MARÍA Y JUDAS
"SI JUDAS SE HUBIERA ARROJADO A LOS PIES DE MI MADRE, DICIENDO: "¡PIEDAD!", ELLA, LA MISERICORDIOSA, LO HUBIERA RECOGIDO COMO A UN HERIDO"
#"Horrible muerte, pero no inútil.
#El remordimiento lo hubiera aun podido salvar, si lo hubiese empleado para arrepentirse.
#Yo perdono cuando alguien cae sin voluntad de caer.
#Judas no quiso. Dices que parecía loco e hidrófobo.
#Dondequiera ve sombras temerosas el que es culpable. La conciencia las crea.
Dice Jesús:
"Horrible muerte, pero no inútil. Muchos creen que Judas haya cometido una acción insignificante. Algunos han llegado a decir que fue un benemérito porque sin él la Redención no se hubiera realizado, y que por esto, está justificado a los ojos de Dios.
En verdad os digo que si el Infierno no hubiera existido antes, cabal con sus tormentos, hubiera sido creado para Judas mucho más horrible y eterno, porque de todos los pecadores condenados él es el más, y para siempre jamás se mitigará su condenación.
El remordimiento lo hubiera aun podido salvar, si lo hubiese empleado para arrepentirse. Pero él no quiso. A su traición criminal, que hubiera encontrado misericordia en mi inclinación infinita de amar, añadió blasfemias, la resistencia a la voz de la gracia, que le hablaban por medio de los recuerdos, de los temores, de mi Sangre, de mi manto, de mi mirada, por medio de los restos de la Eucaristía instituida, de las palabras de mi Madre. El resistió a todo. Quiso resistir, como había querido traicionar. Como quiso maldecir. Como quiso suicidarse. La voluntad es lo que vale en las cosas, ya sean buenas , ya malas.
Yo perdono cuando alguien cae sin voluntad de caer. Ve lo que pasó con Pedro. Me negó. ¿Por qué? No lo sabía claramente ni siquiera él mismo. ¿Fue Pedro cobarde? No. Mi Pedro nunca lo fue. Ante los soldados y guardias del Templo tuvo valor de atacar a Malco para defenderme y se puso en peligro de que lo hubieran matado por ello. Luego huyó, por falta de voluntad. Después me negó, sin quererlo. Supo quedarse y seguir adelante por el camino sangriento de la Cruz, por mi camino, hasta llegar a su destino. Dio después testimonio de Mí, y por defender la fe murió por mi amor. Su negación fue el último extravío de su flaqueza humana. Pero la voluntad espiritual no estaba presente en esos momentos. Oprimida bajo el peso de la debilidad humana, dormía. Cuando despertó, no quiso permanecer en el pecado y quiso ser perfecto. Al punto lo perdoné.
Judas no quiso. Dices que parecía loco e hidrófobo. Lo era de rabia satánica. El terror que experimentó al ver el perro, animal en realidad raro en Jerusalén, se debe a que se atribuía a Satanás desde tiempo muy antiguo, que se apareciese a los hombres en esa forma. En los libro de magia se dice que una de la formas que prefiere Satanás para aparecerse es la de un perro misterioso, de gato, de macho cabrío. Judas, presa del terror que le había infundido su crimen, convencido de pertenecer a Satanás por su delito, ve a Satanás en la forma de un perro callejero.
Dondequiera ve sombras temerosas el que es culpable. La conciencia las crea. Satanás, por su parte, instiga estas sombras, que podrían servir para arrepentirse, y las convierte en una apariencia engañosa que arrastra a la desesperación. Y esta lleva a cometer el último crimen: el suicidio. ¿Para que arrojar el precio de la traición cuando hacerlo no es más que fruto de la ira, no de una voluntad de quererse arrepentir? Cuando esto no sucede, el desprenderse se convierte en mérito. Pero así como Judas hizo, no estuvo bien. Inútil sacrificio.
Mi Madre, y era la gracia que hablaba, mi tesorera que ofrecía el perdón en mi nombre, se lo dijo: "Arrepiéntete, Judas. El perdona..." ¡Oh, que lo habría Yo perdonado! Si se hubiera arrojado a los pies de mi Madre diciendo: "¡Piedad!", Ella, la misericordiosa, lo hubiera recogido como a un herido, y en las heridas que Satanás le había hecho, en las que él había inoculado el traicionarme, habría derramado su llanto que salva, me lo habría llevado a los pies de la cruz, tomándolo de la mano para que Satanás no lo pudiera arrebatar, y no lo golpearan los discípulos, lo habría llevado para que mi Sangre hubiera caído primeramente sobre él, el más grande de los pecadores. Y habría estado Ella, Sacerdotisa admirable en su altar, entre la pureza y la culpa, porque es Madre de las vírgenes y de los santos, pero también de los pecadores.
Pero Judas no quiso. Reflexionad sobre el poder de la voluntad de quien sois dueños absolutos. Ella os pueda dar el cielo o el infierno. Reflexionad qué quiera decir permanecer en la culpa.
El Crucificado, el que está con los brazos abiertos y enclavados para deciros que os ama, que no quiere, que no puede castigaros porque os ama, que prefiere no poderos abrazar -único dolor en su actitud de crucificado- antes que estar libre para castigaros; el Crucificado, esperanza divina para los que se arrepienten y quieren dejar la culpa, para los impenitentes es objeto de un gran pavor que los hace blasfemar y emplear la violencia contra sí mismos. Son asesinos de su propio cuerpo, de su propia alma por su persistencia en la culpa. Y la actitud del que es Bueno, que se dejó inmolar con la esperanza de salvarlos, toma la forma de un espectro pavoroso.
XI. 541-543
A.M.D.G.