CONSIDERACIONES Y EXPLICACIONES
ACERCA DE LA ASUNCIÓN Y TRÁNSITO
DE MARÍA SANTÍSIMA
#¿Cómo morí, o mejor, cómo me trasladé de la tierra al cielo?
#Hablábamos de Jesús, del Padre, del Reino de los cielos.
#Juan me persuadió con dulzura a hallar descanso en mi lecho y estuvo orando cerca de mí.
#El último sonido que oí en la tierra fue el murmullo de las palabras del virgen Juan
#¡Pero otro era el designio de Dios!
#Cuando los ángeles me sacaron de la casita ¿había vuelto en mí el espíritu? No
#Juan, ángel terreno, velaba a la Madre que estaba a punto de dejarlo.
#María no murió como muere todo el que ha vivido
#Un éxtasis fue la concepción de mi Hijo
#La casa donde fui asunta era la casita de Getsemaní
#Como para mí fue un éxtasis el nacimiento de mi hijo de igual manera mi muerte fue un rapto en Dios
#Llegaos, cristianos, a este amor total.
#Mi humildad no podía permitirme pensar que me estuviese reservada tanta gloria en el cielo
#Yo soy el testimonio cierto de lo que Dios había pensado y querido para el hombre
#He aquí la obra perfecta del creador
#El alma tiene en sí misma una parte más escogida: el alma del alma, o espíritu del espíritu,
Iª.- CONSIDERACIÓN
Dice María:
¿Morí yo? Sí, si se quiere llamar muerte la separación de la parte selecta del espíritu del cuerpo. No, si por muerte se entiende la separación del alma vivificadora del cuerpo, la corrupción de la materia no más vivificada por el alma, y antes de la lugubrez del sepulcro, y antes de todo esto, el espasmo de la muerte.
CÓMO ME TRASLADÉ DE LA TIERRA AL CIELO
¿Cómo morí, o mejor, cómo me trasladé de la tierra al cielo?, primero con la parte inmortal, después con la que parece. Como era justo para la que no conoció mancha de culpa.
Aquella tarde, había empezado ya el descanso sabático, estaba hablando con Juan acerca de Jesús, de lo que toca a Él. Aquel atardecer respiraba tranquilidad. El sábado había alejado cualquier rumor de trabajo humano. Y la hora apagaba cualquier voz humana, o canto de pájaros. Solamente los olivos que rodeaban la casa dejaban oír el rumor de sus hojas al columpiarlas el viento de la tarde y parecía como si ángeles revoloteasen por las paredes de la solitaria casita.
HABLÁBAMOS DE JESÚS, DEL PADRE,
DEL REINO DE LOS CIELOS
Hablábamos de Jesús, del Padre, del Reino de los cielos. Hablar de la Caridad, del Reino de ella, es encenderse en el fuego vivo, acabar con el encerramiento de la materia para dejar que el espíritu emprenda sus vuelos místicos. Si el fuego está dentro de los límites que Dios ha puesto para conservar las criaturas que están sobre la tierra para su servicio, se puede vivir y arder al encontrar en el incendio no una destrucción sino un complemento de vida. Pero cuando Dios quita los límites y deja en libertad al Fuego divino para investir y atraer a Sí el espíritu sin más medida, entonces el espíritu, respondiendo a su vez sin medida alguna al Amor, se separa de la materia y vuela a donde el Amor la empuja e invita. Así llega el fin del destierro y el regreso a la patria.
A HALLAR DESCANSO EN MI LECHO
Aquella tarde se unió al deseo ardiente e incontenible de una vida sin límites de mi espíritu una dulce languidez, una misteriosa sensación de alejamiento de la materia de lo que estaba alrededor, como si el cuerpo se durmiera, cansado, mientras el intelecto, todavía más vivo en su actividad de razonar, se abismaba en divinos resplandores. Juan, amoroso, prudente testigo de todos mis actos desde que se había convertido en hijo mío adoptivo, conforme a la voluntad de mi Unigénito, me persuadió con dulzura a hallar descanso en mi lecho y estuvo orando cerca de mí.
FUE LAS PALABRAS DEL VIRGEN JUAN
El último sonido que oí en la tierra fue el murmullo de las palabras del virgen Juan. Fueron como el arrullo de una madre cerca de la cuna. Y acompañaron mi espíritu en el último éxtasis, demasiado sublime para decirlo, acompañaron mi espíritu hasta el cielo.
