Las Apariciones de la Virgen María en San Sebastián de Garabandal

Capítulo 77

 

Don Juan Alvarez Seco.
Testigo excepcional de las Apariciones.

IV

Cuarta Parte.

Juan Álvarez Seco.

 

Testimonio de D. Juan Alvarez Seco.

Cuarta Parte.

Loli en éxtasis agarró la bombilla y no la soltaba.

Un día María Dolores subió al primer piso donde tenía muchas veces las apariciones. Su padre Ceferino les tenía dicho que cuando bajaran al Bar o planta baja aflojaran la «bombilla», puesto que no funcionaba el interruptor; Loli en éxtasis agarró la bombilla y no la soltaba.

Los presentes creíamos que mucho tiempo con la bombilla asida a la mano se quemaría. Su madre decía:

-- Por Dios, que se va a quemar la mano.

Tratamos de que soltara la bombilla lo que no se podía lograr; o se rompía la bombilla y se haría daño. Entonces se llamó a Mari Cruz que no estaba en éxtasis, se acercó, y con gran facilidad hizo que soltara la bombilla y se bajo al bar.

 

He visto un día cómo Jacinta, cerca de la fuente que el Indiano había hecho en obsequio al pueblo, estando extasiado no hacía más que pedir a la Virgen la dejara el Niño Jesús.

 Por lo visto, la Virgen le decía:

-- No, que lo vais a caer.

Contestaba Jacinta a la Visión;

-- No, no lo caeré.

Al parecer cede la Virgen en dejarle el Niño, y marcha extasiada por las calles de Garabandal con las dos palmas de la mano hacia arriba, bastante juntas, como si el Niño fuera muy pequeño. Recuerdo que lo paseaba con un cuidado como para no caerlo, como se lo había prometido a la Virgen.

Al final del éxtasis dice Jacinta:

-- Toma, ¿ves cómo no lo he caído?.

Se ve a Jacinta elevar las manos en ademán de entregar el Niño a la Virgen.

 

La historia de la fotografía de la Virgen.

Subiendo una tarde a Garabandal me salen al encuentro Jacinta y María Dolores y me explican que el P. de Llanes, Asturias, don José Ramón, le entrega a Mari Loli una máquina de fotografiar y le dice que cuando esté extasiado haga una foto a la Virgen.

Jacinta y Mari Loli me informaron que hicieron tres fotos a la Virgen y que la Virgen la iba guiando, y cuando María Dolores veía a la Virgen por un agujerito y bien, disparaba la primera foto; así ocurrió tres veces, o sea, tres fotos.

El Padre de Llanes se llevó la máquina y la devolvió las tres fotos; allí no se veía a la Virgen, lo que significaba que la Virgen no salía en la foto.

 

Al cabo de seis meses de ocurrir esto, el padre de Mari Loli le dice un día a su hija:

-- Loli, cuando estés con la Virgen le dices que te guíe con un lápiz y papel, para que la dibujes y sepamos cómo aparece.

Al terminar el éxtasis Ceferino le dice a su hija qué es lo que la Virgen le ha dicho; y contesta Loli:

-- Me ha dicho que ya me lo dirá.

Un día, queda extasiada Loli, y hablando con la visión se le oye decir:

-- ¡Ah!, que estás en una de las fotos que te hice.

Se dirige a una caja de cartón de los zapatos, donde guardaba varias estampas y fotos; de las que coge tres, viene y se las muestra a la Virgen, y una de ellas la aparta, y después, cuando ha terminado se le pregunta:

-- Qué era lo de la foto que has apartado.

-- Es que la Virgen dice que está en esta foto como es y como viste.

Dicha postal, al parecer, unos la ven y otros no ven nada.

A las tres de la madrugada la propia hija del Indiano la llevó a su casa, y pude ver cómo aparecía la Virgen en la foto.

 

La Virgen aparece en una de las fotos que un día le sacó Loli.

Regresaba yo este día de revisar un puesto en Tudanca, y al llegar a Cossío me encuentro a la madre de Jacinta que se dirigía a Puente-Nansa y me dice:

-- Brigada, no sabe que la Virgen apareció en una de las fotos que un día le sacó Loli.

Yo, sin pereza, sin llegar a Puente-Nansa, me dirijo a Garabandal, y le pregunto a Ceferino si era cierto lo que me había dicho la madre de Jacinta; me entrega una postal y me dice:

-- Ahí la tiene usted.

