JESÚS EN EL TABOR
#Y las que por algún motivo se separasen de la Iglesia madre, se parecerán a miembros cortados,
#"¿Sufres, Señor? ¡Oh, nunca creí que pudieras sufrir más!
#Sed como he sido con vosotros.
#Cuanto más santos seáis, tantos más seréis amados de mi Corazón y el Espíritu de Dios os iluminará
#Cuando los milagros sean pocos, entonces habrá que decir que la fe y la justicia languidecen.
#Esta segunda venida mía ha empezado desde el momento de mi resurrección,.. .
#Pero siento gusto que estéis confirmados en la fe y que seáis fieles a mis órdenes
#Jesús refiere a Eliseo de Engaddi la muerte de su padre
#Y aunque no estén presentes, os prohíbo que rechacéis aun a los gentiles. No los rechacé Yo mismo,
Están todos los apóstoles, todos los pastores discípulos, también Jonatás, a quien Cusa no ha querido más en la corte. Están Marziam, Mannaén y muchos discípulos de los setenta y dos y otros más. Están bajo la sombra de los árboles. No están arriba, donde tuvo lugar la Transfiguración, sino a mitad del monte, donde hay un bosque de encinas que parece como si sirviesen de velo a la cima, y como si sostuviesen las pendientes con sus viejas raíces.
Casi todos dormitan, teniendo en cuenta la hora, el no tener qué hacer y la espera. Pero basta el grito de un niño, que no sé quién sea, ni dónde esté, para que todos se pongan de pie instintivamente, y se postren sobre la hierba.
"La paz sea con todos vosotros." Jesús pasa saludando y bendiciendo. Muchos lloran de alegría, otros sonríen. Todos sienten la paz.
Jesús se detiene donde están los apóstoles y los pastores forman un grupo con Marziam, Mannaén, Esteban, Nicolás, Juan de Efeso, Hermas, y algún que otro discípulo fiel, cuyo nombre no recuerdo. Veo al de Corozaín que no fue a sepultar a su padre por seguir a Jesús; a otro que en otras ocasiones he visto. Jesús con sus manos acaricia la cabeza de Marziam que llora al verlo, lo besa en su frente, lo estrecha con su corazón.
Se vuelve a los demás y dice: "Muchos y pocos. ¿Dónde están los demás? Sé que mis discípulos fieles son muchos. ¿Cómo entonces apenas sois unos quinientos, sin contar los niños?"
Pedro se pone de pie y habla por todos. Había estado de rodillas en la hierba. "Señor, entre el día trece y veinte después de tu muerte han venido muchos a aquí de muchas ciudades de Palestina diciendo que te habían visto. De este modo, muchos por verte antes, fueron quien con éste, quien con aquél. Algunos no hace mucho que partieron. Los que vinieron decían que te habían visto en diversos lugares, y lo que era maravilloso, todos afirmaban haberte visto en el día duodécimo después de tu muerte. Creímos nosotros que se trataba de un engaño de esos falsos profetas, de los que hablaste y de los que dijiste que se levantarían para llevar a la trampa a los elegidos. Lo dijiste en los Olivos la noche anterior..." Pedro, al recordar lo de aquella noche, baja la cabeza lleno de dolor. Dos lágrimas, y luego otras más, le caen sobre la barba.
Jesús le pone la mano derecha sobre la espalda. Pedro se estremece fuertemente al sentir su contacto, y al no atreverse a tocarla, inclina su cuello, y con su mejilla se la acaricia, y se la besa tiernamente.
Santiago de Alfeo habla: "Aconsejamos a los que se dirigían al mar, Bozra, Cesarea de Filipo, Pela, Cades, al monte cercano a Jericó, a la llanura como la de Esdrelón, al gran Hermón, a Beterón, Betsames y a otros lugares que apenas si tienen nombre, pues se componen de casuchas aisladas en la llanura cercana a Jafa o Galaad, aconsejamos, digo, que no fueran. Algunos decían: "Lo hemos visto y oído". Otros mandaban a decir que te habían visto y hasta comido contigo. Queríamos detenerlos, pensando que podrían ser insidias de quien no nos quiere, o bien fantasmas que veían personas sugestionadas. Ellos quisieron ir, unos a acá, otros a allá. Y así nos hemos visto reducidos a menos de un tercio."
quiero que mis palabras sean obedecidas,
especialmente por mis siervos. Si éstos empiezan
por desobedecer, ¿qué harán los creyentes?
