EL MIÉRCOLES ANTERIOR A LA PASCUA:

 

II. LA NOCHE

 


 

#"Os dije: "Estad atentos, velad y orad para que el sueño no os gane"   

#Jesús habla de Juan   

#Será la hora en que Yo, el retoño de la estirpe davídica, entre lágrimas volveré a recitar el llanto de David: "Dios mío, vuélvete a Mí. ¿Porqué me has abandonado?   

#Mi corazón, digo con David, "se hace como cera y se derrite dentro de mi pecho". Corazón perfecto del Hijo del Hombre   

#David, que vio las torturas del Mesías, añade: "Ni con esto se han contentado. Me miran y se ríen. Se dividen mis despojos y echan suertes sobre mí túnica   

#Después que fue capturado y condenado, se le levantó en alto   

#Porque fue acusado sin haber cometido culpa alguna; en su boca jamás hubo engaño, ni en su corazón iniquidad. Dios lo vengará.   

#Todo ha merecido, porque todo lo dio. Todo se le entregará porque entregó su vida a la muerte y fue contado entre los malhechores   

#He terminado. No tengo más que agregar. Todo cuanto tenía que deciros sobre las profecías mesiánicas os lo he dicho.  

 #Ahora oremos juntos Padre nuestro...   

#Perdona a tu Hijo, ¡oh Padre!, si en algo te faltó. A tu perfección puede aparecer todavía imperfecto, yo, tu Mesías sobre quien pesa la carne.   

#No quiero que se tenga en cuenta como señal de condenación que se haya ofendido al Verbo encarnado. ¿No? ¿Dices que no? ¡Oh, me duele! Este "no" derrama en mi corazón las primeras gotas del amargo cáliz.   

#Démonos el ósculo de paz. Mañana... mañana cada uno dependerá de sí mismo... Esta noche todavía podemos ser uno para todos y todos para uno.

 


 

 

"Os dije: "Estad atentos, velad y orad para que el sueño 

no os gane"

 

"Os dije: "Estad atentos, velad y orad para que el sueño no os gane". Pero veo que vuestros cansados ojos se cierran y vuestros cuerpos, aun sin querer, pretenden descansar. Tenéis razón, ¡pobres amigos míos! En estos días os exigí mucho, y estáis cansado. Pero dentro de pocos, en realidad, dentro de pocas horas, estaréis contentos de no haber perdido ni siquiera un momento de haber estado conmigo. Os sentiréis felices de no haberme negado nada. Por otra parte, es la última vez que os hablo de cosas tristes. Mañana os hablaré de amor y os haré un milagro que es todo amor. Preparaos por medio de una gran purificación a recibirlo. ¡Oh, que bien se aviene a mi modo de ser hablar más de amor que de castigo! ¡Cuán dulce me es decir: "Os amo. Venid. Durante toda mi vida he soñado en esta hora"! Pero hablar de muerte también es amor, porque esta es la prueba de su supremo amor para los que aman. Es también amor preparar a los amigos amados para el infortunio, como es una muestra preparar a los amigos amados para el infortunio, como es una muestra previdente de cariño que estén prontos, y que no se acobarden a la hora. Confiar un secreto es prueba de amor, de la estima que se tiene en quien se confía. Se que habéis hecho llover preguntas y más preguntas sobre Juan para saber qué le dije cuando estuvimos solos. Y no habéis creído cuando afirmé que nada le dije, sino que tan sólo estuvo conmigo. Tiene razón. Fue suficiente que tuviese a alguien cerca de Mí..."

"¿Por qué entonces él y no otro?"" pregunta Iscariote. Y con una cierta altanería.

Pedro, Tomás y Felipe dicen también: "Tiene razón. ¿Por qué escogiste a él y no a otros?"

Jesús responde a Iscariote: "¿Hubieras querido ser tú? ¿Te atreves a pedirlo?