Le doy algunas vueltas a la foto y... con mis propios ojos he podido ver la silueta de la Virgen en la foto. He visto que tenía unos ojos grandes como los de Nuestra Señora La Inmaculada; la nariz, pequeña y perfecta; los labios muy pequeños y gruesos con el cabello echado hacia atrás y muy largo.

Esta foto la guardaba Ceferino; no he vuelto a saber de ella.

 

¡Qué rosario más bien rezado por las videntes, y con cuánta devoción lo hacíamos los que las acompañábamos!.

Yo he rezado el santo Rosario con las videntes y con la Virgen, al igual que otras personas que también seguían a Conchita.

En uno de los misterios se dirigía al Cementerio, por un camino lleno de agua y cieno como unos treinta centímetros. ¡Qué rosario más bien rezado por las videntes, y con cuánta devoción lo hacíamos los que las acompañábamos!.

Da a besar el Crucifijo a las almas del Purgatorio.

Al llegar al Cementerio Conchita introduce la mano con el Crucifijo por entre las rejas, y lo da a besar al parecer, a los muertos, señalando unos más alto que otros, y como. si estuvieran colocados en varios coros de los peregrinos en San Sebastián.

Cuando, al parecer, había terminado y después de andar unos cincuenta metros hacia el pueblo se vuelve Conchita al Cementerio, introduce la mano por entre las rejas como si al principio alguno no quisiera besar el crucifijo, o como si algún otro difunto se hubiera retrasado en besarlo.

 

La mujer del indiano Etaquio, al saber lo que ocurría en el pueblo de su marido, se le ocurrió traer una medalla que Etaquio se había dejado en Méjico.

La historia fue como sigue:

El Indiano tenía a su madre viejecita en Garabandal y vino a verla por una temporada, procedente de Méjico, en donde quedó al frente de su negocio su esposa e hija.

Cuando ésta terminó el curso y se examinó, vinieron a reunirse con su esposo y padre. La mujer del indiano, al saber lo que ocurría en el pueblo de su marido, se le ocurrió traer una medalla que Etaquio se había dejado en Méjico.

Un día, su mujer, sin decirle nada, entrega cuatro cadenas con sus respectivas medallas a Loli y le dice:

-- Cuando estés con la Virgen le das estas medallas y se las pones, a cada uno la suya.

Loli queda extasiado arriba del Bar, yo subo y veo la escena; da a besar las medallas; coge una y se la coloca a la mujer del indiano; y ésta, al ver que, efectivamente es la suya se echó a llorar y vive una emoción muy grande.

Loli coge otra, se la pone a la hija del indiano; coge otra y se la da a la mujer del indiano, esta medalla es la de su hijo que no está presente.

La otra medalla se la lleva personalmente a Etaquio.

Le queda la otra con la que se dispone a bajar por la escalera de madera, extasiada y entre mucha gente que se encuentra en el bar.

Entre todos, el indiano está tomando unos vasitos. Se dirige a él y va a colocarle la medalla al cuello; el indiano no se echa para atrás y dice:

-- Pero esta chica se habrá equivocado por que yo no le he dado ninguna medalla.

Mas la sorpresa fue grande cuando el indiano se mira la medalla y dice:

-- Por Dios, si esta medalla es la que yo me he dejado en Méjico.

Es que la mujer de éste quiso hacer esta prueba que, para cuantos la hemos visto, es una de tantas y tantas maravillas que en Garabandal se han sucedido.

También quiero hacer constar que la mentada escalera la ha bajado varias veces Loli con la cabeza y pies horizontal, lentamente y extasiado.

 

Me quitó las gafas para persignarme la mar de bien.

También un día que extasiada salió para el pueblo dando a besar la cruz a los enfermos e impedidos, al salir de uno de ellos, yo estaba a la puerta, y también me quitó las gafas para persignarme la mar de bien.

 

Loli fue a pasar la cruz por toda la ropa de novios.

En víspera de casarse una prima suya con otro del pueblo, avecindados en Cádiz, fue a pasar la cruz por toda la ropa de novios. A esta boda tenía que ir yo, mas por falta de tiempo no pude asistir; pero al siguiente día fui para felicitarles; tuve que pasar por un arroyo de agua hasta la cintura en compañía de otro chico de Cosío, claro está, asido a una vara grande.

