La Imaginación (7)
Envuélveme Señor con tu Espíritu Santo, para seguir escribiendo según tu Voluntad
En la noche siguiente a la última fecha en el capítulo sexto, veo una pequeña sombra gris, estaba como suspendida en el espacio y por lo que en ella despuntaba me llevaba a pensar se trataba de algún animal al tiempo que veía movi- miento y, en un punto más claro de esa sombra parecía como si bramara; aparecen más arriba dos rostros frente a fren- te y al acercarse uno al otro, retiré la mirada hacia la la sombra que allí seguía, es entonces, de esta sombra em- piezan a salir palabras en mayúscula con más o menos síla- bas y se iban colocando alrededor, cuando, nuevamente y en el mismo lugar vuelvo a ver los dos rostros frente a frente, pero al darme cuenta y por prudencia no quise ver- los y al mirar para aquella sombra que seguía en medio de la visión, veo salir letras y más letras ya en minúscula formando un escrito extenso, las letras en su totalidad eran como cristalinas pero no podía fijar la vista en nin- guna de las palabras y sí en aquella sombra que desde el primer momento se mantuvo en el mismo lugar. A la noche siguiente veo algo parecido a la visión ante- rior, también como en el espacio, pero despuntaban clara- mente dos cabezas de animales, pequeñas, iguales, semejan- tes al grupo de los tres, y muy cerca de sus cabezas, ha- cia arriba, se veía mucho humo negro como si saliese con fuerza de algo oculto a mi vista extendiéndose a más altu- ra viendo, al mismo tiempo, cómo aquellas cabezas con las bocas abiertas una de ellas subía hacia el humo aspirando de ello; se movían entre sí y se ocultaban alternándose, aparecian seguidamente sin poder saber si eran las mismas u otras iguales y de pronto empiezan a salir de allí letras oscuras en minúscula formando un escrito borroso alrededor, me sorprende cuando hacia la izquierda aparece el sol, sin brillo como cuando despunta entre las nubes en un día nubla- do, por momentos apenas le veía como si las letras se agol- paran sobre él para impedir verle, hasta que, al fín lo veo completamente pero como si en ese tiempo, avanzase pero en otra dirección, en vez de hacia el Oeste, hacia el Norte, algo que me llamó la atención y es entonces desaparece la visión. Me desperté y me doy cuenta había dos rostros de hombre ante mi vista, uno detrás de otro, su expresión era como de sorpresa ante algo horrible, con las bocas muy abiertas, quizá gritando, era tal su expresión en ambos, que no pude seguir mirando; me puse a rezar y poco después ya a más distancia a uno de ellos aún le podía ver. En esa noche vuelvo a ver como un escrito pero al acercarse a mi vis- ta los renglones no estaban formados por letras, eran di- minutas barritas muy juntas pero al querer saber si to- do ello era así no podía fijar la vista, como si algo o- curriese allí que me lo impedía. Era por la tarde, aparece un ojo en uno de los lados a mi derecha, grande, bonito, su posición me indicaba miraba de frente hacia el otro lado; por un instante pasó por mi mente si sería la mirada del Señor y, como si se acercase a mi vista, veo que era a mí a quien miraba, como de reojo, tenía la pupila totalmente en el extremo del ojo para po- der mirarme según mi posición; al ver como me miraba me causó impacto y, también por un instante pensé si no sería satanás y desaparece de mi vista; al momento y hacia el o- tro lado a mi izquierda, en un punto fijé la mirada al ver como trataba de despuntar algo, hasta que con claridad veo la forma de un ojo grande, al verle me creí era el mismo y veo como del ojo sale una pequeña Cruz quedando sobre él al tiempo que sale otra Cruz más o menos del mismo tamaño quedando posadas como dentro del ojo, ambas de color pla- teado; ello me recordó otra visión que fue para mí de fe- licidad, pero en esta me quedé triste al pensar que el Señor ocultaba su mirada y además por la forma de mirar- me que no pude remediar me causase impacto cuando al prin- cipio le ví; con estos pensamientos vuelvo a ver el ojo grande y bonito en el mismo lugar como al principio de la visión y me quedé fijamente mirándole, como esperando me mirase dulcemente, pero toda su atención estaba hacia el lugar donde yo había visto lo que ví; desaparece de mi vista dejando en mí como un poso de tristeza pensando que habría hecho yo mal, hasta que, anotando en el cuaderno lo que había visto me llevé la gran alegría al comprender que ambos ojos no eran el mismo, uno era el engañador mi- rándome de reojo mientras simulaba miraba para otra par- te y al final su atención estaba en lo que yo acababa de ver, comprendiendo por qué anteriormente me miró de la forma que lo hizo. Gracias, Dios mío, te pido que satanás no me confunda, no lo permitas, Señor. Gracias. Pienso en esas dos pequeñas Cruces, todo tiene su significado y por la atención que prestaba el maligno, no parece sea de su agrado. El Señor sabe que nada soy y nada puedo pero le sigo diciendo que aquí me tiene, contando siempre con su ayuda. Era por la tarde, aparece un ojo, normal, y desparece, cuando al instante aparece en otro punto, no sé si era el mismo u otro porque yo miraba y no miraba, recelosa, cuan- do empiezo a ver de fondo un color lila azulado y entre ello y de lo mismo, en color verde amarillento y también en negro; ocupaba todo el espacio de la visión y en ello había como un suave movimiento entre sí y cambiando de formas los colores. Días atrás también he visto algo así, pero un tanto distraida, cuando le presté atención desapa- rece la visión; le dije al Señor que necesitaba volver a verlo para tenerlo en cuenta, así que, cuando vuelvo a ver esos colores puse la máxima atención. Hace algún tiempo he visto bastantes veces algo así y no daba importancia, has- ta que decidí escribir sobre ello y así consta en otro ca- pítulo. En esta noche me quedé mirando fijamente para algo que había visto varias veces, en estos últimos meses, y no he escrito sobre ello al no saber concretamente qué era lo que veía; al ver nuevamente lo mismo mi empeño estaba en poder