EL JUEVES ANTERIOR A LA PASCUA:
EL DÍA
#"¿Dónde quieres celebrar la Pascua? ¿Qué lugar escoges? Dínoslo e iremos a preparar todo"
#¿Dejarán de ofrecerse hostias en estos días? ¿No habrá sobre el altar víctimas? Sí.
#¡Vosotros que tenéis sed, venid a beber del agua! ¡Vosotros que tenéis hambre, venid a alimentaros!
#Varios escribas, judíos, fariseos, tratan de neutralizar el entusiasmo del pueblo,
#También hay gentiles, que tienen ansias de acercarse a El y hablarle
#"Muriendo daré vida. Muriendo construiré. Muriendo crearé a un pueblo nuevo.
#Jesús continua: "Ahora es el momento en que este mundo es juzgado. Ahora el príncipe de las tinieblas va a ser arrojado fuera.
#¿Quién es el Hijo del hombre?
#"Quien cree en Mí, no cree en realidad en Mí, sino en quien me ha enviado;
#Palabras luminosas que caen en las tinieblas
#Judas de Keriot se va a la puerta Especiosa o Hermosa. La traición
#Jesús se ha refugiado en el jardín de una casa amiga.
#Entra una treintena de personas de aspecto respetuoso. Uno toma la palabra por todos: "Maestro, tus palabras nos han dado en qué pensar.... ¿Qué debemos hacer?"
#Los bendice, se despide de ellos. Bendice también a los discípulos. Detiene sólo a Isaac y a Esteban
Un nuevo día, tan sereno, tan festivo. No se vislumbran ni siquiera las nubecillas que ayer navegaban por el cielo cobrizo. Tampoco se siente el bochorno de ayer tan molesto. Una fina brisa acaricia las caras. Huele a flor, a heno, a aire puro que cuidadosamente mueve las hojas de los olivos. Parece como si quisiera admirar lo plateado de las hojitas en forma de lanzas y esparcir flores, pequeñas, blancas, olorosas a los pies de Jesús que viene caminando; echarle también sobre su rubia cabeza, besarla, refrescársela, y luego morir antes que ver el horror que se cierne. Las hierbas de los bordes se inclinan, sacuden sus campanitas, sus corolas, sus miles de flores, las estrellas con su centro dorado, las margaritas selváticas como que yerguen su tallo para besarle las manos que serán atravesadas. La primavera, la manzanilla le besan los generosos pies que no caminaron más por el bien del hombre sino hasta cuando fueron enclavados para darle un bien mayor. El agavanzo exhala su aroma, y el majoleto mueve sus hojas dentelladas. Parece como si dijera: "No, no" a aquellos que lo usarán para atormentar al Redentor. Y "no" dicen las cañas del Cedrón; tampoco ellas quieren herirlo. Su instinto de seres insensibles no quiere hacer mal a su Señor. Y tal vez hasta las piedras de las pendientes se felicitan por estar fuera de la ciudad, en los olivares; y así no podrán herir al Mártir. Lloran las clemátides rosadas que Jesús tanto amaba, los corimbos de las blancas acacias como racimos de mariposas unidas a un solo tallo, tal vez pensando: "No lo veremos más." El nomeolvides, tan delgado, tan limpio, deje caer su corola al contacto del vestido purpúreo que Jesús se ha puesto de nuevo. Debe significar morir si se halla algo que hiere a Jesús. Todas las flores, hasta una convalaria, que tal vez sin saber fue a echar raíces junto al tronco de un olivo, siente que la penetra la felicidad, cuando la corta Tomás y se lo ofrece al Señor... Felices se sienten los centenares de pajarillos que entre las ramas alegremente lo saludan. ¡Oh, que los pajaritos que siempre El ha amado no lo blasfemen! Hasta un rebaño de ovejas parece saludarlo, cuando bala, porque les quitaron sus corderitos para el sacrificio pascual, Y balando, llamando a sus hijos que no volverán más, vienen a estrecharse contra Jesús, mirándolo con ese modo que acostumbran hacerlo.
"¿Dónde quieres celebrar la Pascua?
¿Qué lugar escoges?
Dínoslo e iremos a preparar todo"
Al ver las ovejas, los apóstoles se acuerdan de la cena y preguntan a Jesús cuando todavía están en Getsemaní. "¿Dónde quieres celebrar la Pascua? ¿Qué lugar escoges? Dínoslo e iremos a preparar todo" dicen.
Y Judas de Keriot: "Dame órdenes e iré."
"Pedro, Juan, oídme."
Los dos que iban un poco adelante se acercan.
encontraréis a un hombre, seguidlo
"El Maestro dice: '¿Dónde está la habitación donde
pueda comer la pascua con mis discípulos?'.
"Adelantaos y entrad en la ciudad por la puerta de la Basura. Apenas hayáis entrado, encontraréis a un hombre que regresa de En Rogel con una ánfora de aquella sabrosa agua. Seguidlo hasta que entre en una casa. Diréis al que vive en ella: "El Maestro dice: '¿Dónde está la habitación donde pueda comer la pascua con mis discípulos?' ". Os mostrará una gran habitación ya aderezada. Preparad todo en ella. Id presto, y luego juntaos con nosotros en el Templo."
