ENTREGAN A MARÍA LA SÁBANA 

DEL SEPULCRO

 


#Por la noche llegan a ver a María, Lázaro, José y Nicodemo  

#Traen a la Virgen algo que deseaba  

#Lázaro cedió su casa del Cenáculo para las reuniones. Se señala el domingo como el día del Señor. En el día siguiente al sábado se celebrarán pues los ágapes entre los cristianos. Queremos que Tú antes que nadie tengas esto como recuerdo de Él para mostrarlo a los fieles, a fin de que puedan confirmarse en la fe 

  #Le entregan a la Virgen la Sábana que envolvió el cuerpo de Jesús. Historia de la Sábana Santa  

#Gamaliel se retira a reflexionar al recibir la señal que Jesús le prometió  

#Por lo que se refiere a las sábanas, ... , he pensado en hacer, como lo sé hacer, una estatua de Jesús crucificado. Emplearé uno de mis gigantescos cedros del Líbano. Ocultaré en su interior una de las sábanas, la primera, si me la devuelves, María. 

  #Extienden la sábana para poder ver la imagen de Jesús 

  #"Tú lo dijiste a ellos, Juan. Eres el único que lo pudo haber hecho, porque sabías que lo deseaba."


Por la noche llegan a ver a María, Lázaro, 

José y Nicodemo

 

Es de noche. La luna llena ilumina con su luz plateada el Getsemaní y la casita de María y Juan. Todo está en silencio. Hasta el Cedrón, que no arrastra sino un hilillo de agua, parece dormido. En un momento dado se oyen pisadas de sandalias. Cada vez más se acercan. En medio de ellas, voces varoniles, roncas. Después he ahí que salen tres personas por entre las plantas y se dirigen a la casita. Llaman a la puerta. Se enciende una luz y una llama temblorosa lanza sus rayos por entre el resquicio de una ventana. Abren, se asoma una cabeza, se oye una voz, la de Juan que pregunta: "¿Quiénes sois?"

"José de Arimatea. Conmigo Nicodemo y Lázaro. La hora no es muy oportuna pero la prudencia nos la ha impuesto. Traemos a María una cosa, y Lázaro es nuestro guardia."

"Entrad. Voy a llamarla. No está durmiendo, está orando allá arriba, en su habitación, sobre la terraza. ¡Tanto que le gusta!" dice Juan y rápido sube por la escalera que lleva a la terraza y a la habitación. Los tres, que se han quedado en la cocina, hablan en voz baja, a la débil luz de la lámpara. Todavía envueltos en sus mantos, pero con la cabeza descubierta, se ponen alrededor de la mesa.

Juan regresa con María que saluda a los tres: "La paz sea con vosotros."

"Y contigo, María" le responden, inclinándose.

"¿Hay algún peligro? ¿Ha pasado algo a los siervos de Jesús?"

 

Traen a la Virgen algo que deseaba

 

"Nada, Mujer. Fuimos nosotros los que decidimos venir para entregarte algo que sabemos que deseabas. No habíamos venido antes porque no lográbamos ponernos de acuerdo, ni tampoco con Magdalena. Marta no ha intervenido. Tan sólo dijo: "El Señor os inspirará directamente o por medio de otros, lo que tenéis que hacer". Y en realidad que se nos dijo lo que teníamos que hacer, y por esto hemos venido" explica José. 

"¿Os habló el Señor? ¿Se os apareció?"

"No, Madre. No más, desde que subió a los cielos, antes sí. Se nos apareció, te lo dijimos, de modo sobrenatural, después de su resurrección, en mi casa. Aquel día se apareció a muchos al mismo tiempo para manifestar su divinidad y que había resucitado. Lo vimos después mientras estuvo entre los hombres, pero no de modo sobrenatural, como lo vieron los apóstoles y discípulos" le responde Nicodemo.

"¿Y entonces cómo os señaló el camino a seguir?"

"Por boca de uno de sus tres predilectos y sucesores."