saber realmente de qué se trataba, cuando, por la manera de desaparecer de mi vista y ver que algo oculta- ba detrás, he comprendido, era, una simple cortina, de cu- ya cortina, su tejido era lo que me desorientaba totalmen- te, parecian gotitas de agua, no obstante no quedaba con- vencida y me quedaba como si no hubiese visto nada; al ver que esta cortina dejaba al descubierto lo que ocultaba de- trás, me llamó la atención lo que más destacaba de color negro: veo dos depósitos cilíndricos, como de cuatro me- tros de largo y un metro de diámetro de color negros, en todo iguales, estaban colocados uno junto al otro en sen- tido horizontal, como sobre el suelo pero uno sobresalía del otro como metro y medio, pienso yo para que me die- se cuenta eran dos, en la parte de arriba de los dos, ha- cia el medio, destacaba un pequeño cuadro indicando la entrada a los depósitos, entonces como si se acercasen a mi vista veo que por esa entrada asomaban dos cabezas de animales iguales, con las bocas abiertas, animales que tantas veses he visto, semejantes al grupo de los tres pero en este caso más pequeñas. La visión desaparece pe- ro me quedé con la impresión de que estos depósitos esta- ban sobre un terreno abandonado, no lo puedo asegurar pe- ro algo así retengo en mi mente y por eso lo escribo. Al ver estas cabezas de animales con la boca abierta no pude por menos que pensar que encierran algo diabólico. Una tarde veo como queriendo despuntar un ojo y allí pu- se mi atención, pero nada; no obstante me quedé mirando y tan fijamente como profundizando allí y, es allí en lo profundo, veo un ojo grande y parte de su entorno que, al ser negro como un tizón hacía que el blanco de aquel ojo destacase, pero sobretodo su mirada penetrante fija en mí hizo que rápidamente retirase la vista al percibir tam- bién algo como para inquietarme, como si me dijera que, aunque allí, en lo profundo, su mirada seguía fija en mí. Me es dificil transmitir al papel lo que percibo en esta mirada y eso que no me detengo a mirarle al saber que es satanás, porque me produce espanto. Me refugio en el Se- ñor y eso me basta. Ha sido después me he preguntado co- mo se me ha ocurrido fijar la mirada allí y, de manera incomprensible para mí, penetrar en lo profundo y, es a- llí, en lo profundo, me encuentro con quien menos lo es- peraba. Estoy convencida que algo pasó en mí. Una noche nuevamente me atacó satanás; ¡qué gritos los míos, qué gritos! su fuerza sobre mí me invadía dejándo- me sin libertad de movimientos, por un momento dejé de gritar atenta a lo que estaba sucediendo, era como si de esa fuerza saliese algo que nos envolvía abarcando cierto espacio a la redonda, algo que me ha sido imposible defi- nir pero que sí causaba horror, recordando entonces el fue- go eterno, no soy consciente en que momento empecé a decir, Señor mío y Dios mío pero sí al estar terminando la frase me doy cuenta de lo que decía y seguidamente vuelvo a de- cir, Señor mío y Dios mío, y me veo libre. Sentí miedo pe- ro me aferré con fuerza al Crucifijo y el Rosario que te- nía en mis manos y pronto me tranquilicé. Ha sido después en esa noche vuelvo a ver un escrito, parecido a otro don- de todo era como diminutas circunferencias pero en esta noche, eran como cristalinas y entre ellas reflejaban al- gunas letras en minúscula, ha sido cuando hacia el medio del escrito al ver algo que en parte quedaba oculto, pen- sé en satanás y rapidamente dejé de mirar. Al pensar en mis gritos he recordado algo que me ha su- cedido hace algunos años, precisamente no mucho después de saber quien era quien me cogía. Una noche acompañando a un enfermo en un hospital, llegada la hora del descanso nocturno, al haber otro enfermo en la misma habitación, pa- ra más independencia se corría la cortina que había en me- dio de la habitación; en esa noche cuando ya el hospital estaba en silencio empecé yo a gritar y, al verme libre lo primero que sentí fue el contacto del Rosario en mis ma- nos y pensé que por él me ví libre, entonces le pregunté al enfermo compañero de habitación si había oido mis gri- tos y me dijo que se había asustado y que iba a pulsar el timbre cuando dejé de gritar; le dije, sencillamente, que me sucedía a veces cuando una fuerza extraña me cogía, no dije más, pero en ese momento entra una enfermera pregun- tando si pasaba algo; yo me quedé en silencio y ha sido el enfermo quien le dijo que estábamos discutiendo; la enfermera quizá sorprendida con esa respuesta dijo como preguntando ¿discutiendo? y al ver que los dos nos que- damos callados y que todo seguía sin problemas, se fue. El enfermo a quien yo acompañaba, hacia horas que lo ha- bían operado y entre la anestesia y tubos puestos tenía bastante para sí. Era por la tarde, había mucha claridad y me llamó la a- tención una pequeña sombra hacia abajo en una esquina de la visión, no se movía, no obstante yo seguía observando y, al fín, con un suave movimiento la sombra se transfor- ma en la cabeza de un reptil, semejante a otro grande y negro que se mantenía quieto y solamente se defendía con los gestos de su boca, sobre el cual explico en el capítu- lo anterior, pero en este caso la cabeza era más pequeña, abría la boca dejando ver sus dientes. Con frecuencia veo al grupo de los tres animales, los tres formando una sombra, son sus cabezas las que despun- tan con más o menos claridad, los observo y me digo: ahí están; encierran todo lo malo contrario a la Voluntad del Señor, no olvido que lo que voy viendo son como parcelas con diferente contenido. A veces me veo indecisa si se- guir escribiendo, és mucho más que molesto para mí, es- cribir sobre este espíritu que tantos estragos está ha- ciendo por el mundo pero sobre todo en las almas, luego, el Señor me conforta de alguna manera y lo sigo haciendo porque así fue su Voluntad. Pienso que cuando no tenga vi- siones será la señal para dejar de escribir. VÉN, SEÑOR JESÚS. Amén. 28-4-2003 A la noche siguiente, me desperté y al rato veo un es- crito con toda claridad, al igual que siempre como