CAPÍTULO IV
"Y HABITÓ ENTRE NOSOTROS"
Aparición del domingo 2 de julio
En Garabandal María se aparece como la Madre
Tienes mucha razón, amigo Ceferino: ¡Cosa como ésta no la hay!
Lo que dice el P. Andreu sobre las llamadas
martes, día 4 de julio de 1961, fue de mucha importancia
Aparición del domingo 2 de julio
Esta afirmación inmensa pertenece al suceso cumbre de la Historia: la Encarnación del Verbo o Hijo de Dios (Jn. 1,14).
Pero bien podemos utilizarla, en otra dimensión o alcance, para hablar de este conjunto de menores sucesos que forman "la historia" de Garabandal.
Fue como si la Virgen, con su nueva Visitación en aquel domingo de julio de 1961, estableciera su morada, o levantara misteriosamente su tienda, entre nosotros. Cuando la otra Visitación, la del Evangelio, María, para acompañar y ayudar a Isabel, permaneció en su casa "como unos tres meses" (Lc. 1, 56): con esta misma finalidad de acompañamiento y ayuda, ahora en Garabandal, ha permanecido Ella con nosotros hasta más de tres años... ¡Nuestra necesidad es bastante mayor que la de su prima Isabel!
Las palabras atribuidas a Pablo VI, y que hemos puesto en el pórtico de este libro, son tan tremenda como bellamente significativas: "Es la historia más hermosa de la Humanidad desde el Nacimiento de Cristo. Es como una segunda vida de la Santísima Virgen en la tierra, y no hay palabras para agradecerlo".
Más de una vez he escuchado con emoción en Lourdes el cántico francés que empieza: "Chez nous soyez Reine". Es vibrante y se canta con fervor en la hora de despedida de las grandes peregrinaciones. Se le pide a la Virgen, que sea Reina en... Resulta casi imposible pasar exactamente al castellano esa expresión francesa "chez nous"; hace referencia a la propia casa, a lo que puede ofrecerse como verdaderamente propio, a la "circunstancia" más peculiar y doméstica. "Chez nous soyez Reine": Entre nosotros, con nosotros, ¡sed Reina!" Reina en nuestras vidas y hogares
En Garabandal, María, se aparece como la Madre
Para Garabandal ese cántico habría de ser ligeramente retocado, pues en Garabandal lo de Reina quedó como en penumbra ante la deslumbrante plenitud con que se manifestó, ya desde el principio, lo de Madre. Parece que María vino a serlo aquí, en toda la línea y sin cansancio...
Las niñas lo entendieron y vivieron así ya el mismo día del encuentro: aunque enajenadas por la hermosura sin par de la aparecida (y por su aire más de que Reina), no se quedaron en la admiración por "la Señora" (que bien hubiera podido ser "de la Calleja", como lo había sido "de la Gruta" (Bernardita Soubirous, la vidente de Lourdes, no conoció en seguida que quien se le aparecía a orillas del Gave era la Santísima Virgen; durante semanas sólo se supo hablar de "la Señora", la Señora de la gruta o roca de Massabielle.), sino que captaron por encima de todo su dimensión de Madre y prorrumpieron desbordadamente en confidencias y desahogos hacia Ella. Conchita nos lo ha dicho: "Ese día hablamos con la Virgen mucho, y Ella con nosotras: le decíamos TODO... y Ella se reía porque le decíamos tantas cosas... Era como una madre, a la que hace mucho que no la ve su hija, que ésta le cuenta todo. ¡Y mucho más nosotras, que no la habíamos visto nunca, y que era nuestra Madre del cielo!"
Lo de este primer día dejó ya marcado con su estilo todo lo que iría viniendo después... Ella, ¡la Madre!, no sólo recibe, entre interesada y divertida, todo el parloteo de las niñas, con sus cosas, con sus cuitas, con sus "puerilidades", sino que llega a hacerse entre las cuatro como la madre-niña, que se pone al nivel de sus hijas y va condescendiendo con sus inocentes deseos: les deja que toquen y curioseen su corona de "estrellucas doradas", les pone en los brazos a su Niño, recibe y devuelve besos, y hasta llega en alguna ocasión a jugar con ellas.