"Hicisteis bien en haber insistido porque no se fueran. No porque no haya estado donde ellos aseguraban haberme visto, sino porque les había mandado que se estuviesen aquí, unidos en la oración, esperándome y porque quiero que mis palabras sean obedecidas, especialmente por mis siervos. Si éstos empiezan por desobedecer, ¿qué harán los creyentes?
Escuchad todos vosotros que estáis aquí. Recordad que en un organismo, para que en realidad sea activo y sano, es necesaria una jerarquía, esto es quien mande, quien trasmita las órdenes recibidas, y quien obedezca. Lo mismo sucede en las cortes de los reyes. De igual modo en las religiones: en nuestra religión hebrea, en otras, aun cuando no sean puras. Siempre existe una cabeza, ministros, siervos de éstos, fieles. Un pontífice no puede hacer todo por sí solo. Tampoco un rey. Y sus disposiciones se refieren a contingencias humanas, a formalismos rituales... Así es. Esto mismo aun en la religión mosaica, en que no queda más que un formalismo de ritos, de movimientos de un grupo que sigue cumpliendo los mismos actos, aun cuando el alma de tales actos es algo que está muerto, muerto para siempre. El que les daba vida, el que daba valor a sus ritos, se ha retirado. Los ritos son actos, y no más. Actos que cualquier payaso puede imitar como si estuviese en un teatro. ¡Ay de aquella religión que muere, y de fuerza real, viva, se convierte en pantomima ruidosa, exterior, en cosa vacía detrás del escenario, detrás de los vestidos pomposos, en mecanismos que realizan determinados movimientos, a la manera como una llave da vuelta a una muelle, por tanto ésta como la llave no tienen conciencia de lo que hacen! ¡Ay de aquel día! Recordadlo.
Recordadlo siempre y decidlo a vuestros
sucesores, porque quiero que esta verdad la
conozcan los siglos.
Causa menos terror que un planeta caiga
que no una religión.
Recordadlo siempre y decidlo a vuestros sucesores, porque quiero que esta verdad la conozcan los siglos. Causa menos terror que un planeta caiga que no una religión. Si el cielo se quedase sin estrellas o planetas, para los pueblos no sería una desgracia semejante a la de quedarse sin una religión real. Proveería Dios sabiamente a las necesidades de los mortales, porque todo lo puede para con los que en el camino de la sabiduría, o en el camino que su ignorancia conoce, buscan, aman a la divinidad con espíritu recto. Pero si llegase el día en que los hombres no amasen más a Dios, porque los sacerdotes de todas las religiones hubieran hecho de ellas únicamente una pantomima, siendo los primeros en no creer en su religión, ¡ay de la tierra!