en el espacio, y aunque no tenía interés en mirar era tal la in- sistencia que, por momentos me fijaba; las letras eran co- mo por ordenador pero al mismo tiempo tenían mucho de es- pecial, como si en parte de cada letra algo reflejara en ellas y solamente alguna que otra vocal distinguía pero de manera rápida como si al instante quedase como el res- to; no me es facil explicar con exactitud por lo especial que encierran la mayoría de los escritos que he visto, por más que procuro aproximarme a lo que veo. Al mismo tiempo en medio del escrito despuntaba un rostro en posición ha- cia arriba destacando en él su boca abierta; como no se iba de mi vista, en otro momento me vuelvo a fijar y veo hacia abajo del escrito en la esquina a la derecha como una sombra más bien color marfil y en ella detuve la mi- rada, entonces y de ella veo salir la cabeza de un animal, la cabeza alargada y grande parecida a un perro, estiran- ba el cuello como para abarcar cierto espacio, entre el es- crito, me llamó la atención su hocico, parecia una bola, al verlo recordé lo había visto hace algún tiempo en otra vi- sión y al darme cuenta, seguidamente se ocultó entre la som- bra de donde había salido dejando al descubierto solamente su boca abierta que como si se fuese transformando lo que terminé viendo era una boca normal como de cualquier perso- na; al desaparecer todo de mi vista, seguidamente y de mane- nera imposible para mí de explicar, veo a una persona de me- dio cuerpo para arriba algo velada y, como si recibiese un impacto hacia el pecho o corazón, hace un gesto como llevan- do sus manos hacia esa parte doblándose como quien se en- cuentra mal y, ha sido en ese momento le he reconocido al desaparecer de mi vista. He comprendído entonces que los escritos que veo guar- dan relación con cosas y personas y ha sido como una luz para mí ya que ultimamente me encontraba un tanto confun- dida con los escritos que veía llegando al punto de cam- biar de posición para no verlo ante mi vista. Le doy gra- cias al Señor por la luz recibida a través de lo que he visto pero me quedé al mismo tiempo triste, muy triste, al ver lo que ví respecto a la persona que he conocido. De manera especial la tengo siempre presente ante el Se- ñor; solamente uno de mis hermanos sabe de quien se tra- ta y me dijo que rece, siempre me dice sobre lo que veo que rece, porque por la oración el Señor por su Miseri- cordia puede cambiar el rumbo de las cosas. Así sucedió, por la oración y penitencia, en la ciudad de Nínive. En relación a lo que acabo de exponer, tiempo atrás, se presentó ante mi vista y muy cerca, un animal de ta- maño más grande que cualquier perro de raza grande, del mismo color que ahora lo he vuelto a ver, estaba de per- fil y recuerdo me llamó mucho la atención su hocico, al- go inconfundible, parecia como una bola colocada en la punta de su cabeza alargada, si mal no recuerdo era pe- loso tenía las patas largas, nunca he visto algo igual. Respecto a los escritos, me sucedió lo siguiente, no re- cuerdo exactamente cuantos días después: Encendí el tele- visor para oir las primeras noticias de la noche al tiem- po que preparaba la cena, al oir hablar sobre un escrito sobre el cual daban explicación, miré para la pantalla quedando un tanto sorprendida al ver estaba compuesto por muchas letras en mayúsculas, seguidas de otras muchas ba- rritas, escrito que, guardaba relación con los genes; am- bas cosas, mayúsculas y barritas me recordaron dos de los escritos en diferentes visiones que explico al principio de este capítulo; bien podría decir ¡qué casualidad! pero para mí ha sido como otra luz y sin duda pensé una vez más en la relación de ellos con otras cosas. Le he dado gra- cias al Señor, como también le he pedido que, la ciencia en su búsqueda, lo encuentre a Él, Sabiduría Infinita, Creador de Cielo y Tierra. Otro día, con esto de la neumonía atípica, oyendo las noticias por la televisión, recibí como un impacto cuando mencionaron el continente asíático, quizá porque estaba más a lo que estaba haciendo, el Señor se sirvió de ello para sorprenderme, al recordar que en una de las visiones, tiempo atrás, menciono ese continente y al recordar esa visión he entendido su significado. No era la primera vez que al dar noticias por la televisión sobre la neumonía asiática estaba informada pero el Señor permitió que fue- se en ese momento. Esta visión consta en el capítulo sex- to, me refiero a un animalito cuadrúmano, aún no sé a que especie de Lémur pertenece, pero pienso que, aparte de la originalidad cuando empezó esta visión, sobre los deta- lles que explico se ha servido el Señor para que ahora me diese cuenta y entiendo que lo importante está en lo que reflejaba su rostro: era la palidez de la muerte, con la boca abierta llena de algo...que, ahora comprendo le im- pedía respirar y se estaba muriendo; ¡Dios mío! se me lle- nan los ojos de lágrimas siempre que ahora recuerdo esta visión, me causa mucha emoción saber el significado. Pon tu mano, Señor, ayúdanos. Vuelvo a ver un escrito muy parecido al último que explico anteriormenmte, en lo que se refiere a su es- critura; me quedé mirando y veo que hacia el medio, las letras se van separando como dejando un hueco al tiempo que allí aparece un animal; primero pensé que era un toro pero me inclino más a decir se trataba de una vaca, quizá algún día lo pueda saber con exactitud; este animal con pintas blancas y negras parecia como desorientado, dió unos pasos hacia adelante pero de pronto da la vuelta a la cabeza mirando totalmente para atrás, a distancia es- taba yo, después, como si algo le llamara la atención ha- cia la derecha, su cabeza la movía con insistencia hacia esa dirección: el escrito estaba muy cerca de mi vista y como en el espacio, en cambio al animal lo veía como más lejos hasta el punto de no distinguir sus cuernos, esta- ba de pié como sobre el suelo aunque éste oculto a mi vis- ta. Otra vez más me atacó satanás, he pedido ayuda al Señor y también a su Madre Santísima pero yo seguía inmovilizada