EN JERICÓ ANTES DE DIRIGIRSE A BETANIA

 


 

#Jesús se encuentra con un buen grupo de discípulos capitaneados por Mannaén   

#Mannaén les aclara que el peligro está en el Templo   

#El Templo Es el cadáver de lo que fue. Y un cadáver se convierte en carroña insoportable cuando hace días que murió. Por esto Dios ha mandado al Templo vivo  

 #En cada institución hay que reconocer su origen. En este caso es eterno Padre, quien ha establecido el Templo y las jerarquías, los ritos y la autoridad de los hombres destinados a representarlo   

#El que estaba envuelto en su manto toma la mano de Jesús diciendo: "Eres bueno, Maestro. Demasiado tarde te he conocido, ¡oh Palabra de Dios! Pero todavía hay tiempo para amarte como mereces, aunque no para servirte como habría deseado, como ahora lo querría   

#Han llegado a Jericó. Por las puertas de los muros se desborda la gente que grita hosannas a Jesús

 


 

Jesús se encuentra con un buen grupo de discípulos 

capitaneados por Mannaén

 

Ya las paredes blancas de las casas de Jericó y sus palmeras se recortan en un cielo de intenso color azul, cuando, cerca de un bosquecillo de tamariscos enmarañados, de mimosas y de otras plantas espinosas, que parecen haber caído rodando de lo alto del monte que está a las espaldas de Jericó, Jesús se encuentra con un buen grupo de discípulos capitaneados por Mannaén. Parece como si lo estuvieran esperando, y de hecho lo dicen después de haberlo saludado. Añaden que otros fueron a esperarlo por otros caminos, porque el retardo de una noche los había inquietado.

"He venido con éstos, y no te dejaré hasta que no te vea a salvo en casa de Lázaro" promete Mannaén.

"¿Por qué? ¿Hay algún peligro?..." pregunta Judas Tadeo.

"Estáis en Judea... Sabéis lo del decreto, y que lo odian. Todo puede temerse" responde Mannaén y volviéndose a Jesús: "He tomado conmigo a los más valerosos porque era de suponerse que, si no te habían aprehendido, tendrías que pasar por aquí. Nuestro arrojo varonil unido al de discípulo, impresionará -como creemos- y te hará respetar."

Efectivamente con él están los ex-discípulos de Gamaliel, Juan el sacerdote, Nicolás de Antioquia, Juan de Efeso y otros vigorosos hombres en la flor de la edad, de aspecto señoril, que no conozco. Mannaén presenta rápidamente a algunos de ellos. Hay de todas las regiones palestinenses, dos de la corte de Herodes Felipo. Nombres de las más antiguas familias resuenan en el bosquecillo enmarañado en que el viento hace temblar las hojillas de la mimosa.

"Vámonos. ¿No hay nadie con las mujeres en la casa de Nique?" pregunta Jesús.

"Los pastores. Jonatás no está porque espera a Juana en el palacio de Jerusalén. Tus discípulos han aumentando muchísimo. Ayer había unos quinientos esperándote en Jericó, tanto que los siervos de Herodes al saberlo se lo comunicaron. El no supo qué hacer, si temblar de miedo o de tomar partido contra Ti. El recuerdo de Juan lo obsesiona, y no se atreve más a alzar la mano contra algún profeta..."

 

Mannaén les aclara que el peligro está en el Templo

 

"¡Esto está bien! ¡Él no te hará nada!" exclama Pedro frotándose las manos de contento.

"Pero es el que menos vale. Es un ídolo que cualquiera puede mover a su antojo, y quien lo tiene en su mano sabe manejarlo."

"¿Y quién lo tiene? ¿Acaso Pilatos?" pregunta Bartolomé.

"Pilatos, para hacer alguna cosa, no tiene necesidad de Herodes. Este no es más que un siervo, y los poderosos no piden ayuda a sus criados" responde Mannaén.

"¿Entonces, quién?" interroga otra vez.

"El Templo" responde con aplomo uno de los de Mannaén.

"Pero a los ojos del Templo Herodes es anatema. Su pecado..."

"Eres muy ingenuo pese a tu saber y a tus años, ¡oh Bartolomé! ¿No sabes que el Templo sabe pasar por alto muchas cosas con tal de conseguir sus objetivos? Por esto no es digno de que siga existiendo" replica con desprecio Mannaén.

"Tú eres israelita. No debes hablar así. El Templo es siempre nuestro templo" advierte Bartolomé.

 

El Templo  Es el cadáver de lo que fue. 

Y un cadáver se convierte en carroña insoportable 

cuando hace días que murió. 

Por esto Dios ha mandado al Templo vivo

 

"No. Es el cadáver de lo que fue. Y un cadáver se convierte en carroña insoportable cuando hace días que murió. Por esto Dios ha mandado al Templo vivo, para que pudiéramos postrarnos ante el Señor sin ser una pantomima inmunda."

"¡Cállate!" murmura a Mannaén uno de los suyos, pues es muy franco. Es uno de los que no fue presentado y que está todo cubierto.