Los dos se van a la carrera. Jesús, por su parte, sigue caminando lentamente. La mañana está muy fresca, y apenas por las calles si se ven peregrinos. Pasan el Cedrón por el pontezuelo, enfrente a Getsemaní. Entran en la ciudad. Tal vez Pilatos, al confirmarse que las disputas en torno Jesús habían ya cesado, ha mandado retirar las guardias de las puertas. En realidad se siente una gran calma por todas partes.
No se podrá decir jamás que los judíos no hayan sabido controlarse. Nadie ha molestado a Jesús, ni a sus discípulos. Aun los que del Sanedrín más lo odian, le presentan sus respetos más profundos. Una paciencia ilimitada se ha mostrado en la exhortación de ayer. Y precisamente en este momento, ya que la casa de campaña de Caifás está próxima de la puerta, en este momento preciso pasa un nutrido grupo de fariseos y escribas que vienen de dicha puerta, entre los que están el hijo de Anás, Elquías y Sadoc. Es un doblarse de cuerpos envueltos en amplios mantos, en ricas vestiduras con franjas y grandes capuchos. Jesús saluda y pasa, majestuoso con su vestido de lana roja y su manto de color más oscuro, con el capucho de Síntica en la mano. El sol convierte sus cabellos en una corona de oro y el velo que le cae sobre los hombros. Los cuerpos se levantan y aparecen esas caras de hienas hambrientas.
Judas de Keriot, que miraba siempre alrededor con cara de traidor, con la excusa de amarrarse bien una sandalia, se hace a un lado del camino. Lo veo bien: hace una señal de que lo esperen... Deja que el grupo de Jesús y de los discípulos siga adelante, procurando dar la impresión de amarrársela. Luego, rápido, pasa cerca y en voz baja dice: "En la Bella. Hacia la hora de sexta. Uno de vosotros" y parte veloz hasta alcanzar a sus compañeros, Sin ninguna vergüenza. Sin sonrojo.
Suben al Templo. Hay pocos hebreos, pero muchos gentiles. Jesús va a adorar al Señor. Luego regresa y ordena a Simón y a Bartolomé que compren el cordero, y pidan el dinero a Judas.
"¡Podía hacerlo yo!" replica.
"Tendrás otro empeño que hacer. Lo sabes. Hay que ir a donde está esa viuda, llevarle la ayuda de María de Mágdala y decirle que después de las fiestas se vaya a Betania, a casa de Lázaro. ¿Sabes dónde está? ¿Has entendido bien?"
"Sí, lo sé. Zacarías que la conoce bien, me ha mostrado el lugar." Y añade: "Estoy muy contento de marchar. Más que ir por el cordero. ¿Cuándo voy?"
"Más tarde. No me detendré mucho aquí. Hoy descansaré, porque quiero sentirme fuerte para esta noche y para mi oración nocturna."
"Está bien."
Jesús se ve rodeado como de costumbre por una multitud más bien hebrea que ha ido aumentando, que ha dejado de ir al lugar del sacrificio de los corderos para acercarse a Jesús, Cordero de Dios que pronto será inmolado. Piden una vez más diversas explicaciones. Muchos son hebreos venidos de la Diáspora, hasta los cuales llegó la fama del Mesías, del Profeta galileo, del Rabí de Nazaret y tienen curiosidad por oírle hablar; están ansiosos de quitarse cualquier duda. Se abren paso suplicando a los de Palestina en esta forma: "Vosotros siempre lo tenéis. Sabéis quién es. Os puede hablar cuando queráis. Nosotros hemos venido de lejos y volveremos a nuestras patrias después de cumplido el precepto. Dejad que nos acerquemos a El."
A duras penas se abre la multitud para dejarlos pasar. Se acercan a Jesús y lo miran con cierta curiosidad. Los diversos grupos hablan entre sí. Jesús los observa, aunque al mismo tiempo mira a un grupo de personas llegadas de la Perea. Después de haber terminado con el grupo que le ha ofrecido dinero para sus pobres (así muchos le dicen, y haberle dado a Judas, como acostumbra) se dispone a hablar.
"Unos en la religión aunque diversos por los
lugares, muchos de los presentes
se preguntan:
"¿Quién es éste llamado el Nazareno?"
JESÚS HACE UN RESUMEN DE LO QUE DICEN
LOS PROFETAS DE ÉL
"Unos en la religión aunque diversos por los lugares, muchos de los presentes se preguntan: "¿Quién es éste llamado el Nazareno?", y sus esperanzas y sus dudas chocan entre sí.
