La Imaginación (12)
Envuélveme Señor con tu Espíritu Santo, para seguir escribiendo según tu Voluntad.
Un día después de comer cuando me quedé sola, me cambié de sitio por un momento, aprovechando los rayos del sol que se filtraban a través de los cristales de la ventana y, al mismo tiempo, contemplaba el bonito paisaje, con las montañas de fon- do de la cordillera cantábrica. Al poco rato y como el sol me daba de lleno en el rostro, cerré los ojos para protegerlos teniendo claro de que el sol siendo el mismo resultaba dife- rente a cuando en mis tiempos jóvenes no me molestaba tomar- lo como me molesta ahora. Estaba con los ojos cerrados, cuan- do, empecé a ver un color rojizo que aumentaba de color abar- cando todo el espacio como si fuese una visión, entonces, sin abrir los ojos cambio de posición para comprobar la diferen- cia al abrir los ojos mirando hacia adentro y, asegurarme si se trataba de una visión o, también pensé, podía ser por e- fectos del sol; abrí los ojos y nada tenía que ver con el co- lor rojizo que acababa de ver; sin que me diese el sol vuel- vo a cerrar los ojos y el color que veía era otro diferente muy parecido al musgo cuando en su planta se ve seco; seguí atenta y pronto me doy cuenta de que entre ello, hacia lo pro- fundo, alguien me miraba, entonces, en ese punto me quedé a- tenta y, efectivamente, se deja ver un ojo negro que me mira- ba fijamente, al tiempo que yo sin dejar de mirarle, mante- niendo su mirada, compruebo, que su posición era otra muy dis- tinta a la que me hizo ver al principio, detalle que sin duda alguna me llevó a saber era satanás, por intentar engañarme. Abrí los ojos para no verle y entendí que desde el momento que cerré los ojos para protegerlos del sol, viendo el color rojizo, en ello estaba él, que, a través del hombre por su ambición, de maneras diferentes, vá destruyendo lo Creado por Dios con toda perfección. Lo que me ha sucedido que pa- rece insignificante como para pasar por alto, encierra tal gravedad que el Señor se vale de pequeñas cosas, como en es- te caso, para que meditemos.. Veo bajar diminutas partículas, como otras veces he visto, bajaban cantidad de ellas, de color paja, se formó como una cortina, pero en el acto se extendieron abarcando más espa- cio; me quedé mirando pero no pasó de ahí. No recuerdo si fue al volver a despertar o un tiempo después lo vuelvo a ver, pe- ro en este caso, algo destacaba; era como una olla, estaba sin tapa, estaba bastante llena como de un granulado de color gris, este granulado era de unos dos centímetros de largo; a la al- tura de la olla, como enganchado en ella, había como un peque- ño cilindro, no sé lo que era pero tenía esa forma, estaba tam- bién lleno de lo mismo, por ello pensé si sería la medida pa- ra saber la cantidad que se había echado en la olla, aunque en realidad no sé el por qué de lo que he visto. Otra noche, nuevamente veo bajar como diminutas partículas, eran como puntitos en color marfil, abarcaban toda la visión, como una cortina tupida; me quedé mirando para saber en que paraba, cuando de manera inexplicable desaparece y veo lo que había detrás; era un animal parecido a un perro, de patas cor- tas, su cuerpo tenía un largo como de setenta centímetros, ne- gro, gordito, se movía en un pequeño espacio como buscando al- go con el olfato, no dejaba de moverse, buscando, cuando, por un instante se va de mi vista pero vuelve a aparecer de mane- ra que pude ver no era totalmente negro, por el lado derecho de su cuerpo tenía dos manchas grandes en color beige claro; seguía buscando avanzando más sobre el terreno en linea rec- ta en sentido horizontal hacia la izquierda, cuando de pronto se sienta estirándose cuan largo era como descansando. No le he visto rabo, su hocico alargado pero la forma de su cabeza, bastante nublada, me impedía ver sus ojos y orejas, no tengo claro si era un perro. Aprovechando que seguía descansando eché un vistazo a su alrededor, un espacio pequeño y, hacia un lado a la izquierda del animal según seguía echado sobre el terreno, a poca distancia veo algo escrito; era como una pequeña nota de cuyo escrito leo las dos últimas palabras, ú- nicas en la última linea. Lo escrito era a mano con tinta co- lor turquesa, su caligrafía un tanto singular, ni yo misma sé como pude leer lo que he leido al instante. Se refería a un varón con título, título que mayormente adquieren los hi- jos de reyes. Al no saber todo el contenido de lo escrito me quedé sin saber a quien concretamente se refiere y de don- de es, "el principe". Era por la mañana, sobre las nueve, hora oficial, un día a primeros de febrero: Según pasaba cerca de una de las ven- tanas en la casa miré hacia afuera, a lo lejos, sin motivo especial y, me quedé atenta mirando para lo que estaba vien- do que nunca había visto; me acerqué a la ventana con el fin de saber el por qué sobre las montañas de la cordillera can- tábrica, con sus altibajos, así, veía como un sendero lleno de luz, como un Km. de largo. Las montañas totalmente despe- jadas, lo veía perfectamente y al ver mucha claridad que re- flejaba entre pequeñas nubes, todo digno de ver, me llevó a pensar que lo que estaba viendo eran efectos del sol oculto aún por detrás de las montañas que, al ser invierno es nor- mal verle aparecer hacia ese punto y hora, más hacia abajo por el Este; seguía atenta mientras pensaba que así era el sendero que nos lleva al Señor, lleno de luz, cuando, como si hubiese una fisura en la montaña, veo salir por debajo del sendero una luz que iba en aumento a lo ancho y más a lo lar- go sobresaliendo de la montaña y, se detuvo; era tan potente que lo que estaba viendo ya no me parecía normal, enfocada hacia mí; desaparece pero al momento vuelve a salir en otro punto aunque cerca, exactamente igual se fue haciendo más grande hasta que se detuvo, si cabe, con más perfección su forma. Como se mantuvo un tiempo, contemplaba con admiración todo el conjunto; nunca he visto nada igual. Cuando la poten- te luz y el sendero desaparecen, aparece el sol por detrás de la montaña, en otro punto también muy cerca, y, me quedé mi- rándole por su belleza y entorno, le podía mirar tranquila- mente porque estaba cubierto de una capa blanca pero en mate, no así la corona que brillaba con todo su esplendor, nunca le he visto de tamaño tan grande. Cuando dejé de mirar no pu- de por menos que decir: ¡Dios mío, qué maravilla lo que aca- bo de ver, y, añadí: La pena, Señor, es que pienso que esta maravilla que he visto ha pasado desapercibida. Me he expre- sado así porque al dejar de mirar, eché un vistazo a mí en- torno y veo que todo seguía como si nada pasara. Convencida me quedé de que el Señor, algo quiso decir a través de lo que ví. Cuando anuncian que se puede ver un eclipse de sol, pequeños y mayores procuramos