TERCERA PREDICCIÓN DE LA PASIÓN.
MARÍA DE ZEBEDEO Y SUS HIJOS
#Jesús va a poner paz entre los apóstoles y habla con Judas
#María de Alfeo recuerda a la Virgen su nacimiento, su estancia en Nazaret, su boda con José...
#Jesús hace señal de que se callen. Dice: "¿Y qué? ¿De un error cometido tienen que nacer otros?
#Jesús hace una aclaración a las traducciones del Evangelio sobre este punto
Cuando Jesús sale de Doco que duerme apenas si el cielo tiene algo de luz y el camino es un poco difícil. Nadie oye las pisadas porque caminan con cautela y las casas están cerradas. Nadie habla sino hasta que salen fuera de la ciudad, a la campiña que se despierta otra vez, lavada con el rocío matinal.
Iscariote dice: "Camino inútil y descanso perdido. Hubiera sido mejor no haber venido hasta acá."
"No nos trataron mal los pocos que encontramos. Pasaron la noche sin dormir por escucharnos y para ir a traer a los enfermos de los alrededores. Estuvo muy bien haber venido. Porque los que, por enfermedad o por otra razón, no tenían ya esperanzas de ver al Señor en Jerusalén, lo vieron aquí y han recibido consolación en su cuerpo y en su alma. Los otros ya partieron para la ciudad... Estamos acostumbrados, si se puede, a ir unos días antes a la fiesta" dice Santiago de Alfeo con dulzura, porque es así su carácter, todo lo contrario de Judas de Keriot que aun en los momentos buenos es violento e imperioso.
"Precisamente porque también vamos a Jerusalén era inútil haber venido aquí. Nos habrían oído y visto allá..."
"Pero no las mujeres y los enfermos" le replica Bartolomé, interrumpiéndolo.
Judas finge de no haber oído y añade: "Espero al menos que vayamos a Jerusalén, porque ahora lo dudo después de lo que dijo Jesús a aquel pastor..."
"¿Y a dónde quieres que vayamos sino a allá?" pregunta Pedro.
"¡Bueno! No lo sé. Lo que hacemos es tan irreal desde hace algunos meses, tan contrario a lo previsible, al buen sentido, aun a la justicia, que..."
"¡Oye, aunque te vi beber leche en Doco, estas hablando como un ebrio! ¿Dónde encuentras las cosas contrarias a la justicia?" pregunta Santiago de Zebedeo con ojos amenazadores. Le grita: "¡Basta de reprochar al Justo! ¿Lo has comprendido? No tienes ningún derecho de reprocharle nada. Nadie lo tiene porque es perfecto, y nosotros... ninguno de nosotros lo es, y tú menos que nadie."
"¡Cierto! Si estás enfermo cúrate, pero deja de fastidiarnos con tus quejas. Si eres lunático, allí está el Maestro. Dile que te cure y ten paz" exclama Tomás que ha perdido la paciencia.
De hecho Jesús viene detrás con Judas de Alfeo y Juan ayudando a las mujeres a caminar por el sendero que no es bueno, y todavía está oscuro por encontrarse en medio de un bosque de olivos. Jesús viene hablando animadamente con las mujeres sin poner atención a lo que delante de Él se dice. Aunque las palabras no se entienden bien, pero sí el tono deja a entender que se ha trabado alguna disputa. Los dos apóstoles, Tadeo y Juan se miran... pero no hablan. Miran a Jesús y a María. Esta viene tan envuelta en su manto que apenas si se ve su rostro y Jesús parece no haber oído. Terminado lo que venían diciendo -hablaban de Benjamín, y de su futuro, de Sara la viuda de Afec, que ha ido a establecerse en Cafarnaum y es una madre amorosa no sólo con el niño de Giscala, sino con los pequeñuelos de la mujer de Cafarnaum, que, casada otra vez, no amaba más a sus primeros hijos y que murió "en tal forma que no cabe duda que la mano de Dios se dejó sentir en su muerte" dice Salomé- Jesús se adelanta con Judas Tadeo y se une a los discípulos, diciendo antes a Juan: "Quédate con ellas, si quieres. Voy a responder a Judas, que está irritado y a poner paz."