Ahora bien, si esto digo aun de las religiones que no son las verdaderas, que brotaron por revelación parcial a un sabio, o por la necesidad instintiva del hombre de crearse una fe para alimentar su alma con el amor hacia un dios. Es este deseo el estímulo más fuerte en el hombre, el estado permanente en busca de Aquél que existe, que el corazón ama, aun cuando la inteligencia soberbia niegue tributar obsequio a cualquier divinidad, aun cuando el hombre no sepa dar un nombre preciso a este anhelo que dentro de él aletea. Si esto es así, ¿qué deberé decir de esta religión que os he dado, que lleva mi Nombre, de ésta para la que he creado pontífices y sacerdotes, de ésta que os he ordenado que propaguéis por toda la tierra? Esta religión, única, verdadera, perfecta, inmutable en su doctrina que Yo, cual Maestro he enseñado, y que el Espíritu Santo, que vendrá, siempre irá completando. El Espíritu Santo, guía santísimo de mis pontífices, y de todos los que los ayuden cual cabezas secundarias en las diversas iglesias creadas, en las diversas regiones donde enraizaré mi palabra. Estas iglesias diversas en número, no lo serán en el pensamiento. Serán una sola cosa con la Iglesia, siendo partes del gran edificio siempre mayor, el nuevo Templo que con todos sus recintos tocará todos los confines del mundo. No serán diversas en el pensamiento, ni se contradirán entre sí mismas, sino que se unirán, como hermanas, sujetas todas a la cabeza de la Iglesia, a Pedro, y a sus sucesores, hasta el fin de los siglos. Y las que por algún motivo se separasen de la Iglesia madre, se parecerán a miembros cortados, a los que la mística sangre, la gracia que de Mí brota, cual cabeza divina, no llega. Se parecerán a los hijos pródigos que se han ido, porque quieren, de la casa paterna. Contará con sus efímeras riquezas. Pero su miseria será cada vez mayor, hasta embotarse con alimentos y bebidas demasiado pesados para la inteligencia espiritual, y languidezca comiendo las bellotas amargas de los animales inmundos hasta que, con corazón contrito, vuelvan a la casa paterna diciendo: "Hemos pecado. Padre, perdónanos y ábrenos las puertas de tu casa" Y entonces, se trate de un miembro de una iglesia separada, o de una iglesia entera -¡oh! si así fuera; pero ¿dónde, cuándo surgirán imitadores míos prontos a redimir iglesias enteras separadas, a costo de su vida, para hacer, para formar de nuevo un solo rebaño bajo un solo pastor, como lo deseo ardientemente?- entonces bien se trate de uno solo, o de una asamblea completa los que regresan, abridles las puertas. Sed paternales. Pensad que todos, por una hora o durante muchas, tal vez por años, fuisteis uno por uno hijos pródigos inclinados hacia la concupiscencia. No seáis duros con quien se arrepiente. ¡Recordadlo! ¡Recordadlo!.
así como os recibí, de igual modo haced vosotros.
Todo lo que he hecho, hacedlo vosotros.
Esta es mi orden.
Muchos de vosotros, hace unos veinte días, huisteis. ¿Y no fue señal de que no me amabais? Por lo tanto, así como os recibí, porque llegasteis arrepentidos, de igual modo haced vosotros. Todo lo que he hecho, hacedlo vosotros. Esta es mi orden. Por tres años habéis vivido conmigo. Conocéis mis obras, mi modo de pensar. Cuando en lo futuro os encontréis con un caso sobre el que tengáis que decidir, volved los ojos a los días en que estuvisteis conmigo, y comportaos como lo he hecho. Jamás os equivocaréis. Soy el ejemplo vivo y perfecto de lo que debéis hacer.
Recordad que Yo mismo no me negué al mismo Judas de Keriot... El sacerdote debe, con todos los medios, tratar de salvar. Que el amor siempre venza entre los medios que uséis. Recordad que no ignoraba la tragedia de Judas... Pero, venciéndome a Mí mismo, lo traté como traté a Juan. Vosotros... frecuentemente ignoraréis la amargura de saber que todo ha sido inútil por salvar a un discípulo amado... Y podréis hacerlo sin la desilusión que se saborea cuando se sabe que todo es inútil... Se debe trabajar siempre... hasta que todo termine..."
¡Oh, nunca creí que pudieras sufrir más!
"¿Sufres, Señor? ¡Oh, nunca creí que pudieras sufrir más! Todavía sufres por Judas. ¡Olvídalo, Señor!" grita Juan que ni por un instante quita sus ojos de Jesús, que abre los brazos en la forma que solía hacerlo cuando se resignaba a un hecho penoso. Responde: "Así es... Judas ha sido y es el dolor más grande en el mar de mis dolores. Es el dolor que me queda... Los otros dolores terminaron con mi sacrificio, pero éste no. Lo amé. Me entregué Yo mismo hasta la muerte por salvarlo... Pude abrir las puertas del limbo y sacar a los que en él estaban. Pero el lugar de horror donde está, me quedó cerrado. Para él mi muerte fue inútil."
"¡No sufras, no sufras! ¡Eres glorioso, Señor mío! ¡Nadie más que Tú debe gloriarse y alegrarse! ¡Has bebido el cáliz de tu dolor!" agrega Juan.
"De veras que nadie se podía imaginar que pudiera sufrir" dicen todos, sorprendidos y conmovidos.