Escuchad. Se dijo de Mí: "Un retoño brotará de la raíz de Yesé, una flor saldrá de esta raíz y sobre ella reposará el Espíritu del Señor. No juzgará según lo que tuviere ante los ojos, ni condenará por lo que oyere de oídas, sino que juzgará rectamente a los pobres, tomará en sus manos la defensa de los humildes. El retoño de la raíz de Yesé, colocado como señal entre las naciones, será invocado por los pueblos, y su sepulcro será glorioso. El levantará una bandera entre las naciones, reunirá a los prófugos de Israel; a los dispersos de Judá los recogerá de los cuatro vientos de la tierra". Se dijo de Mí: "Ved que el Señor viene con poder. Su brazo triunfará. Trae consigo su recompensa. Tiene ante sus ojos su obra. Apacentará su grey como lo hace un pastor". Está dicho de Mí: "He aquí mi Siervo con quien estaré, en quien me complazco. He difundido en El mi espíritu. Repartirá justicia entre las naciones. No gritará. No acabará de romper la caña cascada. No apagará el tizón que humea. Hará justicia rectamente. Sin dejarse llevar de la tristeza, y las islas esperarán sus leyes". Está dicho de Mí: "Yo, el Señor, te he llamado en la justicia, te he tomado de la mano, te he guardado, te he hecho alianza del pueblo y luz de las naciones para abrir los ojos a los ciegos y sacar de la cárcel a los prisioneros de los calabozos a los que yacen en las tinieblas". Está dicho de Mí: "El Espíritu del Señor está sobre Mí porque me ha ungido para anunciar la Buena Nueva a los mansos, a curar a los que tienen un corazón afligido, a predicar la libertad a los esclavos, y a los prisioneros el año del perdón del Señor". Está dicho de Mí: "El es el Fuerte, apacentará su grey con la fuerza del Señor, con la majestad del nombre del Señor Dios suyo. Se convertirán a El, porque desde ahora será glorificado, hasta los últimos confines del mundo". Está dicho de Mí: "Yo mismo iré en busca de mis ovejas, en busca de las extraviadas. Volveré a traer a las ahuyentadas, curaré las que tengan algún hueso roto, haré que se fortalezcan las débiles, cuidaré de las gordas y robustas, las apacentaré como se debe". Está dicho: "El es el Príncipe que trae la paz y El mismo es paz". Está dicho: "Mira, que ahí viene tu Rey, el que es Justo, el que salva. Es pobre. Viene cabalgando sobre un asno. Publicará la paz a las naciones. Su dominio se extenderá de mar a mar, hasta los confines de la tierra". Está dicho: "Se han establecido setenta semanas para tu pueblo, para tu ciudad santa, a fin de que se quite de ella la prevaricación, para que el pecado deje de existir, para que se borre la iniquidad, para que pueda venir la justicia eterna, para que se realice lo predicho en visiones y profecías y sea ungido el Santo de los santos. Después de sesenta y nueve semanas vendrá el Mesías. Después de sesenta y dos semanas será ajusticiado. Después de una semana sellará el testamento, pero a la mitad de la semana no se ofrecerán ya hostias y sacrificios y en el Templo habrá una desolación horrible, que durará hasta el fin de los siglos".
¿Dejarán de ofrecerse hostias en estos días?
¿No habrá sobre el altar víctimas? Sí.
Estará la gran Víctima.
¿Dejarán de ofrecerse hostias en estos días? ¿No habrá sobre el altar víctimas? Sí. Estará la gran Víctima. El profeta la previó: "¿Quién es éste que llega con sus vestidos teñidos en rojo? Es hermosa su vestidura. Camina majestuoso porque sabe que es fuerte".
¿Y cómo se tiñó de púrpura el vestido Aquel que es pobre? Lo dice el profeta: "Entregué mi cuerpo a los que me golpean, mis mejillas al que me arranca la barba. No he quitado mi rostro de quien me ultraja. Toda mi belleza y beldad han desaparecido. Los hombres no me han amado más. Los hombres me han despreciado, me han tomado por el último. Mi rostro será cubierto con un velo y me mirarán con desprecio, como a un leproso. Seré para todos un hombre cubierto de llagas, un muerto. Tal es la Víctima. ¡No temas, Israel! No temas. No falta el Cordero pascual. ¡No temas, tierra! No temas. Aquí está el Salvador. Como oveja será conducido al matadero, porque lo quiso y no abrió su boca para maldecir a los que lo matan. Después de que sea condenado, será levantado y morirá en medio de padecimientos. Sus miembros serán dislocados, sus huesos desgarrados, sus pies y manos traspasados, Pero después de esta angustia con la cual justificará a muchos, las multitudes vendrán a El, porque después de haber entregado su vida a la muerte para la salvación del mundo, resucitará y gobernará la tierra, alimentará a los pueblos con el agua que vio Ezequiel, agua que sale del Templo, que aunque fuere abatido, se levantará de nuevo por su propia fuerza; con el vino con el cual se ha teñido también la vestidura blanca del Cordero sin mancha, con el Pan venido del cielo".
¡Vosotros que tenéis sed, venid a beber del agua!
¡Vosotros que tenéis hambre, venid a alimentaros!
¡Vosotros que tenéis sed, venid a beber del agua! ¡Vosotros que tenéis hambre, venid a alimentaros! ¡Quienes os sentís agotados, quienes os sentís enfermos, bebed de mi vino! ¡Venid quienes no tenéis dinero, quienes no tenéis salud, venid! ¡Vosotros que estáis en las tinieblas! ¡Vosotros que estáis muertos, venid! Soy Riqueza. Soy Salud. Soy Luz y Verdad. Soy el Camino. No temáis de no poder terminar el Cordero porque os falten las hostias verdaderamente santas en este templo profanado. Todos podréis comer del Cordero de Dios que ha venido a quitar los pecados del mundo, ha dicho de Mí el último de los profetas de mi pueblo.