 

Jesús habla de Juan

 

Era una mañana fresca y serena de Adar... Yo era un desconocido que caminaba por el camino cercano al río... Cansado, polvoriento, pálido por el ayuno, al barba crecida, las sandalias rotas. Parecía Yo un mendigo por los caminos del mundo... Él me vio... me reconoció como aquel sobre quien había bajado la Paloma de fuego eterno. En aquella forma mía, ciertamente que un átomo de mi divino resplandor debió de haber brillado. Los ojos que había abierto la penitencia del Bautista y que la pureza había  conservado angelicales vieron lo que los otros no. Los ojos puros llevaron aquella visión en lo profundo del corazón, la conservaron cual perla en un joyel... Cuando dos meses después esos ojos se abrieron para ver al caminante empolvado, su alma me reconoció... Me amaba. No amaba a nadie otro. El amor primero y único nunca se olvida. El alma siente que viene, aun cuando esté lejos, siente que llega de la lejanía; y se llena de gozo, abre su mente que despierta a su cuerpo para que todos participen del banquete de la alegría de volverse a encontrar y de amarse. Una boca que temblaba de emoción me dijo: "Te saludo, Cordero de Dios". ¡Oh, fe de los puros que eres tan grande! ¡Cómo vences todos los obstáculos! No conocía mi Nombre. No sabía quién era Yo, de dónde venía, qué hacía; ni si era Yo rico, pobre, sabio, ignorante. ¿Qué es la que hace saber todo esto por medio de la fe? ¿Aumenta o disminuye si sabe? Él creía en todo lo que le había dicho el Precursor. Por ley impuesta como estrella que transmigra de una a otra parte del cielo, él se había separado de su cielo: el Bautista, de su constelación, y había venido a otro nuevo cielo: al Mesías, en la constelación del Cordero [no es inútil decir que Aries, o Cordero, es la señal y la constelación zodiacal de la primavera. Según el zodíaco aparente (según los antiguos) el sol entra en el signo zodiacal de Aries el 21 de marzo; según el zodiaco real (el más moderno, desde 1600), el sol entra en la constelación de Aries el 17 de abril. Por esto, la señal y la constelación de Aries, o Cordero, coinciden de hecho con el tiempo pascual, en el que el Cordero de Dios, Jesús se inmoló sobre la cruz]. No es la estrella mayor, pero sí la más hermosa y pura de la constelación de amor.

Desde aquella fecha han pasado tres años. Estrellas y estrellitas se han juntado a mi constelación y separado de ella. Algunas se precipitaron y murieron. Otras se convirtieron en pesados vapores. Pero él se ha quedado fijo con su luz pura, junto a su Polar. Dejadme que mire su luz. Dos serán las luces durante las tinieblas del Mesías: María y Juan. Pero tanto será el dolor que apenas si las podré ver.  Pero tanto será el dolor que apenas si las podré ver. Dejad que imprima en mi pupila esos cuatro ojos que son pedazos de cielo entre pestañas rubias, para llevar conmigo, a donde nadie podrá ir, un recuerdo de pureza. ¡Todo el pecado! Todo sobre las espaldas del Hombre. ¡Oh, gota de pureza!... ¡Mi Madre! ¡Juan! ¡Y Yo!... Tres náufragos que salen del naufragio de una humanidad en el mar del pecado.

 

Será la hora en que Yo, el retoño de la estirpe davídica, 

entre lágrimas volveré a recitar el llanto de David: 

"Dios mío, vuélvete a Mí. ¿Porqué me has abandonado?

 

Será la hora en que Yo, el retoño de la estirpe davídica, entre lágrimas volveré a recitar el llanto de David: "Dios mío, vuélvete a Mí. ¿Porqué me has abandonado? Los gritos de los crímenes que por todos he tomado sobre Mí, me alejan de Ti... Soy un gusano, no un hombre, la vergüenza humana, lo más sucio de la plebe". Oíd a Isaías: "He entregado mi cuerpo a los que golpean, mis mejillas a quien me arrancaba la barba. No retiré la cara d quien me ultrajaba y me la cubría de salivazos". Oíd de nuevo a David: "Muchos becerros me han rodeado, muchos toros se han lanzado contra Mí. Cual leones han abierto su hocico para desgarrarme y han rugido. He desparecido como el agua". Isaías termina la figura: "Por Mí mismo me he teñido los vestidos". ¡Oh, por Mí mismo tiño mis vestiduras, no porque me deje llevar del furor, sino con mi dolor y amor que siento por vosotros. Como dos piedras de un molino, me aprietan y me exprimen la sangre. No soy distinto del racimo de uvas prensado; ¡que hermoso era cuando entró, y luego es un pellejo sin jugo, ni hermosura!"

 

Mi corazón, digo con David, "se hace como cera y se derrite

 dentro de mi pecho". Corazón perfecto del Hijo del Hombre

 

Mi corazón, digo con David, "se hace como cera y se derrite dentro de mi pecho". Corazón perfecto del Hijo del Hombre, ¿en qué te conviertes? Semejante al que habiendo llevado una vida de orgías, se queda flaco y sin fuerzas. Toda mi robustez se ha agotado. La lengua la tengo pegada al paladar por la fiebre y por la agonía. La muerte se acerca en medio de su ceniza que asfixia y ciega.