por la fuerza de este espíritu que me invadía, pero con las potencias del alma libres, por ello traté de que me solta- ra mis manos porque, era como si alli me oprimiera con más fuerza, pero no podía, entonces sucedió algo imprevisto, fue como si percibiese en él toda su maldad y sin más le digo: Maldito, así hasta tres veces seguidas y cada vez con más fuerza convencida de ello, al tiempo que pensé me podía hacer trizas, por decirlo de alguna manera, pero en contra de lo que pensé, me soltó: No sé cómo tuve valor para decírselo aunque luego me costó llorar. Al verme li- bre me dí cuenta que en mis manos tenía el Crucifijo y el Rosario, los acerqué a mí mientras le decía al Señor que en mi ignorancia no sabía si debía decirle esa palabra tre- menda, porque pienso, Señor, le dije, que solo Tú puedes hacerlo. Luego pensé en, por qué me atacó; en esa noche y anterior a ello me desperté y me puse a rezar y al momen- to veo lo que muchas veces pasa por mis ojos, como un ra- yo cuando hay tormenta, formando un dibujo y seguido otra vez; como estaba rezando le pedí al Señor de manera espe- cial por aquellas personas que inesperadamente podían es- tar en peligro de muerte y, ha sido más tarde me atacó. Veo en negro algo alargado de varios metros, sin saber que podía ser; no tengo claro si fue al no darle importan- cia me despreocupé o, si se fué ocultando y lo que si veo seguidamente era la boca abierta de un animal asomando en uno de los lados de la visión; me quedé fijamente mirando sobre todo para sus mandíbulas, el borde de su boca y, me quedé sin saber a qué atenerme aún cuando se mantuvo ante mi vista el tiempo suficiente como para poder saberlo. En esa noche tengo otra visión: había en ella claridad, co- mo cuando se mira al espacio del entorno que nos rodea en pleno día; muy cerca de mi vista algo empieza a despuntar, como una pequeña sombra oscura y aparece un ojo, le miré y desaparece viendo al momento dos ojos pequeños que me indicaban era un animal interpretando yo que el ojo que acababa de ver era del mismo animal pero en aumento; de estos ojos salía mucha claridad como un rayo de sol, por poner un ejemplo, al tiempo que la sombra iba tomando for- ma y su color negro se acentuó, destacando por el brillo que salía de sus ojos; la sombra era pequeña, más bien re- donda, entonces se va abriendo y alargando mientras pen- saba se trataba de un gusano, gigante, pero aún no se ha- bía estirado completamente empieza poco a poco a enros- carse y es cuando le veo muchas patas cortas a lo largo de su cuerpo que, al estar enroscado completamente queda- ban ocultas; entonces pensé que más bien se trataba de un ciempiés. Me quedé pensando en lo que acababa de ver y por último digo: Solo Tú, Señor, sabes el significado de lo que he visto a no ser que me des una luz para yo saberlo. Me dispuse a seguir durmiendo, no sé cuanto tiempo pasó, cuan- do me fijé en lo que tenía ante mi vista sin pensar se tra- taba de otra visión, sencillamente yo miraba; había dos fu- entes redondas grandes, estaban sobre algo oculto a mi vis- ta, en ambas fuentes había gambas colocadas con esmero y, como si pasase un reflejo me he dado cuenta que allí había alguien quedando oculto a mi vista, es entonces veo una ma- no y parte del brazo a cierta altura de una de las fuentes con un movimiento que claramente indicaba estaba echando al- go por encima de las gambas; ha sido en ese momento reaccio- no con lo que acababa de ver, como algo sospechoso, y veo la palma de la mano en posición hacia arriba metiéndose por de- bajo de la fuente como para llevarla a la mesa. Me quedé un tanto pensativa por la manera que sucedió porque yo miraba como la cosa más natural hasta que de manera brusca reac- ciono y me doy cuenta se trataba de una visión. Ya por la mañana recordando todo el conjunto de cosas que acabo de exponer, no encontraba relación entre las gambas y el ciem- piés y, fue en ese momento recordé un día, tiempo atrás, mirando en el diccionario sobre el ciempiés, me enteré con- tiene veneno, un veneno muy activo. Ha sido así como el Se- ñor me respondió para que comprendiera el significado de lo que habia visto. Gracias, Dios mío, cuan sencillo es para Tí, para que yo lo entienda. Gracias. Veo dos rostros entre mucho revoltijo de algo como si bramara; no puedo decir sea así exactamente, era algo es- pecial y creo recordar lo he visto alguna vez más; estos dos rostros parecian mostruos transformados por el sufri- miento, resultaba horrible entre aquello que los envolvía, dudé si había más y eché un vistazo pero no ví más reti- rando la mirada porque no siempre tengo el valor para se- guir mirando, luego lo siento porque pienso de qué me sir- ve ver si no me detengo a mirar como es debido, pero tam- bién pienso ¡qué puedo hacer yo ante lo inesperado y las cosas horribles que veo! Se percibe tantas cosas en mu- chas de las visiones, tan dificil para mí de explicar, que pienso entran en el misterio de lo que normalmente no vemos pero que sí puedo decir es algo horrible. Siempre le digo al Señor que me abandono en Él y se haga en mí su Vo- luntad. Una noche con mucha insistencia despuntaban el grupo de los tres animales, aparte de la sombra negra que ellos for- maban se extendía por toda la visión hacia abajo, sus ca- bezas se movían, los observaba. Hay visiones, como en este caso, que en la mayor parte de la noche estan presentes, si me quedo dormida al despertar allí sigue nuevamente, así una y otra vez, por ello a veces me hago la indiferen- te, pero és después pienso, en la gravedad que estas visio- nes pueden encerrar. Dos veces más he vuelto a ver y como en el espacio las sombras en color lila azulón, negras y verde amarillento; como siempre se movian suavemente cambiando de formas pe- ro en una de estas veces veo entre ello la cabeza de un animal, la veía como una nube grisacea formando esa ca- beza alargada y con la boca abierta, luego, según desapa- reció allí veía otra boca abierta pero esta era una boca normal como de cualquier persona. Me quedé con la