"¿Y no pensáis cuánto tendré que sufrir en el correr de los siglos, por cada pecador impenitente, por cada hereje que me negará, por cada fiel que me renegará, por cada -dolor indecible- por cada sacerdote culpable, causa de escándalo y ruina? ¡No lo sabéis! Aún no. No lo comprenderéis hasta que no estéis conmigo en la luz de los cielos. Entonces sí que lo comprenderéis... Al contemplar a Judas he contemplado a los elegidos cuya elección se cambia en ruina por su voluntad perversa... ¡Oh! Vosotros que sois fieles, que formaréis los futuros sacerdotes, acordaos de mi dolor, sed siempre cada vez más santos para consolar mi dolor, formadlos santos, para que, cuanto es posible, no se repita este dolor. Exhortad, vigilad, enseñad, combatid, alertas como lo es una madre, incansables como un maestro, atentos como pastores, fuertes como guerreros para sostener a los sacerdotes que vendrán a vosotros. Haced que la culpa del duodécimo apóstol no se repita bastantes veces en lo futuro...
Sed como he sido con vosotros.
Sed como he sido con vosotros. Os dije: "Sed perfectos como el Padre celestial" Y vuestro ser humano tiembla ante esta orden mía; y ahora más de cuando os lo dije, porque ahora conocéis vuestra debilidad
Pues bien, para daros ánimos os digo: "Sed como vuestro Maestro". Soy el Hombre. Lo que hice, podéis hacerlo. Aun milagros. Para que el mundo conozca que soy Yo quien os manda, y que quien sufre, no llore desconsolado: "El no está más entre nosotros para que cure a nuestros enfermos y mitigue nuestros dolores". En estos días he hecho milagros para consolar corazones y persuadirlos a que el Mesías no ha sido exterminado porque se sujetó a la muerte, antes bien es más poderoso y para siempre. Pero cuando no esté más con vosotros, haréis lo que he hecho hasta ahora y que haré todavía. Mas no por poder hacer milagros, sino por vuestra santidad se amará la nueva religión. Y debéis ser celosos de vuestra santidad, no del don que os transmito. Cuanto más santos seáis, tantos más seréis amados de mi Corazón y el Espíritu de Dios os iluminará mientras su bondad y poder llenarán vuestras manos con dones del cielo. El milagro no es una cosa necesaria e indispensable para vuestra vida de fe. Mas bien, ¡bienaventurados los que sepan permanecer en el fe, sin medios extraordinarios para creer! El milagro no es algo exclusivo a tiempos especiales que termine con ellos. El milagro existirá en el mundo. Habrá siempre. Tanto más numerosos, cuantos más justos haya en el mundo. Cuando los milagros sean pocos, entonces habrá que decir que la fe y la justicia languidecen. Porque he dicho: "Si tenéis fe, podréis cambiar de lugar las montañas" También he dicho: "La señales que acompañarán a los que tienen fe en Mí será su victoria sobre los demonios, sobre las enfermedades, sobre los elementos y sobre las asechanzas."
Un mundo que no tenga milagros, sin calumniarlo
se le podrá decir: "Has perdido la fe y la justicia.
Eres un mundo sin santos."
Dios está con quien lo ama. La señal de cómo mis fieles estarán en Mí, será el número y potencia de prodigios que obrarán en mi nombre para glorificar a Dios. Un mundo que no tenga milagros, sin calumniarlo se le podrá decir: "Has perdido la fe y la justicia. Eres un mundo sin santos."
Así pues, volviendo a lo de antes, habéis hecho bien haber querido detener a los que, semejantes a niños engañados al oír que se toca música, o por una rareza, se apartan de las cosas seguras. Pero reciben su castigo porque pierden mi palabra. También vosotros cometisteis vuestro error. Os habéis acordado de que os había dicho de que no fuerais de acá para allá porque alguien os dijera que estoy en este o aquel lugar. Os habéis acordado que también os dije que en la segunda venida el Mesías será semejante al relámpago que parte del oriente, y retorciéndose llega la occidente en un momento en que apenas si se cierran y abren los ojos.