presenciarlo, pero ello, no es para comparar con lo que he visto. Le he dado gracias al Se- ñor por permitir contemplara tal maravilla, y, en atención a Él, queda escrito. Era por la tarde, estaba rezando el Rosario, cuando entre negrura veo como dos puntos brillantes y me quedé mirando; según les miraba se fue dejando ver quien estaba allí; los dos puntos brillantes eran los ojos de satanás, pienso bri- llaban de rabía, le ví su rostro más negro que la negrura don- de se encontraba, me miraba fijamente pero como temeroso, y yo a él, y se va de mi vista, es entonces aparece un pequeño Cru- cifijo colocado sobre algo oculto y desaparece. Era como el mio, entonces, acerco a mi, mí Crucifijo y Rosario, gesto que, aunque sin palabras les pedía su protección y, seguí rezando. Siempre digo que a mí no me teme, a quién teme es al Señor, pienso que ha visto la Cruz antes que yo y por ello desapare- ció. Al desaparecer la Cruz veo el color lila azulón entre negrura, creo, para que no deje de rezar por la conversión de los pecadores que, como fichas en manos de satanás, las mue- ve para realizar sus planes, que encierran tantas visiones que he visto, donde ese color estaba presente. Una noche me quedé atenta tratando de saber que era lo que había entre oscuridad; era una mano, veía su palma, la miraba para asegurarme, cuando veo que algo la iba envolviendo más y más, parecían llamas de pequeño tamaño entre mucho humo negro que la iba ocultando, así hasta formar como si fuese un hueco donde allí, aquella mano sufría un tormento, quedando oculta a mi vista. En esta noche veo un rostro desagradable, yo diría de mu- jer, no me detuve gran cosa a mirarla, no obstante elevé mi pensamiento hacia el Señor por si lo que quería de mí era una oración. Luego, de manera inexplicable me quedé mirando para un hombre elegantemente vestido con traje negro, estaba sen- tado pierna sobre pierna de manera que su pierna izquierda se apoyaba con el tobillo sobre la otra, manera de sentar- se de algunos caballeros que veo por televisión; para que me diese cuenta de ese detalle, pienso yo, se acercó mucho a mi vista, al tiempo que por sus largas piernas me llevó a sa- ber era un hombre de bastante estatura. Estaba sentado más bien de perfil, como mirando lo que tenía delante, un lugar espacioso pero oculto a mi vista lo que allí había, igual- mente en qué estaba sentado. En su rostro llamó mi atención su blanca dentadura, destacaba, se reía, pero al fijarme en su rostro, tenía un gesto desagradable, como para pensar se reía de manera hipócrita, al mirarle a los ojos tenía como una verruga tan grande al lado del ojo izquierdo que me im- pedía verlos, el pelo negro, bien peinado; por el parecido con X persona, según se iba de mi vista tenía claro no se borraría de mi mente su rostro. De los hipócritas, el Señor dijo, eran sepulcros blanqueados. Me he pasado un tiempo sin visiones donde el color lila azulón muchas veces he visto; después, de cuando en cuando le he vuelto a ver entremezclado de negrura, pero, una tarde entre ello vuelvo a ver como si fuese un animalito de piel fi- nísima, negro con mezcla de un verde amarillento, aparecía y desaparecía moviéndose a su libre albedrío siendo para mí im- posible explicar con detalle sus movimientos; como ya no con- taba con ello, me quedé pensativa y, poco a poco ya con fre- cuencia empecé a verle nuevamente, sin nada especial entre ello con más o menos insistencia siempre antes o rezando el Rosario, por la tarde como anteriormente. Una tarde veo como una nubecilla negra muy cerca de mi vista, según la miraba, la nubecilla empezó como abrise y al desaparecer lo que que- dó ante mi vista que la nubecilla ocultaba, veo parte de u- na Cruz, negra, de pequeño tamaño; el hecho de ver una Cruz negra y al no verla completamente, como me causó un efecto negativo y sin saber que pensar, decidí no tener en cuenta lo que había visto aún cuando poco después veo el color lila y entre ello negrura. Ha sido a la tarde siguiente vuelvo a ver la nubecilla, todo exactamente igual pero al ver nueva- mente la Cruz de un tamaño como de veinte centímetros, com- prendí que si el Señor había permitido que volviera a ver la Cruz completamente, era por algo importante. Entre negrura que abarcaba la visión, veo un número de cuatro cifras pero la última cifra estaba tan borrosa que me quedé sin saber el número exacto. Por las tres primeras cifras, interpreté se refería a un año concretamente y ha sido pensando en ello, entiendo, que puede referirse a es- te año 2006, aún por terminar, o uno de los años sucesivos hasta el 2009 inclusive. En cualquiera de estos años encaja perfectamente la última cifra. Estaban marcadas en blanco de manera perfecta, sobre negro, lo que formaba cada cifra era algo como niebla muy blanca, espesa, pero eso que parecía niebla correspondiente a la última cifra se veía totalmente borrosa. Una noche me quedé observando para algo poco más grande que una nuez de color grisaceo, el entorno donde estaba se veía del mismo tono más claro; lo que observaba le veía mo- verse entre lo que lo envolvía y pensé era una araña entre sus tupidas telas; sin dejar de mirarle y como por arte de magia, de pronto se abre y aparece un animal como un perro negro y grande, se movía muy inquieto, lo veía entre dos es- trechos tabiques los que formaban una esquina y allí el ani- mal, sin salir de la esquina, daba vueltas de un lado para otro en aquel reducido espacio. En esa noche encendí la ra- dio y entre las noticias que dieron destacaba una sobre las demás de interés para algunos, o muchos, noticia que me lle- vó a pensar que el significado de lo que había visto encaja- ba perfectamente. Una noche veo bajar diminutas partículas de color paja has- ta formar como una cortina en toda la visión, me fijaba para saber que era lo que la formaba y aunque estaba cerquísima de mi vista imposible para mí saber que es ello; como por expe- riencia me fui dando cuenta de que estas cortinas que se for- man algo ocultan, una vez que desapareció de mi vista veo lo que ocultaba y aunque me esforcé en saber que era, negro, en- tre penumbra, moviéndose suavemente, me fue imposible saber. Ha sido a la noche siguiente lo vuelvo a ver, enseguida me he dado cuenta era lo mismo de la noche anterior, y, por más que me fijaba estando ello a la altura de mi vista y muy cerca, torpe de mí, Señor, imposible saber que era. Entonces, empecé a ver poco a poco de arriba abajo lo que estaba oculto y su- pe era un árbol; la rama que formaba la copa de este árbol te- nía muchas hojas, largas, en proporción estrechas, mi situa- ción estaba a su altura, por ello según fuí viendo más y más su forma fue mirando desde arriba hacia abajo; era un árbol de tamaño, en lo que cabe grande, bonita forma, con abundan- te hoja, no pude ver el tronco