impre- sión de que el Señor, en su momento, me ayudará a saber el significado de estas visiones que tantas veces he vis- to y que durante un tiempo no daba importancia. Como tantas y tantas veces que al despertar y empezar a rezar despuntan las cabezas de los tres animales, en esta noche se mantenían delante de mi vista con insistencia, si- go pensando les molesta la oración, y ha sido después de un tiempo veo un escrito cuyo estilo de letra me era co- nocido y, al pensar no era de otro que satanás retiré la mirada; no recuerdo exactamente si fue seguidamente o po- co después aparece la cabeza de un animal como a una cuar- ta cerca de mi vista, con el hocico así de cerca, como pa- ra que lo viese bien, mirándome fijamente, los dos frente a frente, todo sucedió muy rapidamente porque al mirar pa- ra su hocico, con unos labios exageradamente gruesos, de color rojo vivo brillante, tenia la boca cerrada, el efec- to que me causo verle ha sido fatal y, retiré la mirada pa- ra no verle. Pienso era la cabeza del mismo animal que he visto sobre el cual explico tenía un hocico que parecia una bola de color marfil; en esta visión, de su cabeza so- lamente veía desde los ojos hasta el morro y la parte alar- gada de esta cabeza era más bien de color oscuro, no obs- tante y a pesar de su color oscuro, sigo pensando és el mismo. Por la mañana pensando en lo ocurrido al dar por fi- nalizado el tema y como hablando conmigo misma, digo: todo és diabólico, al tiempo que se me llenaban los ojos de lá- grimas al pensar en las cosas que veo, pero seguidamente mi mirada fue hacia el Señor diciéndole: Hágase Tú Volun- tad; es para mí lo más importante. 30-5-2003 Nuevamente veo como un escrito pero los renglones en vez de letras estaban formados por guiones, cada renglón con do- ble fila con mucho orden; entre ello empieza a despuntar un ojo, cuyo ojo desde el primer momento me miraba y yo a él fijamente, entonces lentamente empieza a cerrarlo sin dejar de mirarme y cuando lo tenía como si de una rendija se tra- tara lo va abriendo, pero no del todo, al tiempo que se a- largaba como un ojo muy rasgado que, al recordarme otro so- bre el cual pensé era de un animal, dejé de mirar. Comentaba con uno de mis hermanos que había visto un gru- po de vacas, todas iguales, de color veige claro; eso era todo. A veces mi hermano, como en este caso, se sonríe, al tiempo que me dice que se queda como estaba; sé muy bien que nada le cae en saco roto pero comprendo perfectísimamente que así me responda porque yo misma me quedo como si no hu- viese visto nada; el Señor sabe el por qué no más. Pasó un tiempo, como tres semanas, y las vuelvo a ver; al instante me he dado cuenta eran las mismas u otras, pero iguales, es- taban en el campo, sobre un terreno grande con un pasto muy verde; mi posición era hacia un lado a lo largo del terreno y a mi izquierda algunos de estos animales estaban esparci- dos, pero el resto, estaban como en fila india hacia lo lar- go del terreno; me llamó la atención una de estas vacas al hacer un movimiento con la cabeza hacia mí y, como si su cabeza se acercase a mi vista, sus ojos destacaron de tal manera que clarísimamente me he dado cuenta como me miraba, echando a andar en dirección hacia mí muy lentamente; me fi- jé por un instante en el resto de los animales y, por lo me- nos algunos, creo se dieron cuenta de lo que sucedía, dándo- me la impresión se disponían a seguirla; ya sin perder de vista al animal que se acercaba a mí, de pronto me entró miedo y dejé de mirar. No he tenido el valor de esperar y así saber el final. Por más que miraba para lo que tenía ante mi vista no sabía qué podía ser; su forma negra; lo más parecido que puedo poner como ejemplo es lo siguiente: era algo así co- mo un tronco de árbol, con mucho diámetro, de seis, siete metros más o menos de altura, arriba parecía como astilla- do, envuelto como si fuese niebla negra; como ya explico miraba para ello sin tener idea de lo que estaba viendo, no obstante seguía mirando, cuando, hacia arriba despunta la cabeza de una serpiente y, sobresale con algo de su cuerpo, fino y negro como su cabeza; vuelve a ocultarse y, más abajo despunta otra serpiente igual en todo, hizo co- mo la primera, con la diferencia que, al destacar hacia a- bajo mucho más de su cuerpo, comprendí se trataba de un grupo de serpientes puestas en pié tan sumamente juntas que, entre la especie de niebla negra que las envolvia no podía distinguir sus cuerpos y cabezas. En todo su entorno veía como si fuesen letras sueltas en minúscula sin formar renglones, pero cantidad, y cada letra en parte, como si fues cristalina. Una noche dudaba yo si serían el grupo de los tres anima- les los que tenía ante mi vista porque el del medio quedaba oculto y ha sido por un movimiento entre los dos, pude com- probar que sí eran los tres. Le he dado gracias al Señor por sacarme de la duda. Era por la tarde, veo una Cruz plateada como de dos me- tros mas o menos, apareció y se colocó mas bien de lado a la izquierda como mirando hacia la derecha, entonces la veo como colocada sobre algo de color negro, parecía un reta- blo, la miraba para estar segura de que era un retablo pe- ro desaparece de mi vista. Seguidamente y con sorpresa pa- ra mí, aparece el mapa de España, cubierta de color azul fuerte; al tener en cuenta la Cruz colocada mas bien de la- do a la izquierda, era como si la estuviera contemplando, pienso yo. Sucedió algo muy confuso para mí; visto el ma- pa de España y aún ante mi vista, me fijé en la frontera de Portugal hacia el lugar mas o menos donde había visto la Cruz pero, algo sucedía allí inesplicable para mí, que no podía distinguir frontera y Portugal por más que lo in- tentaba y así, desaparece la visión. Después de ver a Es- paña cubierta de color azul recordé las palabras del Santo Padre, Juan Pablo II, en su despedida en Mayo de este año 2003, diciendo: Adiós, tierra de María. Recordé las apariciones de la Virgen en San Sebastián de Garabandal y y lo que Ella dijo iba a suceder allí y que se