera madre. Me sentía culpable y me daba miedo morir."
"¡Un temor saludable si te puede hacer santo! Yo siempre te perdono, lo sabes muy bien, con tal de que tengas voluntad de arrepentirte. ¿Tú, Elisa, has perdonado?"
"Es un muchacho desconsiderado. Sé cómo compadecerlo."
"Has sido valiente, Elisa. Lo sé."
"¡Si no hubiera estado ella, no te habría vuelto a ver, Maestro!"
"Comprendes ahora que no por odio sino por amor se quedó contigo... ¿Te hirieron, Elisa?"
"No, Maestro. Me llovían piedras pero no me hicieron ningún daño. Yo estaba preocupadísima por Ti."
"Todo ha terminado. Sigamos a la mujer que nos quiere llevar a un lugar seguro."
Continúan su camino por una vereda que la luna ilumina.
Jesús toma del brazo a Iscariote y camina delante con él. Le habla con dulzura, trata de aprovecharse de lo que poco ha le pasó, de su temor del juicio de Dios: "Ves, Judas, cómo se puede morir tan fácilmente. La muerte siempre está a nuestro lado. Ves ahora cómo lo que nos parece sin importancia cuando las fuerzas nos sonríen, se convierta en algo horriblemente espantoso cuando la muerte se deja ver. Pero, ¿por qué tener esos temores al morir, cuando pueden desaparecer llevando una vida santa? ¿No te parece que es mejor si vives como un hombre justo para que encuentres una muerte plácida? Judas, amigo mío, la divina y paternal misericordia permitió esto como un llamado a tu corazón. Estás todavía a tiempo... ¿Por qué no quieres dar a tu Maestro que está por morir, la grande, la grandísima alegría de saber que has vuelto al bien?"
¿Pero puedes perdonarme aún, Jesús?
Si no lo pudiese, no te hablaría de este modo.
Cuán poco me conoces
"¿Pero puedes perdonarme aún, Jesús?"
"Si no lo pudiese, no te hablaría de este modo. Cuán poco me conoces. Yo te conozco. Sé que estás prendido como de un pulpo. Que sufrirías si te arrancases de ti esas cadenas que te muerden y envenenan. Pero después, ¡que alegría tendrás! ¿Tienes miedo de no poder reaccionar contra lo que te tiene avasallado? Puedo absolverte de antemano del pecado trasgresión del rito pascual... Eres un enfermo. La pascua no obliga a los que están mal. Eres como un leproso. Y los leprosos no suben a Jerusalén, mientras lo son. Ten en cuenta, Judas, que comparecer ante el Señor con el corazón manchado, como lo tienes, no es honrarlo, sino ofenderlo. Hay que..."
"¿Por qué entonces no me purificas y me curas?" pregunta con un poco de rabia Judas.
"¡Que no te curo! Cuando alguien está enfermo por sí busca la curación, a no ser que sea un niño o un loco..."
"Trátame como si lo fuese, como si fuese un loco."
"No sería justicia, porque tú puedes querer. Conoces el bien y el mal. De nada serviría que te curase si no tienes la voluntad de permanecer curado."
"Dámela también."
"¿Dártela? ¿Darte una voluntad buena? ¿Y tu libre albedrío? ¿Qué diría entonces? ¿Qué sucedería de tu personalidad humana, que es libre? ¿Sería un juguete?"
"Como lo soy de Satanás, podría serlo de Dios."
"¡Mira, Judas, que me ofendes! ¡Que me taladras el corazón! Te perdono... Dijiste que eres juguete de Satanás. No quería Yo decir semejante cosa..."
"Pero la pensabas, porque es la realidad y porque la conoces, si es verdad que lees los corazones humanos. Si esto es así, bien sabes que no soy más libre... el se ha apoderado de mí y..."
No hay posesión, si desde el principio no se consiente
en la tentación diabólica.
y no entrará si el hombre no le deja lugar para ver su
apariencia seductora, para escucharla, para seguirla...
Sólo entonces el hombre se convierte en juguete,
es un poseído, y eso porque lo quiere.