Pero Ella, naturalmente, no viene para entretenerse, ni para entretenerlas... Si Ella desciende, es siempre para elevar. Y así, todas aquellas cosas, tan poco "serias", que tanto desconcertaban a los "sabios" y prudentes de este mundo (Mt. 11, 25), van resultando en sus manos los elementos de una pedagogía a lo divino con la que adoctrina, prepara y templa para las difíciles tareas del Señor.
"¡Oh Dios, Señor nuestro, qué grande es tu nombre a lo ancho de la tierra!
Tu majestad está por encima de los cielos.
De la boca de los niños y de los muy pequeños, has sacado palabras de fuerza contra tus adversarios, para hacer enmudecer al enemigo y rebelde" (Salmo 8).
Pero no adelantemos acontecimientos.
Nos imaginamos el sueño feliz que debieron de tener las cuatro escogidas en aquella noche de domingo... La realidad maravillosa de la Madre de Dios, y nuestra, tenía que llenarlas por dentro, con la música de sus palabras y la luz de su mirar y sonreír.
No es extraño que al despertar en la mañana del lunes, día 3, el pensamiento de las cuatro fuese inmediatamente para ella, y corrieran presurosas al lugar de su dicha.
"Ha llegado el lunes, 3, y nosotras, ¡muy contentas de haber visto a nuestra Madre del Cielo! A la mañana, lo primero que hicimos el lunes día 3, fue ir a rezar allí, al "cuadro", las cuatro juntas."(Diario de Conchita, página 31.)
Juntas, y seguramente solas. Los del pueblo tenían más que hacer: ellos andaban a sus faenas. ¡Ellas estaban igualmente a la suya! Porque después de lo de la víspera, debieron comprender que la oración –conversar con el cielo– no podía ser una de tantas cosas que pueden hacerse en la jornada, sino la primera, la que menos debe descuidarse, la que merece la mejor aplicación.
Juntas y solas: bajo el grato cielo de verano, en medio del sosiego y silencio de la naturaleza, renovada y pura después de las horas de la noche. ¡Qué hermosa oración de la mañana! Las cuatro hijas de Dios eran allí, hacia El, corazón y palabra de tantas criaturas de Dios que no podían expresarse: desde el sol hasta los helechos, desde los pájaros que cantaban, hasta las brisas que "soplaban donde querían, cuyo paso podía sentirse, mas sin poder adivinar de dónde venían ni a dónde marchaban", extraña réplica de lo que ocurre en el mundo del Espíritu (Jn. 3,8).
Juntas y solas: ofreciendo a Dios el nuevo día, extrañamente felices y extrañamente anhelantes, sintiéndose cobijadas y al mismo tiempo comprometidas por un inmenso despliegue de Amor: ¿hacia dónde las llevaba aquel misterio que de pronto había irrumpido en sus vidas?
"Después de rezar allí en el "cuadro", nos fuimos a casa, a lo que nos mandaron nuestros padres.
Y después, fuimos a la escuela, con nuestra señora maestra, doña Serafina Gómez. Cuando llegamos a la clase, ella, llorando nos besaba y nos decía: ¡Qué suerte tenéis!, etcétera..."
La emoción de la buena maestra es bien explicable: ¿cuándo hubiera podido soñar que en niñas de su humildísima escuela pudiesen ocurrir cosas semejantes?
Pero la ola de emoción envolvía a casi todos en el pueblo:
"Cuando salimos de la clase, la gente nos decía igual que ella; todos muy impresionados y muy contentos, y creyéndolo mucho. Y nuestros padres, también.
Los padres de Loli, su padre Ceferino decía: ¡Cosa como ésta no la hay!"
Tienes mucha razón, amigo Ceferino:
¡Cosa como ésta no la hay!
Tienes mucha razón, amigo Ceferino: cosas como las que has empezado a presenciar, se han visto muy rara vez en el mundo; o quizá sea mejor decir que, así, no se han visto nunca.
