REFLEXIONES SOBRE LA CONDUCTA
DE PILATOS PARA CON JESÚS
#Juan, que casi siempre estuvo presente, y por lo menos próximo, es el testigo y relator más fiel.
#Todavía ahora tienen muchos seguidores.
#Como los judíos no entraron, salió Pilatos para oír a la plebe que gritaba.
#Nuevamente hipócritas los judíos, no quisieron condenarme.
#Pilatos vuelve a entrar en el pretorio y me llama. Me interroga.
#Así es siempre, hijos. También ahora.
#Pilatos no puede comprender en qué consista mi Reino.
#Pilatos me deja donde estoy, sin preguntarme más.
#Yo había dicho: "Vuestro hablar sea: sí, sí; no, no"
#Ahora Pilatos intenta por última vez salvarme
#Pilatos es un falso bueno. Bueno es Longinos
Dice Jesús:
"Quiero que medites sobre lo que se refiere a mi encuentro con Pilatos.
Juan, que casi siempre estuvo presente,
y por lo menos próximo, es el testigo y relator más fiel
Juan, que casi siempre estuvo presente, y por lo menos próximo, es el testigo y relator más fiel. El cuenta cómo salido que hube de la casa de Caifás, se me llevo al Pretorio. Dice claramente: "muy de mañana". Tú misma has visto que apenas si empezaba el día. También aclara: "ellos (los judíos) no entraron para no contaminarse y para comer la Pascua". Hipócritas como siempre lo habían sido, creyeron poder contaminarse con pisar el polvo de la casa de un gentil, pero no creían fuese pecado matar a un inocente, y con corazón tranquilo, después de haber cometido su crimen, comer la Pascua.
Todavía ahora tienen muchos seguidores. Todos los que en su interior obran mal y en lo exterior muestran respeto a la religión y amor a Dios son semejantes a ellos. ¡Fórmulas, fórmulas y no religión verdadera! Me causan asco y vómito.
Como los judíos no entraron, salió Pilatos para oír a la
plebe que gritaba
Como los judíos no entraron, salió Pilatos para oír a la plebe que gritaba. Como tenía experiencia en el gobierno y en juzgar, le bastó una sola mirada para caer en cuenta de que no era Yo reo, sino ese pueblo cargado de odio. Nuestro encuentro provocó un acercamiento de nuestros corazones que pudiéramos leer... Yo juzgué al hombre por lo que era. El me juzgó por lo que era. Yo tuve piedad de él por ser un hombre débil. El la tuvo por Mi porque era Yo inocente. Trató de salvarme desde el primer momento. Y como Roma era la única que tenía el derecho de ejercer justicia contra los malhechores, trató de salvarme diciendo: "Juzgadlo según vuestra Ley".
Nuevamente hipócritas los judíos, no quisieron condenarme
Nuevamente hipócritas los judíos, no quisieron condenarme. Es verdad que Roma tenía el derecho de sentenciar, pero cuando por ejemplo se trató de Esteban, Roma todavía mandaba en Jerusalén, y, no obstante, sin preocuparse de Roma lo lapidaron. Por lo que toca a Mi, a quien odiaban y temían -no querían reconocerme como Mesías pero querían matarme materialmente por si lo era. Obraron de manera diversa y me acusaron como alborotapueblos contra el poder romano, como a "rebelde" como diríais ahora, para conseguir que Roma me condenase. En su infame salón, y muchas veces durante mi ministerio, me habían acusado de blasfemo y falso profeta y como a tal deberían haberme lapidado. Pero ahora, para no cometer un crimen por el que instintivamente saben que serían castigados, hacen que Roma lo realice, acusándome de malhechor y rebelde. No hay nada más fácil, cuando la plebe ha sido pervertida y se encuentra bajo jefes diabólicos, que acusar a un inocente para desahogar su ansia de crueldad, y matar a quien es un obstáculo y juez de nuestras acciones. Hemos regresado a aquellos tiempos. De vez en vez el mundo, después de incubar muchas ideas perversas, explota en esta clase de manifestaciones. Como una mujer encinta, la plebe preñada de doctrinas peligrosas, pare su monstruo para que devore primero a los mejores ciudadanos y luego a sí misma.
Pilatos vuelve a entrar en el pretorio y me llama.