 

Esta medalla está besada por el Papa Pío X o Pío Xl.

Otro indiano, sobrino de un tal Joseíto de Cossío, había dado varias medallas a besar por mediación de Loli, y recuerdo que entre tantas, cogió una, y delante de todos, dijo Loli extasiado:

-- Esta medalla está besada por el Papa Pío X o Pío Xl.

No recuerdo bien. El caso es que el indiano confirma que lo que dice Loli es verdad.

 

Las Apariciones son verdad.

Una tarde el Padre Belga llega a Garabandal, y, estando en casa de Conchita, nos dice que en cierta ocasión se equivocó en afirmar ciertas apariciones, y que había pedido a la Virgen le ayudara a comprender y saber la veracidad de otras, y que por este motivo le trajo este día a Garabandal; y dijo que si él viera que es de orden sobrenatural marcharía a Garabandal y con él vendrían otros más.

El caso es que Conchita queda extasiado y se dirige al Belga; creo que le desabrochó el cuello de la camisa, le saca una medalla y la da a besar a la Virgen. El Belga, a partir de entonces, desaparece; y a los dos o tres días aparece nuevamente en San Sebastián de Garabandal.

 

La primera vez que subió a Garabandal Mercedes Salisachs.

No recuerdo el día exacto, pero sí lo que ocurrió. Yo llegué a Garabandal por la tarde y me presenté en el bar de Ceferino el que salió a mi encuentro diciendo:

-- Ahí está el Brigada que ha presenciado muchas apariciones.

Me presentó a Mercedes, diciéndome:

-- Eesta señora es de Barcelona y quiere que se le explique algo de las apariciones.

Tratándose de tal señora, respetuosamente la saludo y ella me preguntó si yo conocía todo lo de las apariciones; le contesté afirmativamente.

Ella lo registró en cinta y lo mismo hizo con un pastor de vacas del pueblo, el cual le dijo:

-- Yo no sé que es lo que me pasa desde que he presenciado alguna aparición; antes blasfemaba mucho y ahora ya no lo hago.

También registró otra pregunta que hizo a un Padre; le dijo:

-- Usted Padre... ¿lo cree?.

Este padre, sólo lo sabe Mercedes y yo, contesto que sí lo creía.

Luego acompañó a Mercedes a casa de Conchita, y después de algunas preguntas de Mercedes a Conchita, ésta, sin tardar muchos minutos, quedó extasiada.

Yo tenía interés en que Mercedes, que venía de Barcelona, con muchas ganas de presenciar una aparición, encontrara facilidades; le ayudé a seguirla por la calle, y después de dar algunas vueltas extasiada por el pueblo.

Al regresar a casa de Conchita y junto a un poste de tendido eléctrico, se paró Conchita con la vista al cielo y a la visión, y yo le oí decir, también lo oyó Mercedes, que decía Conchita:

-- Ah, que el hijo de Mercedes está en el cielo.

Mercedes hubiera caído al suelo como un árbol que cae cuando se le da el último corte, a no ser por nuestra intervención. Esta escena la tengo grabada en el alma, y será imborrable, como otras tantas y tantas vividas cerca de las videntes. Esto creo que podrá decirlo Mercedes, y cuantos se encontraban allí en tales momentos.

 

Conchita recibe una carta del Padre Pío

También he presenciado cómo Conchita recibía una carta del P. Pío, de Roma, descanse en paz, a quien le pido que desde el cielo me bendiga, me gobierne, y que yo sea más bueno, y rezarle mucho.

Se le decía, antes de quedar extasiada, que la indicada carta se la mostrara a la Virgen, para preguntarle si, efectivamente, era del P. Pío; después Conchita dijo que sí, que era del P. Pío.

 

Otro día mi amigo y compañero Brigada Crecencio, de la Guardia Civil de Santander, sobrino de don Valentín, me dio una medalla para cuando subiera a Garabandal y la entregara a una de las videntes.

No recuerdo a quién se la di, aunque pienso que fue a Loli; y una vez ya estaba besada por la Virgen, fui a Santander y la di a su dueño.

Cuando ya había pasado un tiempo, un sobrino de don Valentín y primo del Brigada por parte de su mujer, tuvo que ingresar en la Casa de Salud de Valdecilla, con el vientre inflamado; según me contaron, sólo un milagro podía salvarlo.