"Y así también su madre, Julia. Y la mamá de Jacinta también lo creía mucho, María; y su padre mucho más, Simón. Si hacíamos alguna travesura, el papá de Jacinta decía que los apóstoles, que hacían eso, y empezaba a explicar cosas..., que todo lo que hacíamos, a él le parecía que estaba bien."
El buenazo de Simón, con excelente espíritu e instinto de las cosas de Dios (que no falta en las almas de verdad rectas, aunque estén poco instruidas), trataba seguramente de proteger y disculpar a aquellas criaturas contra la actitud y comentarios –¡qué pronto afloraron!– de los torcidos o torpes, que nunca saben encajar la acción divina en las niñas, como prueba de la autenticidad de sus "visiones" en un estado de perfección absoluta, como ángeles sin miserias (Hay apariciones y éxtasis que son como un premio a la virtud, al mismo tiempo que poderosa confirmación en ella; y por eso, sólo se dan en las más altas fases de la vida espiritual, en "los santos", que decimos.
Pero hay también apariciones y éxtasis en los que, quienes los reciben, están más para servir de instrumentos que para ser los destinatarios: Dios quiere servirse de ellos para llevar adelante ciertos planes de misericordia fuera de lo corriente. Y entonces elige, no a quines más lo merecen, sino a quines estima más a propósito según sus designios...; en tales almas pueden coincidir los extraordinarios favores de Dios con muchísimas imperfecciones propias, que irán ciertamente desapareciendo, si estas almas tratan de corresponder; pero no de golpe y desde el primer día, sino como fruto de un perseverante esfuerzo, ya que ni en la Naturaleza ni en la Gracia la vida marcha a saltos. Sin tener esto en cuenta, no puede entenderse bien lo de Garabandal.). Los padres de Mari Cruz, Escolástico y Pilar, no parecían tener el mismo grado de entusiasmo... En cuanto a los familiares de Conchita:
"Mi mamá sí lo cría; pero dudaba algo: ¡como habíamos hablado tanto el domingo! Mis hermanos sí creyeron en cuanto lo vieron; y no sólo creyeron, sino que les hizo bien espiritual, y así, a muchos."
¡Buena señal! La cosa no había quedado en ser algo emocionante, una singularísima ruptura con la monotonía del vivir aldeano: estaba produciendo impacto en las conciencias, llevaba a una revisión de actitudes y conductas, despertaba la necesidad de ser mejor.
"Había gente a la que le había gustado lo del domingo, y a otra no le causó emoción. Nosotras, a nuestra vida corriente, a hacer lo que nuestros padres nos mandaban."
Resulta llamativa la frecuencia con que Conchita repite en bastantes pasajes de su diario esto de que ellas se aplicaban sobre todo a cumplir con su obligación bajo la obediencia.
De seguro que en "esto" habían sido ya reciamente educadas en aquel ambiente de familias a estilo cristiano tradicional; pero sus contactos con el ángel y luego con la Virgen no hicieron sino afianzarlas en tal línea de conducta. Durante aquellas impresionantes sesiones de formación –los éxtasis–, según una pedagogía no inventada por hombres se debió de conceder bastante poca atención de dejar bien informadas a las niñas sobre "los derechos de la persona", sobre las exigencias de su incipiente "personalidad", sobre "la libertad como valor supremo"...; en cambio, se las dejó para siempre asentadas en la "vieja" doctrina del "n2garces a sí mismas", "tomar la cruz de cada día" y estar sometidas a quien correspondiera, por amor de Aquél que "se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!" (Mt 16, 24. Fil 2,7).
Por eso, a ellas no se les va a ocurrir nunca, frente a las disposiciones de sus mayores "en edad, dignidad o gobierno", esas razones que por lo visto "valen" tanto para sacudirse cualquier molesta disciplina: "No nos comprendéis. Sois ya de otro siglo. Hay que acabar con todas las actitudes paternalistas..."