Del pueblo a quien le pregunto: Pueblo mío,
¿que te he hecho? ¿En qué te he entristecido?
¿Qué cosa podía darte de mas que no te di?
Del pueblo a quien le pregunto: Pueblo mío, ¿que te he hecho? ¿En qué te he entristecido? ¿Qué cosa podía darte de mas que no te di? He instruido a tus intelectos, he curado a tus enfermos, he hecho bien a tus pobres, he dado de comer a tus multitudes, te he amado en tus hijos, te he perdonado, he orado por Ti. Te he amado hasta el sacrificio. ¿Y tú que vas a darle a tu Señor? Una hora, la última, se te ha concedido, ¡oh pueblo mío!, ¡oh mi ciudad real y santa! Conviértete en esta hora al Señor Dios tuyo."
"Ha estado en lo justo en haber dicho esto."
"Así está dicho. En verdad El hace lo que dice."
"Como un pastor ha tenido cuidado de todos."
"Como si fuéramos las ovejas dispersas, enfermas, que estuviésemos en la oscuridad, ha venido a llevarnos al recto camino, a curarnos alma y cuerpo, a iluminarnos."
"Verdaderamente toda la gente va a El. ¡Ved cómo están admirados esos gentiles!"
"Ha predicado la paz."
"Nos ha amado."
"No puedo comprender qué quiere decir con eso del sacrificio. Habla como si tuviese que ser matado."
"Si es el Hombre que vieron los profetas, si es el Salvador, así es."
"Habla como si todo el pueblo lo fuese a tratar mal. Esto no sucederá jamás. El pueblo, nosotros, lo amamos."
"Es nuestro amigo. Lo defenderemos."
"Es galileo, y nosotros sus compatriotas daremos la vida por El. "
"Es descendiente de David, y nosotros los de Judea no levantaremos nuestra mano sino para defenderlo."
"¿Podremos olvidarlo, nosotros los de la Auranítide, de la Perea, de la Decápolis que nos amó tanto como a vosotros? Todos, todos lo defenderemos."
Esto es lo que corre por las bocas de la multitud que ha aumentado. ¡Cuán mudable es el pensamiento humano! Por la posición del sol creo que son las nueve de la mañana. Veinticuatro horas más tarde esta gente hará ya tiempo que estará alrededor del Mártir para torturarlo con su odio, con sus golpes, y aullará pidiendo su muerte. Pocos, muy pocos, demasiado pocos entre los miles de personas que de todas partes de Palestina y de otros lugares, que han recibido luz, salud, sabiduría, perdón, serán no sólo los que no tratarán de arrancarlo de las manos enemigas, porque no podrán, pero que tampoco podrán consolarlo con las pruebas de amor que caras amigas le brindarían.
Las alabanzas, las palabras, los comentarios preñados de admiración se esparcen por el vasto patio como ondas que partiendo de alta mar van a descansar en la arenosa playa.
Varios escribas, judíos, fariseos, tratan de
neutralizar el entusiasmo del pueblo,
Varios escribas, judíos, fariseos, tratan de neutralizar el entusiasmo del pueblo, y la aversión que el pueblo siente contra los enemigos de Jesús, diciendo: "Delira. Está tan cansado que no sabe lo que dice. Ve persecución donde hay solo honra. Es un sabio en el hablar, pero lo mezcla ahora con frases de uno que delira. Nadie le quiere hacer mal. Hemos comprendido, hemos comprendido que es..."
Pero hay gente que no puede comprender todos estos vaivenes de intenciones, y se rebela diciendo: "El curó a mi hijo que estaba loco. Sé lo que es la locura. Un loco no habla de este modo."
Y otro: "Déjalos que digan lo que quieren. Son unas víboras que tienen miedo a que nuestros bastones les rompan los hígados. Entonan la dulce canción del ruiseñor para engañarnos, pero si uno para bien las orejas, se oye que dentro silba el cascabel de la serpiente."
El de más allá grita: "Vanguardias del pueblo del Mesías, ¡alerta! Cuando un enemigo acaricia, tiene el puñal escondido en la manga, y extiende su mano para golpear. ¡Ojos bien abiertos y corazón despierto! ¡Los chacales no pueden ser mansos corderitos!"
"Dices bien: el búho engaña a los inocentes pajaritos con la inmovilidad de su cuerpo y con la mentirosa alegría de su saludo. Ríe e invita con su chillido, pero en realidad se dispone a matar y devorar."
De este modo los grupos hablan y comentan.
También hay gentiles, que tienen ansias de
acercarse a El y hablarle. Un grupo nutrido
de ellos ve a Felipe . Se acercan y le dicen:
"Señor, queremos ver de cerca a Jesús, tu Maestro.
Queremos hablarle por lo menos una vez."