"No es cierto. Se te ha acercado, te ha estado tentando, poniéndote asechanzas, y tú le has dicho que sí. No hay posesión, si desde el principio no se consiente en la tentación diabólica. La serpiente se puede asomar a los barrotes de los corazones, y no entrará si el hombre no le deja lugar para ver su apariencia seductora, para escucharla, para seguirla... Sólo entonces el hombre se convierte en juguete, es un poseído, y eso porque lo quiere. También Dios envía del cielo sus luces dulcísimas de un amor paternal, y penetran en nosotros. Mejor: Dios, para quien todo es posible, desciende en el corazón de los hombres. Le pertenecen por derecho. ¿Por qué entonces el hombre, que sabe convertirse en esclavo, y juguete del Horrible, no se hace siervo de Dios, aun más hijo suyo? ¿No me respondes? ¿No me dices por qué has preferido a Satanás y no a Dios? Todavía estás a tiempo de salvarte. Sabes que voy a morir. Nadie como tú lo sabe... No rehúso el morir. Camino hacia él. Y camino derecho porque mi muerte será vida para muchos. ¿Por qué no quieres estar entre estos? ¿Sólo mi muerte será inútil para ti, amigo mío, mi pobre amigo?"
Será inútil para muchos, no te hagas ilusiones. Sería mejor que huyeses de acá, que gozases de la vida, que enseñases tu doctrina que es buena, pero que no te sacrificaras."
La doctrina de Jesús, para enseñarla hay que vivirla
Jesús anima a Judas para que no vaya a la Pascua,
a Jerusalén, que le dará un escrita para ir a casa de una
amiga que le cuidará porque está enfermo
"¡Enseñar mi doctrina! ¿Y qué cosa podría enseñar, si no hago lo que digo? ¿Qué Maestro sería Yo si predicase que debe obedecerse a Dios y no lo hiciera? ¿Que se amase a los hombres y no los amase? ¿Que renunciase a la carne, al mundo, a sus honores, y luego hiciese todo lo contrario escandalizando no sólo a los hombres, sino a los ángeles? Satanás está hablando a través de ti en estos momentos, como habló en Efraín, como tantas veces ha hablado y obrado por tu medio, para causarme daño. He comprendido todas estas acciones de Satanás, realizadas por tu medio, y no te he odiado, no he sentido cansancio de ti, sino sólo una pena, y pena infinita. Como una madre mira con dolor que avanza la enfermedad de su hijo, así también Yo de ti. como un padre que no deja nada por salvarte, y me he sobrepuesto a las repugnancias, corajes, amarguras, desconsuelos... Como un padre y madre vuelven sus ojos al cielo en busca de algo que salve su hijo, así también Yo he llorado, y sigo implorando un milagro que te salve, te salve del abismo a cuyo borde te encuentras. ¡Judas, mírame! Dentro de poco derramaré toda mi sangre, no me quedará ni una gota. la beberán los terrones, las piedras, las hierbas, empapará las vestiduras de los que me persiguen como las mías... los palos, el hierro, las sogas, las espinas del nabacá... la beberán los corazones que esperan ser salvados... ¿Eres tú el único que no quieres beber de ella? Sólo por ti, daría toda mi sangre. Eres mi amigo. ¡Con qué placer se muere por el amigo! ¡Para salvarlo! Se dice: "Muero, pero seguiré viviendo en mi amigo por quien di mi vida". Como una madre, como un padre que continúan viviendo en el hijo aun después de muertos. ¡Judas, por favor! No pido otra cosa en los días que preceden mi muerte. Los jueces, los enemigos mismos conceden al sentenciado a muerte una última gracia, escuchan su último deseo. Yo te pido que no te condenes. No lo pido al cielo, sino a ti, a tu voluntad... Piensa, Judas, en tu madre. ¿Que le pasará a ella? ¿Qué será del nombre de tu familia? Ten en cuenta esto que es un sentimiento muy profundo para ti. No te deshonres. Judas. Piensa. Pasarán los años, los siglos, caerán reinos e imperios, se apagarán las estrellas, cambiará la configuración de la tierra, y tú serás siempre Judas, como Caín siempre es Caín, si es que persistes en tu pecado. Se acabarán los siglos. Quedarán sólo Paraíso e Infierno, y tú, Judas, estarás en el lugar en que para