LOS DIVERSOS EFECTOS Y
CONSECUENCIAS DE LOS ENCUENTROS
CON JESÚS
#Buena voluntad es el deseo del bien y de la verdad.
#En los pastores la gracia trabajó por treinta años.
#Lo mismo sucedió con los Sabios del Oriente; con Simeón y Ana en el Templo
#"Este pan está mezclado con demasiada ceniza. Dadnos el pan de la verdad".
#Saulo extiende sus manos ávidas del fruto del mal, del odio, de la injusticia
"Me manifesté muchas veces y a muchos, aun de un modo extraordinario, pero no en todos hubo igual resultado. Se puede ver cómo a cada manifestación mía correspondan con santificación los que tienen buena voluntad, necesaria para tener paz, vida, justicia.
BUENA VOLUNTAD ES EL DESEO DEL BIEN Y DE LA VERDAD
En los pastores la gracia trabajó por treinta años. Durante mi vida oculta, y luego floreció cual espiga santa cuando llegó el tiempo en que los buenos se separaron de los malos para seguir al Hijo de Dios que pasaba por los caminos del mundo lanzando su grito de amor para llamar las ovejas de la grey eterna, que desparramó Satanás. Estuvieron presentes entre los que me seguían, entre mis enviados, porque con sus sencillas palabras decían: "Es El. Lo reconocemos. A sus primeros lloros bajaron los ángeles con sus cánticos. Y ellos nos dijeron que tendrán paz los hombres de buena voluntad. Buena voluntad es el deseo del bien y de la verdad. Sigámoslo. Seguidlo. Tendréis todos la paz que ha prometido el Señor".
LOS PASTORES lloraron sobre Mí, Inocente,
la primera vez que dormí fue sobre pajas duras,
y la última sobre un leño doloroso
Humildes, sencillos, pobres, ellos, mis primeros enviados se colocaron entre los hombres como los primeros soldados del Rey de Israel, del Rey del mundo. Ojos fieles, bocas honradas, corazones llenos de amor, incensarios que derramaban perfume de sus virtudes para que el aire que respiraba la divina Persona fuese menos corrupto. Y los encontré a los pies de la cruz, después de haberlos bendecido con mi mirada cuando caminaba por el sendero del Gólgota. Fueron de los pocos que no me maldijeron, sino que me amaron, creyeron en Mí, esperaron, me miraron con ojos de compasión, pensando en la lejana noche de mi nacimiento, y lloraron sobre Mí, Inocente, que la primera vez que dormí fue sobre pajas duras, y la última sobre un leño doloroso. Esto porque mi manifestación los había santificado.
Lo mismo sucedió con los Sabios del Oriente; con Simeón y Ana en el Templo; con Andrés y Juan en el Jordán; con Pedro, Santiago y Juan en el Tabor; con María Magdalena, en la aurora pascual; con los once, a quienes perdoné en el Olivo, y aun antes, en Betania, su deserción... No, Juan, el puro no tuvo necesidad de perdón. Fue fiel, fue el héroe, el que siempre me amó. El amor purísimo en que vivía, su pureza de inteligencia, de corazón, y cuerpo, lo preservaron de cualquier debilidad.
"Este pan está mezclado con demasiada ceniza.
Dadnos el pan de la verdad".
Gamaliel, y con el Hilel, no eran sencillos como los pastores, santos como Simeón, sabios como los tres Magos. En él, y en su maestro y pariente, había tantos lazos que los sofocaban, que les impedían acercarse a la verdadera fe. Aun cuando eran fariseos, su intención era pura. Creían que estaban en lo justo, y querían serlo. Lo deseaban por instinto, porque eran justos; con su inteligencia, porque su espíritu les decía a gritos que estaba descontento: "Este pan está mezclado con demasiada ceniza. Dadnos el pan de la verdad".
Gamaliel no era tan fuerte que estuviese a punto de destruir estos lazos farisaicos. Su modo de ser lo tenía atado como esclavo, además de la estimación por el qué dirán, por el peligro personal, por el bienestar de la familia. Por estas cosas Gamaliel no había sabido comprender al Dios que pasaba entre su pueblo", ni usaba "aquella inteligencia y libertad" que Dios da a todos para que la empleen para su bien. Sólo la señal esperada por tantos años, señal que lo aterrorizó y torturó con remordimientos que no se acallaban, lo hubiera hecho reconocer al Mesías. Si hubiera cambiado su antigua manera de pensar hubiera creado en sí, después de una larga lucha dentro de sí, al discípulo de la verdad divina y lo hubiera hecho abandonar el modo de pensar de los fariseos que sofocaban el espíritu de la ley, cuya simplicidad y luminosidad opacaban con tantos preceptos humanos, equivocados, pero útiles para sí.
