Consagración de España al
Corazón Inmaculado de María

22 de Mayo 2005

 

Carta de Benedicto XVI a los Obispos españoles.

 

¡Corazón de Jesús, venga a nosotros tu reino. Que venga por María!

La Santísima Virgen dijo en Fátima: Para salvar las almas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Corazón Inmaculado. Si hacen lo que yo os digo se salvarán muchas almas y tendrán paz.

 

Peregrinación al Santuario de la Virgen del Pilar de Zaragoza.

Consagración de España al Corazón Inmaculado de María.

Los Obispos Españoles, 2005.

Al cumplirse el primer centenario de la proclamación del dogma de la Inmaculada, el papa Pío XII declaró el año 1954 como Año Mariano, de esa manera se pretendía resaltar la santidad excepcional de la Madre de Cristo, expresada en los misterios de su Concepción Inmaculada y de su Asunción a los cielos. En España aquel Año Mariano tuvo hitos memorables, como el magno Congreso celebrado en Zaragoza del 7 al 11 de octubre de 1954, en conexión con el cual, el 12 de octubre, se hizo la solemne consagración de España al Corazón Inmaculado de María.

Estamos convencidos de que los nuevos retos que se nos presentan como cristianos en un mundo siempre necesitado de la luz del Evangelio no podrán ser afrontados sin la protección cercana de nuestra Madre la Virgen Inmaculada. Como centro de la celebración del Año de la Inmaculada, las iglesias diocesanas de España, pastores, consagrados y laicos, adultos, jóvenes y niños, peregrinaremos a la Basílica del Pilar, en Zaragoza, los días 21 y 22 de mayo de 2005 para honrar a Nuestra Madre y consagrarnos de nuevo solemnemente a su Corazón Inmaculado.

Somos conscientes de que «la forma más genuina de devoción a la Virgen Santísima es la consagración a su Corazón Inmaculado. De esta forma toma vida en el corazón una creciente comunión y familiaridad con la Virgen Santa, como nueva forma de vivir para Dios y de proseguir aquí en la tierra el amor de Hijo Jesús a su Madre María».

Rezamos con las palabras que el Papa Juan Pablo II dirigió a la Virgen María para consagrar el mundo a su Corazón Inmaculado durante el Año Santo de la Redención:

 

Consagración al Corazón Inmaculado de María.

 

Madre de Cristo y Madre Nuestra, al conmemorar el Aniversario de la proclamación de tu Inmaculada Concepción, deseamos unirnos a la consagración que tu Hijo hizo de sí mismo: Yo por ellos me consagro, para que ellos sean consagrados en la verdad (Jn 17, 19), y renovar nuestra consagración, personal y comunitaria, a tu Corazón Inmaculado.

Te saludamos a ti, Virgen Inmaculada, que estás totalmente unida a la consagración redentora de tu Hijo. Madre de la Iglesia: ilumina a todos los fieles cristianos de España en los caminos de la fe, de la esperanza y de la caridad; protege con tu amparo materno a todos los hombres y mujeres de nuestra patria en los caminos de la paz, el respeto y la prosperidad.

¡Corazón Inmaculado!

Ayúdanos a vencer la amenaza del mal que atenaza los corazones de las personas e impide vivir en concordia:

¡De toda clase de terrorismo y de violencia, líbranos!

¡De todo atentado contra la vida humana, desde el primer instante de su existencia hasta su último aliento natural, líbranos!

¡De los ataques a la libertad religiosa y a la libertad de conciencia, líbranos!

¡De toda clase de injusticias en la vida social, líbranos!

¡De la facilidad de pisotear los mandamientos de Dios, líbranos!

¡De las ofensas y desprecios a la dignidad del matrimonio y de la familia, líbranos!

¡De la propagación de la mentira y del odio, líbranos!

¡Del extravío de la conciencia del bien y del mal, líbranos!

¡De los pecados contra el Espíritu Santo, líbranos!

Acoge, oh Madre Inmaculada, esta súplica llena de confianza y agradecimiento. Protege a España entera y a sus pueblos, a sus hombres y mujeres. Que en tu Corazón Inmaculado se abra a todos la luz de la esperanza.

Amén.

 

Carta de Benedicto XVI a los Obispos españoles.

 

Carta que ha enviado Benedicto XVI a los Obispos españoles con motivo de la peregrinación al Santuario del Pilar de Zaragoza (21 al 22 de mayo de 2005) en el 150 aniversario del dogma de la Inmaculada Concepción y en el 50 aniversario de la Consagración de España al Corazón Inmaculado de María.