¡Y todavía no hay compasión! "Una jauría de perros me ataca y me muerde. En mis heridas se clavan sus mordidas, y sobre estas los golpes. No queda de Mí un solo lugar en que no haya mordeduras. Mis huesos suenan porque cruelmente se les ha estirado. No sé dónde apoyar mi cuerpo. La dolorosa corona es un círculo de fuego que penetra los huesos de mi cabeza. Estoy colgando de las manos, y mis pies están atravesados. Elevado, muestro mi cuerpo al mundo y todos pueden contar mis huesos"..."

"¡Cállate, cállate!" dice entre sollozos Juan.

"¡No digas más! ¡Nos haces morir!" suplican los primos de Jesús.

Andrés no habla, pero tiene la cabeza entre las rodillas y llora sin hacer ruido. Simón está pálido. Pedro y Santiago de Zebedeo parece que fueran torturados. Felipe, Tomás y Bartolomé parecen tres estatuas de piedra que enseñan lo que es angustia.

Judas Iscariote es una máscara macabra, demoníaca. Semeja un condenado que finalmente cae en la cuenta de lo que hizo. Con la boca abierta, que quiere lanzar un aullido que sale espontáneo, pero que no deja escapar; con los ojos dilatados, espantados como los de un loco; con las mejillas cenizas bajo el velo negro de su barba rasurada, con los cabellos despeinados, porque se los descompuso con la mano, sudando frío, parece estar próximo a perder el sentido.

Mateo, que ha levantado su cara aterrorizada en busca de ayuda, lo ve y grita. "¡Judas! ¿Te sientes mal?... Maestro, Judas está mal."

"También Yo" responde Jesús. "Pero Yo sufro en paz. Haceos espíritus para soportar la hora. Uno que sea "carne" no podrá vivirla sin enloquecer...

 

David, que vio las torturas del Mesías, añade: 

"Ni con esto se han contentado. Me miran y se ríen.

 Se dividen mis despojos y echan suertes sobre mí túnica

 

David, que vio las torturas del Mesías, añade: "Ni con esto se han contentado. Me miran y se ríen. Se dividen mis despojos y echan suertes sobre mí túnica. Soy el Malhechor. Es su derecho."

¡Oh tierra, mira a tu Mesías! Trata de reconocerlo, aunque esté tan estropeado. Escucha, recuerda las palabras de Isaías y comprende el por qué, el gran por qué de que se ha reducido a este estado, porqué el hombre pudo matarlo, reduciendo a tales trazas al Verbo del Padre. "No tiene nada de bello, ni de atractivo. Lo vimos. No era hermoso, y no lo amamos. Despreciado como el último de los hombres, Él, el Hombre de dolores acostumbrado a padecer, escondió su rostro. Se le insultaba y no nos importó nada su suerte". Su belleza de Redentor fue la máscara de un torturado. ¡Pero tú, tierra necia, preferiste su rostro sereno! "Verdaderamente que Él ha tomado sobre Si nuestros males, se ha cargado nuestros dolores. Lo vimos cual si fuera un leproso, a quien Dios ha maldecido, cual un despreciado. Sin embargo, sus heridas se deben a nuestros crímenes. Ha recibido el castigo que merecíamos nosotros, el castigo que nos devuelve la paz con Dios. Sus cardenales nos han sanado. Éramos como ovejas errantes. Cada uno había extraviado el recto camino, y el Señor puso sobre Él la iniquidad de todos". Aquel o aquellos que piensan haber hecho algún bien a sí mismos y a Israel, se engañan. Lo mismo que los que piensan haber sido más fuertes que Dios. Los que imaginan que no tendrán que dar cuenta de este pecado, solo porque libremente me dejo matar. Cumplo con mi santa obligación, que es obedecer perfectamente al Padre. Lo que no excluye que ellos obedezcan a Satanás y realicen su nefanda empresa. Sí. Tu Redentor, ¡oh tierra!, ha sido sacrificado porque lo quiso. "No abrió su boca para decir una sola súplica por la que se le librase de la muerte, ni una palabra para maldecir a sus asesinos. Se dejó llevar al matadero para que lo matasen como una ovejita, como un cordero que no bala, fue llevado para que lo trasquilasen."

