MARÍA Y JUAN EN LOS LUGARES
DE LA PASIÓN
#María se dirige a la roca de la Agonía.
#María baja ahora a la plazoleta donde fue capturado Jesús.
#María hace una narración de lo que hizo la pareja Adán-Eva y lo que hizo Ella con Jesús.
#Pero yo no soy Eva. Soy la Mujer del Ave. He transformado las cosas.
#Visitan a los leprosos y ninguno pide ser curado
#Llegada a la cima, besa con todo su alma el lugar de la crucifixión.
#Bajan la colina, entran en el huerto de José. Se ve la entrada al sepulcro,
#La Virgen desea tener consigo los lienzos que envolvieron el cuerpo de Jesús
#Salen del sepulcro, y del huerto y por el mismo camino que habían traído, regresan a Getsemaní.
MARÍA EN LOS LUGARES DE LA PASIÓN EN GETSEMANÍ
María se dirige a la roca de la Agonía.
Es el alba. Una hermosa alba de verano. María, con el fiel Juan, sale de la casita del Getsemaní y camina ligera por un olivar silencioso y solitario. Sólo el trinar de algún pajarillo y el piar de los pequeñuelos en su nido interrumpen el silencio profundo que reina. María sin titubeo alguno se dirige a la roca de la Agonía. Se arrodilla, besa aquello que parece ser todavía una mancha de la sangre de Jesús, que penetró en las hendiduras, las acaricia, como si todavía acariciase a su Hijo, o algo de El.
Juan, de pie, detrás, la mira y llora en silencio. Se seca rápidamente las lágrimas cuando María se levanta. ¡Con que amor la ayuda! ¡Con que veneración y piedad!
María baja ahora a la plazoleta donde fue capturado Jesús. También aquí se arrodilla, se inclina a besar la tierra, después de haber preguntado a Juan: "¿Es exactamente éste el punto del beso horrible e infame que contaminó este lugar mucho más de lo que no ensució al paraíso terrestre la asquerosa y corruptora conversación de la serpiente con Eva?"
María hace una narración de lo que hizo
la pareja Adán-Eva y lo que hizo Ella con Jesús
Pero yo no soy Eva. Soy la Mujer del Ave.
He transformado las cosas.
Luego se levanta y dice: "Pero yo no soy Eva. Soy la Mujer del Ave. He transformado las cosas. Eva arrojó al fango lo que era del cielo. Yo acepté todo: incomprensiones, críticas, sospechas, dolores -cuántos dolores y de cuántas clases antes del dolor supremo- para sacar del fango sucio lo que Eva y Adán habían arrojado, y levantarlo hacia el cielo. A mí no me pudo hablar el demonio, aunque lo hubiera intentado, como lo intentó con mi Hijo, para destruir definitivamente el plan de redención. Conmigo no pudo hablar porque cerré los oídos y los ojos al verlo, al oírlo, y sobre todo cerré mi corazón y mi espíritu a todo asalto de lo que no es santo y puro. Mi limpio corazón, sin rasguño alguno, como diamante puro, se abrió solo al Ángel del mensaje. Mis oídos escucharon sólo esa voz espiritual, y así reparé, reedifiqué lo que Eva había lesionado y destruido. Soy la Mujer del Ave y del Fiat. He restablecido el orden quebrantado por Eva. Ahora puedo quitar y lavar con mis besos, con mis lágrimas la huella de aquel beso maldito y de aquella contaminación. La mayor de todas porque no la hizo un hombre a otro hombre, sino la criatura a su Maestro y amigo, a su Creador y Dios."
Se dirige al cancel que abre Juan. Salen hacia el Getsemaní, bajan por el Cedrón, atraviesan el puentecillo, y también allí la Virgen se arrodilla para besar el rústico pretil del puente, donde pegó contra él. Dice: "Todos los lugares donde padeció los amo. Quisiera tenerlos todos en mi casita. Pero no se puede" suspira, y luego añade: "Vamos ligeros, antes de que empiece a venir gente."
