EN EL ANOCHECER DEL DOMINGO DE RAMOS

 


 

#Se temía de que dentro de los muros saliesen los esbirros para atacaros y haceros prisioneros. 

  #En cada hombre hay el héroe, el santo, el cínico, el traidor, el cobarde  

 #Tales tipos sois vosotros. No digáis que no. Lo leo en vuestros corazones    

#Entonces también decíais: "No queremos más que estar contigo, ser como Tú, y ser tratados mal por tu causa"   

#"Quien obra milagros podrá hacer otro en su favor" decíais   

#A las bienaventuranzas añado: "Bienaventurados los que creen sin ver" "Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la observan" "Bienaventurados los que hacen la voluntad de Dios" "¡Bienaventurados los que creerán sin haber visto con sus ojos corporales! Serán en tal forma santos, que estando aun en la tierra, verán ya a Dios, al Dios escondido en el misterio del amor."  

 #¿Os habéis robustecido también en el espíritu? No   

#¡Cuidad de morir de una horrible sed en medio de ese arenal ardiente que es el mundo que no conoce a Dios!  

 #Santificaré a los que tuvieren buena voluntad y haré caer y reduciré a pedazos a los que mala la tuvieren. 

 #Muchísimos tropezarán contra Mí que ha sido puesto como columna de sostén y no como trampa

 


 

Jesús está con los suyos en la quietud del huerto de los Olivos. Ha anochecido. No hace frío. Todos están sentados sobre el suelo y sobre los primeros salientes del terreno donde está situado el pequeño espacio. El Cedrón arrastra sus aguas que charlan entre sí. Alguno que otro canto de ruiseñor. Algún rumor de brisa. Nada más.

Jesús habla.

 

Se temía de que dentro de los muros saliesen 

los esbirros para atacaros y haceros prisioneros.

 

"Después del triunfo de esta mañana vuestro corazón ha cambiado. ¿Qué puedo decir? ¿Que ha cobrado fuerzas? ¡Oh, sí! A lo humano. Entrasteis en la ciudad llenos de miedo por las palabras que os había dicho. Se temía de que dentro de los muros saliesen los esbirros para atacaros y haceros prisioneros.

 

En cada hombre hay el héroe, el santo, el cínico,

 el traidor, el cobarde

 

En cada hombre hay otro que se revela en las horas más duras. Está el héroe que en las horas de mayor peligro deja de ser el hombre manso que todos conocieron y a quien daban poca importancia, el héroe que afirma en la hora de la lucha: "Aquí estoy", que grita al enemigo, al gigante: "Mídete conmigo". Está el santo que, mientras todos huyen aterrorizados ante las fieras que quieren víctimas, dice: "Tomadme en rehén para morir. Pago por todos". Está el cínico que saca provecho de las desgracias generales, y que se ríe ante los cuerpos de las víctimas. Está el traidor que tiene un valor propio, el del mal. El traidor es la mezcla del cínico y del cobarde, que es también un tipo que se revela en las horas de peligro. Cínicamente saca provecho de una desgracia, cobardemente pasa al partido del más fuerte, atreviéndose aun a enfrentarse al desprecio de los enemigos y a las maldiciones de los traicionados. Está también el tipo del cobarde, que es el más común, que en la hora de peligro no hace más que quejarse de haber sido partidario de alguien que es ahora anatema... El cobarde no es tan delincuente como el cínico ni tan asqueroso como el traidor, pero muestra lo endeble de su formación espiritual.

 

Tales tipos sois vosotros. No digáis que no. 

Lo leo en vuestros corazones

 

Tales tipos sois vosotros. No digáis que no. Lo leo en vuestros corazones. Esta mañana pensabais dentro de vosotros: "¿Qué nos irá a pasar? ¿Moriremos también nosotros? Y como que se oía el eco de la respuesta: "Algo más..."