Esta segunda venida mía ha empezado desde el
momento de mi resurrección,.. . Pero antes, ¡cuántas
veces me apareceré para convertir, curar,
consolar, enseñar, dar órdenes! ... pero la tierra
no se verá privada de mi presencia. Yo seré,
Velador y amigo, Maestro y Médico,
Esta segunda venida mía ha empezado desde el momento de mi resurrección, y culminará con mi aparición, cual Juez de todos los resucitados. Pero antes, ¡cuántas veces me apareceré para convertir, curar, consolar, enseñar, dar órdenes! En verdad os digo: estoy para regresar a mi Padre, pero la tierra no se verá privada de mi presencia. Yo seré, velador y amigo, Maestro y Médico, donde cuerpos o almas, pecadores o santos, tendrán necesidad de Mí, o que Yo elegiré para transmitir mis palabras a los demás. También esto es verdad: la raza humana tendrá necesidad de una continua manifestación de amor de mi parte, pues es muy dura de doblegarse, fácil de enfriarse, pronta para olvidar, deseosa de seguir la bajada en vez de la subida, que si no la detuviese con medios sobrenaturales, de nada servirían la ley, el Evangelio, las ayudas divinas que mi Iglesia proporcionará, para conservar al linaje humano en el conocimiento de la verdad y en su voluntad de llegar al cielo. Hablo de los que creerán en Mí... que serán siempre menos que los que poblarán la tierra.
Para entrar al cielo no es ni siquiera necesario
lo extraordinario, antes bien es un arma
que si se le usa mal puede llevar al infierno.
Vendré. Quien me tenga, que sea humilde. Quien no, no lo haga sólo para que con ello sea alabado. Nadie desee lo extraordinario. Dios sabe cuándo y dónde darlo. Para entrar al cielo no es ni siquiera necesario lo extraordinario, antes bien es un arma que si se le usa mal puede llevar al infierno. Os voy a decir cómo, porque puede nacer la soberbia, porque puede sobrevenir un estado de espíritu, que Dios aborrece, semejante a una soñolencia y uno se contente con ello, creyéndose ya en el cielo por el don recibido. En tales casos, en lugar de llama y alas, se convierte en hielo, en roca y el alma cae y muere. Además un don mal usado puede provocar avidez de tener más para ser alabado. En este caso podría entrar el espíritu del mal en lugar del Señor, para seducir a los imprudentes con prodigios necios. Procurad estar siempre lejos de cualquier clase de seducción. Contentaos con lo que Dios os da. El sabe lo que os es útil y en qué medida. Pensad siempre que cualquier don es una prueba más que un don, una prueba de vuestra justicia y voluntad. A todos os he dado las mismas cosas. Lo que a vosotros os sirvió, a Judas arruinó. ¿Fue acaso una cosa mala el don? No. La voluntad suya era mala...
de que hoy en adelante estaré en el oriente como
en el occidente, en el sur y en el norte
Soy Hombre verdadero
Pero también soy verdadero Dios.
De igual modo ahora. Me he aparecido a muchos, no solo para consolar y hacer algún beneficio, sino para contentaros. Me pedisteis que persuadiese al pueblo, a quien el Sanedrín trata de convencer de que no he resucitado. Me he aparecido a niños, a adultos en el mismo día, en lugares tan distantes entre sí que serían necesarios muchos días para recorrerlos. Pero para Mí no existe más la esclavitud de la distancia. Y esto que hice ha desorientado también a vosotros. Os habéis dicho: "Estos han visto fantasmas". Habéis, pues, olvidado una parte de mis palabras, esto es, de que hoy en adelante estaré en el oriente como en el occidente, en el sur y en el norte, donde quiera estaré, sin que nada me lo impida, veloz como el rayo. Soy Hombre verdadero. Ved mis miembros. Mi Cuerpo está duro. Tiene calor. Camina, respira, habla. Pero también soy verdadero Dios. Y si durante treinta y tres años mi divinidad, por un fin supremo, estuvo oculta bajo mi humanidad, ahora mi divinidad, aunque sigue unida a ella, goza ahora de la libertad perfecta de los cuerpos gloriosos. No está sujeta a ninguna limitación humana. Vedme, aquí estoy con vosotros y podría, si quisiera, estar en un instante en los confines del mundo para traer a Mi algún alma que me buscare.