No había sido el único en no saber qué hacer. José de Arimatea como Nicodemo no supieron poner bajo sus pies las costumbres y lazos judíos y abrazar abiertamente la nueva doctrina, tanto es así que se acercaban a Mí "a escondidas" por temor a los judíos, o bien me encontraban como por causalidad en sus casas de campo, en Betania, porque sabían que la casa de Lázaro era temida por los judíos y respetada de los romanos. Pero eso sí más valientes que Gamaliel, hasta el punto que dieron muestras de un gesto de amor en la tarde del viernes.
El rabí Gamaliel no estaba muy aventajado, pero observad su intención recta; pues por ella su justicia, muy humana, se tiñe de algo sobrehumano. La de Saulo, al contrario, se ensucia con algo demoníaco a la hora en que tuvo que decidir, en escoger entre el bien y el mal, entre lo justo e injusto.
El árbol del bien y del mal se yergue ante todos.
en las ramas, con voz engañosa de ruiseñor,
silba la serpiente tentadora
Toca al hombre, dotado de razón, de alma,
saber discernir y querer el fruto bueno
entre los demás que no lo son
El árbol del bien y del mal se yergue ante todos, para presentarles de la manera más atrayente sus frutos del mal, entre tanto que en las ramas, con voz engañosa de ruiseñor, silba la serpiente tentadora. Toca al hombre, dotado de razón, de alma, saber discernir y querer el fruto bueno entre los demás que no lo son, pero que sí producen la muerte en el alma, y preferir el fruto, aun cuando sea espinoso, amargo al paladar y no atractivo a la vista. Su metamorfosis en que se convierte en suave al tacto, dulce al paladar, hermoso a la vista, sucede cuando, por rectitud de espíritu y razón, se sabe escoger el fruto bueno, y se nutre el hombre de su jugo, amargo pero santo.
Saulo extiende sus manos ávidas del fruto del mal, del odio, de la injusticia, del crimen, y las extenderá hasta que no venga fulminado, abatido, cegado en sus ojos, para que consiga una vista sobrehumana, y se convierta no sólo en un hombre justo, sino en apóstol y confesor de quien antes era enemigo y a quien perseguía en sus siervos.
Gamaliel extiende sus manos al fruto del bien,
deshaciéndose de los lazos de su ser humano
y del hebraísmo.
Gamaliel extiende sus manos al fruto del bien, deshaciéndose de los lazos de su ser humano y del hebraísmo. En él había nacido y empezaba a florecer la lejana semilla de luz y de justicia, que había sido depositada en mi cuarta epifanía o manifestación, y que había creado una recta intención, que él había custodiado y defendido con sus fuerzas. Su voluntad y mi sangre rompieron la dura corteza de aquella lejana semilla que había conservado por decenios, en un corazón de roca que se abrió, como se rompía el velo del templo, y la tierra de Jerusalén, que lanzó su último deseo, cuando Yo estaba ya muerto para oírlo con mis oídos humanos, pero que sí escuché con mi espíritu divino. Bajo el fuego solar de las palabras apostólicas y de los mejores discípulos, bajo la lluvia de la sangre de Esteban, mi primer mártir, aquella semilla echó raíces, se convirtió en planta, floreció y fructificó. La planta nueva de su adhesión a mi doctrina, nacida en la tragedia del viernes santo había arrancado y destrozado todas las hierbas y plantas antiguas.
Su deseo se convirtió en realidad, sin necesidad
de que le sucediese lo que acaeció a Saulo en su
camino a Damasco, pues este, protervo como era,
no se hubiera rendido por otro medio
a la justicia...
La planta de su adhesión a mi doctrina y de su santidad se yergue ante mis ojos. Al perdonarlo porque aunque culpable, por no haberme comprendido antes, pero por su justicia no quiso participar a la sentencia de muerte dictada contra Esteban, por su deseo de querer ser mi seguidor, de querer ser hijo de la verdad, de la luz, el Padre lo bendijo, el Espíritu santificador lo aceptó. Su deseo se convirtió en realidad, sin necesidad de que le sucediese lo que acaeció a Saulo en su camino a Damasco, pues este, protervo como era, no se hubiera rendido por otro medio a la justicia, caridad, luz, verdad, vida eterna y gloriosa de los cielos."
XI. 845-847
A. M. D. G.