Juan, único testigo de este dulce misterio, él solo me envolvió en el manto blanco, sin quitarme los vestidos y el velo, sin lavar el cuerpo y embalsamarlo. El espíritu de Juan, como aparece claro por las palabras del segundo episodio de este ciclo, que parte de Pentecostés hasta mi Asunción, ya sabía que no me corrompería, e instruí al Apóstol sobre lo que se había de hacer. Y él, casto, amoroso, prudente ante los misterios de Dios y los lejanos compañeros, pensó en guardar el secreto y esperar a los otros siervos de Dios para que me pudieran ver una vez más y, de ello, henchirse de consuelo, de ayuda para las penas y fatigas que tendrían en su misión. Esperó como si estuviera seguro de su llegada.
¡PERO OTRO ERA EL DESIGNIO DE DIOS!
¡Pero otro era el designio de Dios! Bueno como siempre para el Predilecto, justo como siempre para todos los creyentes. Cerró al primero los párpados para que el sueño le ahorrase el dolor de ver que se le quitaba también mi cuerpo. Regaló a los creyentes una verdad de más que los confortara para creer en la resurrección de la carne, en el premio de una vida eterna y dichosa concedida a los justos, en la verdad más poderosa y dulce del Nuevo Testamento: mi inmaculada Concepción, mi divina Maternidad virginal, en la naturaleza divina y humana de mi Hijo, verdadero Dios y verdadero Hombre, que nació no por voluntad carnal, sino por un desposorio divino, por esa semilla divina depositada en mi seno, y en fin para que creyesen que en el cielo está mi corazón de Madre de los hombres, que palpita de amor por todos: justos y pecadores, que desea ardientemente tener a todos consigo en la patria bienaventurada por toda la eternidad.
CUANDO LOS ÁNGELES ME SACARON DE LA CASITA
Cuando los ángeles me sacaron de la casita ¿había vuelto en mí el espíritu? No. El Espíritu no debía volver a bajar a la tierra. Se encontraba en adoración ante el Trono de Dios. Pero cuando la tierra, el destierro, el tiempo y el lugar en que había estado yo separada de mi Señor Uno y Trino, para siempre fueron dejados, el espíritu volvió a brillar en el centro del alma, sacando el cuerpo de su sueño, por lo que es justo decir que fui asunta al Cielo en alma y cuerpo no por mi propia capacidad, como sucedió con Jesús, sino con ayuda angélica. Me desperté de este misterioso y místico sueño, surgí, volé finalmente, porque mi carne había ya alcanzado la perfección de los cuerpos glorificados. Y amé. Amé a mi Hijo y a mi Señor Uno y Trino, lo amé como es destino de todos los eternos vivientes".
IIª.-CONSIDERACIÓN.
TAN SÓLO SE HABÍA SEPARADO DEL ESPÍRITU,
Y CON EL MISMO, QUE LA HABÍA PRECEDIDO,
SE JUNTÓ OTRA VEZ CON EL CUERPO SANTÍSIMO.
"Llegada su última hora, a la manera de un lirio cansado que, después de haber exhalado todos sus perfumes, se inclina bajo las estrellas y cierra su níveo cáliz, María, mi Madre, se recogió en su lecho y cerró los ojos a todo lo que la rodeaba para recogerse en una última serena contemplación de Dios.
El ángel de María, inclinado sobre el lugar del descanso, esperaba ansioso que el anhelo del éxtasis separase el espíritu del cuerpo, por el tiempo señalado en el decreto de Dios, y lo separase para siempre de la tierra, mientras ya del cielo descendía la dulce y cariñosa orden de Dios.
JUAN, ÁNGEL TERRENO, VELABA A LA MADRE
Inclinado, a su vez, sobre este misterioso descanso, Juan, ángel terreno, velaba a la Madre que estaba a punto de dejarlo. Y cuando la vio ya apagada, veló igualmente para que, libre de miradas profanas y curiosas, permaneciese aún después de la muerte Inmaculada Esposa y Madre de Dios, que dormía así tan hermosa y plácidamente.
DICE UNA TRADICIÓN QUE EN EL FÉRETRO
DE MARÍA, ABIERTO POR TOMÁS,
SE ENCONTRARON FLORES
Dice una tradición que en el féretro de María, abierto por Tomás, se encontraron sólo flores. No es más que una leyenda. Ningún sepulcro se quedó con los restos de María, porque no hubo restos de María, como lo entienden los humanos, puesto que
TODO EL QUE HA VIVIDO
Ella, por decreto divino, tan sólo se había separado del espíritu, y con el mismo, que la había precedido, se juntó otra vez con el cuerpo santísimo. Invirtiendo las leyes habituales, por las cuales el éxtasis termina cuando cesa el rapto, esto es, cuando el espíritu regresa al estado normal, fue el cuerpo de María que tornó a juntarse con el espíritu, después de la larga espera en el lecho mortuorio.