Me interroga
Pilatos vuelve a entrar en el pretorio y me llama. Me interroga. había oído hablar de Mi. Entre sus centuriones había quienes repetían mi Nombre con gratitud, con lágrimas en los ojos y sonrisa en el corazón. Me mencionaban como a bienhechor. En sus relaciones al Pretor, decían que la gente iba a Mi, que predicaba Yo una doctrina nueva, en que se hablaba de un reino extraño, inconcebible para ellos que eran paganos, que habían visto siempre en Mí a un hombre bueno, benigno, que no buscaba los honores de esta tierra y enseñaba y practicaba el respeto y obediencia para con los que tienen la autoridad. Eran más sinceros que los israelitas en lo que veían y en la manera de hablar de Mí. El domingo anterior, al oír los gritos de la multitud, se había asomado a la ventana, y vio a un hombre que pasaba cabalgando sobre una borriquilla, sin arma alguna, rodeado de niños y mujeres, que iba bendiciendo. Estaba seguro que no podía Yo ser un peligro para Roma. Quiere saber si soy Rey. En medio de su escepticismo pagano, quería burlarse un poco de esta realeza que cabalga sobre un asno, que tiene por cortesanos niños descalzos, mujeres sonrientes, hombres del pueblo; de esta realeza que hace tres años predica no sentir ninguna atracción por las riquezas y poder y que no habla de otras conquistas fuera de las del espíritu y corazón. ¿Qué es el alma para un pagano? Ni siquiera sus dioses la tiene. ¿Puede poseerla el hombre? Ahora bien este rey sin corona, sin palacio, sin corte, sin soldados, le repite que su reino no es de este mundo, y tanto es así que ningún servidor, ni soldado alguno se levanta a defenderlo y arrancarlo de las manos de sus enemigos. Pilatos, sentado en su silla, me escudriña porque soy un enigma para él. Si hubiera limpiado su alma de las preocupaciones humanas, de la soberbia que le daba su cargo, del error del paganismo, hubiera comprendido al punto quién soy. Pero ¿cómo penetrar la luz donde tantas cosas le cierran la entrada?
Así es siempre, hijos. También ahora. ¿Cómo puede entrar Dios y su luz donde no hay lugar para ellos, y puertas y ventanas están custodiadas por la soberbia, la debilidad humana, el vicio, la usura, guardias al servicio de Satanás contra Dios.?
Pilatos no puede comprender en qué consista mi Reino
Pilatos no puede comprender en qué consista mi Reino. Y lo que es doloroso: no pide que se lo explique. Al invitarle a que conozca la verdad, paganamente responde: "¿Qué cosa es la verdad?" y deja así una cuestión tan candente, con un levantar de hombros.
¡Oh hijos míos! ¡Oh Pilatos de ahora! También vosotros,
como aquél, dejáis una cuestión tan candente
¿Qué cosa es la Verdad?
¡Oh hijos míos! ¡Oh Pilatos de ahora! También vosotros, como aquél, dejáis una cuestión tan candente con un levantar de hombros. Os parecen cosas inútiles, pasadas de moda. ¿Qué cosa es la Verdad? ¿Dinero? No. ¿Mujeres? No. ¿Poder? No. ¿Salud física? No. ¿Gloria humana? No. Entonces no tiene importancia. No merece que corra uno detrás de una quimera. Dinero, mujeres, poder, buena salud, comodidades, honores, éstas son cosas palpables, útiles, que deben amarse y conseguirse a cualquier precio. De este modo pensáis. Y, peor que Esaú, cambiáis los bienes eternos por una comida vulgar que os daña la salud física y la eterna. ¿Por qué no insistir en preguntar: "Qué cosa es la Verdad"? Ella no quiere sino el darse a conocer para instruiros. Está delante, como lo estuvo ante Pilatos, os mira con ojos suplicantes, que os dicen: "Pregúntame y te instruiré". ¿Viste cómo miré a Pilatos? De igual modo veo a todos vosotros. Si con ojos serenos llenos de amor miro a quien me ama y pide que le hable, con ojos de tristeza amorosa miro a quien no me ama, ni me busca, ni escucha. Pero amor, siempre amor, porque el Amor es mi naturaleza.
Pilatos me deja donde estoy, sin preguntarme más
Pilatos me deja donde estoy, sin preguntarme más. Se dirige a los judíos que cada vez más levantan su voz y tratan de imponerse con la violencia. Este pobre hombre que no quiso escucharme a Mí, los escucha; él que con un fruncimiento de hombros rechazó mi invitación a conocer la Verdad. Escucha a la mentira. La idolatría, cualquiera que sea su forma, siempre va a venerar y aceptar la mentira, cualquiera que sea. Y el débil que la acepta, se siente inclinado hacia el crimen. Pilatos, en los umbrales del crimen, quiso salvarme una y otra vez. Por eso me remitió a Herodes. Sabía bien que el astuto rey, que contemporizaba entre Roma y el pueblo, obraría de modo que ni hiciera daño a los intereses de Roma, ni ofendiera al pueblo hebreo. Como todos los débiles, no se decidió, en espera de que el motín de la plebe se calmara.
Yo había dicho: "Vuestro hablar sea: sí, sí; no, no"
Yo había dicho: "Vuestro hablar sea: sí, sí; no, no". El no lo había escuchado y, si alguien se lo había referido, no hizo más que levantar los hombros. Para triunfar en el mundo, para tener honores y riquezas, hay que saber hacer del sí un no, y del no un sí, según lo aconseje el buen sentido (esto es: sentido humano). ¡Cuántos, cuántos Pilatos tiene el siglo veinte! ¿Dónde están lo héroes del cristianismo que decían constantemente sí a la verdad y por la verdad, y decían no a la mentira? ¿Dónde están los héroes que sepan hacer frente al peligro y a los eventos con fortaleza de acero, con serenidad pronta, y no buscan dilación alguna para que el bien se realice, esquive el mal, sin ambigüedad alguna?