Jesús va a poner paz entre los apóstoles y habla con Judas
Juan, después de haber dado unos cuantos pasos más y al notar que el sendero no está oscuro, de prisa va donde Jesús que está diciendo: "Tranquilízate, pues, Judas. No haremos nada de irreal, como nunca lo hemos hecho. Tampoco ahora estamos haciendo algo imprevisible. Todos saben que cualquier verdadero israelita, que no está enfermo o impedido por causas muy graves, sube al Templo. Y nosotros iremos."
"No todos. Marziam, según he sabido, no vendrá. ¿Está acaso enfermo? ¿Por qué no viene? ¿Quieres sustituirlo por el samaritano?" El tono de Judas es insoportable.
Pedro dice entre dientes: "¡Oh Prudencia, amárrame la lengua!" y aprieta sus labios para no agregar más. Sus ojos, un poco bovinos, despiden una mirada conmovedora, por el esfuerzo que hace por refrenar su ira y su aflicción.
Jesús les explica la razón de los diferentes consejos
que ha dado a unos y a otros y les recuerda el primer
encuentro con cada uno de ellos y la terrible prueba
que se avecina y por qué tiene que estar presentes
La presencia de Jesús hace que nadie hable, pero Él si lo hace con una calma verdaderamente divina: "Venid adelante un poco, para que no oigan las mujeres. Desde hace días quería deciros algo. Os lo prometí en la campiña de Tersa. Quería que todos estuvieseis presentes. Vosotros. No las mujeres. Dejémoslas tranquilas... Dentro de lo que os diré está la razón por la cual Marziam no estará con nosotros, ni tu madre, Judas de Keriot, ni tus hijas, Felipe, ni las discípulas de Galilea con la jovencita. Hay cosas que no todos pueden soportar. Yo como Maestro sé qué cosa es buena para mis discípulos y cuánto pueden o no pueden soportar. Tampoco vosotros sois fuertes para soportar la prueba, y sería una gracia que os vieseis libres de ella. Pero vosotros debéis continuarme, y debéis saber cuán débiles sois para que seáis misericordiosos con los débiles. Por esto no podéis ser excluidos de esta terrible prueba que os dará la medida de lo que sois, de lo que habéis hecho durante estos tres años en que habéis estado conmigo. Sois doce. Vinisteis a Mí casi al mismo tiempo. No habían pasado muchos días que nos habíamos encontrado Santiago, Juan y Andrés, en que fuiste recibido, Judas de Keriot, como también tú, Santiago, hermano mío, y tú, Mateo para que pueda justificarse tanta diferencia de formación vuestra. Todos vosotros, incluido tú, docto Bartolomé, no teníais ninguna formación en mi doctrina. Aun más, vuestra formación mejor que la de muchos del viejo Israel era un obstáculo para aceptarla mía. El camino que se os mostró era suficiente para llevaros todos a un mismo punto. Sin embargo, uno ha llegado a él, otros están cerca, otros no tanto, otros muy atrás, otros... debo añadirlo, en lugar de adelantar han retrocedido. ¡No os miréis! no busquéis quién sea el primero o el último entre vosotros. El que tal vez se crea el primero y así lo creen los demás, tiene todavía que probarse a sí mismo. El que se cree el último está para brillar con su formación como una estrella del cielo. Por esto una vez más os digo: no juzguéis. Los hechos hablarán muy claro. Por ahora no podéis comprender, pero pronto, muy pronto os acordaréis de mis palabras y las comprenderéis."
"¿Cuándo? Nos has prometido que nos dirías, que nos darías una explicación de por qué la purificación pascual será distinta este año, y no lo has hecho" se lamenta Andrés.