ni el terreno donde estaba plantado, mi situación y las ramas del árbol me lo impedían; me causó mucho impacto ver este árbol totalmente negro, entre penumbra, tanto, que cuando se fue de mi vista no pude por me- nos que decir: ¡Dios mío! qué puede significar este árbol, ¡Oh Dios mío! qué puede significar... Ha sido varias noches después de lo que acabo de exponer, pronto me he dado cuenta de que lo que estaba viendo eran las ramas que formaban las copas de dos árboles; mi situación es- taba a la misma altura, una de estas ramas negra, la que es- taba más cerca, la que la seguía por detrás, la veía como si la luz del sol reflejara en ella y la veía en sus tonos natu- rales, algo que llamó mi atención porque hacía contraste con la negrura de la otra; por un momento pude ver por entero la forma de los dos árboles de tamaño más pequeños que el de la visión anterior, uno totalmente negro y el otro con sus colo- res naturales, no pude verles el tronco ni tampoco el terreno donde estaban plantados. Me quedé sin saber qué pensar ante ambas visiones, hasta que un día dieron por televisión, en di- ferido, una entrevista realizada en la casa donde vive X per- sona; en el lugar de la entrevista a espaldas del entrevista- do había un ventanal por donde se podía ver arboleda pero mi mirada se detuvo en la rama que formaba la copa de un árbol cerca del ventanal y a su altura; la miraba porque me parecía estar viendo lo que ya había visto, la luz que reflejaba en su rama, sus colores naturales... Ha sido noches después cuan- do por algo que me sucedió que se me fue el sueño, pensando en tantas cosas, lo recordé y, como me sucede a veces, caí en la cuenta de cual era el terreno donde estaban plantados los árboles de ambas visiones. Recuerdo le dí gracias al Señor, porque se sirvió de aquel momento para que me diese cuenta. Desde entonces me pregunto cual puede ser el significado de estos árboles plantados en ese lugar. Lugar importante. Veo dos grupos formados por tres signos o letras cada uno, creo estar segura iguales en todo, escritos en color marrón, uno por encima del otro pero de manera que el de abajo sobre- salía del de arriba hacia la derecha, ambos un algo inclina- dos hacia la izquierda sin ser exactamente en diagonal, esta- ban como en el espacio. Al comprender que ello significaba al- go importante me llevó a fijarme para saber si eran signos o letras, apenas separados ente sí, pero se fue de mi vista. Estaba pensando en ello cuando algo llamó mi atención a más altura, en el firmamento; el firmamento estaba cubierto de un color grisaceo claro, uniforme, y en un punto hacia la dere- cha, como si de una pequeña explosión se tratara veo sale al- go así como lluvia, así lo pensé pero según bajaba y se es- parcía hacia la izquierda, al detenerse me doy cuenta no era lluvía, pero imposible para mí definir qué podia ser. Enton- ces, en el punto de donde salió aparece un astro o lo que fuere, del tamaño de la luna pero blanco, sin fulgor. Me que- dé mirándole dándome la impresión de que algo despedía aun- que apenas perceptible y se oculta aunque veía seguía allí con un suave movimiento, y, aparece nuevamente en otro pun- to pero muy cerca, aunque parte quedaba oculto y, lo que ve- ía de él con toda claridad, tenía como radios, separados u- nos de otros igualmente de color blanco sin fulgor. Al ver tenía radios partiendo de la esfera, recordé que a el sol, más o menos se dibuja así, llamando mi atención el espacio que había entre radio y radio, porque de fondo se veía co- mo un gran vacio haciendo contraste con el entorno que cu- bría el firmamento. Se oculta, igualmente de manera que veía seguía allí sin distinguir sus radios, entonces, veo empieza a moverse dando vueltas en círculo, sin parar, en dirección hacia la izquierda dejando fuera en el espacio como una fina estela formando como medias lunas que, imposible contar y en- tre ellas se veía otra materia oscura que tampoco supe defi- nir lo que podía ser. Cuando dejó de dar vueltas, su forma no era redonda, era algo así como un cacahuete con las puntas redondas, de tamaño muy grande y luminoso. Quedó en el mismo borde del firmamento, como para caer sobre la tierra. Cuando todo pasó, dije: ¡Dios mío! no sé que es lo que he visto. Sigo pensando que los signos o letras que he visto al princi- pio, significan algo importante relacionado con esa visión. He tenido un sueño, cuyo sueño me llevó a saber, era sata- nás, quien se hacía pasar con rostro de mujer, empañado y de- sagradable que estaba entre una masa negra, cuando sin ausen- tarse de mi vista, me quedé mirando para una bandera con los colores de la bandera de España en una bandera diferente, to- do ello escrito en el capítulo anterior. Sucedió de la sigui- ente manera: Estaba durmiendo y, en sueños, oigo la voz de u- no de mis hermanos que, contestando a otro le decía, que el encargo que habían traido, era para mí. Al oir esto según pa- saba cerca de una puerta, voy yo y la abro para preguntarles de qué encargo se trataba supuesto no esperaba ninguno. Ha sido al abrir la puerta, me encuentro con una persona en me- dio de la puerta y de frente, como esperando a que abriera; Ante lo inesperado y su aspecto lamentable, ni yo misma sé decir lo que pasó por mi interior; su rostro de mujer, desa- gradable, con sus ojos clavados en mí, su figura bajita, en- clenque, con ropa larga hasta los pies, toda su persona en- vuelta de algo que la empañaba en su conjunto, era tal su as- pecto que al ver su rostro me recordó, "algo", pero, como si mi mente estuviese en blanco, imposible saber qué. Discre- tamente me fijé en lo que describo al no poder resistir mi- rarle a la cara y, cuando vuelvo a mirar para su rostro, mo- vía los labios como hablando pero sin oir su voz ni enten- derle nada; ha sido al retirar nuevamente la mirada de su rostro por el efecto que me causaba, me doy cuenta de que aún la tenía en la puerta sin decirle una palabra y fue cuando al invitarla a pasar, aún no había terminado la última palabra, veo, cómo se desprende de ella aquello que la envolvía empa- ñando toda su persona, esfumándose su figura, y viene hacia mí; según le veo venir hacia mí, es entonces, con plena cons- ciencia me doy cuenta de quien era quien tenía delante sin po- der evitar me atrapara. Era el mismísimo satanás disfrazado de esa manera. Empecé a gritar, pidiendo ayuda al Señor: Je- sús mío, ayúdame, ayúdame, Jesús mío..., pero el Señor pare- cía ausente; por momentos dejaba de gritar pensando como ha- cer para que el Señor viniera en mi ayuda cuando me doy cuen- ta, por el tacto, que en una de mis manos tenía el Crucifijo y al acercarlo para darle un beso me fue imposible ante aque- lla fuerza que me impedía moverme, entonces, en lucha contra esa fuerza lo fuí acercando inclinando al mismo tiempo