Amados hermanos en el Episcopado, queridos sacerdotes y diáconos, religiosos, religiosas y fieles católicos de España

Me es grato dirigiros mi cordial saludo y unirme espiritualmente a vosotros en la peregrinación nacional al Santuario de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza, para conmemorar el 150 aniversario de la definición del dogma de la Inmaculada Concepción y renovar la consagración de España al Inmaculado Corazón de María, que tuvo lugar hace cincuenta años.

Con esta peregrinación queréis profundizar en el admirable misterio de María y reflexionar sobre su inagotable riqueza para la vocación de todo cristiano a la santidad.

Al coincidir el Año de la Inmaculada con el Año de la Eucaristía, en la escuela de María podremos aprender mejor a Cristo. Contemplándola como la «mujer eucarística», ella nos acompaña al encuentro con su Hijo, que permanece con nosotros «todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20), especialmente en el Santísimo Sacramento.

La Inmaculada refleja la misericordia del Padre. Concebida sin pecado, fue capaz de perdonar también a quienes abandonaban y herían a su Hijo al pie de la cruz. Como Abogada nos ayuda en nuestras necesidades e intercede por nosotros ante su Hijo diciéndole, como en Caná de Galilea, «no tienen vino» (Jn 2,3), confiando en que su bondadoso corazón no defraudará en un momento de dificultad. Al indicar claramente «haced todo lo que él os diga» (Jn 2,5), nos invita a acercarnos a Cristo y, en esa cercanía, experimentar, gustar y ver "qué bueno es el Señor". De esta experiencia nace en el corazón humano una mayor clarividencia para apreciar lo bueno, lo bello, lo verdadero.

Acompañada de la solicitud paterna de José, María acogió a su Hijo. En el hogar de Nazaret Jesús alcanzó su madurez, dentro de una familia, humanamente espléndida y transida del misterio divino, y que sigue siendo modelo para todas las familias.

A este respecto, en la convivencia doméstica la familia realiza su vocación de vida humana y cristiana, compartiendo los gozos y expectativas en un clima de comprensión y ayuda recíproca. Por eso, el ser humano, que nace, crece y se forma en la familia, es capaz de emprender sin incertidumbres el camino de bien, sin dejarse desorientar por modas o ideologías alienantes de la persona humana.

En esta hora de discernimiento para muchos corazones, los Obispos españoles volvéis la mirada hacia Aquella que, con su total disponibilidad, acogió la vida de Dios que irrumpía en la historia. Por eso María Inmaculada está íntimamente unida a la acción redentora de Cristo, que no vino «para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él» (Jn 3,17).

Sé que la Iglesia católica en España está dispuesta a dar pasos firmes en sus proyectos evangelizadores. Por eso es de esperar que sea comprendida y aceptada en su verdadera naturaleza y misión, porque ella trata de promover el bien común para todos, tanto respecto a las personas como a la sociedad. En efecto, la transmisión de la fe y la práctica religiosa de los creyentes no puede quedar confinada en el ámbito puramente privado.

A los pies de la Virgen pongo todas vuestras inquietudes y esperanzas, confiando en que el Espíritu Santo moverá a muchos para que amen con generosidad la vida, para que acojan a los pobres, amándolos con el mismo amor de Dios.

A María Santísima, que engendró al Autor de la vida, encomiendo toda vida humana desde el primer instante de su existencia hasta su término natural, y le pido que preserve a cada hogar de toda injusticia social, de todo lo que degrada su dignidad y atenta a su libertad; y también que se respete la libertad religiosa y la libertad de conciencia de cada persona.

Imploro a la Virgen Inmaculada con total confianza que proteja a los pueblos de España, a sus hombres y mujeres para que contribuyan todos a la consecución del bien común y, principalmente, a instaurar la civilización del amor. Aliento también a todos y a cada uno a vivir en la propia Iglesia particular en espíritu de comunión y servicio y os animo a dar testimonio de devoción a la Virgen María y de un incansable amor a los hermanos.

A cuantos participáis en esta gran peregrinación al Santuario de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza, os invito a intensificar la devoción mariana en vuestros pueblos y ciudades donde Ella os espera en los innumerables templos y santuarios que llenan la tierra española; y también en las parroquias, en las comunidades y en los hogares. Volved gozosos con la Bendición Apostólica que os imparto con gran afecto.

Vaticano, 19 de mayo de 2005

BENEDICTUS PP. XVI

 

A. M. D. G.

 


 

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