DESCRIPCIÓN DEL CENÁCULO
ANTES DE LA CENA
JESÚS SE DESPIDE DE SU MADRE
#ANTES DE LA CENA JESÚS SE DESPIDE DE SU MADRE
#María llora sin hacer ruido," ¡Hijo! ¡Hijo! ¡Jesús! ¡Jesús mío! "
...No es un salón cuadrado, sino un poco rectangular. Entre el lado más ancho y el otro habrá la diferencia de un metro o un poco más. Es bajo. Tal vez se vea así porque su tamaño no corresponde a su altitud. Está un poco curvado, esto es, los dos lados más cortos no terminan en ángulo recto con el techo, sino un tanto achatado. En los dos lados más cortos hay dos ventanales. No sé a donde dan si a un patio o a la calle, porque tienen corridas las persianas. Digo persianas, porque no sé la palabra propia. Son tablas bien entrelazadas con una barra de hierro que las atraviesa. El suelo tiene grandes tabiques cuadrados de tierra cocida, que con los años se han vuelto amarillentos. Del centro del techo cuelga una lámpara de aceite con muchas mechas. En las paredes más largas, una de ellas no tiene puerta alguna. En la otra se ve una puertecilla en un rincón a la que se llega por una escalera de seis peldaños sin pasamanos, y que terminan en un descansillo de un metro cuadrado. Sobre éste, y contra la pared, hay otro escalón en el que se abre la puerta.
Las paredes están blanqueadas de manera sencilla, sin líneas o rayas. En el centro de la habitación hay una mesa larga y rectangular, paralela a la pared más larga, de madera muy sencilla. Junto a las dos paredes más largas se sitúan los asientos. En las paredes menos largas, bajo la ventana de una de ellas, hay una especie de arquibanco en que hay aljofainas y jarras; bajo la otra una mesilla baja y larga, sobre la que no hay nada por ahora.
Esta es la descripción de la habitación donde se celebrará la pascua.
Veo que el salón lleva por la escalera de los seis escalones a un pasillo oscuro que hay a la izquierda, que da a una puerta ancha, no alta y muy fuerte, reforzada con chapas y tiras de hierro. En frente de la puertecilla que del cenáculo lleva al pasillo hay otra puerta que conduce a otra habitación, pero menos grande. Podría decir que el cenáculo ha sido construido sin tener en cuenta el nivel del terreno con respecto a la calle y a la casa. Está como metido hacia abajo, como una bodega bien tallada o ajustada, pero que difiere por lo menos un metro del suelo. Tal vez construyeron el cenáculo así para hacerlo más alto y proporcionado a su extensión.
JESÚS SE DESPIDE DE SU MADRE
En la habitación que estoy viendo está María con otras mujeres. Reconozco a Magdalena, a María, madre de Santiago, de Judas y Simón. Parece como si Juan apenas las hubiera acabado de traer, porque se están quitando los mantos que pliegan y los ponen sobre los asientos que hay, entre tanto saludan al apóstol que se va. Veo también a una mujer y a un hombre que han acudido a recibirles. Tal vez son los dueños de la casa y discípulos o simpatizadores del Nazareno, porque muestran mucha confianza con María, que trae un vestido de azul celeste oscuro. En la cabeza trae su velo blanco que se deja ver cuando se quita el manto que la cubría. Está muy delgada de rostro, parece como si hubiera envejecido. Se le nota la tristeza aun cuando sonría con dulzura. Sus ademanes parecen ser los de una persona cansada, como los de alguien sumergido en una idea.
Entra Jesús con los Apóstoles.
Veo que es tarde, porque las sombras vespertinas
caen sobre la estrecha calle.
A través de la puerta semicerrada veo que el propietario va y viene por el corredor y por el cenáculo que ilumina, encendiendo los demás mecheros. Va a la puerta que da a la calle y la abre. Entra Jesús con los Apóstoles. Veo que es tarde, porque las sombras vespertinas caen sobre la estrecha calle.
Saluda al dueño a su manera acostumbrada: "La paz sea en esta casa"; y, luego, mientras los apóstoles bajan al cenáculo, entra en la habitación donde está la Virgen.
Las mujeres piadosas le saludan con profundo respeto, y se marchan, mientras cierran la puerta, dejando en libertad a la Madre y al Hijo.