la ca- beza y conseguí darle el beso lo mejor que pude. Ha sido es- te beso que he dado a Jesús Crucificado, me veo libre. Sola- mente el recordarlo se me llenan los ojos de lágrimas. Me consta, de que ante mi empeño en besarle, el Señor me ayu- dó porque tengo muy claro que ningún ser humano puede para esa fuerza, que queriendo sacarla de tí, imposible agarrarla. Después de lo que acabo de exponer, al verme libre tengo una visión pero al percibir que aún seguía allí, por temor a verle no quise mirar y, como el tiempo pasaba percibiendo seguía allí, levanto el brazo con el Crucifijo en la mano y haciendo la Señal de la Cruz, digo: Vete de aquí, satanás, te lo pido en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Después, recordando tantas cosas, estaba claro para mí que ese rostro de mujer era el mismo que había visto... ¡Dios mío! es todo tan serio y grave lo que ello encierra que te pido, Luz, para que todos se den cuenta, antes de que sea demasiado tarde. En esa misma noche después de lo que explico, no sabía yo lo que aún me esperaba. No sé el tiempo que pasó sin poder dormir, con estas cosas se me escapa el sueño y, hasta que buenamente vuelve, me siento tranquila, pensando, meditando y rezando; lo que si recuerdo perfectamente es que cuando el sueño ya se estaba apoderando de mi tengo una visión. Hacia la derecha y hacia arriba había cierta claridad pero hacia la izquierda había oscuridad, no obstante, lo que sí desta- caba era lo que había hacia abajo en el centro de la visión. Asomaba parte de algo muy negro, un negro especial, parecía con algo de brillo y entre esa negrura destacaba algo de co- lor blanco y al fijarme para saber que era, se acerca a mi vista, tanto, que veo como se deslizaba muy suavemente el cu- erpo de una serpiente, enorme de larga; toda ella blanca pe- ro tenía marcados en su piel como unos aros en negro separa- dos entre sí como treinta centímetros, así, cuan larga era; se deslizaba metiéndose entre aquella negrura que como una masa blanda se metía dentro de ella formando vueltas, inva- diendo toda esa parte que asomaba en la visión, no le he vis- to la cabeza, pienso no resistiría verla y dejaría de mirar. La observaba atentamente, cuando veo que de ella se despren- de algo que dificilmente puedo describir, pero que me he da- do cuenta y, me veo atrapada una vez más. La serpiente sim- boliza a satanás y, allí estaba; al verme atrapada sintiendo sobre mi piel que algo se deslizaba como queriendo enrollar- se en mí, digo: Madrecita mía, ayúdame, y, de manera fulmi- nante, me soltó. En mi vida diaria al invocar a la Santísi- ma Virgen, por una causa u otra, son muchas las veces que termino diciéndole: Madrecita mía... En ese momento tan te- rrible para mí la llamé así. Gracias, Madrecita, gracias por atender mi llamada, nunca lo olvidaré. Creo saber por qué me atacó. Hace tiempo tuve una visión, en cuya visión estaba el mapa de España, lo he visto en dife- rentes visiones, todo ya escrito en capítulos anteriores, pe- ro después de una de estas visiones, al día siguiente orde- nando cosas, al coger un libro me cayó una estampa quedando por la cara donde está escrita una oración, y leo, "Oración por España" ¡Qué casualidad, diría yo, si creyera en las ca- sualidades. Por la otra cara está grabada la imagen de María Inmaculada que pisa con sus pies la serpiente. Es una oración hermosa donde también se invoca a Jesús Sacramentado, me gus- tó tanto que la rezo todos los días y, claro, como en ella se pide sean desbaratados sus perversos planes, la serpiente me atacó. Tengo claro también, que el espíritu del mal me ataca por lo que escribo, oculto a los ojos de los hombres; es to- do tan diferente a como vé el mundo las cosas que comparo lo que veo con una moneda de dos caras, por una como el mundo lo vé y, cuando le doy la vuelta a la moneda y veo su otra ca- ra, la fealdad que encierra, el dolor y sufrimiento en las personas que he visto, entonces, mi semblante cambia total- mente no pudiendo contener las lágrimas la mayoría de las ve- ces. En esa misma noche tuve otra visión. Veo a un animal ne- gro parecido a un lagarto, como de dos metros, estaba sobre un terreno arenoso que me recordó las arenas del desierto, estaba como buscando algo, entonces según miraba para su en- torno veo la cabeza de otro animal de color verde amarillen- to, me causó tal impresión que rapidamente vuelvo a mirar para el lagarto, entonces, creo se dio cuenta de mi presen- cia y empezó a estirar el cuello en dirección hacia mí, un cuello redondo y grueso, tan largo que en su conjunto el ani- mal parecía mitad lagarto y mitad serpiente, su cabeza no se diferenciaba del cuello pero tenía rostro porque por un ins- tante se lo ví y como le brillaban sus ojos. Estaba despierta y, me quedé mirando fijamente con el fin de saber que era lo que destacaba entre penumbra; así estaba la visión, en penumbra. Pronto me he dado cuenta de que lo que se movía a cierta altura, como en el espacio, era una ban- dera colocada en un pequeño mástil pero sin ver en qué se apo- llaba, cuyo mástil estaba en posición vertical y la bandera ondeaba en sentido contrario a mí, tan pronto iba hacia la iz- quierda como cambiaba a la derecha, desplegándose totalmente cuando iba hacia la izquierda, por su movimiento constante, siempre en ambas direcciones, era como para pensar había un fuerte temporal; bandera y mástil los veía en color muy oscu- ro, no me atrevo a decir en negro, pero según observaba el movimiento de la bandera, era cuando iba hacia la derecha, según ondeaba, veo en parte de ella sus colores, así, va- rias veces más, siempre al ondear en esa dirección en momen- tos que no se desplegaba totalmente. Sus fajas rojas y blan- cas en sentido horizontal, aunque solo ello he visto, me llevaron a decir: es la bandera de EE.UU. Seguidamente me fijé en lo que estaba cerca de ella que por momentos la ro- zaba, era algo así como el efecto que deja un cohete des- pués de explotar, de los que se disparan en un día de fies- ta, pero con la potencia de varios, ello rozaba la bande- ra cuando ondeaba en esa dirección hacia la derecha. Me fi- jé también en la sombra negra que en sentido vertical al- canzaba la altura de la bandera, también hacia la derecha entre el mástil y lo que parecía el efecto de un cohete; creo estar segura esa sombra ocultaba a un animal que con su hocico, por momentos, también rozaba la bandera. Ante lo que acababa de ver me puse a rezar el Rosario, pidiendo que triunfe el " Amor " ya que, es el amor, el camino que lle- va a la paz entre los hombres y todos los pueblos. Una noche al despertar elevé el pensamiento hacia el Se- ñor diciendo: Te pido por la conversión de los pecadores, por la conversión del mundo, Padre mio, escucha lo que te pi- do. Dicho esto, en el acto veo al grupo