También hay gentiles, que en estos días han sido constantes en escuchar al Maestro y cuyo número ha ido creciendo. Siempre al borde de la multitud porque el exclusivismo hebreo-palestinense es grande y los rechaza, buscando para sí los primeros lugares alrededor del Maestro, tienen ansias de acercarse a El y hablarle. Un grupo nutrido de ellos ve a Felipe a quien la multitud ha arrastrado contra un ángulo. Se acercan y le dicen: "Señor, queremos ver de cerca a Jesús, tu Maestro. Queremos hablarle por lo menos una vez."
Felipe se pone de puntillas para ver si descubre a algún apóstol que esté más cerca del Señor. Ve a Andrés y le grita: "Aquí hay unos gentiles que quieren saludar al Maestro. Pregúntale si quiere hablarles."
Andrés, que está unos cuantos metros distante de Jesús, metido entre la multitud, se abre paso sin respeto alguno, dando codazos como puede: "¡Dejad pasar, dejad pasar! Debo hablar con el Maestro."
Llega a donde está, y le transmite el deseo de los gentiles.
"Llévalos a esa esquina, que allí iré."
Mientras Jesús trata de pasar entre la gente, Juan y Pedro que acaban de regresar con Judas Tadeo, Santiago de Zebedeo y Tomás, que se separa de sus familiares que había encontrado entre la multitud, ayudan a abrir paso al Maestro.
Al llegar a donde están los gentiles, éstos le presenta sus respetos.
"Tenéis razón. Ha llegado la hora
en que el Hijo del hombre debe ser glorificado
por los hombres y por los espíritus."
"La paz sea con vosotros. ¿Qué se os ofrece?"
"Verte. Hablarte. Tus palabras nos han entristecido. Queríamos decirte que tus palabras nos llegan al alma, y esperábamos hacerlo en un momento oportuno. Has hablado de muerte... Pensamos que era mejor que te hablásemos hoy mismo. Pero... ¿es posible que los hebreos puedan matar su mejor hijo? Nosotros somos gentiles, y tu mano no nos ha brindado ningún favor. La fama de tu palabra ha llegado hasta nosotros, nunca te habíamos oído hablar directamente; nunca te habíamos visto, ni habíamos podido estar cerca de Ti, ¡y pese a esto!, te presentamos nuestro homenaje. Al honrarte nosotros, todo el mundo lo hace también."
"Tenéis razón. Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre debe ser glorificado por los hombres y por los espíritus."
Nuevamente la gente se apiña alrededor de Jesús, con la diferencia de que los gentiles son los que están en primera fila.
"Si la hora de tu glorificación ha llegado no morirás como dices, o como hemos entendido. Porque morir en el modo como dijiste, no es ser glorificado. ¿Cómo podrás reunir el mundo bajo tu cetro si mueres antes de haberlo hecho? Si tu brazo se queda paralizado cuando mueras ¿cómo podrás triunfar y reunir a los pueblos?"
"Muriendo daré vida. Muriendo construiré.
Muriendo crearé a un pueblo nuevo.
La victoria está en el sacrificio.
si el grano de trigo caído en tierra no muere,
se queda infecundo...
"Muriendo daré vida. Muriendo construiré. Muriendo crearé a un pueblo nuevo. La victoria está en el sacrificio. En verdad os digo que si el grano de trigo caído en tierra no muere, se queda infecundo; pero, si muriere, entonces sí que producirá mucho grano. Perderá su vida quien la ame. Quien desprecie su vida en este mundo, la habrá preservado para la vida eterna. Además, tengo el deber de morir para dar esta vida eterna a todos los que me siguieren para servir a la verdad. Quien quiera servirme, venga: los lugares en mi Reino no están limitados a esta persona o a aquel pueblo. Quien quiera servirme, venga detrás de Mí, y donde estaré Yo, ahí también estará él, mi siervo. Quien me sirva, será honrado por mi Padre, por el Dios único, verdadero, Señor de cielo y tierra, Creador de todo cuanto existe, Pensamiento, Palabra, Amor, Vida, Camino, Verdad; Padre, Hijo, Espíritu Santo, siendo Uno, Solo, Verdadero Dios. Ahora mi corazón ha perdido la tranquilidad y ¿qué diré? ¿Acaso: "Padre, sálvame de esta hora"? !No! Para llegar a esta hora, por esto he venido. Diré, pues: "¡Padre, glorifica tu Nombre!" "
Una voz, más fuerte que el trueno, que no es
humana,... pero que los oídos perciben,
llena el cielo sereno del hermosísimo día abrileño,
y vibra, más fuerte que cualquier
gigantesco órgano, melódicamente bella, responde:
"Lo he glorificado y nuevamente lo haré."
Una voz, más fuerte que el trueno, que no es humana en el sentido, que no es semejante a la de un hombre, pero que los oídos perciben, llena el cielo sereno del hermosísimo día abrileño, y vibra, más fuerte que cualquier gigantesco órgano, melódicamente bella, responde: "Lo he glorificado y nuevamente lo haré."