¿Qué fruto conseguiré al haber estado en Cesarea Marítima, en la alta Cesarea, en Carit, Engaddi, Pela, Yutta y en otros lugares de la Judea, en Bozra, en el grande Hermón, Sidón, y en los confines galileos? ¿Y qué el haber curado a un niño, resucitado a uno que hacía poco había expirado, el haber consolado a un ser angustiado y llamado a mi servicio a uno que se había consumido en la penitencia, a un justo que me lo había pedido, y entregado mi mensaje a inocentes, mis órdenes a un corazón fiel? ¿Persuadirá esto al mundo? No. Los que creen continuarán creyendo, con más seguridad y paz, pero no con mayor fuerza porque ya han aprendido a creer. Los que no supieron creer con una fe verdadera quedarán con sus dudas. Los malvados dirán que son delirios y mentiras mis apariciones, que el que había muerto no había muerto, sino que dormía... ¿Os acordáis de la parábola del rico Epulón? De cómo Abraham respondió al condenado: "Si no escuchas a Moisés y a los profetas, mucho menos creerán a uno que haya resucitado y que les diga lo que tienen que hacer" ¿Me han acaso creído?¿A mis discípulos?¿Qué consiguió el milagro de la resurrección de Lázaro? Que se hubieran apresurado a condenarme. ¿Qué cosa mi resurrección? Que me odien más. También mis milagros de estos últimos días en que estoy con vosotros no persuadirán al mundo, sino a los que no son más del mundo, pues han escogido el reino de Dios con sus fatigas y penas presentes y su gloria futura.
Pero siento gusto que estéis confirmados
en la fe y que seáis fieles a mis órdenes
Pero siento gusto que estéis confirmados en la fe y que seáis fieles a mis órdenes, estando en este monte a mi espera, sin tener prisas humanas de gozar aun de cosas buenas, pero distintas de las que os había señalado. La desobediencia da un décimo y quita nueve. Ellos se fueron y oirán palabras humanas. Vosotros os habéis quedado, habéis escuchado mi palabra que aunque os repite cosas ya dichas, siempre es buena y útil. La lección servirá de ejemplo a todos vosotros, y a los que vendrán en lo futuro."
Jesús refiere a Eliseo de Engaddi la muerte
de su padre
Jesús pasa sus ojos por los presentes: "Ven, Eliseo de Engaddi. Tengo algo que comunicarte."
No había yo reconocido al ex-leproso, hijo del viejo Abraham. En aquella ocasión era un esqueleto, un espectro, ahora es un robusto hombre, en la flor de la edad. Se acerca. Se postra a los pies de Jesús que le dice. "Una pregunta tienes en los labios desde que te enteraste que estuve en Engaddi, que es: "¿Has consolado a mi padre?" Te respondo: "¡Más que consolado! Me lo he llevado conmigo"."
"¿Contigo, mi Señor? ¿Dónde está que no lo veo?"
"Eliseo, estoy acá por un poco de tiempo, luego me voy donde mi Padre..."
"¡Señor!...¿Quieres decir... que mi padre ha muerto?"
"Se quedó dormido sobre mi corazón. También para él ha terminado el sufrir. Lo bebió, y siempre fue fiel al Señor. No llores. ¿No lo habías dejado acaso para seguirme?"·
"Sí, Señor mío..."
"Pues bien, tu padre está conmigo, y al seguirme, tú sigues cerca de tu padre."
"Pero, ¿cuándo?¿Cómo?
"En su viña, donde por vez primera me oyó hablar. Me acordó la petición que el año pasado me había hecho. Le dije: "Ven". Murió dichoso, porque dejaste todo por seguirme."
"Perdona si lloro... era mi padre..."
"Sé comprender el dolor." Le pone la mano sobre la cabeza para consolarlo y dice a los apóstoles: "Aquí tenéis un nuevo compañero. Amadlo mucho porque lo saqué de su sepulcro para que me sirviera."
