APARICIÓN A JUANA

 


#entra Jesús y le pregunta suavemente: "¿Por qué lloras, Juana?"  

#"Ya resucitó. ¿No estás feliz?" "¡Oh, sí! Todos lo han visto menos María y yo.  

#Todo he perdido con su pasión... A mi Maestro y el amor de mi esposo... y su alma... porque no cree... no cree... se burla de mí... 

#"Sí. Yo sé lo que significa llevar uno solo la cruz. Por esto he venido y estoy a tu lado. Juana, ¿sabes quién te está hablando? 

  #voy a decirte cuál será tu conducta en lo futuro. La que será de tantas hermanas tuyas. Ama con paciencia y sumisión a tu vacilante esposo. Aumenta tu dulzura cuanto más él fomenta dentro de sí la amargura de miedos humanos. Aumenta tu luminosidad espiritual cuanto más él proyecta sombras de intereses terrenales. Sé fiel por los dos. Sé fuerte en tu desposorio espiritual. 

  Cuántas en lo porvenir tendrán que escoger entre la voluntad de Dios y la de su esposo! Pero serán grandes cuando, sobre el amor y la maternidad, seguirán a Dios.

  #Juana Mira y cae de rodillas, adorando y murmurando: "¡El Señor!" 

  #Sube tu calvario de mujer casada con la ayuda de mi caricia y de la de tu inocente hijito. Ha entrado conmigo en el cielo y me encargó te diera sus caricias. 

  #"Al amanecer los he besado cuando todavía dormían en sus camas, y me tomaron por un ángel del Señor. Puedo besar a los inocentes cuando quiero.  

#Sigue siendo para con ellos madre. Y para con mi Madre, hija. No te separes jamás de Ella. 

 #"¿Me repudiará, Señor?" "Es un planeta envuelto en la niebla. Llévalo a la luz con tu heroísmo de esposa y de creyente. Adiós. 

  #"Mi ángel me ha besado para consolarme por el gran dolor que tengo de que haya muerto el Señor' " dice María. 

  #Juana se dirige al Cenáculo y se lo cuenta todo a María  

#"Nosotras las mujeres debemos hacer algo porque nos hemos quedado solas y los varones han huido... Es siempre la mujer la que procrea..."  

#María la toma entre sus brazos: "Más fuerte que la fe es el amor. Es la virtud más activa. Con él crearás el alma nueva de Cusa. No tengas miedo. Yo te ayudaré."

 


 

En una rica habitación, a donde la luz exterior apenas si entra, está llorando Juana apoyada sobre el respaldo de un asiento que está junto al lecho bajo, cubierto de finas mantas. Llora con el brazo apoyado sobre el borde y con la frente sobre el brazo. Se sacude con los sollozos. Cuando por un momento levanta su cara mojada en lágrimas, buscando aire, aparece la preciosa manta mojada. Luego vuelve a su antigua posición. Sólo se le ve su delgado y blanquísimo cuello, sus negros cabellos, la espalda, la parte de su esbelto tronco. Lo demás de su cuerpo, que viste  color morado, se pierde en la penumbra.

 

entra Jesús y le pregunta suavemente:

 "¿Por qué lloras, Juana?"

 

Sin apartar la cortina o entreabrir la puerta, entra Jesús y sin hacer ruido se le acerca. Le toca los cabellos con la mano y le pregunta suavemente: "¿Por qué lloras, Juana?"

Ella que tal vez cree que sea su ángel quien le pregunta, a quien no ve, porque no levanta su cabeza del borde del lecho, con un llanto más desgarrador responde: "Porque no tengo ya ni siquiera sepulcro del Señor para ir a bañarlo con mis lágrimas y no estar sola..."

 

"Ya resucitó. ¿No estás feliz?" 

"¡Oh, sí! Todos lo han visto menos María y yo.

 

"Ya resucitó. ¿No estás feliz?"