Ellas obedecerán, cumplirán, y ofrecerán. Saben, que a Dios se va por el camino de la renuncia y del sacrificio; que importa más el quehacer o "deber" de cada día, tantas veces poco grato, que cualquier cosa... aunque sea tener ratos de paraíso como los de la Calleja.
"Nosotras, a nuestra vida corriente: hacer lo que nuestros padres nos mandaban." ¡Soberana lección!
Pero el DEBER no ocupaba todas las horas del día.
"Por la tarde, en cuanto salimos de la escuela (salían a las cinco), como habíamos pasado muy feliz el domingo, día 2, y ya teníamos muchas ganas de volver a verla (a la Virgen), nos fuimos allá (a la Calleja) y nos pusimos a rezar el rosario. Estábamos solas.
Y ya cuando terminamos y no la vimos, pues no dijimos nada; no nos extrañó ni nos pusimos tristes: ¡como siempre venía más tarde! En vista de que no vino entonces, nos fuimos para nuestras casas e hicimos lo que nos mandaron en casa."
"Cuando se aproximaba la hora del domingo, primer día que vimos a la Virgen, nos dijeron nuestros padres, que ya lo creían más: "Ya tendréis que ir a rezar el rosario al cuadro". Y nosotras les decíamos: "Es que todavía no nos ha llamado". Y ellos se quedaron pensando... y decían: "Pero, ¿cómo, llamaros?" Y nosotras se lo contamos, que era como una voz interior, pero que no la oíamos con los oídos, no oíamos llamar por nuestro nombre. Es una ALEGRÍA (Aquí la adolescente Conchita trata de explicar con su pobre léxico lo que no hay lenguaje humano que pueda expresar bien; no acierta a decirnos lo que son en sí las "llamadas", y apunta como puede algunos de sus efectos. Estamos ante un caso de comunicación directa de Dios al alma, sin mediación de signos ni lenguaje. La intimidad del alma se estremece maravillosamente con el soplo divino que le llega, y queda llena de luz, certeza, disponibilidad y alegría hacia Dios, o la Virgen, que llama.).
Son tres llamadas: la primera es una alegría más pequeña: la segunda ya es algo mayor; pero a la tercera, ya nos ponemos muy nerviosas y con mucha alegría, y entonces ¡ya viene1 Nosotras íbamos a la de dos llamadas, porque si íbamos a la primera, teníamos que esperar allí hasta muy tarde, porque de la primera a la segunda tarda mucho."
Aquí sale por primera vez uno de los fenómenos más admirables, más extraños y más propios de Garabandal: las "llamadas" interiores de las videntes. Conchita adelanta en este momento de nuestra historia unas explicaciones que sólo son fruto de larga experiencia posterior. Para mejor comprensión de dicho fenómeno, voy a transcribir lo que decía en un informe de los primeros tiempos el P. Ramón María Andreu (El nombre de este sacerdote jesuita estará siempre muy ligado a la historia de Garabandal. Tenía otros tres hermanos en la Compañía de Jesús, dos de ellos fuera de España. Él se dedicaba preferentemente a dirigir tandas de Ejercicios Espirituales, y tenía su residencia en la "Casa Cristo Rey", de Valladolid. Más adelante veremos en detalle sus relaciones con Garabandal.), de la Compañía de Jesús, excepcional testigo de los "sucesos garabandalinos. Vaya por delante que esto de las "llamadas" ocurría sólo cuando iba a venir la Virgen, nunca cuando se trataba de una visita del ángel.
Lo que dice el P. Andreu sobre las "llamadas"
Dice el P. Andreu:
"El fenómeno de las "llamadas" o toques interiores, de donde nacen los éxtasis, se da en estas cuatro niñas de la forma siguiente: podríamos decir que siempre son tres las llamadas; las pueden tener al mismo tiempo, estando juntas, las pueden tener el mismo tiempo, estando separadas, y las pueden tener en tiempos que no coinciden, aun estando juntas; las pueden tener todas cuatro, o sólo alguna o algunas de ellas.