"De esto es de lo que quiero hablaros, porque lo que antes os dije, con esto, constituyen una sola cosa, pues tienen una sola raíz. Ved, subimos a Jerusalén para la Pascua, y allí se cumplirán todas las cosas que dijeron los profetas, como se predijo en la orden dada a los hebreos al salir de Egipto, como se ordenó a Moisés en el desierto, el Cordero de Dios está para ser inmolado y su sangre bañará los pilares de los corazones, el ángel de Dios pasará sin hacer daño a los que tuvieren consigo y amasen la Sangre del Cordero inmolado, que pronto será levantado como la serpiente de metal en el palo transversal, para que sea señal para los que la serpiente infernal hirió, para que sea salvación de los que lo miraren con amor. El Hijo del hombre, vuestro Maestro Jesús, pronto será entregado en las manos de los príncipes de los sacerdotes, de los escribas y de los ancianos que lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles para que sea escarnecido. Será abofeteado, herido, escupido, arrastrado por las calles como un harapo inmundo y los gentiles, después de haberlo flagelado y coronado de espinas, lo condenarán a morir en una cruz, en la que mueren los malhechores. El pueblo hebreo, reunido en Jerusalén, pedirá su muerte en lugar de la de un ladrón, y el Hijo del hombre así será matado. Pero así como está escrito en las profecías, después de tres días resucitará. Esta es la prueba que os espera, y que demostrará vuestra formación. En verdad os digo a todos vosotros, que os creéis perfectos que despreciáis a los que no son de Israel, y aun a muchos de nuestro pueblo, en verdad os digo que vosotros, el grupo selecto de mi grey, seréis presa del miedo y os desbandaréis huyendo como si los lobos, que por todas partes os atacarán, os fuesen a desgarrar. Pero os lo digo de antemano: no temáis. No os quitarán in un solo cabello. Bastaré para saciar a los lobos feroces..."
Conforme Jesús va hablando, los apóstoles parecen estar bajo una lluvia de piedras y se van cada vez más encorvando. Al terminar dice: "Esto que os acabo de decir está ya muy cerca. No es como las otras veces, que todavía faltaba tiempo. Ha llegado la hora. Voy para ser entregado a mis enemigos e inmolado para la salvación de todos. Esta flor todavía conservará algunos de sus pétalos cuando habré ya muerto" algunos se llevan las manos a la cara, otros lloran como si hubiesen sido heridos. Iscariote está lívido, literalmente lívido...
El primero que se sobrepone es Tomás que promete: "Esto no te sucederá, porque te defenderemos o moriremos juntos contigo, y así habremos demostrado que habíamos alcanzado tu perfección, que éramos perfectos en el amor a Ti."
Jesús lo mira sin responder.
Dijiste que serás entregado...
¿Pero quién puede entregarte a tus enemigos?
Eso no está escrito en las profecías
Después de unos momentos el pensativo Bartolomé dice: "Dijiste que serás entregado... ¿Pero quién puede entregarte a tus enemigos? Eso no está escrito en las profecías. No. No está dicho. Sería cosa horrible que un amigo tuyo, discípulo o seguidor, aunque fuese el último de todos, te entregase en manos de los que te odian. ¡No! Quien te ha oído con amor, aunque haya sido una sola vez, no puede cometer semejante crimen. No son bestias feroces, ni Satanás. Son hombres... ¡No, Señor mío! Ni siquiera los que te odian lo podrán... Tienen miedo del pueblo y ¡el pueblo estará todo a tu alrededor!"
Jesús mira también a Natanael, más no le contesta.
Pedro Zelote están hablando animadamente entre sí. Santiago de Zebedeo regaña a su hermano porque lo ve tranquilo, que le responde: "Es que ya hace tres meses que lo sé" y dos lágrimas caen por su rostro.
Los hijos de Alfeo hablan con Mateo que sacude la cabeza desconsolado.
Andrés se vuelve a Iscariote: "Tú que tienes tantos amigos en el Templo..."
"Juan mismo conoce Anás" rebate Judas y añade. "¿Qué quieres que se haga? ¿Que puede valer la palabra del hombre, si así está sellado?"
"¿Lo crees en verdad?" le preguntan simultáneamente Tomás y Andrés.