Y aunque no estén presentes, os prohíbo que
rechacéis aun a los gentiles. No los rechacé
Yo mismo
Luego: "Elías, ven a Mí. No estés avergonzado como uno que fuera extraño a sus hermanos. Todo el pasado ha terminado. También ven tú, Zacarías, que dejaste padre y madre por seguirme. Entra con los setenta y dos, junto con José de Cintio. Lo merecéis, porque desafiasteis a los poderosos por Mí. También tú, Felipe, y tú, su compañero, que no quieres que se te llame con tu nombre porque te suena mal, toma, entonces, el de tu padre que es un justo, aun cuando no es de los que me siguen abiertamente. ¿Lo veis? No excluyo a ninguno que tenga buena voluntad. No a los que me seguían como discípulos, ni a los que hacían buenas obras en mi nombre, aunque no pertenecían a los grupos de mis discípulos, ni a los que pertenecían a sectas que no todos aman, los cuales pueden entrar siempre en el camino justo y no se les excluye. Como hago, haced. Junto éstos a los viejos discípulos, porque el reino de Dios está abierto a todos los que tienen buena voluntad. Y aunque no estén presentes, os prohíbo que rechacéis aun a los gentiles. No los rechacé Yo mismo, cuando vi que buscaban la verdad. Haced lo que Yo he hecho. Tú, Daniel, que saliste en verdad de la cueva no de leones, sino de chacales, ven, únete a éstos. Ven tú, Benjamín. Os uno con éstos (señala a los setenta y dos, cuyo número casi está completo) porque la mies del Señor se multiplicará y son necesarios muchos operarios.
Estémonos aquí, mientras pasa el día. Al atardecer dejaréis el monte y al amanecer vendréis conmigo, vosotros los apóstoles, vosotros dos que nombré por separado, todos los que pertenecéis al número de los setenta y dos (señala a Zacarías y a José de Cintio que no me es desconocido). Los otros se quedarán a esperar a los que se fueron a otros lugares, como insectos ociosos, y les diréis en mi nombre que al Señor no se le encuentra imitando a niños traviesos y desobedientes. Que todos se reúnan en Betania veinte días antes de Pentecostés, porque después, en vano me buscarán. Sentaos todos aquí, y descansad. Vosotros venid acá."
Lleva de la mano a Marziam. Los siguen los once apóstoles. Se sienta en el tupido bosque de encinas, trae hacia Sí a Marziam que está muy triste, tanto que Pedro dice: "Consuélalo, Señor, ha estado triste, y ahora lo es más."
"¿Por qué, muchacho? ¿No estás conmigo? ¿No debes de alegrarte de que sufro más?"
Por toda respuesta Marziam se pone a llorar.
"No sé lo que le pasa. Inútilmente le he estado preguntando. Además, ¡estas lágrimas no me las esperaba hoy!" refunfuña Pedro, un poco de mal humor.
"Yo lo sé" interviene Juan.
"¡Felicidades, entonces! ¿Por qué estas lágrimas?"
"No es que haya empezado a llorar hoy. Hace días que llora."
"Eso lo sabía. Pero, ¿por qué?"
"El Señor lo sabe. Estoy seguro. Y creo que es el único que puede consolarlo" dice Juan sonriendo.
"Es verdad. Lo sé. Sé que Marziam, un buen discípulo, es en realidad en estos momentos un muchacho, un muchacho que no ve la realidad de las cosas. Pero, tú que eres mi preferido entre todos los discípulos, ¿no piensas que he ido a fortalecer la fe de los que vacilaban, a absolver, recoger vidas que expiraban, a destruir el veneno, que la duda inyectaba en los más débiles, que empezaba a ejercer su influjo, a responder compasiva o severamente a los que se sentían con ardor de combatirme, a dar testimonio con mi presencia que he resucitado donde se aseguraba que estaba muerto? ¿Había razón de visitarte, muchacho, cuya fe, esperanza, caridad, voluntad y obediencia las conozco?. ¿A visitarte por un momento, cuando de hoy en adelante, te tendré muchas veces así? ¿Quiénes celebrará la pascua conmigo, sino tú solo entre todos los otros discípulos? ¿Ves a todos esos? Han celebrado su pascua, y el sabor del cordero, del caroset, de los ácimos, del vino, se les ha convertido en sabor a ceniza, a hiel en las horas que siguieron. Pero Yo y tú, hijo mío, celebraremos gozosos nuestra pascua, y será cual miel que baja y que así se queda. Quien llora, gozará. Quien ha gozado no tiene derecho de gozar de nuevo."