Todo es posible a Dios. Yo salí del sepulcro sin otra ayuda que mi poder. María vino a Mí, a Dios, al Cielo, sin conocer el sepulcro en su horrorosa podredumbre y lugubrez. Es uno de los más brillantes milagros de Dios. No el único, en verdad, si se recuerdan a Enoc y a Elías, los cuales, amados del Señor, fueron arrebatados de la tierra sin saborear la muerte y trasladados a otra parte, a un lugar que sólo Dios y los moradores del cielo conocen. Eran justos, pero siempre una nada respecto a mi Madre, que es inferior en santidad sólo a Dios.
Por esta razón no existen reliquias del cuerpo y del sepulcro de María, porque María no fue sepultada y su cuerpo fue asunto al Cielo".
IIIª.- CONSIDERACIÓN
UN ÉXTASIS FUE LA CONCEPCIÓN DE MI HIJO
"Un éxtasis fue la concepción de mi Hijo. Un mayor éxtasis cuando lo di a luz. El éxtasis de los éxtasis fue mi tránsito de la tierra al cielo. Tan sólo durante la pasión ningún éxtasis hizo llevadero mi atroz sufrir.
ERA LA CASITA DE GETSEMANÍ
La casa, de donde fui asunta al cielo, uno de los innumerables rasgos de generosidad de Lázaro para Jesús y su Madre, era la casita de Getsemaní, cercana al lugar de la Ascensión. Es inútil buscar sus restos. En la destrucción de Jerusalén por obra de los romanos, fue destruida y sus ruinas dispersadas en el correr de los siglos".
IVª.- CONSIDERACIÓN
EL NACIMIENTO DE MI HIJO,
DE IGUAL MANERA MI MUERTE
FUE UN RAPTO EN DIOS
"Como para mí fue un éxtasis el nacimiento del Hijo y, del rapto en Dios, que me acaeció en aquella hora, volví presente a mí misma y a la tierra con mi Niño entre los brazos, de igual manera mi muerte, impropiamente así llamada, fue un rapto en Dios.
Confiando en la promesa que tuve en el resplandor matinal de Pentecostés, yo pensaba que al acercarse el momento de la venida última del Amor, para llevarme consigo, debería manifestarse con aumento del fuego de amor que siempre ardía en mí. Y no me equivoqué.
Cuanto más se me iba la vida, tanto más aumentaba en mí el deseo de fundirme en la eterna Caridad. El deseo de unirme con mi Hijo me urgía a ello, y la certeza de que jamás habría hecho tanto en favor de los hombres, como cuando estando a los pies del Trono de Dios orara e intercediera por ellos. Y con un movimiento cada vez más ardiente y fuerte, con todas las fuerzas de mi alma gritaba al cielo: "¡Ven, Señor Jesús! ¡Ven, Amor eterno!"
LA EUCARISTÍA ERA PARA MÍ VIDA,
PERO SE HACÍA INSUFICIENTE
PARA SATISFACER EL ANSIA DE MI CORAZÓN
La Eucaristía, que era para mí como el rocío para la flor muerta de sed, era sin duda, vida, pero cuanto más pasaba el tiempo, más se hacía insuficiente para satisfacer el ansia incontenible de mi corazón. No me bastaba ya recibir dentro de mí a mi Hijo Divino y llevarlo dentro de mí en las Sagradas Especies como lo había llevado dentro de mi cuerpo virginal. Todo mi ser ansiaba por el Dios Uno y Trino, pero no bajo los velos que escogió mi Jesús para esconder el inefable misterio de la fe, sino como era, es y será en el centro del Cielo.
Mi mismo Hijo, en los transporte eucarísticos, me consumía con abrazos de deseo infinito y cada vez que venía a mí, con el poder de su amor, como que arrancaba mi alma en el primer ímpetu, después permanecía con infinita ternura llamándome: "¡Mamá!" y yo lo sentía ansioso de tenerme consigo.
No deseaba yo otra cosa. Ni siquiera el deseo de tutelar a la naciente Iglesia, en los últimos tiempos de mi existencia mortal, existía en mí. Todo lo anulaba el deseo de poseer a Dios, porque estaba persuadida que todo lo podría cuando lo poseyera.