de los tres animales enfurecidos, como respuesta, así lo interpreté, de que el Se- ñor había escuchado mi súplica. Fue para mí motivo de alegría al ver una vez más, lo cerca que está el Señor de nosotros, esperando una palabra nuestra... Otra noche veo una sombra negra en sentido vertical, es- trecha y poco larga, lo miraba con recelo al no poder defi- nir que era lo que estaba viendo pero según miraba se dejó ver de perfil un hombre que por algunos gestos que hacía me llevó a pensar era él, luego veo como un escrito, pero no eran letras era algo así como globitos pequeñitos que pare- cía flotaban, era algo tan extraño, que dejé de mirar por precaución. Otra noche, de pronto, veo como un teclado de or- denador, en unas teclas había letras y en otras no y, se fue de mi vista. A la tarde de ese día veo el color lila azulón entre negrura, estaba rezando el Rosario, destacaba ese color en un tono muy fuerte, y seguidamente veo un escrito y otro y otro... en diferentes posiciones y a veces a un tiempo y entre ello aparecía como por arte de magia, parte de un te- clado de ordenador, desaparecía y vuelta a aparecer, así du- rante un rato; observaba todo ello, todos los cambios, con- vencida de que lo que estaba viendo, nadie se podía hacer una idea por mucho que intente explicarlo. Entonces, pensé en aquellas personas que se valen de este medio de comunica- ción para sus malos fines y pedí por ellos a los Corazones de Jesús y de María, y seguí rezando. Te doy gracias, Señor, por llegar este momento de poner fecha como cierre a últimas visiones; no siempre puedo sen- tarme a escribir como quisiera, hay otras cosas que en ello, pienso, también está Tú Voluntad y, así sea en mí. ENVÍA TU ESPÍRITU SEÑOR Y RENUEVA LA FAZ DE LA TIERRA. AMÉN. 23-6-2006 Una noche veo a un grupo de animales, calculo serían unos diez, parecían perros todos iguales de tamaño grande con bo- nita planta, pero los veía como transparentes impidiéndome, quizá ello, verlos con detalle; formaban como un círculo con las cabezas en el mismo punto no sé si comían o olfateaban algo; entonces, dos de ellos se separan varios metros dando saltos y vuelven a reunirse con los otros. Otra noche así de pronto veo parte del firmamento con mu- chas nubes grandes de color rojizo y al darme cuenta desapa- rece la visión. Me quedé un tanto pensativa porque, es nor- mal para mí ver en el firmamento con más o menos frecuencia, partes de color rojizo y nubes también, eso es algo muy nor- mal, pero, que nubes rojizas, bastantes, las haya visto en visión, eso llamó mi atención. Otra noche me detuve a mirar lo que tenía ante mi vista y fue al ver una serpiente, solo tuve ojos para ella. Estaba a mi derecha bastante cerca, me fijé en su posición, un tanto especial. Era una serpiente como de un metro de larga toda ella de un color muy parecido al terreno donde estaba, como la tierra seca, facilmente como para pasar desapercibida; aunque no era larga, su cabeza era redonda como el puño de u- na mano grande y así todo su cuerpo, estaba, con la mitad de su cuerpo hacia la cola, panza arriba, y, la otra mitad dobla- ba de manera que el resto del vientre descansaba sobre el mis- mo vientre de la otra parte y así su barbilla se posaba sobre la punta de la cola. Esa era su posición. Según la observaba me daba cuenta de que sabía de mi presencia porque al estar en dirección hacia mí, aunque sin moverse, me demostraba no le era grata mi presencia abriendo la boca haciendo unos ges- tos de pocos amigos, así una y otra vez. Estaba durmiendo cuando siento unos golpecitos en la puer- ta de la habitación lo suficientemente fuertes como para des- pertarme, sin poder evitar me causasen cierta impresión; sin duda era alguien que necesitaba ayuda y empecé a rezar, pero al instante me doy cuenta de que algo había ante mi vista. Veo un árbol, la visión era clara, cuyo árbol de mediano tama- ño tenía hojas verdes, alargadas como de seis centímetros y estrechas con la forma normal de ese tipo de hojas, las ramas se movían suavemente separándose algo unas de otras y, aunque tenían hojas no se veían muy tupidas; no le veía el tronco, mi situación estaba por encima del árbol pero sí podía ver algo del terreno donde estaba plantado, un terreno sin vegetación como si fuese muy transitado y de tanto pisotearlo ello impi- diese brote alguno. Eso fue todo. Comenté con uno de mis her- manos lo que expongo y lo único que estaba claro para los dos era que quien llamó en la puerta de la habitación era alguien que necesitaba ayuda, entonces, me recordó que rezara, y, di- jo: quizá llegues a saber el significado de lo que has visto. De lo que explico pasaron unos días, cuando por televisión entre otras noticias explicaron de un árbol de cuyas hojas, elaboradas, hacían unos polvos con los cuales, atracadores y violadores los echaban sobre la ropa de las victimas sin ente- rarse y éstas iban perdiendo la noción de su situación. Fue tal el efecto que me causó recordando la visión del árbol, que, como hablando conmigo misma, digo: ¡Dios mío, lo que discurre satanás! ese espíritu malvado que se mete en las mentes de a- quellos que le sirven. Ahora, al escribir y recordar ciertas cosas se me llenan los ojos de lágrimas solo de pensar en el horror cuando se vean en sus garras por siempre jamás si antes no se arrepienten. Cuando comenté nuevamente con mi hermano de lo que me había enterado, quizá se dió cuenta del efecto que me causó que me dijo: Mucho de lo que ves y no sabes el signi- ficado es por tu bien, de cuantas cosas el Señor te estará li- brando porque no lo resistirías. Lo sé, le contesté. Recordé lo que me había sucedido hacía algún tiempo aunque no se lo di- je y que ahora escribo. Una tarde encendí el televisor sin motivo especial, no sa- bía lo que estaban dando; miré para la pantalla y sin fijarme demasiado retiro la mirada para seguir con lo que tenía entre manos, pero, según retiraba la mirada vuelvo a mirar rapida- mente porque me pareció ver algo que había visto en una visión hacía algún tiempo, y, efectivamente. En la pantalla había u- na gran casa y entre los balcones de diferente forma había va- rios iguales, en parte de la fachada; eran unos balconcillos estrechos con barandilla pintada de blanco que abrían para den- tro y uno de estos balconcillos hacia el extremo a la dere- cha estaba abierto y en él había varias personas. Como estos balconcillos los había visto en una mansión, en visión, y, uno de ellos hacia el extremo a la derecha también estaba abierto pero sin gente; Al ver en la pantalla lo que explico y saber quienes estaban en el balcón, entendí, quien era la familia la que guardaba relación con lo que había visto en visión, vi- sión que consideré encerraba cosa negativa, por ello sin de- tenerme a escuchar que comentaban sobre quien estaban en el balcón, ante