"¡Oh, sí! Todos lo han visto menos María y yo. María lo verá sin duda en Betania... porque esa casa ha sido siempre amiga de El. La mía... la mía no lo es más... Todo he perdido con su pasión... A mi Maestro y el amor de mi esposo... y su alma... porque no cree... no cree... se burla de mí... me obliga a que ni siquiera venere la memoria de mi Salvador... para no causarle daño alguno... Para él es más importante el respeto humano... yo... yo... no sé si seguir amándolo o no, como lo quisiera mi corazón, para poder que mi alma se una al Mesías a quien le sigo fiel... Yo... yo quisiera saber... ¿Pero quien puede aconsejarme si no puedo ya verlo? ¡Oh, para mi Señor sus sufrimientos han terminado! Pero para mi empezó el viernes y continúa... ¡Oh, que soy tan débil y no tengo fuerzas para soportar esta cruz!..."

"¿Si El te ayudase, la llevarías por su amor?"

"¡Claro que sí! Con tal de que me ayudara... El sabe qué cosa significa llevar la cruz... ¡Oh, piedad de mi desventura!..."

 

"Sí. Yo sé lo que significa llevar uno solo la cruz. 

Por esto he venido y estoy a tu lado. 

Juana, ¿sabes quién te está hablando? 

¿Tu casa no es más amiga para el Mesías?

¿Por qué? 

Si tu esposo terrenal es como un planeta 

al que oculta una nube de miasmas humanos, 

tú siempre eres la Juana de Jesús.

 

"Sí. Yo sé lo que significa llevar uno solo la cruz. Por esto he venido y estoy a tu lado. Juana, ¿sabes quién te está hablando? ¿Tu casa no es más amiga para el Mesías? ¿Por qué? Si tu esposo terrenal es como un planeta al que oculta una nube de miasmas humanos, tú siempre eres la Juana de Jesús. El Maestro no te ha abandonado. Jesús jamás abandona las almas que se han unido a El. Es siempre el Maestro, el Amigo, el Esposo, también ahora que es el Resucitado. Levanta tu cabeza, Juana. Mírame. En estos momentos en que nadie oye lo que te digo, tendrás mayor contentamiento que si me hubiera aparecido como a las otras, pues voy a decirte cuál será tu conducta en lo futuro. La que será de tantas hermanas tuyas. Ama con paciencia y sumisión a tu vacilante esposo. Aumenta tu dulzura cuanto más él fomenta dentro de sí la amargura de miedos humanos. Aumenta tu luminosidad espiritual cuanto más él proyecta sombras de intereses terrenales. Sé fiel por los dos. Sé fuerte en tu desposorio espiritual. ¡Cuántas en lo porvenir tendrán que escoger entre la voluntad de Dios y la de su esposo! Pero serán grandes cuando, sobre el amor y la maternidad, seguirán a Dios. Tu padecer ha empezado. Pero ten en cuenta que el padecer desemboca en la resurrección."

 

Juana Mira y cae de rodillas, adorando 

y murmurando: "¡El Señor!"

 

Juana poco a poco ha ido levantando su cabeza. Sus sollozos se mitigan. Mira y cae de rodillas, adorando y murmurando: "¡El Señor!"

"Sí, el Señor. Ves que no me he comportado con nadie, como contigo. Yo veo las necesidades particulares y sé la ayuda que tengo que dar a las almas que lo esperan. Sube tu calvario de mujer casada con la ayuda de mi caricia y de la de tu inocente hijito. Ha entrado conmigo en el cielo y me encargó te diera sus caricias. Te bendigo, Juana. Ten fe. Te he salvado. Salvarás a otros si tienes fe."

Juana sonríe y se atreve preguntarle: "¿No vas donde los niños?"

"Al amanecer los he besado cuando todavía dormían en sus camas, y me tomaron por un ángel del Señor. Puedo besar a los inocentes cuando quiero. Pero no los desperté para no turbarlos demasiado. Su alma conserva el recuerdo de mi beso... y a su tiempo lo transmitirá a la inteligencia. Nada de lo que es mío se pierde. Sigue siendo para con ellos madre. Y para con mi Madre, hija. No te separes jamás de Ella. Con una dulzura maternal conservará lo que fue nuestra amistad. Llévale los niños. Los necesita para sentirse menos sola, ahora que no tiene a su Hijo."