Después de haber regresado del palacio de Herodes, he aquí la transacción de Pilatos: la flagelación. ¿Y qué esperaba con ello? ¿No sabía que la plebe es una fiera, que se embrutece al beber sangre? Pero debía Yo ser quebrantado para expiar vuestros pecados de la carne. En mi cuerpo no queda ni un lugar que no haya sido golpeado. Soy el Hombre del que habla Isaías. Al suplicio a que se me sometió se añadió otro que no lo había sido, la coronación de espinas.
¿Veis, ¡oh hombres!, a vuestro Salvador, a vuestro Rey,
coronado por el dolor para que en vuestra cabeza no
fermenten tantos pensamientos?
¿Veis, ¡oh hombres!, a vuestro Salvador, a vuestro Rey, coronado por el dolor para que en vuestra cabeza no fermenten tantos pensamientos? ¿No pensáis qué dolor haya sufrido mi inocente cabeza para pagar por vosotros, por vuestros pecados de pensamiento que se transforman en acción? Vosotros que os sentís ofendidos, aun cuando no hay motivo, mirad a vuestro Rey ofendido, y es Dios, con el manto de púrpura, con la caña cual cetro, y la corona de espinas. Está ya para morir, lo abofetean y se befan. Ni siquiera os movéis a compasión. Como los judíos seguís mostrándome los puños y gritando: "Fuera, fuera, no queremos otro Dios que no sea Cesar", ¡oh idólatras!, que no adoráis a Dios, sino a vosotros mismos y a quien entre vosotros es más poderoso. No queréis al Hijo de Dios. A causa de vuestros delitos no os ayuda. Sois más serviciales para con Satanás. Por esto lo amáis. Tenéis miedo del Hijo de Dios, como Pilatos. Y cuando sentís que os hace sentir su poder, que se hace oír la voz de la conciencia que os reprocha en su nombre, preguntáis como Pilatos: "¿Quién eres?"
Quien sea Yo, lo sabéis. Aun los que me niegan lo saben. No mintáis. Hace veinte siglos que estoy junto a vosotros, veinte siglos que os iluminan quién sea Yo, que os instruyen sobre mis prodigios. Pilatos es más digno de perdón que vosotros que tenéis una herencia de veinte siglos de cristianismo para poder apoyar vuestra fe o para que la podáis aprender y no queréis saber nada de ella. Y con todo fui más severo con Pilatos que no con vosotros. No le respondí. A vosotros os hablo, y pese a esto no logro que comprendáis quién soy Yo, a quien debéis adoración y obediencia. También ahora me acusáis de que sea vuestra ruina porque no os escucho. Por esto decía que perdéis la fe. ¡Mentirosos! ¿Dónde la tenéis? ¿Dónde está vuestro amor? ¿Cuándo es que me suplicáis y vivís con amor y fe? ¿Sois grandes? Recordadlo que lo sois porque lo quiero. ¿Sois hombres comunes y corrientes? Acordaos de que no hay otro Dios sino Yo. Nadie es más que Yo. Dadme, pues, ese culto de amor que me corresponde y os escucharé para que no sigáis siendo más hijos bastardos de Dios.
Ahora Pilatos intenta por última vez salvarme
Ahora Pilatos intenta por última vez salvarme, en el supuesto de que lo pudiese después de una despiadada flagelación. Me presenta ante la plebe: "Aquí lo tenéis. Aquí tenéis al Hombre". Le causo compasión. Espera que la plebe la tenga. Pero, ante su dureza, ante sus amenazas, no tiene el valor necesario para cumplir una acción recta y justa y decir: "Le doy libertad porque es inocente. Vosotros sois los culpables, y si no os alejáis, probaréis el castigo de Roma". Esto hubiera dicho si hubiera sido justo, sin calcular en el mal futuro que le hubiera sobrevenido.
Pilatos es un falso bueno. Bueno es Longinos
Pilatos es un falso bueno. Bueno es Longinos, que sin tener el poder del pretor, en medio del camino, rodeado de pocos soldados y de una multitud hostil, tiene el valor de defenderme, ayudarme, permitirme que descanse, que me consuelen las mujeres piadosas, que me ayude el Cirineo y en fin que pueda estar mi Madre a los pies de la cruz. Fue un héroe de la justicia y por esto muy pronto se convirtió en un héroe mío.
"Quien diere un vaso de agua en mi nombre,
tendrá recompensa".
A quien me da amor, agua que refresca mis labios,
me doy a Mí mismo, esto es, protección y bendición."
Tenedlo en cuenta, hombres que os preocupáis sólo de vuestro bien material, que aun en esto interviene Dios con su ayuda cuando ve que sois fieles a la justicia que es emanación de Dios. Yo siempre premio a quien obra con rectitud. Defiendo a quien me defiende. Lo amo y socorro. Soy el que dijo: "Quien diere un vaso de agua en mi nombre, tendrá recompensa". A quien me da amor, agua que refresca mis labios, me doy a Mí mismo, esto es, protección y bendición."
XI. 530-534
A. M. D. G.