Al enfermo le pusieron dicha medalla, y empezó a orinar como un veneno. Se había salvado milagrosamente.

 

Los médicos nombrados por la Comisión del Obispado.

Hago constar que, durante el año 1961, los médicos nombrados por la Comisión del Obispado, sólo les he visto por Garabandal tres días.

Uno fue cuando me dijo el Sr. Rocha de la Nansa que este día no subirían al Cuadro las videntes, porque las iba a hipnotizar o hinoptizar y las pararía en la Calleja, lo que resultó un gran fracaso para el Dr. Morales.

La otra fue el 18 de octubre de 1961, cuando se dio el primer mensaje, que se encontraron custodiados por la fuerza, para que no se les molestara, al parecer por su conducta, el mal acierto de su actuación.

Y la tercera, creo que estuvieron por la noche en Garabandal, cuando todo el vecindario dormía, y trataron de llevarse a las videntes para Santander, sin permiso de los padres y del pueblo.

 

Hoy día de la Virgen, día de la Encarnación, nos te felicitamos, con todo el corazón.

25 de marzo de 1962.

Guardo en mi poder un verso escrito de puño y letra de Conchita que fue cantando por el pueblo y las cuatro videntes el 25 de marzo de 1962, fiesta de la «La Anunciación del Arcángel y Encarnación del Hijo de Dios».

Hoy día de la Virgen
día de la Encarnación
nos te felicitamos
con todo el corazón.

Virgencita, Virgencita
cuanto gusto nos has dado
con tu risa tan bonita
y tus ojos tan fijaos.

Hombres, mujeres y niñas
ya sabéis nuestro mensaje
la Virgen quiere se cumpla
para bien de los hogares.

Aquí vienen tus hijitas
acompañándote a ti
para que les hagas un sitio
para estar cerca de ti.

Seguir cristianos a la Virgen
con humildad y fervor
para que nos guarde un sitio
en la celestial mansión.

 

Las luces intensas no les dañaban la vista.

También hago constar que he visto cómo potentes focos han sido colocados ante los ojos de las videntes, sin que estas sufrieran el menor daño.

No sentían dolor por los pinchazos.

Se las ha pinchado, lo he visto, y si se han dado cuenta es porque la Virgen se lo decía.

Se les han hecho preguntas mofosas, de mal gusto.

Estando yo junto a Mari Cruz, le oí decir toda enfadada, dirigiéndose a la Virgen:

-- Hoy ha venido un Sr. Cura que no hace más que preguntar ¡Y qué preguntón es!.

Dos curas se mofaban de Conchita y piden perdón.

Dos curas de la parte de Bilbao se mofaban de Conchita, mientras daba a besar el Crucifijo a los peregrinos; a ellos no se lo dio.

Arrepentidos, se fueron a casa de Jacinta a pedirle que rezara con ellos un rosario en reparación; y después, extasiada Mari Cruz, les dio el Crucifijo a besar; estos sacerdotes quedaron tranquilos y dieron las gracias.

Desde las primeras apariciones, viví en Garabandal todos los sucesos derivados de las mismas, de las apariciones de las cuatro videntes: Conchita, Mari Cruz, Jacinta y Mari Loli.

Este destino de Jefe de Línea de la Guardia Civil me dio la ocasión de lavar un poco mi alma que tanto lo necesitaba.

Son tantas las maravillas y lo religioso con que se desarrollaban las apariciones, que las recuerdo bastante, y por todo ello, hice cursillos de Cristiandad, y soy miembro de la Adoración Nocturna, porque cada día me creo haber hecho poco.

 

Vivo mucho más tranquilo, porque tengo presentes los dos mensajes dados por la Virgen al mundo.

No creo que el Diablo me arrebate la paz que hoy tengo y que antes me faltaba; vivo mucho más tranquilo, porque tengo presentes los dos mensajes dados por la Virgen al mundo. Y todos tenemos que pensar en lo que dicen.

Por todo lo narrado quiero manifestar a todos los cristianos de buena fe que lo más importante de todo ello es que tengan muy en cuenta de cumplir el mensaje del 18 de junio de 1965.

El demonio está desatado, pero estamos en la era de María. Su Corazón Inmaculado triunfará, y nosotros con Ella, si estamos en ese Corazón.

 

A. M. D. G.

 


 

Índice de capítulos