supone está cerca a juzgar por todo lo que está escrito sobre ello como testimonio de fe y, todo ello me confortó, sin olvidar a nuestra Santina de Covadonga, como la llamamos los asturia- nos, poniendo a sus piés la jaculatoria de nuestros ante- pasados: Nuestra Señora de Covadonga, salvadnos y salvad a España. No ha sido la primera vez que he visto el mapa de Espa- ña; la primera visión está escrita en la primera parte, ex- plico sobre una nación a la que, entre otras cosas, he vis- to toda iluminada y en medio de ella, como si hubiese una explosión salió una Cruz muy grande también toda iluminada. El mapa de España lo he visto otras dos veces más, al ex- plicar estas visiones, me refiero simplemente, en ambos ca- sos, a un país europeo. Explico también otra visión o visio- nes, que ambas están relacionadas con España; el Señor lo ha permitido así, sin duda para mí, para que con seguridad su- piera guardaban relación con España; entre lo que explico, me refiero a X persona conocida mundialmente. Aún tengo pre- sente la impresión que me causó. Que la Santísma Virgen la cubra con su manto, para bien de todos los españoles. Entre sombra había una luz especial, ha sido después veo alli un rostro en posición hacia arriba, tenía barba corta y negra, su rostro reflejaba mucho sufrimiento. Veo cerquísima de mi vista el cuello de un animal cuya cabeza se parecía a un caballo aunque esta la veía como si estuviese detrás de un velo, en cambio su cuello lo veía que mejor imposible; su piel en color marrón con un brillo de llamar mi atención; movía la cabeza como levantando hi- erba que parecía seca y estaba a su altura sin necesidad de tener que bajar la cabeza; con el movimiento de su cabe- za y la hierba que removía me fue imposible saber qué ani- mal era; lo seguía observando cuando me quedé un tanto des- concertada al ver encima de su cabeza un rostro boca arriba y para más sorpresa al instante veo otro a su lado pero al ver lo que reflejaban sus rostros era como para pensar los habían puesto allí para torturarlos, estando a expensas de los movimientos que hacía el animal con su cabeza. Una noche me daba cuenta me miraban, aunque sin clari- dad suficiente me quedé mirando hasta que aquel rostro, bastante nublado, se fue dejando ver y reconocí quien era al tiempo que mencionaba su nombre un tanto sorprendida; me seguía mirando pero su rostro no era de felicidad. Ha- ce algún tiempo la reconocí en una noche que he conside- rado funesta y me sorprendió verla cuando por su vida san- ta la creía gozando de Dios; de ello hago mención cuando he escrito lo sucedido en aquella noche. Ahora de manera especial la tengo presente en mis oraciones. Me despertó el timbre del despertador, entonces me dije: ya es hora de lenvantarme y, en el mismo instante que iba a parar el timbre, veo que a cierta distancia alguien ha- bía como cavando en la tierra, había una marca rectangular y ello me llevó a pensar en una sepultura; todo sucedió en un mínimo de segundo porque dejé de mirar dirigiendo mi ma- no y mi vista hacia el despertador, como ya digo para parar el timbre; entonces miré, porque la visión seguía ante mi y me fijé en el mismo punto; no había ya marca alguna pero sí había algo como revolviendo la tierra y empezó a dejar- se ver algo negro en movimiento; se trataba de un reptil, como un lagarto, cuyo lagarto consciente de mi presencia em- pieza a andar muy lentamente en dirección hacia mí; era co- mo de dos metros de largo formado todo él por puntos negros, entre punto y punto se veía blanco pero muy juntos, su modo de andar me impedía saber si tenía seís patas, como esta- ba a cierta distancia y aunque venía hacia mí, yo le miraba tranquilamente, no así cuando se iba acercando, dejé de mi- rar con la duda si eran cuatro o seis patas las que tenía, le tuve miedo aunque no demostraba agresividad; el terreno era como arenoso a juzgar por el color, no se veía vegeta- ción alguna. Una noche me acosté muy cansada y sin otra oración le o- frecí al Señor mi cansancio confiando en su protección; ya con el Crucifijo y Rosario en la mano me dispuse a dormir pero al poco rato me espavilo sobresaltada cuando muy cer- ca de mí alguien respiraba de manera agitada al tiempo que mencionaba mi nombre, así varias veces; empecé a rezar por quién me llamaba y aunque era una voz como forzada me pare- ció de mujer. Sentí miedo, tenía la impresión de que aún se- guía allí a mi lado, fuera de la cama. Para que el miedo no no se apodere de mí, es mucho lo que me aferro al Señor, me abandono en Él y en Él confio plenamente. Otra noche al poco de acostarme empecé a notar cierto mo- vimiento en la cama, algo que hacía bastante tiempo no me sucedía y, como ello seguía, sentí miedo, era como si per- cibiera que allí había alguien y para que me diese cuenta; para no sentir esa sensación empecé hacer movimientos brus- cos invocando al mismo tiempo al Señor con el Crucifijo y Rosario en la mano y, todo pasó. Una noche me despertó un calambre en una pierna, al ser el dolor irresistible y con el Crucifijo en la mano le pedí tuviese misericordia de mí; en el acto el dolor se hizo li- viano sin tener necesidad de lenvantarme de la cama, al tiem- po que tengo una visión: allí estaban enfurecidos el grupo de los tres animales. Me quedé pensando en el por qué de es- ta visión al instante de haber pedido misericordia al Señor. Recuerdo un día en la primavera pasada, cuando ya los días eran más grandes que las noches; aún no era la hora de levan- tarme me dió otro calambre, cuyo calambre me obligó a levan- tarme, entonces empecé a dar masajes a mi pierna intentando andar al mismo tiempo y así fuí poco a poco andando hasta el otro lado de la casa llegando hasta una de las ventanas que daba al Este, entonces detengo la mirada en el sol, estaba a distancia frente a mí, espléndido, lo podía mirar sin acer- me daño a los ojos, me quedé mirándole y a continuación lo que en él sucedió era digno de ser visto; no era la prime- ra vez para mí, se cubrió como de una capa blanca opaca, se veía en