la sorpresa que me llevé y entendí, miro para el rostro del Señor, grabado en una estampa que puse en un porta- retrato y le digo: Señor, mas quisiera no haberlo sabido, ¡oh, Señor! mejor era para mí no saberlo, y, después de decírselo no sé cuantas veces, empecé a rezar por esa familia. Esta vi- sión está escrita. De lo que expongo pasó un tiempo cuando por los medios de comunicación me enteré de lo sucedido a esta familia, que, a- pesar de lo ocurrido aún pudo ser peor. Recordé mis oraciones y, es por tantas cosas, pienso, que lo mejor para mí, sea co- mo el Señor disponga, paso a paso, día a día. Una noche miraba yo para lo que veía de un animal negro y grande y por encima de él había en sentido horizontal una sombra tan negra como el animal que lo cubría pero separada como treinta centímetros; de lo que veía del animal me pare- cia era de la especie vacuno, pero como no lo tenía claro se- guía mirando. Como si alguien supiera de mis pensamientos, veo se retira lo que ocultaba la cabeza del animal de tal for- ma que imposible explicar y veo la cabeza del animal que muy cerca de mí me miraba. Ante lo inesperado y la manera de apa- recer un tanto misteriosa, no salía de mi asombro; era una va- ca, sus cuernos de pequeño tamaño, la veía como transparente, hacia contraste con el resto de su cuerpo negro y la oscuri- dad que la envolvía, no le veía las patas; la cabeza nuevamen- te quedó oculta quedando ante mi vista lo mismo que al princi- pio y, es entonces veo, cómo la sombra negra que cubría al a- nimal empieza a bajar hasta rozar su cuerpo y vuelta a subir, así varias veces más. Sucedió también por la noche: Miraba yo para lo que tenía frente a mí muy cerca, parecía una pequeña roca asentada so- bre llano, negra completamente entre penumbra, su forma hacia arriba como una elipse, en ella no destacaba nada, parecía un bloque; no sabiendo lo que podía ser seguía atenta hasta que al fin algo se abre hacia arriba y entre la separación veo al- go de color amarillento con cierta luz que me permitíó ver la forma de una boca cuya boca la tenía llena de aquello amari- llento; por ello supe era un animal; seguía abriendo y cerran- do la boca hasta que apenas sin darme cuenta lo que veía en sentido vertical se colocó en sentido horizontal, cosa que me extrañó al no darme cuenta de manera clara del cambio de po- sición. Seguía abriendo y cerrando la boca con lo amarillen- to dentro, la observaba y me llevó a pensar era la cabeza, muy grande, de una serpiente, entonces, me doy cuenta que cuando abría la boca lo amarillo de dentro me servía de luz para ver que su cabeza se separaba unos centímetros como de una pared, retrocediendo, y volvía al mismo sitio quedando a oscuras cuan- do cerraba la boca pero sabiendo seguía allí porque al instan- te la volvía abrir, retrocediendo nuevamente, así hasta que de pronto veo la entrada y paredes de un pozo profundo, la bo- ca de la entrada era bastante ancha e iba estrechando hacia abajo y, allí, estaba la cabeza de la serpiente que hacía de tapón cerrando lo que había más abajo. ¡ Dios mío! dije, una y otra vez: ¡Cuanto me ha costado saber lo que al fin he sabido!. Ante mi torpeza, me sería imposible si no veo la entrada y pa- redes del pozo. Gracias Señor por tu ayuda. Otra noche al poco de despertar veo un ojo grande con la pupila negra; así de pronto me puse a rezar al notar en él algo raro y por ello empecé a rezar por si necesitaba algo pero al momento lo puse en duda cuando veo el ojo en blanco y cómo procuraba ocultar su pupila, el entorno del ojo tenía la palidez de la muerte y la ceja negrísima como pintada con un tizón; la negrura que rodeaba la palidez de lo que veía y el blanco del ojo, imponía, por ello al saber quien estaba a- llí, como seguía rezando, le dije al Señor que dispusiera Él de mi oración. Otra noche veo como una cortina, desaparece dejándome ver las piernas de una persona como quince centímetros más abajo de las rodillas con los pies descalzos; estaba entre algo co- mo niebla gris claro que causaba cierta impresión; nada mas ver estas piernas con los pies descalzos, empieza a andar en dirección hacia mí, muy despacio; la observaba con cierto te- mor al tiempo que empecé a rezar por aquella persona que por el tamaño de sus pies más bien parecían de mujer. El hecho de empezar a rezar es porque pienso que si necesitan oraciones desde ese momento trato de aliviarlas y así se pueden ir de mi vista porque me causan cierta impresión. Cuando ya estaba bastante cerca de mí, su manera de andar, no pude evitar de- jar de mirar. A diario le pido al Señor por todas esas per- sonas que de una forma u otra he visto, el Señor sabe de sus necesidades y por qué las he visto. Entre las muchas veces que he visto por las tardes en vi- siones el color lila azulón, destaco tres. Dos tardes segui- das veo la misma visión; en sentido horizontal y sobre el co- lor lila había en negro, brillante, como si tuviese una piel finísima, un no se qué con forma alargada que moviéndose ha- cia arriba le seguía otra de color verde amarillento, una y otra, por turno, desaparecían entre el color lila y volvían aparecer siempre de abajo arriba, así una y otra vez; su ma- nera de aparecer y desaparecer es de misterio, imposible ex- plicarlo. Observaba con detenimiento todo ello, así una tar- de y la siguiente también. Otra tarde veo nuevamente el co- lor lila azulón y en medio de ello como sobre ello, estaba lo que fuere, también en negro brillante, pero su forma mas bien redonda y grande; como no había movimiento alguno me quedé a- tenta, cuando, empieza a moverse cambiando de formas según de- saparecía entre el color lila y al instante aparecía, algo pa- ra ver pero no para explicar, así lo pensaba mientras lo esta- ba viendo. Desde hace tiempo convencida de que estas visiones no encierran nada bueno, me llevaron a ofrecer el Santo Rosa- rio a los Corazones de Jesús y de María, en desagravio, pidién- doles desbaraten a satanás todo lo malo que hay en ellas y por la conversión de los pecadores que colaboran en sus planes. Era por la tarde, estaba descansando, veo que algo blanco despuntaba, ésto en el mismo medio de la visión. Al ver lo que despuntaba me quedé atenta y al momento veo a una perso- na de medio cuerpo, oculto su rostro y cabeza, estaba a mi derecha como a un metro de distancia, su posición mirando de frente hacia la izquierda, vestido de blanco con los brazos abiertos; al fijarme en la ropa que llevaba y su actitud con los brazos abiertos como acogiendo a todos, digo: es el San- to Padre, Benedicto XVI. Llevaba la misma ropa blanca que en ese domingo a la hora del Angelus le había visto en diferido por televisión en la ventana de su residencia en Castelgandol- fo, y, desaparece. Según se fue de mi vista, por la manera de desaparecer, me dió