SE APARECE A LOS PASTORES
#Los pastores van hablando entre sí sobre la muerte y la resurrección de Jesús
#Jesús se aparece a los pastores
También ellos ligeros van por entre los olivos y están tan seguros de su resurrección que hablan de ella alegres como niños contentos. Se dirigen a la ciudad.
"Diremos a Pedro que lo mire bien y que nos diga cuán bello sea su rostro" dice Elías.
Los pastores van hablando entre sí sobre la muerte
y la resurrección de Jesús
"Por mi parte, por más bello que sea, no podré olvidar cómo fue atormentado" dice Isaac.
"¿Te acuerdas muy bien de la forma cómo fue levantado en la cruz?" pregunta Leví. "¿También vosotros?"
"Yo perfectamente. Todavía se podía distinguir. Después, ya con estos ojos viejos, no pude distinguirlo perfectamente" dice Daniel.
"Yo si lo vi hasta que murió. Pero hubiera preferido ser ciego para no verlo" replica José.
"¡Oh, bien! Ahora ha resucitado. Esto debe hacernos felices" lo consuela Juan (el pastor, no el apóstol).
"Y el recuerdo que no lo dejamos sino por hacer una caridad" añade Jonatás.
"Pero nuestro corazón se quedó allá arriba" murmura Matías.
"Sí, allá, siempre. Tú que lo viste ya en el sudario, dinos ¿cómo estaba? ¿Se parecía?" pregunta Benjamín.
"Como si hablase" responde Isaac.
"¿Veremos ese velo?" preguntan varios.
Jesús se aparece a los pastores
"Sí, su Madre lo enseña a todos. Lo veréis ciertamente, pero da tristeza verlo. Sería mejor ver... ¡Oh, Señor!"
"Siervos fieles, vedme aquí. Id. Os espero dentro de pocos días en Galilea. Quiero deciros que os sigo amando. Jonás está feliz con los demás en el cielo."
"¡Señor! ¡Señor!"
"La paz sea con vosotros, hombres de buena voluntad."
Jesús desaparece en medio de un rayo vivísimo del sol meridiano. Cuando levantan la cabeza, El no está más, pero sí la gran alegría de haberlo visto como es. Glorioso.
Están transfigurados de alegría. Llevados de su humildad no conciben haber sido dignos de haberlo visto y dicen_ "¡A nosotros! ¡A nosotros! ¡Qué bueno es nuestro Señor! Desde su nacimiento hasta su triunfo siempre humilde y bueno para con sus pobres siervos."
"¡Y qué bello es!"
"¡Oh, nunca había sido tan bello! ¡Qué majestad!"
"¡Parece más alto y más entrado en años!"
"¡Realmente es el Rey!"
"Lo llamaron el Rey pacífico! Pero también es el Rey terrible para los que tienen que tener miedo de su juicio."
"¿Viste qué rayos se desprendían de su rostro?"
"¿Y qué mirar de sus ojos?"
"Yo no me atrevía a mirarlo fijamente. Hubiera querido verlo porque pienso que no se me permitirá volver a verlo sino en el cielo. Quiero conocerlo para no tener entonces temor."
"No debemos temer si seguimos siendo
lo que somos, sus fieles siervos.
Oíste: "Quiero deciros que os sigo amando.
La paz sea con vosotros,
hombres de buena voluntad".
"No debemos temer si seguimos siendo lo que somos, sus fieles siervos. Oíste: "Quiero deciros que os sigo amando. La paz sea con vosotros, hombres de buena voluntad". Ni una palabra de más. Pero en ellas aunque pocas, se ve que aprueba todo lo que hasta ahora se ha hecho, y la mayor promesa para la vida futura. Entonemos el canto de la alegría. De nuestra alegría: "Gloria a Dios en los cielos altísimos y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad. Verdaderamente el señor ha resucitado, como había dicho por boca de los profetas, y con su palabra que no envuelve ninguna equivocación. Ha perdido con su Sangre todo cuanto el beso de un hombre le inyectó de corrupción, y limpio como el altar su cuerpo ha tomado la inefable belleza de Dios. Antes de subir a los cielos se ha mostrado a sus siervos. ¡Aleluya! Vayamos contando, ¡aleluya! ¡La eterna juventud de Dios! Vayamos anunciando a las gentes que El ha resucitado, ¡aleluya! El justo, el santo ha resucitado, ¡aleluya! Del sepulcro el inmortal ha salido. Y el hombre justo con El ha resucitado. En el pecado como en una gruta estaba encerrado el corazón del hombre. Murió para decir: ¡resucitad! Y los que estaban dispersos han resucitado, ¡aleluya! Abiertas las puertas de los cielos a los elegidos ha dicho: 'Venid'. Que nos conoce por su santa sangre que también nosotros subamos, ¡aleluya!" "
Matías, el anciano ex-discípulo de Juan el Bautista, va a la cabeza de todos cantando, como en un tiempo tal vez David había cantado ante su pueblo por las calles de Judea. Los otros lo siguen cantando en coro a cada aleluya, repletos de júbilo santo.
Jonatás ofrece lo que le queda de vida
para servirle
Jonatás, que forma parte del grupo, dice al bajar a paso veloz la pequeña colina: "Porque dije que había nacido perdí mi patria y mi casa, y por causa de su muerte he perdido la nueva casa donde treinta años trabajé como un hombre honrado. Pero aun cuando se me quitase la vida por su causa, moriría alegremente. No guardo rencor al que no me quiere por su causa. Mi Señor me ha enseñado la perfecta mansedumbre con su muerte. No me preocupa el mañana. Mi morada no está, sino en el cielo. Viviré en la pobreza que El tanto amó y le serviré hasta el momento en que me llame... sí... le ofreceré también... el que renuncie a mi patrona. Esto es la espina que más me punza... Ahora que he visto el dolor del Mesías y su gloria, no debo aquilatar mi dolor, sino esperar la gloria celestial. Vamos a decir a los apóstoles que Jonatás es el siervo de los siervos del Mesías.
XI. 677-679
A. M. D. G.