¿Os he engañado alguna vez? Desde el principio os hablé de persecución y de muerte. Y cuando alguno de vosotros, por exceso de admiración, quiso verme y presentarme como a rey, como uno de esos pobres reyes de la tierra, siempre pobre aun cuando sea el restaurador del reino de Israel, al punto corregí su error y le dije. "Yo soy rey del espíritu. Ofrezco privaciones, sacrificios, dolores. No otra cosa. Acá en la tierra no poseo otra cosa, pero después de mi muerte y de la vuestra, si permaneceréis en mi fe, os daré un Reino eterno, el de los cielos". ¿Os dije acaso algo diverso? No. Vosotros mismos lo afirmáis.

 

Entonces decíais: "No queremos más que estar contigo, 

ser como Tú, y ser tratados mal por tu causa"

 

Entonces también decíais: "No queremos más que estar contigo, ser como Tú, y ser tratados mal por tu causa".  Así prometíais. Y erais sinceros, pero porque no pensabais sino como niños. Os imaginabais que era fácil seguirme y estabais tan empapados de la triple sensualidad que no podíais admitir que fuese verdad lo que os decía. Pensabais: "Es el Hijo de Dios. Lo dice para ver si lo amamos. El hombre nunca podrá tocarlo. Quien obra milagros podrá hacer otro en su favor". Y a éstos añadíais: "No puedo creer que sea traicionado, apresado, matado". Tan robusta era esta vuestra fe humana en mi poder que llegasteis a no creer en mis palabras, a no tener la fe verdadera, espiritual, santa y santificadora.

 

"Quien obra milagros podrá hacer otro en su favor" decíais

 

"Quien obra milagros podrá hacer otro en su favor" decíais. No uno, sino muchos haré todavía. Entre los cuales dos que sobrepasan toda imaginación humana. Serán en tal forma que sólo los que crean en el Señor podrán admitirlos. Los demás, en los siglos venideros, dirán: "¡Imposible!" También aun después de la muerte seré objeto de contradicción para muchos.

 

A las bienaventuranzas añado: 

"Bienaventurados los que creen sin ver" 

"Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios 

y la observan"  

"Bienaventurados los que hacen la voluntad de Dios"

 "¡Bienaventurados los que creerán sin haber visto con sus 

ojos corporales! Serán en tal forma santos, que estando aun 

en la tierra, verán ya a Dios, al Dios escondido en el misterio 

del amor."

 

En una dulce mañana de primavera Yo he anunciado desde un monte las distintas bienaventuranzas. A éstas añado una: "Bienaventurados los que creen sin ver". Al ir por Palestina he dicho varias veces: "Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la observan" y también: "Bienaventurados los que hacen la voluntad de Dios", desgrané otras bienaventuranzas, porque en la casa de mi Padre son numerosas las alegrías que aguardan a los santos. También ésta: "¡Bienaventurados los que creerán sin haber visto con sus ojos corporales! Serán en tal forma santos, que estando aun en la tierra, verán ya a Dios, al Dios escondido en el misterio del amor."

Pero, después de tres años que estáis conmigo, no habéis llegado todavía a esta fe. Creéis solo en lo que veis. Así, esta mañana después del triunfo, dijisteis: "Es lo que decíamos. Él sigue triunfando. Y nosotros con Él". Y como pajarillos a quienes les volviesen a nacer las plumas caídas, habéis levantado el vuelo, ebrios de alegría, confiados, sin esa preocupación que mis palabras os habían creado en el corazón.

 

¿Os habéis robustecido también en el espíritu? No

 

¿Os habéis robustecido también en el espíritu? No. Muy poco, porque no estáis bien preparados para la hora que se acerca. Habéis bebido los hosannas como vino fuerte y exquisito. Os embriagasteis. ¿Es un ebrio un hombre fuerte? La fuerza de un niño basta para hacerlo tambalear y que se caiga. Así sois vosotros. Bastará con que asomen sus cabezas los verdugos, para que os hagan huir como a tímidas gacelas ante la presencia del chacal, como hojarasca que el viento dispersa por el desierto.