la impresión de que a pesar de no verlo se- guía allí presente. Entonces, veo a su altura un poco hacia adelante, como en el espacio sin apoyo alguno, algo tan hermo- so que me llevó a pensar que lo que estaba viendo era la Hos- tia Consagrada en el momento de la elevación en la Santa Mi- sa. Desaparece de mi vista y aparece un Cáliz como posado so- bre el altar pero éste oculto; al verlo, contemplaba todo en silencio teniendo claro de que lo que estaba viendo era el momento más importante, la muerte de Jesús en la Cruz que o- freció al Padre por la salvación de todos los hombres. El mo- mento principal de la Santa Misa. Desaparece el Cáliz y vuel- vo a ver la hermosura que había visto, colocada como sobre el altar donde había visto el Cáliz; mientras contemplaba lo que estaba viendo no pude por menos que decir: Si todos vie- sen lo que yo estoy viendo, todos, creerían que en la Hostia Consagrada está Jesús, el Señor. Al desaparecer la Sagrada Hostia de mi vista, veo allí mismo, el color lila azulón y en- tre ello negrura, se movía como envolviendo aquel lugar Sagra- do. Al verlo me causó tal impresión que acudí a Nuestra Madre del Cielo, Madre de la Iglesia, pidiéndole su amparo y protec- ción. Pienso, que con esta visión, el Señor, de algo importan- te nos advierte. La Hostia que he visto era de tamaño más grande de lo nor- mal, parecía como un bollito de pan, blanquísima, llena de luz; cuando la he visto suspendida en el espacio en sentido vertical parecía que la luz la desbordaba, igualmente cuando la he visto sobre el altar. Me ha dado que pensar, porque, al tener la forma como un bollito de pan la luz que la desborda- ba además de ir hacia arriba su posición miraba de frente ha- cia la izquierda, igualmente cuando estaba sobre el altar su posición era también hacia ese lado. La posición de la perso- na que he visto vestido de blanco también estaba de frente hacia ese lado por detrás de lo que he visto. El Cáliz tenía un pié bastante alto, liso completamente, la copa estrecha y alta, parecía como pulverizado de arenillas de color gris per- la y un verde discreto, de arriba abajo tenía grabado como fi- nos surcos pero sin guardar simetría y entre ellos sin areni- lla. Su diseño nunca visto por mí, ni parecido, digno de admi- rar. Lo que describo es solo para dar una idea de lo que he visto. Cuando recuerdo esta visión no puedo por menos que de- cir: ¡Señor mío y Dios mío!. Otra tarde observaba el color lila azulón que sobre él ha- bía algo muy negro sin saber que era, entonces empieza a mo- verse desapareciendo entre lo lila y apareciendo cambiando de formas que imposible detallar, hasta que terminó el movimien- to quedando sobre el color lila parte de aquello negro que no sabía que era. Lo miraba, cuando veo en ello la forma de una boca grande muy abierta con gesto de rabia, cerró la boca y veo cómo varias veces semi abría la boca y la cerraba. No te- nía por que sorprenderme pero así fue debido a que hacía un tiempo que en estas visiones no veía claramente ningún ani- mal, pero ahora tengo claro que aunque no se dejen ver, es- tán. Estaba despierta cuando me quedé mirando para lo que tenía ante mi vista. Hacia la derecha y hacia arriba había como nie- bla muy espesa y en el resto había claridad. Al fijarme en la niebla veo que algo despuntaba, más y menos, era algo así co- mo el morro de un objeto de color blanco; por más que lo ob- servaba imposible saber que era, ha sido como me sucede a ve- ces de manera imposible para mí de explicar, capté entre la niebla, como una hélice grande que daba vueltas en sentido ho- rizontal y entonces, digo: es, un helicóptero. Me quedé pensan- do en la manera que me he dado cuenta y eso fue todo porque así de pronto no le he dado importancia. Pasó como un mes, quizá algo más, una mañana antes del me- dio día miraba yo por televisión, en directo, como maniobra- ba un helicóptero de reconocimiento cumpliendo la misión en- comendada; me había olvidado totalmente de la visión, y, fue al hacer un giro, me fijé en el morro que, por su posición an- te lo que estaba viendo, me recordó lo que había visto y, ha sido en ese momento cuando menos lo pensaba, me llevó a saber algo más sobre el helicóptero de la visión que antes ni idea tenía. Fue a la noche siguiente de la visión del helicóptero, es- tando también despierta, de pronto veo dos aviones de comba- te, oscuros, volaban muy cerca de mi vista, estaban a mí de- recha uno detrás del otro con muy poca separación entre ellos, volaban en linea recta hacia la izquierda. En el espacio ha- bía claridad como si fuese en pleno día. En esta noche veo formarse como una cortina; una vez toda ella ante mi vista, de color ocre, me fijé en los diminutos dibujos que tenía todos iguales como cestitos. Según miraba veo que hacia el medio de la cortina sale la cabeza negra de un caballo, un poco borrosa y desaparece la visión. En esa misma noche veo como un grupo de animales pequeños sin poder distinguir qué animales eran, estaban cubiertos como por un plástico doble que me impedía verlos con claridad; según mi- raba para ello sale de allí debajo un pollo negro de mediano tamaño, andando ligero y desaparece la visión. En esa noche, poco antes de levantarme, estaba despierta pensando en lo que había visto, cuando, siento que llaman en el timbre que comu- nica conmigo pero que solo mis hermanos que habitan en la ca- sa hacen uso de él. Por la forma de llamar, quien llamó, ten- go claro que sabía no eran horas de llamar y lo hizo lo más suavemente posible pero como el silencio era absoluto me he dado cuenta perfectamente. Me puse a rezar. Una noche de pronto veo las patas delanteras de un caballo dentro de un recipiente como de cinc, con algo de agua, la ca- beza del caballo en posición como para beber. Me fijé en las pezuñas del caballo que dentro del recipiente el agua apenas las cubría como también me fijé en el agua que aunque clara se veía de un color verdoso. El recipiente, rectangular como de un metro de largo, era lo que veía, tenía muy poca altura, estaba colocado como sobre el terreno. Desaparece todo ello de mi vista y en el acto vuelvo a ver la cabeza del caballo en la misma posición y, aunque negra se distinguía entre la mucha negrura que se hizo en la visión, tenía la boca muy a- bierta llena de no se qué blanco que parecía bramaba y me per- mitía ver los gestos enfurecidos o de dolor del caballo. Cuan- do se fue de mi vista no pude por menos que decir: ¡Que le pa- sará al caballo!. Otra noche me parecía ver de cuando en cuando teclas suel- tas de ordenador, hasta que efectivamente veo toda una linea del teclado con sus letras; desaparece y veo al grupo de los tres animales que muy juntos formando una sombra negra, le- vantaban las cabezas abriendo las bocas enfurecidos, los tres con las bocas llenas de