Visitan a los leprosos y ninguno pide ser curado
Emprenden el camino, no entran en la ciudad, costean el valle de Hinnón y las cavernas donde viven los leprosos. Levanta la Virgen sus ojos hacia aquellos antros de dolor. Hace una señal a Juan, que al punto pone sobre una roca alimentos que traía en una bolsa, lanzando al mismo tiempo un grito para llamar la atención. Algunos leprosos se asoman y se dirigen a la roca, dando las gracias. Pero nadie pide ser curado. María lo nota y dice: "Saben que El no existe más y turbados como han quedado con su muerte, no saben tener más fe en El y en sus discípulos. ¡Dos veces infelices! ¡Dos veces leprosos! ¿Dos? No. ¡Más bien del todo infelices, leprosos, muertos! Y en la tierra y en el otro mundo."
"¿Quieres que vaya a hablarle, Madre?"
"¡Es inútil! Ya lo han intentado Pedro, Judas de Alfeo, Simón Zelote... y se burlaron de ellos. Vino Magdalena, que siempre los socorre en recuerdo de Jesús, y también se burlaron de ella. Vinieron Lázaro, José, Nicodemo, para persuadirle que El era el Mesías, que El lo había resucitado, después de haber estado cuatro días en el sepulcro y la resurrección del mismo Jesús por su propio poder, y su Ascensión. Too fue inútil. Respondieron: "Son mentiras. Los que saben la verdad no dicen tales cosas'."
"Y sin duda que serán los fariseos y sacerdotes. Son ellos los que trabajan por abatir la fe en El. ¡Estoy seguro que son ellos!"
"Tal vez, Juan. Lo cierto es que los leprosos que no se convirtieron antes, ni ante los milagros de Jesús, no se convertirán más. ¡Jamás! Señal y símbolo de todos los que en los siglos futuros no se convertirán al Mesías, y serán por su propia voluntad leprosos del pecado, muertos a la gracia que es vida, símbolo de todos por los cuales inútilmente murió mi Hijo... Y ¡en qué forma!..." Llora en silencio, abundantemente.
¿Quien no te amará cuando sepa de ti?
Ahora eres desconocida, ignorada al mundo.
Pero cuando la tierra sepa,
porque habrá abrazado la Fe,
¡cuánto te amará! Estoy seguro de ello,
Madre santa."
Juan la toma de un brazo, cuando por esconder sus lágrimas a los transeúntes que la miran, se cubre el rostro con su velo. Amorosamente la guía, le dice: "No pueden tu llanto, tus plegarias, tu amor, más bien, vuestro amor por todos los hombres, vuestro porque el tuyo es activo como el suyo que es perfectamente activo en el cielo; vuestro dolor, el tuyo por la sordera de los hombres, el suyo porque la obstinación de muchos, no pueden -digo- menos de dar su fruto. Espera Madre. Los hombres te han causado y causarán mucho dolor, pero también te darán amor y alegría. ¿Quien no te amará cuando sepa de ti? Ahora eres desconocida, ignorada al mundo. Pero cuando la tierra sepa, porque habrá abrazado la Fe, ¡cuánto te amará! Estoy seguro de ello, Madre santa."
El Gólgota está cerca En los lugares donde
ocurrió algo especial durante la pasión,
por ejemplo, donde cayó, donde se encontró
con Nique, o donde se encontraron ambos,
se arrodilla y besa el suelo.
El Gólgota está ya cerca, y más, el huerto de José. Aunque llegan primero a éste, no entran, van derechos al Gólgota. En los lugares donde ocurrió algo especial durante la pasión, por ejemplo, donde cayó, donde se encontró con Nique, o donde se encontraron ambos, se arrodilla y besa el suelo.