"No. Yo no creo nada. Son alarmas inútiles. Ha dicho bien Bartolomé. Todo el pueblo estará con Jesús. Se ve ya por los que nos encuentran. Será un triunfo. Veréis que será así" responde Judas de Keriot.
"Entonces, ¿por qué Él?..." pregunta Andrés señalando a Jesús que se ha quedado a esperar a las mujeres.
"¿Que por qué lo dice? Porque está sugestionado... porque nos quiere probar. Pero no sucederá nada. Yo iré por mi parte..."
"¡Oh, sí! Ve a sentir" suplica Andrés.
Dejan de hablar porque Jesús los sigue en medio de su Madre y María de Alfeo.
María de Alfeo recuerda a la Virgen su nacimiento,
su estancia en Nazaret, su boda con José...
También refiere la vida de José y todas sus impresiones
posteriores como también las de Zacarías e Isabel
La Virgen sonríe un instante al mostrarle su cuñada unas semillas, que no sé de donde tomó, y le dice que las sembrará en Nazaret después de la pascua, cerca de la gruta que tanto ama: "Te recuerdo siempre de cuando eras niña con estas flores en tus manitas. Las llamabas flores de cuando naciste, porque cuando viste la luz del mundo, tu huerto estaba lleno de ellas. Aquella tarde, cuando toda Nazaret se volcó para ver a la hija de Joaquín, estas florecillas eran todo un diamante al contacto del agua que las bañaba y por los últimos rayos del sol poniente. Como te llamabas "Estrellas", todos decían al ver las brillantes estrellitas: "Las flores se ha adornado para festejar a la flor de Joaquín, y las estrellas han dejado el cielo para venir a ver a la Estrella", y todos sonreían de felicidad por el presagio y por la alegría de tu padre. José, hermano de mi esposo, dijo: "Estrellas y gotitas, eso es verdaderamente María"· ¿Quién iba a decirlo entonces que ibas a convertirte en su estrella? Cuando regresó de Jerusalén como tu esposo elegido, toda Nazaret quería festejarlo, por la gloria recibida del cielo al casarse contigo, hija de Joaquín y Ana. Todos querían hacerle fiesta, mas él firme y suavemente no la aceptó asombrando a todos porque, ¿quién es ese hombre que el cielo destina a unas nupcias honestas, que no festeje su dicha con todo su ser? El decía: "Una elección grande necesita una preparación mayor". Hombre continente en sus palabras, hombre parco en el comer, siempre lo había sido, y pasó todo aquel tiempo trabajando y orando, porque pienso que cada golpe de su martillo, cada rasgo de ese escoplo se convertían en oración, si se puede orar con el trabajo. Su cara era como la de un extático. Iba yo a arreglar la casa, a blanquear las sábanas y otras cosas que dejó tu madre. Con el tiempo se habían puesto amarillas. Yo hablaba a José y lo miraba mientras trabajaba en el huerto y dentro... pero parecía como absorto. Sonreía, pero no a mí o a otros, sino a algo que llevaba dentro, y que no era lo que el hombre próximo a casarse piensa... con esa sonrisa maliciosa y carnal. Parecía como absorto. Parecía como si sonriera a los ángeles de Dios y que con ellos hablase y se aconsejase... ¡Oh, estoy segura que ellos lo instruyeron cómo debería tratarte! Nazaret se llevó también otra chasco, porque José, con enojo de mi Alfeo, dijo que no celebraría pronto las bodas, y nunca se comprendió por qué después, como de improviso, decidió celebrarlas antes del tiempo fijado. Y como se sorprendió a Nazaret de su gozo absorto cuando se supo que ibas a ser madre... También mi Santiago es un poco así y siempre más. Ahora que lo mira bien -no sé por qué, pero desde que salimos de Efraín me parece todo cambiado- me parece que veo a... José. Míralo ahora, María, o cuando se voltea a mirarnos. ¿No tiene acaso el aspecto absorto