 

¡Cuidad de morir de una horrible sed en medio de ese arenal

 ardiente que es el mundo que no conoce a Dios!

 

¡Cuidad de morir de una horrible sed en medio de ese arenal ardiente que es el mundo que no conoce a Dios! no digáis, amigos míos, lo que afirma Isaías aludiendo a este vuestro estado falso y peligroso: "Este no habla más que de conjuraciones. No hay por qué temer, ni de qué espantarse. No tengamos miedo de lo que Él os profetiza. Israel lo ama. Lo hemos visto". ¡Cuántas veces es mordido el piececito del niño que pisa la cabeza de una serpiente escondida bajo las flores que quería cortar para llevarlas a la madre, y muere!

También esta mañana... ha sucedido exactamente lo mismo. Yo soy el Condenado coronado de rosas. ¡Las rosas!... ¿Cuanto duran? ¿Qué queda de ellas cuando se les han caído todos los perfumados pétalos? Espinas.

 

Santificaré a los que tuvieren buena voluntad y haré caer

 y reduciré a pedazos a los que mala la tuvieren.

 

Yo -Isaías lo dijo- seré santificación para vosotros, y con vosotros para el mundo, pero también seré piedra de escándalo, de tropiezo, de lazo y ruina para Israel y para la tierra. Santificaré a los que tuvieren buena voluntad y haré caer y reduciré a pedazos a los que mala la tuvieren.

Los ángeles no anuncian palabras falsas o para un poco de tiempo. Vienen de Dios que es Verdad, que es Eterno, por eso lo que anuncian es verdad y un mensaje inmutable. Dijeron: "Paz a los hombres de buena voluntad". Entonces apenas había nacido, ¡oh tierra! tu Salvador. Ahora va a la muerte tu Redentor. Pero para tener paz de Dios, esto es, santificación y gloria, hay que tener "buena voluntad". Inútil es mi nacimiento, inútil mi muerte para los que no tienen esta buena voluntad. Mi primer lloro sobre la tierra y mi último estertor, mi primer paso y el último, la herida de la circuncisión, serán en vano, si en vosotros los hombres, no hubiese buena voluntad de redimiros y santificaros.

 

Muchísimos tropezarán contra Mí que ha sido puesto 

como columna de sostén y no como trampa

 

Os lo digo. Muchísimos tropezarán contra Mí que ha sido puesto como columna de sostén y no como trampa. Caerán por estar ebrios de soberbia, de lujuria, de avaricia. Y serán atrapados en las redes de sus pecados, y entregados a Satanás. Grabad estas palabras en vuestros corazones, conservadlas cuidadosamente para los futuros discípulos.

Vamos. La Piedra se levanta. Otro paso hacia adelante, hacia el monte. Debe brillar sobre la cima porque Él es Sol, Luz, oriente. El sol brilla sobre las cimas. Debe estar sobre el monte para que el verdadero Templo sea contemplado por el mundo entero. Yo mismo lo edifico con la Piedra viva de mi carne inmolada. Uno sus partes con mezcla hecha de sudor y sangre. Estaré en mi trono cubierto de una púrpura viva, coronado con una nueva corona. Los que estuviesen lejos, me verán, trabajarán en mi Templo y alrededor de él. Yo soy el cimiento y la cúspide. Pero todo alrededor será cada vez más grande. Yo mismo labraré mis piedras y elegiré mis albañiles, así como el Padre y el Amor, el hombre y el Odio me han desbastado. Y cuando en un solo día haya sido quitada la iniquidad de la tierra, sobre la piedra del Sacerdote "in aeternum" vendrán los siete ojos a ver a Dios y las siete fuentes arrojarán agua para apagar el fuego de Satanás.

Satanás... Judas, vámonos. Y acuérdate que no queda mucho tiempo y que en la noche del jueves debe ser entregado el Cordero."

X. 380-383

A. M. D. G.