Llegada a la cima, besa con todo su alma el lugar de la crucifixión. Besos y lágrimas. Besos intensos. Lágrimas sosegadas, abundantes cual lluvia, caen sobre la amarillenta tierra, la bañan. Donde la tierra fue sacada para plantar la cruz ha nacido una plantita, una humilde planta de jardín, de hojas en forma de corazón, de florecillas rojas como rubíes. María la mira, piensa, después delicadamente la arranca con un poco de tierra, la pone en su manto, y dice a Juan: "La pondré en una maceta. Parece sangre de El, y ha nacido en la tierra que ella enrojeció. Debe haber sido alguna semilla que el viento de aquel día trajo hasta aquí. Quién sabe de dónde habrá venido. Cayó allí y encontró un lugar apropiado, fecundado con su sangre. ¡Ojalá esto sucediera a todas las almas! ¿Porqué la mayor parte de ellas es más seca que la árida y maldecida tierra del Gólgota, lugar de suplicios y homicidios, del deicidio de todo un pueblo? ¿Maldecida? No, El santificó esta tierra. Dios maldice a los que convirtieron esta colina en el lugar del delito más horrible, injusto, sacrílego que jamás haya visto la tierra." Ahora los sollozos se mezclan con lagrimas.
Juan le pone la mano sobre la espalda para hacerle sentir su cariño y amorosamente le persuade a que deje este lugar doloroso.
Bajan la colina, entran en el huerto de José. Se ve la entrada al sepulcro, porque la piedra yace entre la hierba. El interior está vacío. No se ve huella alguna de que haya sido depuesto ahí el cadáver o de la resurrección. Paree como si jamás se hubiera usado. María besa la piedra de la unción, acaricia con sus ojos las paredes. Después pregunta a Juan: "Repíteme otra vez cómo encontraste las cosas aquí, cuando viniste con Pedro, cuando amanecía."
Juan vuelve a describir, yendo acá y allá, fuera y dentro del sepulcro, cómo estaban los lienzos, qué hicieron él y Pedro, y termina: "Debíamos de haber tomado los lienzos, pero estábamos tan conturbados por los sucesos de aquellos días que no pensamos en ellos. Cuando regresamos, no estaban ya."
La Virgen desea tener consigo los lienzos que
envolvieron el cuerpo de Jesús
"Los habrán tomado, para profanarlo, los del Templo" lo interrumpe la Virgen llena de lágrimas. Y añade: "Ni siquiera María Magdalena pensó que podía haberlos tomado. También estaba muy turbada."
"¿El Templo? No. Me imagino que los tomó José.
"Me lo hubiera dicho... ¡Por hacerle un último desprecio los habrán tomado los enemigos de mi Jesús!" gime María.
"No llores. No sufras más. Está ya en la gloria. En el amor perfecto e infinito. El odio y los desprecios no llegan a El."
"Es verdad. Pero los lienzos..."
"Te causarían dolor, como te lo da la primera Sábana que no quieres extender, porque además de las huellas de su sangre, se ven las de las cosas inmundas que le arrojaron contra su cuerpo santísimo."
"Esa sí, pero éstos no. Absorbieron todo lo que salió de su cuerpo después de que ya no sufría... ¡No puedes entender!"
"Comprendo, Madre. Pensaba que tú, que no estás separada de El que es Dios, y mucho más de lo que lo están los que creen en El, no sentirías tan fuerte el deseo, aun más el deseo de tener alguna cosa de El, del Hombre torturado. Perdona mi tontería. Ven... Regresaremos otra vez. Ahora vámonos porque el sol sube cada vez más, y el camino es duro y largo. Tenemos que evitar la ciudad."
Salen del sepulcro, y del huerto y por el mismo camino que habían traído, regresan a Getsemaní. María camina ligera y silenciosa, envuelta en su manto. Tiene solo un gesto de asco y horror cuando pasa cerca del olivo donde se colgó Judas y cerca de la casa de campiña de Caifás. En voz baja dice: "Aquí realizó su condenación de impenitente desesperado, y allá llevó a cabo su infame contrato."
XI. 833-836
A. M. D. G.