"¿Pedro? No lo creo. Está todavía muy atemorizado, por su pasado y por su misión."

 

Lázaro cedió su casa del Cenáculo 

para las reuniones

 

Se señala el domingo como día del Señor. 

 

En el día siguiente al sábado Se celebrarán, 

pues los ágapes entre los cristianos 

 

Queremos que tú antes que nadie tengas 

esto como recuerdo de El para mostrarlo 

a los fieles, a fin de que puedan 

confirmarse en la fe, 

y sin que se te cause mucho dolor." 

 

José le entrega un grueso rollo, 

envuelto en un lienzo rojo oscuro, 

que había tenido oculto bajo su manto.

 

"No, María, no fue Pedro. Por otra parte conforme pasan los días, se va afirmando más. Ahora sabe que Lázaro cedió su casa del Cenáculo para las reuniones, y ha decidido empezar ágapes regulares y que se celebren los misterios después del día siguiente al sábado porque dice que de hoy en adelante es el día del Señor, porque en él resucitó y se apareció a muchos para confirmarlos en la fe sobre su naturaleza eterna de Dios. No existe más el sábado como lo es para los hebreos. No existe más  porque para los cristianos no existe más la sinagoga, sino la Iglesia, como predijeron los profetas. Pero es ahora y será siempre el día del Señor, en recuerdo del Hombre-Dios, del Maestro, Fundador, Pontífice eterno, después de haber sido Redentor, de la iglesia cristiana. En el día siguiente al sábado se celebrarán, pues los ágapes entre los cristianos, y habrá muchos en el Cenáculo. Antes no se podía por la enemistad de los seguidores de Jesús, vacilantes en su fe, temerosos del odio judío. Pero ahora ellos, por medio de Roma que ha censurado la consulta del procónsul y de la plebe, y porque piensan que se ha acabado "el entusiasmo de los fanáticos" como llaman a los fieles, por la temporal dispersión de los mismos, que duró en realidad muy poco, y que ha terminado, pues todas las ovejas han vuelto al redil del verdadero pastor, prestan menos atención, y hasta diría que se han desinteresado, como si se tratase de una cosa muerta. Esto ha permitido que nos reunamos para los ágapes. Queremos que tú antes que nadie tengas esto como recuerdo de El para mostrarlo a los fieles, a fin de que puedan confirmarse en la fe, y sin que se te cause mucho dolor." José le entrega un grueso rollo, envuelto en un lienzo rojo oscuro, que había tenido oculto bajo su manto.

"¿Qué cosa es?" pregunta María, palideciendo. "¿Sus vestidos, acaso? Los que le hice para... ¡Oh!..." Llora.

 

Le entregan a la Virgen la Sábana que envolvió 

el cuerpo de Jesús

 

Historia de la Sábana Santa

 

"Los vestidos no pudimos encontrarlos por ningún precio. ¡Quién sabe qué fin tuvieron!" responde Lázaro. Y añade: "Pero también esto es una vestidura suya. La última. Es la Sábana limpia en que fue envuelto su purísimo cuerpo después del tormento y después de haber limpiado sus miembros que mancharon sus enemigos, y de la purificación rapidísima que se les hizo. José tomó ambas del sepulcro, después de que resucitó y las llevó a nosotros, a Betania, para impedir que se fuesen a cometer desprecios sacrílegos. A la casa de Lázaro los enemigos de Jesús no se atreven a entrar, y mucho menos desde que saben cómo Roma censuró la acción de Poncio Pilato. Después de que pasaron los primeros días, los más peligrosos, te dimos la primera Sábana, y Nicodemo tomó la otra y la llevó a su casa de campo."

"Esas pertenecen en verdad a José" dice María.

"Tienes razón, Mujer, pero la casa de Nicodemo está fuera de la ciudad. Por esto es menos sospechosa, y más segura por muchos motivos" le contesta José.

 

Gamaliel se retira a reflexionar al recibir 

la señal que Jesús le prometió

 

"Así es. Sobre todo desde que Gamaliel con su hijo la frecuenta asiduamente" añade Nicodemo.