no se qué blanco que les salía por las bocas y ello me permitía verlos perfectamente. Otra noche al despertar me puse a rezar por la conversión de los pecadores y al momento veo al grupo de los tres anima- les, enfurecidos. Dos noches seguidas he tenido la misma visión. Todo era oscuridad y en el medio de la visión había como una luz ama- rillenta que me permitía ver lo que había. Eran sombras muy negras con formas diferentes. No sé lo que podian ser. Vi- siones parecidas a estas las tengo con bastante frecuencia pero lo que llamó mi atención fue el hecho de ver la misma visión dos noches seguidas. Como de estas visiones mayormente no hago mención, quizá por ello sucedió así para que las ten- ga en cuenta. Que así conste. Una noche entre mucha oscuridad y como en el espacio veo varios renglones escritos con letras grandes de ordenador pe- ro cada letra en parte en tinta negra y también como transpa- rente; al verlo como en el espacio podía ver por detrás del escrito formas negras de algo o alguien y por temor dejé de mirar. Sucedió también por la noche, me daba cuenta de que un es- crito parecía intentaba aparecer, pero no, hasta que por fin aparece; estaba escrito sobre blanco con letras negras menu- das, se movía de izquierda a derecha hasta que al fin quedó ante mi vista de arriba abajo solamente la mitad del final de cada linea. Seguidamente vuelvo a ver un escrito muy extenso con la misma letra y por momentos el tamaño de la letra se ha- cía más grande, también escrito sobre blanco colocado sobre algo oculto a mi vista, la visión era muy clara; observaba el escrito sin poder leer una sola sílaba; mayormente trato de fijarme pero es como si no pudiera, son detalles que capto pe- ro de dificil explicación porque son para mí un misterio. Al ser un escrito muy extenso, el comienzo lo veía a bastante distancia y es allí veo aparecer una serpiente negra que arras- trando su vientre se movía por el medio del escrito en direc- ción hacia mí donde el final del escrito estaba cerquísima de mi vista. Como la veía a cierta distancia miraba su manera de moverse, los movimientos que hacía con la cola, cuando de pron- to sin darme cuenta la tengo frente a mí; entonces, solo su ca- beza y rostro se distinguía entre la oscuridad que se hizo en toda la visión. Al tenerla tan cerca frente a mí, rostro con rostro temí me atacara y abrí los ojos para no verla pero aún así allí estaba con sus ojos brillantes y, desaparece; enton- ces vuelvo a cerrar los ojos y al ver seguía allí dejé de mi- rar. No me explico como de pronto ya estaba frente a mí supues- to que siempre que veo animales si los veo venir en dirección hacia mí tomo mis precauciones y antes de que se acerquen de- masiado dejo de mirar. No era una serpiente corriente, tenía una cabeza muy grande semi redonda donde destacaban sus ojos en un rostro como arrugado que parecía me bufaba, tenía un cuerpo ancho y corto estrechando donde se formaba la cola re- donda y fina un poco menos larga que su cuerpo, hacía contras- te con la anchura del cuerpo y la cabeza tan grande. Otra noche vuelvo a ver otro escrito también sobre blanco con la misma letra; estaba dividido en dos partes, una hacia la izquierda y, con bastante espacio en blanco estaba la otra parte a la derecha más abajo. En el espacio en blanco se veía como sombras negras de pequeño tamaño a las que miraba y no miraba por precaución, entonces, hacia la última linea del es- crito de arriba, veo aparecer como tres bolitas negras, una detrás de otra y se colocan en linea muy juntas en otro pun- to cerca de donde salieron, se movían entre ellas formando co- mo un borrón y en su lugar aparece un ojo grande totalmente negro. Al ver como me miraba y pensar quien era dejé de mirar pero aún me dió lugar a ver cómo otras dos bolitas salían del escrito. Quisiera no ser yo la que deje de mirar para ver lo que pasa, pero reacciono así por falta de valor ante lo desco- nocido que se puede presentar, es algo superior a mí que no puedo evitar. Por otro lado pienso que mejor para mí es ser prudente. Otro noche ya por la mañana, según me levantaba, aún no ha- bía puesto los pies en la alfombra, me sorprende la visión de otro escrito con la misma letra que en la visión anterior y también sobre blanco; sobre el escrito, como en el espacio, se movían muchas lucecitas como chispeando, también como ra- yos eléctricos en sentido horizontal. Todo ello lo he visto con toda claridad y también con los ojos abiertos. No sé que puede significar ese escrito con lo demás que he visto. Esas luces de maneras diferentes con muchos matices las veo sin mas con bastante frecuencia, y, ello me ha llevado a rezar diaria- mente por todas las personas que están en peligro de una muer- te inesperada, para que de todo mal de alma y cuerpo nos libre el Señor. A todos nos puede suceder. Otra noche vuelvo a ver otro escrito, en este había mucha oscuridad, era también un escrito muy extenso con letra menu- dísima, se acercó a mi vista, pienso yo, para que me diese cuenta, no obstante me daba cuenta; me quedé mirando para to- do el conjunto y, eso fue todo. No sé que pueden significar estas visiones cuando llevaba un tiempo sin ver escrito algu- no. Horas después, en la noche, me atacó satanás. Estuve rezan- do y después me puse a leer hasta que el sueño me dominaba y apagué la luz. No había perdido aún la consciencia cuando no- té algo que me llevo a estar atenta, cosa de dos o tres segun- dos porque al instante cuando me he dado cuenta era él, segui- damente me siento atrapada de tal manera que dificilmente po- día gritar ni articular palabra; entonces, mentalmente acudí al Señor pidiéndole ayuda, y, ello bastó para verme libre. Le doy gracias al Señor porque siempre, siempre, aunque ese espí- ritu malvado me tenga atrapada sin posibilidad de movimiento alguno, mentalmente soy libre para decidir en esos momentos terribles. Ahora comprendo perfectamente lo que hace años me contó una señora de su abuelo. Estaba paralítico, y, en su ago- nía, cuando ya le creían muerto, se incorpora en la cama, co- sa que no podía hacer sin ayuda, al tiempo que daba un grito diciendo: Virgen Santísima, sácame de aquí. Siento el timbre del despertador que me anunciaba era la hora de levantarme; doy media vuelta para pararlo y veo lu- ces como rayos eléctricos y seguidamente muchas teclas de or- denador con sus letras y entre ellas trozos de lineas escri- tas como también estaban el grupo de los tres animales, todo, en una visión en penumbra. Me quedé pensando por lo serio que me pareció lo que acababa de ver y, como aún tenía tiempo su- ficiente, me puse a rezar el Rosario, arma poderosa contra to- do mal. Dios mío, he llegado al final de últimas visiones, gracias Señor. Gracias. ENVÍA TU ESPÍRITU SEÑOR Y RENUEVA LA FAZ DE LA TIERRA. AMÉN. 8-12-2006