como lo tenía tu esposo José? Se sonríe en tal forma que no sé si es una sonrisa triste o lejana. Mira, su mirada está lejos, como sucedía a José. ¿Te acuerdas como lo molestaba Alfeo? Le decía: "Hermano ¿todavía estás viendo las pirámides?" El sacudía la cabeza sin responder, paciente y siempre acariciando sus pensamientos. Nunca fue un parlanchín. ¡Y cuando regresasteis de Hebrón! No fue más solo a la fuente como antes y como todos lo hacen. O contigo o a su trabajo. Fuera del sábado cuando iba a la sinagoga o cuando iba a otras partes por razón de sus trabajos, nadie puede afirmar haber visto a José de callejero. Luego os fuisteis... ¡Cuán afligidos estuvimos cuando no recibimos ninguna noticia vuestra después de la matanza! Alfeo fue hasta Belén... Le dijeron: "Partieron". Pero, ¿cómo se podía creer si os odiaban a muerte en la ciudad donde todavía se veían las manchas de sangre inocente y de las ruinas salía humo, y se os acusaba de que aquella sangre había sido derramada por causa vuestra? Fue a Hebrón, luego al Templo, porque era el turno de Zacarías. Isabel trató de consolarlo con sus lágrimas, y Zacarías con palabras de consuelo. Ambos estaban angustiados por Juan, temiendo nuevas represalias, y lo habían escondido. De vosotros no sabían nada. Zacarías dijo a Alfeo: "Si murieron, su sangre cae sobre mí, porque yo fui quien los persuadí a que se quedasen en Belén". ¡Mi María! ¡Mi Jesús tan hermoso en la pascua que siguió a su natividad! ¡Y no saber nada! ¡Durante tanto tiempo! ¿Por qué nunca nos enviasteis una noticia?..."
¿Por qué nunca nos enviasteis una noticia?
nos convenía pasar como una pareja cualquiera de esposos"
responde calmadamente la Virgen
"Porque no podíamos hacerlo. Donde estábamos había muchas Marías y muchos Josés, y nos convenía pasar como una pareja cualquiera de esposos" responde calmadamente la Virgen y suspira: "Esos días, aunque tristes, todavía estaban envueltos en felicidad. ¡El mal estaba muy lejos! Si mucho era lo que nos faltaba en nuestra casa, nuestro corazón se saciaba con la alegría de tenerte, Hijo mío."
"Todavía tienes a tu Hijo, María. Es verdad que falta José, pero Jesús está aquí y te ama a ti" observa María de Alfeo.
María levanta su cabeza para mirar a Jesús. Se ve en su mirada la angustia, aun cuando en su boca se dibuja una leve sonrisa. No replica.
Los apóstoles se han detenido a esperarlos. Se reúnen todos. También Santiago y Juan que venían atrás con su madre. Mientras descansan de la caminata y algunos comen un poco de pan, la madre de los dos hermanos se acerca a Jesús, se postra ante Él, que no parece estar sentado, por la prisa que tiene de volver a emprender el viaje.
María Salomé pide a Jesús que cuando haya entrado
en su Reino coloque a sus hijos uno a su derecha
y el otro a la izquierda
Yo os digo que no sabéis los que pedís.
¿Podéis acaso beber del cáliz que voy a beber?
Jesús al ver que ella quiere decirle algo le pregunta: "¿Qué quieres, Salomé?"
"Un favor, antes de que te vayas, como dices."
"¿Cuál es?"
"La de ordenar que estos dos hijos míos, que por Ti han dejado todo, se sienten, uno a la derecha y el otro a tu izquierda cuando hayas entrado en tu Reino y te hayas sentado en tu trono."
Jesús mira a Salomé y luego a los dos apóstoles y dice: "Vosotros habéis sugerido estas cosas a vuestra madre, interpretando muy mal mis promesas de ayer. No conseguiréis en un reino terrenal el céntuplo mefítico de las tinieblas que avanza, el aire corrompido de Jerusalén que se aproxima, os corrompe os ciega... Yo os digo que no sabéis los que pedís. ¿Podéis acaso beber del cáliz que voy a beber?"