siempre serás maldito, como el mayor criminal, si no te arrepientes. Descenderé a libertar las almas del Limbo, sacaré almas del Purgatorio, y a ti... no te podré llevar donde estoy... Judas, voy a morir, y contento, porque ha llegado la hora que millares de años esperaban, la hora de reunir los hombres con su Padre, pero no lo lograré con muchos. Sin embargo el número de los que salven me consolará de las angustias que padeceré por los que por inútilmente muero. Te aseguro que será muy horrible no verte entre los salvados, a ti, que eres mi apóstol, mi amigo. ¡No me des este dolor tan cruel!... Quiero salvarte, Judas. Salvarte. Mira. Descendemos hacia el río. Mañana, cuando amanezca, nosotros dos lo pasaremos y tu irás a Bozra, o a Arbela, o a Aera, a donde quieras. Conoces las casa de los discípulos. En Bozra puedes preguntar por Joaquín y por María, la leprosa a quien curé. Te daré un escrito para ellos. Diré que porque te sientes mal, necesitas de un lugar tranquilo y de aire puro. Es la verdad, porque estás enfermo y porque el aire de Jerusalén acabaría contigo. Ellos pensarán que estás enfermo en el cuerpo. Estarás allí hasta que no vaya a traerte. Yo pensaré en lo que digan tus compañeros... Pero no vengas a Jerusalén. ¿Ves? No he querido que vengan las mujeres, sino sólo las más fuertes, y aquellas que por derecho de madres deben estar junto a sus hijos."
"¿Tampoco la mía?"
"No. María tu madre no vendrá a Jerusalén..."
"También ella es madre de un apóstol y siempre te ha respetado."
"Tienes razón que tendría derecho de estar cerca de Mí, pues me ama como debe ser, pero precisamente por esto no irá a Jerusalén. Se lo prohibí y ella sabe obedecer."
"¿Por qué? ¿Qué cosa no tiene que tenga la madre de tus hermanos y la de los hijos de Zebedeo?"
Tres son los que te aman en el cielo: el Padre, el Hijo, el
Espíritu Santo que no han dejado de mirarte y que esperan
que quiera para que te hagan el joyel de la redención,
la presa más grande arrebatada al abismo.
"Tú sabes por qué digo esto. Pero si me escuchas, si vas a Bozra, mandaré a avisar a tu madre que te haga compañía, para que ella, que es muy buena, te ayude a curarte. Créemelo: somos los únicos que te amamos sin medida. Tres son los que te aman en el cielo: el Padre, el Hijo, el Espíritu Santo que no han dejado de mirarte y que esperan que quiera para que te hagan el joyel de la redención, la presa más grande arrebatada al abismo. Y tres hay en el tierra: Yo, tu madre y mi Madre. ¡Haznos felices, Judas!, a los del cielo, a los de la tierra, que te amamos con verdadero amor."
"Lo has dicho. Tres son los que me aman; los otros... no."
"No como nosotros, pero también te aman. Elisa te defendió, los demás estaban preocupados por ti. Cuando te has separado todos piensan en ti, y tu nombre está en sus labios. No conoces el amor que te rodea. Tu opresor te lo esconde. Pero créeme a Mí."
"Te creo y trataré de contentar. Pero quiero hacerlo por mí mismo. Yo soy el que me equivoqué, soy quien debo curarme de mi mal."
"Solamente Dios puede hacer todo por Sí. Tu pensamiento es de soberbia. En él está escondido Satanás. Sé humilde, Judas. Toma fuertemente esta mano amiga. Refúgiate en este corazón que siempre te lo tienes abierto. Conmigo Satanás no podrá hacerte ningún mal."
"He tratado de estar contigo... Y siempre he descendido más... ¡Es inútil!"
"¡No digas esto! ¡No lo digas! Rechazas la ayuda. Dios lo puede todo. Acógete a Dios, ¡Judas, Judas!"
"No tan alto, que los otros nos pueden oír..."
"¿Te preocupas de los otros y no de tu alma? ¡Pobre Judas!..."
Jesús hace penitencia por la conversión de Judas
Jesús no dice más, pero sigue al lado de su apóstol hasta que la mujer, que iba unos cuantos metros delante, entra en una casa que hay en medio de un espeso olivar. Jesús dice a Judas: "No dormiré esta noche. Rogaré por ti y te esperaré... Que Dios hable a tu corazón. Escúchalo... Me quedaré aquí, donde estoy, a orar. Hasta el amanecer... Tenlo presente.