"¿Y por qué debo callarme, si así habla mi corazón? ¿Piensas que mis palabras puedan causar daño al Maestro? Si así fuere, me callaría. No por otra razón. Aun cuando me condenaren, tendré valor para decir: "Esto es lo que pienso y no castiguéis a otros sino a mi." "

"Mannaén tiene razón. No hay que seguir callando por miedo. Es hora que cada uno tome su lugar en pro o en contra y que diga lo que tiene en su corazón. Yo pienso como tú, hermano en Jesús. Y si esto pudiere acarrearnos la muerte moriremos juntos confesando una vez más la verdad" exclama Esteban con ímpetu.

"¡Sed prudentes! ¡Sedlo!" exhorta Bartolomé. "El templo es siempre el templo. Tendrá deficiencias, pues no es perfecto, pero es... es... Después de Dios no hay personas más dignas, ni fuerza mayor que la del sumo sacerdote y del Sanedrín... Representan a Dios. Debemos ver lo que representan, no lo que son. ¿Me equivoco acaso, Maestro?"

 

En cada institución hay que reconocer su origen.

 En este caso es eterno Padre, quien ha establecido el Templo 

y las jerarquías, los ritos y la autoridad de los hombres

 destinados a representarlo

 

"No te equivocas. En cada institución hay que reconocer su origen. En este caso es eterno Padre, quien ha establecido el Templo y las jerarquías, los ritos y la autoridad de los hombres destinados a representarlo. Es necesario dejar que el Padre sentencie. El sabe como y cuando intervenir, cómo proveer para que la corrupción que se va extendiendo, no corrompa a todos y haga que duden de Él... En este punto Mannaén ha sabido ver lo justo, al comprender la razón de  por qué he venido a esta hora. Es necesario, Bartolomé, templar tu estatismo con el espíritu innovador de Mannaén, para que las providencias que se tomen sean justas, y el modo de pensar sea perfecto. Todo exceso es siempre dañoso, tanto para el que lo realiza, como para el que tiene que soportarlo, o para el que lo ve, y se escandaliza de ello, y si no es un alma honrada, lo emplea para denunciar a sus hermanos. Pero esto es algo que sabe a Caín. Las denuncias no las harán los hijos de la luz, porque es obra de las tinieblas."

 

El que estaba envuelto en su manto toma la mano de Jesús

 diciendo: "Eres bueno, Maestro. Demasiado tarde te he

 conocido, ¡oh Palabra de Dios! Pero todavía hay tiempo para

 amarte como mereces, aunque no para servirte como habría

 deseado, como ahora lo querría

 

El que estaba envuelto en su manto, de modo que apenas se le veían sus vivísimos ojos negros, el que había dicho a Mannaén de que no hablase demasiado, se arrodilla y toma la mano de Jesús diciendo: "Eres bueno, Maestro. Demasiado tarde te he conocido, ¡oh Palabra de Dios! Pero todavía hay tiempo para amarte como mereces, aunque no para servirte como habría deseado, como ahora lo querría."

"Nunca es tarde para la hora de Dios. Llega al momento justo, y da tiempo de servir a la Verdad, cuanto la voluntad quiere."

"¿Quién es?" murmuran entre sí los apóstoles, y preguntan a los discípulos. Pero inútil, o no lo saben, o no quieren decirlo.

"¿Quién es, Maestro?" pregunta Pedro cuando logra acercarse a Jesús que camina en el centro del  grupo. Detrás vienen las mujeres, delante los discípulos, a los lados sus primos con los apóstoles.

"Un alma, Simón. No más que eso."

"Pero... ¿te fías aun cuando no sepas quién es?"

"Sé quién es. Y conozco su corazón."

"¡Ah, comprendido! Es como el caso de la Velada de Aguas Hermosas... No preguntaré más..." y Pedro está feliz porque Jesús, separándose de Santiago, lo lleva junto a Sí.

 

Han llegado a Jericó. Por las puertas de los muros se

 desborda la gente que grita hosannas a Jesús

 

Han llegado a Jericó. Por las puertas de los muros se desborda la gente que grita hosannas a Jesús, el cual fatigosamente logra atravesar la ciudad para ir a casa de Nique, que se encuentra en el lado opuesto. Le suplican que hable. Le presentan los niños como para hacer con ellos una valla, pues conocen que Jesús mucho los ama. Se oyen gritos de: "Puedes hablar. Aquél ya escapó a Jerusalén" y señalan hacia el espléndido palacio de Herodes que está cerrado.

Mannaén dice: "Es verdad. Se fue por la noche, a escondidas. Tiene miedo."

Pero nada detiene a Jesús. Sigue diciendo: "¡Paz, paz! Quien tenga penas o esté enfermo que vaya a la casa de Nique. Quien me quiera oír que vaya a Jerusalén. Aquí soy peregrino, como todos vosotros. Hablaré en la casa del Padre. ¡Paz! ¡Paz y bendición! ¡Paz!"

Es ya un pequeño triunfo, preludio de su entrada ya próxima en Jerusalén.

Me sorprendía no ver a Zaqueo, pero lo veo ahora de pie en los límites de la quinta de Nique en medio de sus amigos y con los pastores y discípulas. Todos corren al encuentro de Jesús, se postran, le abren paso mientras pasa bendiciendo en dirección de la casa hospitalaria.

X. 267-270

A. M. D. G.