La gente se espanta. Esa voz, tan fuerte que ha hecho estremecerse el suelo, esa voz misteriosa, que no puede compararse con ninguna otra, que ha brotado de una fuente desconocida, que ha llenado todo, todos los rincones, ha infundido terror en los hebreos y sorpresa en los paganos. Aquellos se echan por tierra lo mejor que pueden, murmurando: "¡Ahora moriremos! ¡Hemos escuchado la voz del cielo! ¡Un ángel le ha hablado!" y se golpean el pecho en espera de la muerte. Estos gritan_ "¡Un trueno, un trueno! ¡Huyamos! La tierra ha bramado. Ha temblado." Pero es imposible huir porque los que estaban fuera del muro del Templo acuden dentro gritando: "¡Piedad de nosotros! ¡Corramos! Aquí el lugar es santo. No se partirá el monte donde se levanta el altar de Dios" y por lo tanto cada uno se queda donde estaba, donde la multitud lo detiene, donde el miedo lo ha enclavado.
Los sacerdotes acuden a las terrazas del Templo, al igual que los escribas y fariseos que estaban dispersos por ese laberinto, los levitas y estrategas. Todos llegan con las caras enrojecidas, sin comprender lo que pasa. Pero ninguno, fuera de Gamaliel y su hijo, desciende de las terrazas. Jesús ve pasar a Gamaliel, que viste de lino blanquísimo resplandeciente al contacto de los rayos solares.
Jesús al ver a Gamaliel, y como si hablase para todos, dice en voz alta: "No por Mí, sino por vosotros vino esta voz del cielo."
Gamaliel detiene el paso, se vuelve, busca con sus ojos profundos y negros -con esa costumbre que el ser un maestro venerado, un algo como semidiós le ha dado de mirar con severidad- los ojos azules, claros, dulces y serenos de Jesús...
Jesús continua: "Ahora es el momento en que este
mundo es juzgado. Ahora el príncipe de las tinieblas
va a ser arrojado fuera.
Jesús continua: "Ahora es el momento en que este mundo es juzgado. Ahora el príncipe de las tinieblas va a ser arrojado fuera. Y, cuando Yo fuere levantado en alto, atraeré a todos a Mí. Porque este es el modo con que el Hijo del Hombre salvará."
"Hemos aprendido de la ley que el Mesías vive para siempre. Tú te llamas a ti mismo el Mesías y aseguras que morirás. Aún más, que eres el Hijo del Hombre y que salvarás al ser levantado. ¿Quién eres, pues? ¿El Hijo del hombre o el Mesías? ¿Quién es el Hijo del hombre?" pregunta la multitud que ha cobrado ánimos.
"Soy una sola persona. Abrid los ojos a la luz. Por un poco la Luz todavía está con vosotros. Caminad hacia la Verdad, mientras tenéis la luz con vosotros, a fin de que no os sorprendan de improviso las tinieblas. Los que caminan en la oscuridad no saben a dónde van a parar. Mientras tengáis la Luz con vosotros, creed en Ella, para que seáis sus hijos." Se calla.
La multitud se divide, queda perpleja. Algunos se retiran moviendo la cabeza, otros miran la actitud de los principales de los judíos: de los fariseos, jefes de los sacerdotes, escribas... sobre todo de Gamaliel, y según lo que ve, así reacciona. Pero hay otros que asienten con la cabeza y se inclinan ante Jesús con ganas de decirle: "¡Creemos! Te honramos por lo que eres." Pero no se atreven a declararse públicamente a su favor; tienen miedo de los enemigos, de los poderosos que los ven desde lo alto de las terrazas que dominan los grandiosos portales que hay alrededor de los patios del Templo.
También Gamaliel, después de haberse quedado pensativo por unos instantes, en los que parece haber querido preguntar al suelo lo que desea saber, se dirige a la salida, sacudiendo la cabeza y hombros como en señal de desacuerdo o de desprecio... y pasa derecho ante Jesús, sin mirarlo una vez más.
"Quien cree en Mí, no cree en realidad en Mí,
sino en quien me ha enviado; y quien me ve a Mí,
ve al que me ha enviado,
que no es otro que el Dios de Israel.
Pero El lo mira con compasión... nuevamente levanta su voz -como si fuese un toque- para que pueda oírse sobre el rumor, y para que el gran escriba pueda percibirla. Aun cuando parece que habla para todos, no cabe duda que se dirige a él. Dice, pues: "Quien cree en Mí, no cree en realidad en Mí, sino en quien me ha enviado; y quien me ve a Mí, ve al que me ha enviado, que no es otro que el Dios de Israel. Porque no hay otro Dios fuera de El. Por esto digo: si no podéis creer en Mi como en el que es llamado hijo de José de la estirpe de David e hijo de María, de la misma estirpe, de la Virgen que vio el Profeta, que nació en Belén, como las profecías lo declaran, a quien precedió el Bautista, como desde hace siglos se dijo, creed por lo menos a la voz de vuestro Dios que os ha hablado desde el cielo. Creed en Mí como en el Hijo del Dios de Israel. Si no creéis en Quien os ha hablado del cielo, no me hacéis ninguna ofensa; sino a vuestro Dios de quien soy Hijo.