"No lo permitirá Cusa."

"Sí lo permitirá."

 

"¿Me repudiará, Señor?" 

"Es un planeta envuelto en la niebla. 

Llévalo a la luz con tu heroísmo de esposa 

y de creyente. Adiós.

 

"¿Me repudiará, Señor?" Es un grito de dolor.

"Es un planeta envuelto en la niebla. Llévalo a la luz con tu heroísmo de esposa y de creyente. Adiós. Fuera de mi Madre, a nadie otro digas que te he venido a ver. También las revelaciones se hacen a quien justo es hacerlas."

Jesús en medio de una hermosísima sonrisa desaparece.

Juana se levanta, desvelada, en medio de la alegría y el dolor, entre el temor de haber soñado y la seguridad de haber visto. Pero lo que siente dentro de sí la serena. Va donde están jugando los pequeños en la terraza superior y los besa.

"¿No lloras más, mamá?" pregunta tímidamente María, que no es más la flacucha sino la esbelta y gentil niña de buenos vestidos y de cabellos bien peinados. Matías, moreno y delgado, con su exuberancia de hombrecillo, asegura: "Dime quién te hace llorar, que me las va a pagar."

Juana se los estrecha contra su corazón y hablando sobre sus cabecitas responde: "No lloro más. Jesús ha resucitado y nos bendice."

"Oh, ¿entonces no sangra más? ¿No sufre ya más?" pregunta María.

"¡Necia! Di más bien: ¡ya no está muerto! Entonces, ahora es feliz. Porque estar muerto debe ser algo feo..." dice Matías.

"Entonces ¿ya no vas a llorar, mamá?" torna a preguntar María.

"No. Vosotros, inocentes, alegraos con los ángeles."

 

"Mi ángel me ha besado para consolarme por el 

gran dolor que tengo de que haya 

muerto el Señor' " dice María.

 

"Los ángeles... Esta noche, no sé que vigilia fuese, sentí una caricia y me desperté llamando: "¡Mamá!", pero no te llamaba a ti, llamaba a mi mamá muerta porque la caricia que sentí era más suave y más dulce que la tuya, y por un momento abrí los ojos. Sólo vi una gran luz y dije: "Mi ángel me ha besado para consolarme por el gran dolor que tengo de que haya muerto el Señor' " dice María.

"También yo. Pero como tenía mucho sueño solo dije: "¿Eres tú?" Pensaba en mi ángel custodio y traté de decirle: "Ve a besar a Jesús y a Juana para que no tengan más miedo", pero no pude. Seguí durmiendo y soñando y me parecía que estaba en el cielo contigo y con María. Luego sentí aquel terremoto y me desperté asustado, pero Ester me dijo: "No tengas miedo. Ya pasó" y volví a seguir dormido."

 

Juana se dirige al Cenáculo y se lo cuenta 

todo a María

 

Juana los besa nuevamente  los deja que sigan jugando. Ella se dirige al Cenáculo. Pregunta por la Virgen. Entra donde está. Cierra la puerta y prorrumpe: "Lo he visto. Te lo anuncio. Me siento consolada y feliz. Ámame porque El me mandó que estuviese unida a ti."

La Virgen responde: "Ya te había dicho desde el sábado que te amo. Desde ayer. Porque ayer... Tan lejano que parece aquel día de lágrimas y tinieblas, de este de luz y de sonrisas."

"Sí... Me lo habías dicho, ahora recuerdo lo que El me ha repetido. Me habías dicho: "Nosotras las mujeres debemos hacer algo porque nos hemos quedado solas y los varones han huido... Es siempre la mujer la que procrea..." ¡Oh, Madre, ayúdame a dar a la vida a Cusa! El ha huido de la fe..." Juana se pone a llorar.

María la toma entre sus brazos: "Más fuerte que la fe es el amor. Es la virtud más activa. Con él crearás el alma nueva de Cusa. No tengas miedo. Yo te ayudaré."

XI. 672-675

A. M. D. G.