 

Después que fue capturado y condenado, 

se le levantó en alto

 

"Después que fue capturado y condenado, se le levantó en alto. No tendrá posteridad. Como una planta, ha sido cortado de la tierra de los vivientes. Dios lo ha castigado por los pecados de su pueblo. ¿Ninguno de sus contemporáneos de la tierra en que vivió lo llorará? El que ha sido arrancado de la tierra, ¿no tendrá hijos?"

Te respondo, profeta de tu Mesías. Si mi pueblo no llorará por el que fue muerto sin culpa, los ángeles del pueblo celestial lo llorarán. Si no engendró hijos, porque dada su Naturaleza no podía hacerlo, tendrá hijos e hijos, siguiendo otro modo de engendrar que no es el carnal, sino que procede del amor y de la Sangre divina, un engendrar espiritual por el cual su prole será eterna.

Ahora, ¡oh mundo!, te explico quiénes son los impíos enviados a su sepultura y el rico a su muerte. Mira, ¡oh mundo!, si uno sólo de los que lo mataron tuvo paz y larga vida. Él, el Viviente, pronto dejará la muerte. Pero, como hojas que el viento de otoño junta una a una entre los surcos, después de haberlas arrancado con repetidas sacudidas, uno a uno serán pronto juntados en la infame sepultura que para Él había sido dispuesta y quien vivió para el oro, podría, si fuese lícito poner algo inmundo donde estuvo el Santo, podría ser arrojado en el lugar todavía húmedo por las innumerables heridas de la Víctima que fue inmolada sobre el monte.

 

Porque fue acusado sin haber cometido culpa alguna; 

en su boca jamás hubo engaño, ni en su corazón iniquidad. 

Dios lo vengará.

 

Porque fue acusado sin haber cometido culpa alguna; en su boca jamás hubo engaño, ni en su corazón iniquidad. Dios lo vengará. Fue torturado. Pero terminado esto, una vez que su vida fue tronchada para ser sacrificio expiatorio, comenzará su gloria ante los que han de venir. Todos los deseos y determinaciones santas de Dios se realizarán por medio de Él. Por las angustias que sufrió, su alma verá la gloria del verdadero pueblo de Dios y será feliz. Su doctrina celestial, que sellará con su Sangre, será la justificación de muchos que hay entre los mejores, y arrancará la iniquidad de los pecadores. Por esto, ¡oh tierra!, una gran multitud de gente se llegará a este Rey desconocido de quien los pérfidos se burlaron y a quien los mejores no comprendieron. Dividirá con los suyos los despojos propios de los robustos, Él, el único Juez de los tres reinos y del Reino.

 

Todo ha merecido, porque todo lo dio. Todo se le entregará

 porque entregó su vida a la muerte y fue contado 

entre los malhechores

 

Todo ha merecido, porque todo lo dio. Todo se le entregará porque entregó su vida a la muerte y fue contado entre los malhechores. El que no había cometido ningún pecado, El que no hizo más que amar perfectamente, con una bondad infinita. Dos culpas que el mundo no perdona: su amor y su bondad, dos motivos que lo impelieron a tomar sobre Sí los pecados de todos, de todo el mundo, y a rogar por los pecadores. Por todos los pecadores, aun por aquellos que lo condenaron a muerte.

 

He terminado. No tengo más que agregar. 

Todo cuanto tenía que deciros sobre 

las profecías mesiánicas os lo he dicho.

 

He terminado. No tengo más que agregar. Todo cuanto tenía que deciros sobre las profecías mesiánicas os lo he dicho. Todo lo que habla desde mi nacimiento hasta mi muerte os lo he ilustrado para que me conozcáis y no tengáis dudas. y para que no aleguéis excusa de vuestro pecado.

 

Ahora oremos juntos Padre nuestro...

 

Ahora oremos juntos. En esta última noche podemos hacerlo así, unidos cual granos de uva en el racimo. Venid. Oremos. "Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre, venga a nosotros tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra como en los cielos. Danos hoy nuestro pan. Perdónanos nuestras ofensas como perdonamos a los que nos han ofendido. No nos dejes que entremos en la tentación, y líbranos del mal. Así sea."

"Sea santificado tu Nombre". Padre, Yo lo he santificado. Ten piedad de tu Retoño.

"Venga tu Reino". Muero para fundarlo. Ten piedad de Mí.