LLEGAOS, CRISTIANOS, A ESTE AMOR TOTAL
Llegaos, cristianos, a este amor total. Que todo lo terrenal pierda su valor. Mirad sólo a Dios. Cuando lleguéis a ser ricos de esta pobreza de deseo, que es una inmensurable riqueza, Dios se inclinará sobre vuestro espíritu para instruirlo primero, y después tomarlo, vosotros subiréis con él al Padre, al Hijo, al Espíritu Santo, para conocerlos y amarlos por toda la feliz eternidad, y para poseer sus riquezas de gracia para los hermanos. Nunca es uno más activo para con los hermanos, como cuando no se está más entre ellos, y se es luz reunida con la Luz divina.
El Amor eterno, al acercarse, dio la señal que yo me imaginaba. Toda luz, todo color, voz y presencia se desvanecieron bajo el fulgor y la Voz, que bajando de los cielos, abiertos a mi mirada espiritual, descendían sobre mí para tomar mi alma. Suele decirse que yo me habría llenado de júbilo porque en esa hora mi Hijo me habría asistido. Pero mi dulce Jesús estaba muy junto al Padre cuando el Amor, esto es, el Espíritu Santo, tercera Persona de la Trinidad eterna, me dio su tercer beso en mi vida, un beso tan poderosamente divino que en él se regocijó mi alma, perdiéndose en la contemplación como una gota de rocío aspirada por el sol en el cáliz de un lirio.
QUE CANTABA HOSANNAS
Yo subí con mi espíritu que cantaba hosannas hasta los pies de las tres Personas a quienes siempre había yo adorado. Después, en el momento preciso, como perla en engaste de fuego, primero me ayudaron, luego me siguieron los espíritus angélicos que habían venido a asistirme en mi nacimiento celestial eterno. En los umbrales del cielo me esperaba ya mi Jesús, y allí mismo mi justo esposo terreno, los reyes y patriarcas de mi estirpe, los primeros santos y mártires. Entré cual Reina, después de tantos dolores y tanta humildad de una pobre ancilla de Dios, en el reino del gozo que no tiene límites. Y el cielo se plegó sobre sí mismo por la alegría de tenerme, de tener a su Reina, cuyo cuerpo, único entre todos los cuerpos mortales, conocía la glorificación, antes de la resurrección final y el último juicio".
Vª.-CONSIDERACIÓN
MI HUMILDAD NO PODÍA PERMITIRME
PENSAR QUE ME ESTUVIESE RESERVADA
TANTA GLORIA EN EL CIELO.
Interiormente pensaba, y con seguridad, que mi cuerpo, hecho santo por haber llevado a Dios, no habría probado la corrupción puesto que Dios es Vida, y cuando satura y llena a una criatura de Sí mismo, su acción es como un aroma preservador de corrupción y muerte.
Yo no solamente había permanecido inmaculada, no sólo estaba unida a Dios en casto y fecundo abrazo, sino que estaba saturada, hasta lo más profundo de mi ser, de las emanaciones de la Divinidad oculta en mi seno y que se iba cubriendo de carne mortal. Pero que la bondad del Eterno hubiera reservado a su ancilla el gozo de volver a sentir en sus miembros el contento de la mano de mi Hijo, su abrazo, su beso, de volver a oír con mis propios oídos su voz, de ver con mis ojos su rostro, esto no creía que me fuera ser concedido, ni lo deseaba. Hubiera sido suficiente que estas dichas se concedieran a mi espíritu, y con esto mi propio yo se hubiera sentido pleno de felicidad.
Pero el Hacedor, como testimonio de su primer pensamiento creador respecto del hombre, lo había destinado para que viviera, pasando sin morir del paraíso terrestre al celestial, al reino eterno, Él me quiso, Inmaculada, en el cielo en alma y cuerpo, tan pronto como hubiera terminado mi vida terrena.
DE LO QUE DIOS HABÍA PENSADO
Y QUERIDO PARA EL HOMBRE
Yo soy el testimonio cierto de lo que Dios había pensado y querido para el hombre: una vida inocente, desconocedora de culpa. Un tranquilo tránsito de esta vida a la vida eterna. El hombre, como alguien pasa el umbral de una casa para entrar en palacio, con su ser completo, con su cuerpo material y con su alma espiritual hubiera pasado de la tierra al paraíso, aumentando la perfección de su yo, que Dios le había dado con la perfección completa tanto de su cuerpo como de su espíritu. Esta perfección estaba destinada, en el pensamiento divino, para todo ser humano que hubiera permanecido fiel a Dios y a la gracia. Una perfección que habría llegado a su cumplimiento en la luz plena que hay en los cielos, al venir de Dios, Sol eterno, que los ilumina.
Dios me llevó en alma y cuerpo a la gloria de los cielos, delante de los patriarcas, de los profetas y de los santos, de los ángeles y de los mártires y dijo:
HE AQUÍ LA OBRA PERFECTA DEL CREADOR.