¡No permanezcáis en las tinieblas! He venido como Luz del mundo para que quien crea en Mí no se queda en ellas. No queráis crearos remordimientos que después no podréis aplacar, cuando Yo hubiera regresado de donde vine, y que sería un castigo muy duro de Dios contra vuestra obstinación. Estoy pronto a perdonar, mientras estoy entre vosotros, mientras el juicio no se ha hecho, quiero perdonar. Pero mi Padre piensa de manera diversa, porque Yo soy la Misericordia y El la Justicia.
En verdad os digo que si alguien escucha mis palabras y luego no las observa, Yo no lo juzgaré. No he venido al mundo para juzgarlo, sino para salvarlo. Pero aun cuando no juzgare, en verdad os digo que hay quien os juzga por vuestras acciones. Mi Padre que me envió, juzga a los que rechazan su palabra. Quien me desprecia y no reconoce a la palabra de Dios y no la acepta, tiene quien lo juzga en el último día: la misma palabra que he pronunciado.
Está dicho: nadie se burla de Dios. El Dios, de quien se hiciere befa, será terrible para quienes lo juzgaren como loco y mentiroso.
Recordad, todos vosotros que me habéis escuchado, que mis palabras son de Dios. No he hablado por Mí mismo, sino que el Padre me envió. El fue quien me ordenó lo que tenía que decir y sobre lo que tenía que hablar. Obedezco su mandato porque sé que es justo. Hay vida eterna en cada orden de Dios. Yo, vuestro Maestro, os doy ejemplo de cómo obedecer las órdenes del Señor. Por esto podéis estar seguros que lo que os he dicho y os estoy diciendo lo dije y lo digo como mi Padre me ordenó. Mi Padre es el Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob. El Dios de Moisés, de los patriarcas y profetas, el Dios de Israel, vuestro Dios."
Palabras luminosas que caen en las tinieblas
¡Palabras luminosas que caen en las tinieblas que se van apoderando poco a poco de los corazones!
Gamaliel, que nuevamente se había detenido con la cabeza inclinada, torna a caminar... Otros le siguen, moviendo la cabeza o sonriéndose maliciosamente.
También Jesús se va... pero antes dice a Judas de Keriot: "Ve a donde tienes que ir", y a los demás: "Cada uno es libre de ir a donde quiera. Que se queden conmigo los pastores discípulos."
"¡Oh, permíteme quedarme contigo, Señor!" pide Esteban.
"Vente..."
Judas de Keriot se va a la puerta Especiosa
o Hermosa. LA TRAICIÓN
Se separan. No sé a donde se va Jesús, pero sí a dónde Judas de Keriot: a la puerta Especiosa o Hermosa. Sube los varios escalones que llevan del atrio de los gentiles al de las mujeres, y después de haberlo atravesado, sube otros escalones, da un vistazo en el atrio de los hebreos y, con rabia, golpea el suelo con su pie al no encontrar a quien buscaba. Vuelve hacia dentro. Descubre a uno de los guardias del Templo, lo llama, le dice con su acostumbrada arrogancia: "Ve a buscarme a Eleazar ben Anás. Que venga inmediatamente a la puerta Hermosa. Dile que lo espera Judas de Simón para asuntos importantes."
Se apoya contra una columna y espera. Poco después Eleazar, hijo de Anás, Elquías, Simón, Doras, Cornelio, Sadoc, Nahum y otros más acuden con un gran volteo de vestidos.
Judas habla en voz baja y precipitada: "¡Esta noche! Después de la cena. En Getsemaní. Id a aprehenderlo. Dadme el dinero."
"No. Te lo daremos cuando vengas esta noche a llevarnos. No nos fiamos de ti. Queremos que vayas con nosotros. ¡Nadie sabe...!" dice sarcásticamente Elquías. Los otros le secundan.
Judas se pone colorado de rabia por la insinuación. Jura: "¡Juro por Yeové que digo la verdad!"
Sadoc le responde: "Está bien, pero es mejor obrar así. Cuando sea hora, vas, tomas a los que tienen que ir a capturarlo, te vas con ellos, no vaya a suceder que los estúpidos guardias aprehendan a Lázaro, y nos metan en dificultades. Les indicarás con una señal quién es... ¡Compréndenos! Es noche... no habrá mucha luz... los guardias estarán cansados, somnolientos... Pero, ¡si tú los guías! ¡Entonces sí que...! ¿Qué os parece? " El pérfido Sadoc se dirige a sus compañeros y luego añade: "Yo propondría por la señal un beso. Sí, ¡un beso! Es la mejor señal para indicar al amigo traicionado. ¡Ja, ja!"
Todos lo imitan riéndose. Es un coro de demonios que se carcajea.
Judas está furioso, pero no se retracta. No echa pie atrás. Sufre por lo que le hacen, no por lo que va a hacer. Tanto es así que replica: "Pero no olvidéis que quiero el dinero contante en la bolsa, antes de salir de aquí con los guardias."
"Te lo daremos. Te lo daremos. También te obsequiaremos con la bolsa para que puedas conservar en ella las monedas como reliquia de tu amor. ¡Ja, ja, ja! ¡Hasta pronto, víbora!"