Jesús abraza a su Madre, la besa en la frente. María besa primero la mano de su Hijo, luego su mejilla derecha. Jesús toma a María de la mano y hace que se siente, sin retirar su mano.
También Jesús está absorto, pensativo, triste, aun cuando se esfuerce por sonreír. María ve con ansia su rostro. ¡Pobre Madre que por la gracia y por el amor comprende la hora que ha llegado! En su rostro destacan arrugas de dolor. Sus pupilas están como abiertas a algo que contemplan. Pese a esto, conserva su serenidad al igual que su Hijo. Le habla, la saluda y se encomienda a sus oraciones.
"Madre, he venido para beber fuerzas y consuelo
de ti. Soy como un pequeñín, que tenga necesidad del
corazón materno por su dolor
Madre, adiós. Bendíceme, Madre. También por el Padre.
Perdona a todos. Perdonemos juntamente
desde ahora a los que nos torturan.
"Madre, he venido para beber fuerzas y consuelo de ti. Soy como un pequeñín, que tenga necesidad del corazón materno por su dolor, y del seno de su madre para tener fuerzas. Estos momentos he vuelto a ser tu pequeño Jesús de otros tiempos. No soy el Maestro, Madre, soy solo tu Hijo, como en Nazaret cuando era pequeño, como en Nazaret antes de abandonar mi vida privada. No tengo más que a ti. Los hombres, en estos momentos, no son ni amigos ni leales a tu Jesús. Ni siquiera tienen valor para seguir el bien. Sólo los malos son constantes y decididos en hacer lo que se proponen. Pero tú me eres fiel, y eres en esta hora mi fuerza. Sostenme con tu amor, con tus oraciones. Entre los que más o menos me aman eres la única que en esta hora sabe orar. Orar y comprender. Los demás están de fiesta, pensando en ella, pensando en el crimen, mientras Yo sufro con tantas cosas. Después de la fiesta muchas cosas acabarán, y entre ellas su modo humano de pensar. Sabrán ser dignos de Mí, todos, menos el que se ha perdido; a quien fuerza alguna puede llevarlo por lo menos al arrepentimiento. Por ahora son todavía hombres lentos que piensan en regocijarse, creyendo que está muy cerca mi triunfo; no comprenden que estoy muriendo. Los hosannas de hace pocos días los han embriagado. Madre, vine para esta hora y con alegría sobrenatural la veo aproximarse. Pero no dejo de temerla, porque este cáliz tiene dentro traición, desilusiones, blasfemias, abandono. Sostenme, Madre, como cuando con tus oraciones atrajiste sobre ti al Espíritu de Dios, dando por medio de El al mundo el Esperado de las gentes. Atrae ahora sobre tu Hijo la fuerza que me ayude a realizar la obra para la que vine. Madre, adiós. Bendíceme, Madre. También por el Padre. Perdona a todos. Perdonemos juntamente desde ahora a los que nos torturan."
Jesús ha caído de rodillas a los pies de su Madre, y la mira teniéndola asida a la cintura.
" ¡Hijo! ¡Hijo! ¡Jesús! ¡Jesús mío! "
María llora sin hacer ruido, con su rostro ligeramente alzado por la plegaria que desde su corazón eleva a Dios. Las lágrimas le ruedan por sus pálidas mejillas y caen sobre su pecho, sobre la cabeza de Jesús que la tiene apoyada contra él. Luego María pone su mano sobre la cabeza de Jesús como para bendecirlo. Se curva, lo besa entre los cabellos, se lo acaricia, como acaricia también su espalda, sus brazos. Le toma el rostro entre las manos y lo vuelve hacia sí, se lo estrecha contra el corazón. Con sus lágrimas en los ojos lo besa una vez más en la frente, en las mejillas, en los doloridos ojos. Acaricia esa pobre cansada cabeza, como si fuera la de un niño, como vi que lo hacia en la gruta de Belén. Pero ahora no canta. Dice sólo: " ¡Hijo! ¡Hijo! ¡Jesús! ¡Jesús mío! " con voz tal que me desgarra el corazón.
Jesús se levanta. Se compone el manto. Queda de pie frente a su Madre que sigue llorando. La bendice. Va a la puerta. Antes de salir dice: "Madre, vendré otra vez antes de terminar mi pascua. Ruega por Mí." Y se va...
XI. 460-463
A. M. D. G.