él una corona blanca brillante y empezó a oscilar mientras cambiaba de colores en todo su entorno, muchos me- tros a la redonda, y alguna otra vez con otra forma, domi- nando el color rojizo; me arrodillé un momento con el pen- samiento en el Señor como testimonio de que me estaba dando cuenta y al igual que otras veces pensé, que el Señor a tra- vés de ello algo nos estaba diciendo a sus hijos de la tie- rra. Después pensé, que el Señor se sirvió del calambre en la pierna para que pudiese ver tal maravilla, pues como ya digo, aún no era la hora de levantarme. Me fijaba para un pequeño detalle que tenía ante mi vis- ta, ¡son tantas las veces que nada puedo explicar aunque veo cosas, es todo tan confuso! en este caso y en lo que me fijaba, se deja ver la cabeza de un reptil con la boca abier- ta, enseñaba todos sus dientes grandes, todos iguales y en cada uno de ellos había otro diente mucho más pequeño al tiempo que le veía el aguijón; resultaba repelente, al tiem- po que imponía, se oculta y al momento, en otro punto, veo otra cabeza, esta pequeña y otra forma, tenía la boca abier- ta y en ella solo veía el aguijón. Me quedé pensando que, porque se han dejado ver, supe lo que había y, recordé esas otras tantas veces, que viendo, no sé lo que está oculto. Veo aparecer en una esquina algo así como copos de nieve, hasta formar como una cortina, en medio de ello transparen- taba como una sombra oscura y se va de mi vista; al instan- te vuelve a formarse lo mismo pero entonces sí pude ver con toda claridad que aquella sombra era el rostro de un hombre tremendamente deformado por el sufrimiento. ¡Dios mío! pien- so que todo ello es fruto del pecado, cuan horrible és, y si no nos enmendamos cuan horrible será nuestro sufrimiento. Por tercera vez empiezo a ver lo mismo, pero según apareció aquello como copos de nieve, se fue de mi vista. Una noche al momento de despertar veo formas negras hacia abajo de la visión, donde se asentaban todo era negrura, es- taban hacia la izquierda y se distinguían al envolverlas un algo más claro, pero hacía la derecha todo era negrura y en- tre ella había un ojo fijamente mirándome; al verle retiré la mirada. A veces pienso por qué satanás me mira, siempre está acechando, no me pierde de vista, también en el por qué de tantos animales que se fijan en mí, tantos ojos que me han mirado y me miran. ¡Oh Dios mío! ten piedad de mí, y responda ante Tí, según tu Voluntad. Llevaba varios meses sin que satanás me atacara de manera sensible, en mi persona y, se me ocurría pensar que alguna vez será la última; no puedo decir sería una gracia del Se- ñor que así fuera porque considero que gracia del Señor és que por mucho que lo intente y me atrape en contra de mi vo- luntad, el Señor me libra de él y ello es lo importante pa- ra mí; no me detengo a pensar como puede ser la próxima vez, rechazo este pensamiento al tiempo que le digo al Señor me acoja bajo su protección y con absoluta confianza me aban- dono en Él, de lo contrario creo no podría resistirlo. ¡Dios mío! Gracias Señor. Cuando plácidamente dormia, llegó ese momento horrible, empecé a darme cuenta cuando queriendo abrir los ojos no podía por más que lo intentaba y al verme inmovilizada acu- dí al Señor invocando también a su Santísima Madre; son mo- mentos de no perder la calma al tiempo que una le combate pensando en la manera para que el Señor venga en mi ayuda; me daba cuenta como si satanás tratase de arrastarme mien- tras me esforzaba en librarme de él y, empecé a sentir rui- dos, pienso que estos ruidos eran debido a la lucha que se estaba librando, porque me estaban defendiendo, mientras sentía mucha presión en uno de mis brazos y me esforzaba en que no me arrastrase, hasta que noté de manera clara có- mo mi brazo, por el esfuerzo y al soltarme, se desplazara del lugar donde estaba apoyado, al tiempo que sentí el con- tacto del Crucifijo y el Rosario y la presión en el brazo desapareció pero, al sentirme aún atrapada, al estar dicien- do, Dios te salve María, llena eres de gracia, me veo libre totalmente. ¡Oh mi buen Jesús! defiéndeme siempre, siempre, no permitas me separe de Tí. Santa Madre de Dios, gracias. Me desperté al tiempo que, algo rectangular blanco y bri- llante, estaba ante mi vista, más bien hacia la izquierda; por un instante miré superficialmente pero como seguía ante mi vista me quedé mirando; ha sido al ver como si de dos za- patos negros se tratara que asomaban por debajo de aquello blanco y brillante, por su posición, pensé se trataba de un cadaver y, al pensar de quien podía ser, ante el temor de ver su rostro, dejé de mirar. Después lo lamenté porque por mi falta de valor, no podía asegurar era quien yo pensé, a- sí que, lo visto, era para mí como si no hubiese visto na- da, por lo tanto, todo quedaría para mí y el Señor que to- do lo sabe. A la noche siguiente tuve otra visión... Veo como un escrito muy amplio, entonces recorrí con la mirada todo el conjunto pareciéndome todo ello como un pe- riódico plegado en tres partes, pero en este caso abierto: en una de las partes hacia el final, detuve la mirada porque en letras negras y de tamaño mayor todo me indicaba el anun- cio de un artículo que, aunque sin poder leer nada de todo el conjunto y tampoco sobre ese artículo, yo seguía con la mirada allí al haber en un espacio en blanco una pequeña som- bra borrosa; esta sombra empezó a transformarse y la negrura en ella era total al tiempo que cambiaba de forma destacan- do su negrura al tener de fondo como una claridad especial: sin poder definir lo que tenía ante mi vista veo que de allí y como si de dos brazos se tratara, se elevaban como sujetan- do en ambas manos algo rectangular como de treinta centíme- tros de largo por diez de ancho; según se elevaban los bra- zos me llevó a pensar en el momento de la elevación en la Santa Misa, pero lo que alzaban era algo diferente, ha sido al ir bajando los brazos, estos se fueron acercando y en lo que sujetaban veo la forma de un copón, como también creo sujetaban algo más; cuando