"¡Gamaliel!" pregunta María admirada.

Lázaro no puede menos de sonreír con una sonrisa maliciosa al  responderle: "Sí, el mismo. La señal, la famosa señal que esperaba para creer que Jesús es el Mesías, lo ha destrozado. No se puede negar que la señal fue de tal naturaleza que rompió las cabezas y corazones más duros para que se rindieran. Gamaliel fue con esa poderosísima señal abatido, sacudido, aplastado más que las casas que cayeron aquel día de parasceve, cuando parecía que el mundo moría junto con la Víctima. El remordimiento de no haber jamás comprendido a Jesús por lo que era. El sepulcro cerrado de su espíritu, de viejo, terco judío, se ha abierto, como las tumbas que dejaron que saliesen los cuerpos de los justos y ahora él afanosamente busca verdad, luz, perdón, vida. La nueva vida. La que sólo por Jesús y en Jesús se puede tener. ¡Oh, tendrá todavía mucho que trabajar para que su antiguo modo de pensar se vea libre! Pero llegará el día. Busca paz, perdón y conocimiento. Paz para sus remordimientos, perdón para su terquedad. Conocimiento completo de aquel que pudo haberlo conocido, y no lo hizo. Y va a la casa de Nicodemo para llegar a la meta que sin duda se ha ya propuesto."

"¿Estás seguro, Nicodemo, que no te traicionará?" pregunta María. 

 

Nicodemo quiere esculpir la figura de Jesús 

crucificado y guardar en ELLA 

la primera sábana que sirvió para trasladar 

a Jesús al sepulcro

 

"No, no lo hará. En el fondo es un hombre justo. Recuerda que tuvo el valor de imponerse al Sanedrín durante el infame proceso, y que abiertamente mostró su repugnancia y desprecio a los injustos jueces, yéndose, y ordenando a su hijo que saliese, para no ser cómplice, ni siquiera con su presencia pasiva, de ese gran crimen. Esto por lo que se refiere a Gamaliel. Por lo que se refiere a las sábanas, como no me siento más hebreo y por lo tanto sujeto a la prohibición del Deuteronomio de las esculturas y obras de metal fundido, he pensado en hacer, como lo sé hacer, una estatua de Jesús crucificado. Emplearé uno de mis gigantescos cedros del Líbano. Ocultaré en su interior una de las sábanas, la primera, si me la devuelves, María. Te causaría mucho dolor verla, porque en ella aparecen las inmundicias con que Israel sacrílegamente ensució al Hijo de su Dios. Además, por las sacudidas que recibió cuando se le bajó del Gólgota, que movían a cada paso su martirizada cabeza, la imagen esta tan borrada que es difícil distinguirla. Aunque en dicho lienzo la imagen es borrosa y se ve fea, con todo siempre la amo y venero porque sobre ella está la sangre y sudor suyos. Escondida dentro dicha escultura, estará a salvo, pues ningún israelita de las altas clases, se atreverá a tocarla. Pero conservarás la segunda Sábana, con que fue envuelto desde el atardecer de la parasceve hasta la aurora de la resurrección. Y quiero advertirte, para que no vayas a sufrir alguna emoción, que cuanto más pasan los días, tanto aparece más nítida su imagen, tal cual como después de que se le lavó el cuerpo. Cuando la tomamos del sepulcro parecía que conservaba de manera muy simple la huella de sus miembros cubiertos de aceite con manchas de sangre y suero manados de las muchas heridas. Pero por un proceso natural, o, lo que es más seguro, por un querer sobrenatural, las huellas son cada vez más claras y nítidas. En esta tela aparece hermoso, sereno, pacífico, aun después de tan horribles tormentos. ¿Tienes valor para verlo?"

"¡Oh, Nicodemo, esto era lo que deseaba! Dices que tiene un aire sereno... ¡Poder verlo así, y no con esa expresión de tormento que se ve en el lienzo de Nique" prorrumpe María, juntando sus manos sobre el pecho.

