III. "SUFRÍ AL VER SUFRIR A MI MADRE"
#Por vosotros soportó las fatigas de buscarme aquí y allí No sabéis cuánto he amado a mi Madre
#También supe lo que son las pasiones Sufrí al verme befado
Dice Jesús:
No he olvidado tampoco los dolores de mi Madre
Quisiera que cuando penséis en María, no olvidarais
su agonía que duró treinta y tres años,
para terminar al pie de la cruz
"No he olvidado tampoco los dolores de mi Madre. Ella sabia que tenía Yo que sufrir, y esto la atormentaba, la anegaba en llanto. Por esto no le niego cosa alguna. Le he entregado todo. Ella sufrió lo indecible. Yo le doy todo gozo.
Quisiera que cuando penséis en María, no olvidarais su agonía que duró treinta y tres años, para terminar al pie de la cruz. Sufrió por vosotros y por vosotros soportó las burlas de la gentuza que la llamaba madre de un demente. Por causa vuestra soportó los reproches de los parientes y de personajes importantes. Por vosotros soportó mi aparente desconocimiento, cuando dije: "Mi Madre y mis hermanos son los que hacen la voluntad de Dios".
¿Y quién otro mejor que Ella la hacía, que estaba consciente de que le imponía el tormento de tener que ver a su Hijo en el suplicio?
Por vosotros soportó las fatigas de buscarme aquí y allí
No sabéis cuánto he amado a mi Madre
Por vosotros soportó las fatigas de buscarme aquí y allí. Por vosotros los sacrificios que tuvo que hacer al dejar su casita y tener que mezclarse entre la multitud, que tuvo que dejar su pequeño poblado y verse envuelta entre las tumultuosas calles de Jerusalén. Por vosotros se vio obligada a estar en contacto con el discípulo que fraguaba en su corazón el traicionarme. Por vosotros soportó el dolor de saber que se me acusaba de poseído. Todo, todo por vosotros.
No sabéis cuánto he amado a mi Madre. No comprendéis cuánto mi corazón haya sido sensible a los afectos. Creéis que mi tortura fue solamente física, o a lo más, pensáis en el tormento espiritual del abandono final de mi Padre.
También supe lo que son las pasiones
Sufrí al verme befado...
No, hijos. También supe lo que son las pasiones. Sufrí al ver sufrir a mi Madre, al tener que llevarla, como mansa ovejita al suplicio, al tener que despedirme varias veces de Ella, en Nazaret cuando iba a dar principio a la evangelización, en otras ocasiones, cuando mi pasión estaba ya cercana, momentos antes de la cena.
Sufrí al verme befado, odiado, calumniado, rodeado de curiosidad malsana que no se convertía en bien, sino en mal. Padecí las mentiras que oía, las mentiras que decían personas que estaban a mi lado. Las de los hipócritas fariseos que me llamaban Maestro, que me hacían preguntas no porque aceptaban mi inteligencia, sino para tenderme trampas; las de los que curé y las de los que se convirtieron en enemigos míos en la sala del Sanedrín, en el Pretorio; las de Judas que culminaron cuando con un beso de amistad me señaló a los soldados. Sufrí al ver a Pedro que mentía por temor humano.
¡Cuántas mentiras que me herían a Mí que soy la Verdad! ¡Y cuántas hoy en día se me dirigen! Afirmáis amarme, pero no es así. Tenéis mi Nombre en los labios, pero en vuestro corazón adoráis a Satanás y seguís una ley contraria a la mía.
Sufrí al pensar que ante el valor infinito de mi sacrificio, sacrificio de un Dios, muy poco se salvarían. Digo todos, todos los que en el correr de los siglos han preferido o preferirán la muerte a la vida eterna, y de este modo convierten mi sacrificio en algo estéril. A estos los tuve presentes. Y a sabiendas de ello me dirigí a la muerte".
X. 339-340
A. M. D. G.