"La palabra "llamada" ha surgido de las mismas niñas, que hablan así: "Hoy no me llamó la Virgen. Hoy me llamó. Ya he tenido una llamada, o dos, etc."
No les resulta fácil describir la naturaleza de las llamadas. Dicen que es como una alegría por dentro, alegría clara, inconfundible, que nunca falla. Es como sí la Virgen dijese, en la primera llamada: ¡Jacinta!; en la segunda; ¡Jacinta! ¡Ven!; en la tercera: ¡Jacinta, corre, corre, corre! Pero todo sin palabras externas.
"Las niñas disimulan las llamadas, y si no se les pregunta o ellas espontáneamente lo dicen (en algún caso), no cae uno en la cuenta.
"Casos observados por mí mismo: Estaba un día Loli sirviendo un vaso de agua al señor Matutano (Este señor Matutano era de Valencia, mas por razón de sus negocios, residía en Reinosa (Santander). Visitaba con frecuencia Garabandal y se instalaba en una tienda de campaña, cerca de la casa de Conchita; una hija suya era muy amiga de ésta, y de aquí le vinieron a la vidente ciertos brotes de ligera vanidad: la valenciana le pintaba las uñas, le regalaba algún vestido, adornos, etc.
Al comunicarme estos datos un sacerdote de toda garantía, añade de su cuenta: "Es otro detalle que nos demuestra lo que bastantes de nosotros hemos ido haciendo en las niñas..., estorbando a veces la acción del cielo, en vez de prepararlas y adiestrarlas para la lucha que andando el tiempo tendrían que sostener."), para que tomase una aspirina, y según lo estaba sirviendo, sintió la tercera llamada. Dejó la jarra y vaso, exclamando: ¡Vamos, papá, que me llama! En otra ocasión, estaba yo con Jacinta y Loli y tres sacerdotes: al avisarme ellas que habían tenido la segunda llamada, salí con uno de los sacerdotes hacia la casa de Conchita, y allí le pregunté: ¿Cuántas llamadas has tenido? –Dos, Padre –me respondió ella–. Entonces Mari Cruz, que estaba allí, dijo: –A mí no me ha llamado la virgen. –Pues entonces, vete a casa –le dije yo. Y obedeció."Las niñas pueden advertir que ya ha empezado la tercera llamada, pero da un margen de tiempo, como me dijeron a mí en una ocasión: Padre, le queda sólo una línea. (Yo estaba escribiendo, y así fue.) Alguna vez las he escuchado: Padre, ya van dos y media. Esta "media" debe de ser como un comienzo de la tercera."
Hasta aquí el P. Ramón María Andreu, testigo directo de tantas cosas en Garabandal. Mas volvamos a la pequeña historia de aquel lunes de julio, día 3.
"–Nosotros les hemos dicho (a los padres) lo de las llamadas, y ellos se han quedado muy extrañados: ¡cómo nunca lo habían visto ni oído! Nosotras, de pasar esta conversación, tuvimos una llamada, y se lo hemos dicho. Estábamos las cuatro juntas, y había mucha gente, y algunos de ellos, de los que no lo creían, o sea porque no habían venido nunca, le decían a don Valentín, el párroco del pueblo. ¿Por qué no poner a dos en casa de Loli y a otras dos en casa de Conchita (en mi casa)?
Y don Valentín dijo: Pues está bien pensado."
Y con el permiso de los padres, se hizo así: Loli y Jacinta, en casa de Loli; Conchita y Mari Cruz, en casa de Conchita.
"–Nos desapartaron así, para ver si coincidíamos las cuatro a la vez. Y ya después de media hora, tuvimos la segunda llamada... y coincidimos las cuatro allí en "el cuadro" a la vez, y la gente se admiraba.
Según que llegamos al cuadro, se nos apareció la Virgen, con el Niño Jesús; pero no venían los ángeles. Ella venía muy sonriente, y el Niño también; y nosotras, lo primero que le dijimos fue que dónde estaba San Miguel y el otro ángel, y Ella se sonreía más.
La gente y los Padres que había, nos daban objetos para que se los diéramos a besar: y Ella lo besaba todo.