"Hágase tu voluntad". Ayuda mi debilidad, Tú que creaste el cuerpo del hombre y con él revestiste a tu Verbo para que aquí abajo te obedeciera así como siempre te he obedecido en el cielo. Ten piedad del hijo del hombre.

"Danos el pan"... Un pan para el alma. Un para que no es de esta tierra. No lo pido para Mí. No tengo necesidad sino de tu consuelo espiritual. YO, cual mendigo, extiendo mi mano por ellos. Dentro de poco será atravesada y enclavada y no podrá dar muestras de amor. Padre, concédeme darles el Pan que diariamente fortifique la debilidad de los pobres hijos de Adán. Son débiles, ¡oh Padre!, no pueden hacer nada porque no tienen el Pan que es fuerza, el pan angelical que espiritualiza al hombre y hace que en nosotros se divinice.

"Perdónanos nuestras ofensas"..."

Jesús, que ha hablado estando de pie y con los brazos abiertos, se arrodilla, levanta al cielo un rostro pálido por el esfuerzo de la súplica, porque los rayos de la luna lo besan; por él corren lágrimas.

 

Perdona a tu Hijo, ¡oh Padre!, si en algo te faltó. 

A tu perfección puede aparecer todavía imperfecto, 

yo, tu Mesías sobre quien pesa la carne. 

 

 

No quiero que se tenga en cuenta como señal de 

condenación que se haya ofendido al Verbo encarnado. 

¿No? ¿Dices que no? ¡Oh, me duele! Este  "no" 

derrama en mi corazón las primeras gotas del amargo cáliz.

 

"Perdona a tu Hijo, ¡oh Padre!, si en algo te faltó. A tu perfección puede aparecer todavía imperfecto, yo, tu Mesías sobre quien pesa la carne. A los hombres... no parecerá. Mi inteligencia me asegura que hice todo por ellos. Perdona a tu Jesús... Yo también perdono, para que me perdones como Yo perdono. ¡Cuánto debe perdonar! ¡Cuánto!... y con todo, lo hago. Perdono a éstos que están aquí presentes, a los discípulos ausentes, a los sordos de corazón, a mis enemigos, a los que se burlarán de Mí, a los traidores, asesinos, deicidas... En un palabra, perdono a todo el linaje humano. Por lo que toca a Mí, Padre, perdono toda ofensa que el hombre haya cometido contra Mí. Muero para dar a todos tu Reino. No quiero que se tenga en cuenta como señal de condenación que se haya ofendido al Verbo encarnado. ¿No? ¿Dices que no? ¡Oh, me duele! Este  "no" derrama en mi corazón las primeras gotas del amargo cáliz. Padre, a quien siempre he obedecido, te digo: "Hágase como Tú quieres".      

"No nos dejes que entremos en la tentación". ¡Si quieres, puedes alejar de nosotros al demonio! Él es la tentación que incita la carne, la mente, el corazón. Es él el Seductor. ¡Aléjalo, Padre! ¡Que esté a nuestro lado tu Arcángel que aparte lo que nos pueda hacer mal desde el momento en que se nace hasta el de la muerte!... ¡Oh Padre santo, ten piedad de tus hijos!

"¡Líbranos, líbranos del mal!" Tú lo puedes. Nosotros lloramos aquí... Es muy hermoso el cielo y tenemos miedo de perderlo. Tú dices: "Mi Sangre no puede perderlo". Pero Yo quiero que veas en Mí al Hombre, al Primogénito de los hombres. Soy su hermano. Ruego por ellos y con ellos. ¡Padre, ten piedad! Sí, ¡piedad!..."

 

Démonos el ósculo de paz. Mañana... mañana cada uno

 dependerá de sí mismo... Esta noche todavía podemos ser 

uno para todos y todos para uno.

 

Jesús se inclina hasta la tierra. Luego se levanta: "Vámonos. Despidamos esta noche. Mañana, a esta hora, no lo podremos hacer. Estaremos muy aturdidos. Y no hay amor donde hay turbación. Démonos el ósculo de paz. Mañana... mañana cada uno dependerá de sí mismo... Esta noche todavía podemos ser uno para todos y todos para uno."          

Besa a uno por uno, comenzando por Pedro, luego Mateo, Simón, Tomás, Felipe, Bartolomé, Iscariote, sus dos primos, Santiago de Zebedeo, Andrés y Juan, sobre el que se apoya mientras salen del Getsemaní.

X. 441-447

A. M. D. G.