"De veras... aquel día no estábamos muy contentos..." murmura Tomás.
"Sí... Teníamos miedo en el corazón" dice Mateo.
"Había algo que bullía en mí. Sospechas, rencores. Lo digo por mí", agrega Tadeo.
"Y por eso decís todos quisierais celebrar la pascua suplementaria..."
"Así es, Señor" confirma Pedro.
"Hubo un día en que te lamentabas de que las discípulas y tu hijo no tomaban parte en el banquete pascual. Ahora te lamentas por quien no pudo entonces alegrarse."
"Es verdad. Siempre me equivoco. Soy un pecador."
"Y Yo te compadezco. Quiero que todos vosotros estéis a mi alrededor y también las discípulas. Lázaro nos volverá a dar hospitalidad. No quise que hubieran estado tus hijas, Felipe, ni vuestras mujeres, ni Mirta, Noemí y la jovencilla que está con ellas, ni éstos. No había lugar para todos en Jerusalén, ¡en esos días!"
"Es verdad. Y fue mejor que no hubieran estado" recalca Felipe.
"Sí. Habrían visto nuestra cobardía."
"Así es. Yo se la confesé a mi hijo y pensé que por eso estaba triste. La confesé porque cada vez siento alivio. Es como si me quitaran una carga del corazón. Cada vez que me humillo, me siento más perdonado. Pero si Marziam está triste, porque Tú te mostraste a otros..."
"Es la única razón, padre mío."
"Entonces, cobra ánimos. El te ha amado siempre y te ama. Respecto de la segunda pascua te lo había dicho..."
"Yo pensaba que no había obedecido bien, que no había hecho lo que me ordenaste por medio de Porfiria, y que por esto me castigabas. Pensaba que no te me aparecías porque odiaba a Judas y a los que te crucificaron" confiesa claramente Marziam."
"No hay que odiar a nadie. He perdonado."
"Sí, Señor mío. No odiaré más."
"Y ya no esté más triste."
"Ya no lo estaré, Señor." Marziam, como todos los jovenzuelos, tiene más confianza que los demás y se echa en los brazos de Jesús, seguro de que no está irritado contra él. Parece un polluelo bajo el ala de la gallina. Busca con ansia que le abrace, para asegurarse de su completo perdón y, feliz, se adormece.
"Todavía es un niño" observa Zelote.
"Sí, ¡pero lo que ha sufrido! Me lo dijo Porfiria, cuando se lo contó José de Tiberíades y me lo trajo",dice Pedro. Luego dirigiéndose al Maestro: "¿Irá también Porfiria a Jerusalén?" Cuánto deseo repercute en su súplica.
"Todas. Las quiero bendecir antes de subir a mi Padre. También ellas han ayudado, y muchas de ellas, mejor que los varones."
"Siempre estamos juntos."
"Detrás del velo del Santo de los Santos entra
solamente el Sumo Sacerdote."
"Que existen bienaventuranzas que no pueden
describirse y darse a conocer.
Esto es lo que quería decir."
"¿Y no vas donde tu Madre?" le pregunta Tadeo.
"Siempre estamos juntos."
"¿Juntos?¿Cuándo?"
"Judas, Judas ¿te parece que Yo, que en Ella siempre encontré alegría y contento, no esté con Ella?"
"Pero María está sola en su casa. Ayer me lo dijo mi madre."
Jesús sonriendo responde: "Detrás del velo del Santo de los Santos entra solamente el Sumo Sacerdote."
"¿Qué quieres dar a entender?"
"Que existen bienaventuranzas que no pueden describirse y darse a conocer. Esto es lo que quería decir."
Separa delicadamente a Marziam y lo pasa a Juan que es el más cercano. Se pone de pie. Y mientras todos, con la cabeza inclinada, de rodillas, menos Juan que tiene sobre sus rodillas a Marziam, reciben su bendición, desaparece.
"Es exactamente como el rayo" dice Bartolomé.
Se quedan pensativos en espera del crepúsculo.
XI. 772-782
A. M. D. G.