Judas está pálido de rabia. Está ya lívido. No perderá más este color ni la expresión desesperada de terror. Más bien con las horas, se irá acentuando hasta que resulte horrible verlo, sobre todo cuando quede colgando del árbol... Escapa de prisa...
Jesús se ha refugiado en el jardín de una casa amiga.
Tus discípulos están ya en la casa donde
se prepara la cena
Jesús se ha refugiado en el jardín de una casa amiga. Es un jardín tranquilo de las primeras casas de Sión. Sus altas y viejas paredes le sirven de valla. Todo en él es silencio y frescura bajo los viejos árboles que lo cubren. De lejos llega la voz de una mujer que arrulla a su hijito.
Deben de haber pasado varias horas porque los criados de Lázaro, que han regresado de no sé donde, dicen: "Tus discípulos están ya en la casa donde se prepara la cena, y Juan, después que llevó con nosotros la fruta para los hijos de Juana de Cusa, se fue a traer a las mujeres para acompañarlas a donde está José de Alfeo, que vino hoy solo, cuando ya su madre no lo esperaba, y de ahí se fue a la casa donde será la cena porque ya es tarde."
"También nosotros iremos. Ha llegado la hora..." Jesús se pone de pie, cubriéndose con el manto.
"Maestro, afuera hay algunas personas: parece que son del censo. Quisieran hablarte sin que los vean los fariseos" dice un criado.
"Déjalos pasar. Ester no se opondrá, ¿no es así, mujer?" pregunta Jesús volviéndose a una mujer, madura en años, que corre a saludarlo.
"No, Maestro. Mi casa es la tuya, lo sabes. ¡Lo poco que te has dignado de servirte de ella!"
"Lo suficiente para decir a mi corazón: fue una casa amiga." Luego responde al siervo: "Trae a los que aguardan."
Entra una treintena de personas de aspecto
respetuoso. Uno toma la palabra por todos:
"Maestro, tus palabras nos han dado en qué pensar....
¿Qué debemos hacer?"
"Quien cree en Mí, no cree en Mí, sino en quien me
ha enviado y cuya voz santísima hoy habéis oído.
Entra una treintena de personas de aspecto respetuoso. Presentan sus saludos. Uno toma la palabra por todos: "Maestro, tus palabras nos han dado en qué pensar. Hemos escuchado en Ti la voz de Dios. Pero dicen que estamos locos, porque creemos en Ti. ¿Qué debemos hacer?"
"Quien cree en Mí, no cree en Mí, sino en quien me ha enviado y cuya voz santísima hoy habéis oído. El que me ve a Mí no me ve a Mí, sino al que me ha enviado, porque Yo soy una sola cosa con mi Padre. Por esto os digo que debéis creer para no ofender a Dios que es mi Padre y vuestro Padre, que os ama hasta sacrificar su Unigénito. Porque si hay duda en los corazones de que yo sea el Mesías, no la hay de que Dios esté en el cielo. Y la voz de Dios, que Yo he llamado Padre, hoy, en el Templo, pidiéndole de dar gloria a su Nombre, ha respondido a Aquel que Padre lo llamaba, y sin decirle "mentiroso o blasfemo", como muchos afirman. Dios ha confirmado quién soy Yo. Su Luz. Soy la Luz que ha venido al mundo. He venido cual luz al mundo para quien crea en Mí no se quede en tinieblas. Si alguien escucha mis palabras y luego no las observa, no soy Yo quien lo juzgará, pues no he venido a juzgar el mundo, sino a salvarlo. Quien me desprecia y no acepta mis palabras, tiene quien lo juzgará, en el último día, esto es, la palabra que he predicado, porque ha sido sabia, perfecta, dulce, sencilla, como es Dios. Porque tal Palabra es Dios. No soy Yo, Jesús de Nazaret, llamado hijo de José el carpintero, de la estirpe de David e hijo de María, la doncella hebrea, virgen de la misma estirpe, casada con José, quien os ha hablado. No. Por Mí mismo no he hablado, sino fue mi Padre que está en los cielos, y se llama Yeové. El es el que ordenó lo que tenía que decir. Yo sé que sus órdenes son vida eterna. Así pues, las cosas que digo las digo como me las dictó el Padre y en ellas hay vida. Por esto os digo: escuchadlas, ponedlas en práctica y tendréis la vida, porque mi palabra es vida. Quien la acepta, me acepta a Mi junto con el Padre que me envió a darle vida. Quien tiene en sí a Dios tiene la vida. Idos. La paz venga sobre vosotros y os acompañe."
Los bendice, se despide de ellos. Bendice también
a los discípulos. Detiene sólo a Isaac y a Esteban.
Los bendice, se despide de ellos. Bendice también a los discípulos. Detiene sólo a Isaac y a Esteban. A los demás les da el beso y se despide. Cuando se han ido, sale con Esteban e Isaac y sigue el camino de las calles más solitarias y oscuras que llevan al Cenáculo. Llegados, los abraza, los bendice cariñosamente, les da el beso de paz, nuevamente los bendice, los ve irse. Toca a la puerta y entra...
XI. 448-460
A. M. D. G.