todo me indicaba iba a ser bebi- do el contenido en el copón, como un movimiento brusco veo lo tira hacia sí, como en el rostro; al presenciar tal sa- crilegio, su gravedad, retiré la mirada. De aquella negru- ra de donde salieron los brazos destacaba algo en medio de ambos brazos y ello me llevó a pensar era quien levantara los brazos. Después de esta visión que acabo de relatar, pensé guar- daba relación, de alguna manera, con la visión de la noche anterior; ante la gravedad de lo que había visto le dije al Señor necesitaba saber si debía publicarlo, se me olvi- dó totalmente que tenía a mi hermano; cuando me acordé de mi hermano, le dí gracias al Señor por concederme la gracia de tenerlo a mi lado, competente por gracia del Señor, pa- ra aconsejarme. Al comentarle ambas visiones, insistió mu- cho en la primera visión, tratando de saber el por qué de yo pensar de quien era el cadaver si no he visto su rostro; le expliqué que había sido la misma visión, lo que estaba viendo, me llevó a ello; es todo lo que puedo decir porque yo misma, al no ver su rostro, ahora, no lo puedo asegurar y, comprendo su insistencia sobre ello; no obstante, me o- rientó sobre ciertas cosas sin descartar que ambas visiones pueden tener relación; sin duda para mí es todo diabólico, supuesto que lo que veo es su obra oculta a los ojos de los hombres; no obstante me quedé como decepcionada conmigo mis- ma y pensé, como tantas otras veces, en tantas personas que me aventajan en todo para esta misión. Después, con la mi- rada puesta en el Señor, le digo: ya no sé, Señor, si soy yo, o, eres Tú; que permite que así suceda en mí, porque así lo quiere por alguna causa. Más tarde y a pesar de mi nuli- dad me quedé confortada, al pensar una vez más, que el Señor de antemano lo sabía, así pués, lo que más deseo es se haga su Voluntad. Una de estas visiones me llevó a recordar otra, de ello hace bastante tiempo y que ahora escribo: Veo el bajo de una falda blanca, su altura como de medio metro, por debajo de la falda larga se veía un zapato blan- co, a simple vista todo indicaba lo calzaba la persona que llevaba la prenda blanca; por su blancura, cabía pensar en algo hermoso, pero, aquel zapato me llamó la atención por- que cualquier mujer con un mínimo de buen gusto, no se lo pondría, por su estilo más propio de llevarlo un cómico de circo en plan elegante; el zapato desaparece de mi vista y en su lugar aparece la cabeza de satanás mirándome como burlándose de mí; al verlo dejé de mirar, pero aparte de que intentó engañarme, en lo que más pensé es que estaba furioso, porque, cuando invocaba a la Santísima Virgen, hu- mildemente, espiritualmente, me ponía a sus piés. Al recor- dar esta visión y teniendo en cuenta lo demás, una vez más me dije: es todo diabólico, pero eso sí, con su significado. He visto muchas veces la misma visión con diferentes ma- tices, durante este tiempo que no he dado publicidad; no es la primera vez que escribo sobre ello pero de manera cons- tante ha sido durante este tiempo, sucedía día tras día; siempre y como de fondo veía algo de color lila azulón y co- mo sobre ello y de lo mismo veía como nubecillas negras en movimiento que desaparecían y se volvían a formar y a veces entre ello aparecían otras de tamaño mayor de color verde a- marillento; en las nubecillas negras he visto se transfor- maban en cabezas de animales pequeños, con las bocas abier- tas y como mírándose frente a frente. En una de estas visio- nes y en medio de ello aparece la cabeza de un animal de ma- yor tamaño que los otros, estaba de perfil, sus orejas pe- queñas de punta, los ojos como saltones, con la boca cerrada y pequeña, en un hocico más bién alargado, se mantuvo ante mi vista un tiempo y muy cerca frente a mí, en otra visión primero aparece un ojo, me miraba mientras yo trataba de sa- ber si aquella mirada me era conocida, empezó a cerrar el párpado y vuelta a levantarlo, luego su pupila se movía de un extremo del ojo al otro, desaparece y, veo un Cruz, al pié de ella todo me decía había la cabeza de un animal, en una pequeña sombra negra, y es después veo el color lila azulón, las nubecillas negras en movimiento como siempre y también alguna de color verde amarillento. Muchas veces simplemente sin nada especial; en la última visión empecé viendo un ojo negro, normal, me miraba y después de un momento empieza a pasar sobre él como una nube color lila azulón, seguida de otra negra y otra de color verde amarillento. Estas vi- siones me han llevado a pensar en un conjunto de cosas pe- ro que entre sí guardan más o menos relación; así pues, un día mirando la televisión me quedé mirando de manera espe- cial para un logotipo que de fondo se veía en la pantalla donde había la cabeza de un animal con las mismas caracte- rísticas que había visto en una de estas visiones, estaba igualmente de perfil; al verlo y coincidir, de alguna mane- ra, con lo que pienso, me dije, si el Señor me estaría dan- do la respuesta supuesto Él sabe me gustaría tener la se- guridad de que lo que pienso es su significado. Le digo al Señor me brinde otra oportunidad, por simple que sea, pero que me dé cuenta, si así es su Voluntad. Una noche veo como nubecillas blancas perfiladas con un tono marfíl, alargadas de pequeño tamaño, entonces despunta un ojo como muy empañado por dentro, lo miraba cuando veo, entre lo que parecían nubecillas, dos serpientes con las bo- cas abiertas, una a cada lado del ojo que se le acercaban y lo torturaban, esa fue la impresión que me causó al tiem- po que comprendí que lo que allí había era un grupo de ser- pientes pero, al ser tal la impresión dejé de mirar; por ello, me costó recuperar el sueño y mientras, recé y recé por los torturadores, los duros de corazón, por quienes su- fren las consecuencias de estos corazones sin piedad y, le pedí al Señor misericordia para todos ellos. ¡Dios mío! que seámos misericordiosos y sepamos perdonar porque Tú amor sea quien reine en nuestros corazones. 13-10-2003 ENVÍA TU ESPÍRITU SEÑOR Y RENUEVA LA FAZ DE LA TIERRA. AMÉN.