Judas no responde. Llegan todos, se detienen un poco en espera de que regrese la mujer, la cual vuelve acompañada de otra mujer parecida a ella, que los saluda: "No tengo muchas habitaciones porque están en ellas los segadores que por ahora trabajan en los olivos, pero tengo el granero y hay mucha paja. Para las mujeres tengo lugar. Venid."
"¡Id! Yo me quedo a orar. La paz sea con todos vosotros" dice Jesús, y mientras los otros se van, llama a su Madre diciéndole: "Me quedo a orar por Judas. Ayúdame también tú, Madre mía..."
"Sí, Hijo. ¿Nace en él algún deseo?"
"No, Madre. Pero nosotros debemos obrar como si... El cielo puede todo, Madre."
"Sí. Puedo todavía engañarme. Pero Tú, no, Hijo mío. ¡Tú sabes, santo Hijo mío! Mas siempre te imitaré. Tranquilízate, y aún cuando no puedas hablarle, porque te huirá, trataré de llevártelo. ¡Que el Padre Santísimo escuche mi dolor!... ¿Me permites que me quede contigo, Jesús? Oraremos juntos... y serán horas en que estemos juntos..."
"Quédate, Madre. Te espero aquí."
María se va ligera, y poco después regresa. Se sientan sobre sus alforjas, a los pies de los olivos. En el silencio profundo de la noche se oye, no muy lejos, el rumor del arroyo, y el canto de los grillos resuena más fuerte. Cantan los ruiseñores. Una lechaza lanza su grito. Las estrellas en el cielo lentamente se mueven. Nadie las opaca porque la luna se ha metido ya. Después, un gallo rompe el aire tranquilo con su qui-qui-ri-quí. Otro gallo por allá le responde. Luego el gotear del agua que cae de los tejados sobre los sauces. Un ruido entre las ramas, los pajarillos que empiezan a despertarse, y poco después el cielo que despierta a la luz que lo ilumina. Ha amanecido, pero Judas no ha venido...
Jesús mira a su Madre, blanca cual lirio, apoyada sobre el tronco de un olivo, y le dice: "Hemos orado, Madre. Dios aprovechará nuestra plegaria..."
"Sí, Hijo mío. Estás pálido como un cadáver. Tus fuerzas se han agotado en la noche llamando a las puertas del cielo y a los decretos de Dios."
"También tú estás pálida, Madre. Te has cansado mucho."
"Mi dolor aumenta con el tuyo."
La puerta de la casa se abre cautamente... Jesús se estremece, pero se trata de la mujer que los trajo, que sale sin hacer ruido. Jesús suspira: "Esperé pensando no poder equivocarme."
La mujer llega con su cesto vacío, mira a Jesús, lo saluda y quiere seguir adelante. El la llama y le dice: "Que el Señor te pague por todo. Yo también lo quisiera, pero no tengo nada."
"No quiero nada, Rabí. No quiero dinero. Sólo quiero algo y puedes dármelo."
La mujer pide a Jesús que cambie el corazón de su marido
"¿Cuál es, mujer?"
"Que mi marido cambie de corazón. Puedes hacerlo porque eres verdaderamente el Santo de Dios."
"Vete en paz. Se hará como lo has pedido. Adiós."
La mujer se va rápida a su hogar que debe ser muy triste. María comenta: "Otra infeliz. ¡Por esto es buena!..."
Por el granero asoma Pedro su cabeza despeinada, luego la radiante de Juan, después la enérgica de Tadeo y la requemada de Zelote y la delgada del jovenzuelo Benjamín... Todos se han despertado. De la casa, la primera en salir es María Magdalena, le sigue Nique y luego las demás. Cuando todos ya se han reunido y la mujer que los hospedó les ha traído una vasija con leche espumante, se deja ver Iscariote. No trae la venda pero se ve todavía rojo donde se recibió el golpe; y también su ojo morado. Jesús y Judas se miran mutuamente, pero Judas vuelve la cabeza a otra parte.
Jesús le dice: "Compra de la mujer todo cuanto puede vender. Nos adelantamos. Luego nos alcanzas."
Después de haberse despedido de la mujer, Jesús y todos los demás se ponen en marcha.
X. 244-255
A. M. D. G.