 

Extienden la sábana para poder ver 

la imagen de Jesús

 

Los cuatro se hacen a un lado de la mesa para tener más espacio. Después, Lázaro y Juan de un lado, Nicodemo y José del otro, desenvuelven despacio la larga tela. Aparece primero la parte dorsal, empezando por los pies, luego, la frontal, después las dos partes de la cabeza. Las líneas son muy claras, como claros los rasgos de la flagelación, coronación de espinas, frotamiento de la cruz, moretones, golpes, caídas, y las heridas de los clavos y de la lanza.

María cae de rodillas, besa la tela, acaricia las huellas, las besa. Está angustiada, pero contenta por tener aquella efigie sobrenaturalmente milagros.

 

"Tú lo dijiste a ellos, Juan. Eres el único 

que lo pudo haber hecho,

 porque sabías que lo deseaba."

 

Acabado que ha de venerar la efigie se vuelve a Juan, que no puede estar junto a Ella, pues tiene una de las extremidades. "Tú lo dijiste a ellos, Juan. Eres el único que lo pudo haber hecho, porque sabías que lo deseaba."

"Así es, Madre. Fui yo. Tardé más en decirles tu deseo que en haberte querido contentar. Solo que tuvieron que esperar el momento propicio para hacerlo..."

"Esto es, una noche muy clara para venir sin antorchas o lámparas, y un tiempo sin solemnidad en que no reúna en Jerusalén y lugares circunvecinos a gente y principales. Y esto por prudencia..." explica Nicodemo.

"Yo vine con ellos para mayor seguridad. Como dueño que soy de Getsemaní me es lícito venir a ver el lugar sin que se despierte sospecha alguna... encargado de vigilar todo" concluye Lázaro.

"Dios os bendiga. Pero vosotros pagasteis por las Sábanas... y esto no es justo..."

"Es justo, Madre. De tu hijo recibí algo que no se paga con dinero: la vida que me devolvió después de cuatro días de sepulcro, y antes la conversión de mi hermana María. José y Nicodemo alcanzaron de Jesús la luz, la verdad, la vida que no perece. Y tú... tú con tu dolor de Madre, con el amor de Madre santísima para con todos los hombres, has comprado no un lienzo, sino todo el mundo de fieles, que aumentará cada vez más, para Dios. No hay dinero que pueda recompensar cuanto has dado. Toma esto a lo menos. Es tuyo. Es justo que así sea. También mi hermana María piensa que así debe ser. Lo pensó desde el momento en que resucitó, y mucho más desde que te dejó para subir al Padre" le responde Lázaro.

 

La Virgen les devuelve la primera Sábana

 

"Entonces, está bien. Voy a tomar la otra. Es un gran dolor para mí el verla... Esta es diversa. Da paz, porque aquí está sereno. Parece como sintiera ya en su sueño de mortal, la vida que regresa y la gloria que nadie podrá destruir o abatir. Ahora no deseo otra cosa más, fuera de reunirme con El. Esto será cuando Dios lo disponga y del modo que a El plazca. Voy a traerla. Dios os de el cien por ciento de la alegría que me habéis proporcionado."

Toma reverentemente la Sábana, que los cuatro han doblado, sale de la cocina, y ligera sube la escalerilla... Presto regresa con la primera Sábana que entrega a Nicodemo. Este dice: "Dios te lo pague, Mujer. Ahora vámonos, que el alba está próxima y hay que estar en casa antes de que salgan la luz y la gente de sus casas."

Los tres saludan reverentemente. Luego con paso ligero vuelven a tomar el camino por donde vinieron. Se dirigen a uno de los canceles de Getsemaní, el más próximo al camino que lleva a Betania.

María y Juan permanecen en la puerta de la casucha hasta que los ven desaparecer. Entran a la cocina, cierran la puerta, hablando entre sí.

XI. 836-840

A. M. D .G.