"He aquí la obra perfecta del creador. He aquí lo que Yo crié a mi más verdadera imagen y semejanza entre todos los hijos del hombre, fruto de una obra maestra divina y creadora, maravilla del universo que vio encerrada en su solo ser lo divino en el espíritu eterno como Dios y como Él, espiritual, inteligente, libre, santo; y la criatura material en el más inocente y santo de los cuerpos, ante el que cualquier otro ser vivo, dentro de los tres reinos de la creación, está obligado a inclinarse. He aquí el testimonio de mi amor por el hombre para quien destiné un organismo perfecto y una suerte dichosa de vida eterna en mi Reino. He aquí el testimonio de mi perdón al hombre, a quien por voluntad de un Amor Trino he concedido el poder rehabilitarse y volver a crearse ante mis ojos. Esta es la piedra mística de comparación, esta es el anillo de unión entre el hombre y Dios, esta es la que devuelve los tiempos a los primeros días, y ofrece a mis ojos divinos la alegría de contemplar a una Eva como Yo la crié, y ahora es todavía más bella y santa porque es Madre de mi Verbo, y porque mártir del gran perdón, Yo abro los tesoros del cielo a su Corazón inmaculado que no conoció jamás mancha alguna, ni aun la más leve; y en su cabeza, que no conoció ninguna soberbia, pongo una corona de mi resplandor, porque es el ser más santo, para que sea vuestra Reina".
Pero en lugar del llanto gozoso que habrían experimentado los espíritus si se les hubiera concedido el llanto, que proviene de una emoción, hubo, después de estas palabras divinas, un centellear de luces, un cambiar de resplandores en otros más fuertes, un arder de incendios de caridad en un fuego más ardiente, un tañer insuperable e indescriptible de armonías a las que se unió la voz de mi Hijo en alabanza de Dios Padre, y de su ancilla para siempre bienaventurada".
VIª.- ÚLTIMA CONSIDERACIÓN
HAY DIFERENCIA ENTRE LA SEPARACIÓN
DEL ALMA DEL CUERPO
POR MUERTE VERDADERA, Y MOMENTÁNEA
SEPARACIÓN DEL ESPÍRITU DEL CUERPO
Y DEL ALMA VIVIFICANTE POR ÉXTASIS
O RAPTO CONTEMPLATIVO.
Hay diferencia entre la separación del alma del cuerpo por muerte verdadera, y momentánea separación del espíritu del cuerpo y del alma vivificante por éxtasis o rapto contemplativo
Mientras la separación del alma del cuerpo trae consigo una muerte verdadera, la contemplación extática, esto es, la evasión temporal del espíritu fuera de las vallas de los sentidos y de la materia, no provoca la muerte. Y esto porque el alma no se separa, no se retira totalmente del cuerpo, sino que lo hace sólo con su parte mejor que se sumerge en los fuegos de la contemplación.
Todos los hombres, mientras viven, tienen, sí, un alma, muerta o viva ya sea por el pecado o por la justicia, pero sólo los grandes amantes de Dios alcanzan la contemplación verdadera.
UNA PARTE MÁS ESCOGIDA:
EL ALMA DEL ALMA, O ESPÍRITU DEL ESPÍRITU
Esto sirve para demostrar que el alma, conservando la existencia mientras está unida al cuerpo -y esta particularidad existe en todos los hombres por igual- tiene en sí misma una parte más escogida: el alma del alma, o espíritu del espíritu, que en los justos son muy fuertes, mientras que en los que no aman a Dios y su ley, aunque sea sólo con su tibieza y pecados veniales, se debilitan, privando a la criatura de su capacidad de contemplar y conocer a Dios y sus eternas verdades, o...cuanto lo puede hacer una humana criatura, según el grado de perfección a que haya llegado.
Cuanto más la criatura ama y sirve a Dios con todas sus fuerzas y posibilidades, tanto más la parte más selecta de su espíritu aumenta su capacidad de conocer, contemplar y penetrar en la verdad eterna.
El hombre, dotado de alma racional, es una capacidad que Dios llena de Sí. María, siendo la criatura más santa de todas después de Cristo, fue una capacidad completa, hasta desparramar en los hermanos de Cristo de todos los siglos y por todos los siglos, a Dios, sus gracias, su caridad y sus misericordias.
Atravesó sumergida por las ondas del amor. Ahora, en el cielo, convertida en un océano de amor, desborda sobre los hijos fieles a Ella, y también sobre los hijos pródigos, sus ondas de caridad para la salvación universal. Ella que es la Madre universal de todos los hombres.
XI. 871-879.
A. M. D. G.