"Lo podemos, Señor."
"¿Cómo podéis afirmarlo, si todavía ignoráis su amargura? No sólo será la amargura de la que ayer os hablé, mi amargura de Hombre fustigado de dolor. Sufriré torturas que aun cuando os las describiese, no seríais capaces de comprenderlas... Sin embargo, aun cuando os parecéis a dos niños que no saben lo que piden, porque sois dos corazones buenos y que me amáis, ciertamente que beberéis de mi cáliz, pero que os sentéis a mi derecha o a mi izquierda no me toca a Mí concederlo. Ello ha sido concedido sino a quienes haya destinado mi Padre."
Mientras Jesús está hablando, los demás apóstoles no dejan de mostrar su disgusto por la petición de los hijos de Zebedeo y de su madre. Pedro dice a Juan: "¡Y eso tú! ¡No puedo reconocerte!"
Iscariote con su sonrisa de demonio: "¡Verdaderamente que los primeros son los últimos! Tiempo de sorpresas y de noticias..." ¡Qué feo es al reírse!
"¿Acaso hemos seguido al Maestro por honores?" los interpela Felipe.
Tomás en vez que a los dos hermanos, se vuelve a Salomé: "¿Por qué mortificar a tus hijos? Deberías haber reflexionado antes de haberlo hecho."
"Es verdad. Nuestra madre no lo hubiera hecho" dice Tadeo.
Bartolomé no habla, pero en su cara está pintado el descontento.
Simón Zelote para calmar los ánimos dice. "Todos podemos equivocarnos..."
Mateo, Andrés, Santiago de Alfeo no hablan, pero se ve que sufren por que se ha manchado la bella perfección de Juan.
Jesús hace señal de que se callen.
Dice: "¿Y qué?
¿De un error cometido tienen que nacer otros?
Jesús hace señal de que se callen. Dice: "¿Y qué? ¿De un error cometido tienen que nacer otros? Vosotros que airados los reprocháis ¿no estáis viendo que también vosotros cometéis pecado? Dejad en paz a estos hermanos vuestros. Mi regaño fue suficiente. Estáis viendo su humillación. Su arrepentimiento es humilde y sincero. Debéis amaros, sosteneros mutuamente. Porque os digo en verdad que ninguno de vosotros es todavía perfecto. No debéis imitar al mundo y a los hombres que lo siguen. Sabéis que en el mundo los reyes de las naciones son los que mandan y que los principales ejercen en ellas el poder en nombre de los reyes. Pero entre todos vosotros no debe ser así. No debe de haber en vosotros la manía de querer mandar sobre los otros, ni sobre los compañeros. Más bien, quien de entre vosotros quiera ser el mayor, hágase vuestro siervo, y quien quiera ser el primero, hágase vuestro criado. Así como lo ha hecho vuestro Maestro. ¿Vine acaso a dominar a otros, a ser servido? ¿Verdad que no? Todo al contrario a servir. Y así como el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida para que muchos sean redimidos, así debéis comportaros, si queréis ser como Yo, y para que estéis dónde estoy Yo. Ahora, idos en paz mutua. También yo estoy en paz con vosotros."
Jesús hace una aclaración a las traducciones
del Evangelio sobre este punto
Me dice Jesús:
"Señala mucho el punto..." vosotros ciertamente beberéis de mi cáliz". En las traducciones se lee: "mi cáliz". He dicho: " de mí", no "mi". Ningún hombre habría podido beber mi cáliz. Solamente Yo, Redentor, he debido beber todo mi cáliz. A mis discípulos, a mis imitadores y amantes, ciertamente he concedido beber de aquel cáliz donde Yo bebí, por aquella gota, aquel sorbo, o aquellos sorbos, que la predilección de Dios concede a ellos de beber. Pero ninguno jamás beberá todo el cáliz como yo lo bebí. Por tanto es justo decir "de mi cáliz" y no "mi cáliz."."
X. 260-267
A. M. D. G.