Y nosotras, como nos gustaba hacerle fiestas al Niño Jesús, cogíamos piedras (pequeñas) y yo las metía en las trenzas, Loli en las mangas y Jacinta se las daba a él; pero no las cogía, sólo se sonreía... (Mari Cruz en esta ocasión le ofreció al Niño unos caramelos que le habían traído).
Y Ella nos HABLABA MUCHO; pero NO NOS DEJO DECIRLO."
Hay en este infantil relato bastantes cosas admirables: el milagro de la exactísima coincidencia de las cuatro en las "llamadas", a pesar de la incomunicación en que se las había puesto; el hecho de que los ángeles, cumplida su misión (de preparar y acompañar), se retiran discretamente, para que toda la atención se pose en quien de verdad importa: la ocurrencia de los espectadores, que buscando entrar más en aquella gracia de la presencia de María, ofrecen cosas a su beso, para guardarlas luego como delicadísima irradiación de su benevolencia maternal; la reacción tan normal en unas crías ante un niño encantador: hacerle fiestas, como expresión de todo el cariño y simpatía que sienten hacia él.
Pero lo más digno de atención es eso de que "Ella HABLÓ MUCHO... aunque no dejara, al menos por el momento, decirlo".
Ella venía sobre todo para AYUDAR Y ENCAMINAR, no conforme a nuestras opiniones o esquemas, sino en pleno ajustarse a los nada fáciles designios de Dios
A las videntes tenía que permitirles muchas cosas "de crías" –¿qué madre y educadora no lo hace?–; pero Ella se cernía por encima de todas sus infantilidades y de... todas nuestras genialidades. Ella no venía para hacer pasar el rato, aunque fuera divinamente; ni tampoco para derramar su bondad en multitud de pequeños favores: Ella venía sobre todo para AYUDAR Y ENCAMINAR, no conforme a nuestras opiniones o esquemas, sino en pleno ajustarse a los nada fáciles designios de Dios. Por eso habló tanto aquella tarde; por eso seguiría hablando otras muchas tardes... Bastantes cosas, las que de verdad interesaban a todos o a muchos, se irían sabiendo en su momento oportuno; bastantes otras quedarán para siempre en el "secreto" personalísimo de cada una de las videntes... Lo que Santa Teresita escribió a propósito de su propia historia, tenemos que decirlo nosotros ahora a propósito de la de Garabandal: "Muchas páginas de esta historia no se leerán jamás en la tierra".
En cada entrevista, después de recibir los desahogos de las niñas hubiera podido añadir Ella aquello de los Proverbios (8, 32-35) que tantas veces pone la liturgia en sus labios: "Y ahora, hijos míos, escuchadme: s enseñaré la buena disposición hacia el Señor (Salmo 34, 12). ¡Bienaventurado el que sigue mis caminos! Atended a mis consejos y sed sabios... Bienaventurado quien me escucha y vela a mi puerta cada día y es asiduo cerca de mí. Porque el que me encuentra, encuentra la vida, y entrará en el favor de Dios".
En este lunes de julio, día de la segunda aparición de María Reina y Madre, no sólo encontramos por primera vez lo de las "llamadas", como ya hemos visto, sino también algo de lo que no sé que haya precedentes en la historia de la Iglesia, y que viene a ser por eso plenamente típico de Garabandal; yo me atrevo a calificarlo así: la GRACIA de los Besos.
Ya lo hemos leído antes: "La gente y los Padres que había, nos daban objetos para que se los diéramos a besar, y Ella lo besaba todo".
El por qué de tan feliz ocurrencia queda también indicado. Y en el curso de esta historia irán saliendo no pocos ejemplos de esta generosidad osculativa de la Virgen... Sólo falta poner aquí algunas observaciones que ayuden a entenderlo todo mejor.
Nuevamente recurrimos al testimonio del P. Ramón María Andreu, en el informe que redactó a los tres meses de haber comenzado los fenómenos de Garabandal:
"Las piedras han sido cosa muy frecuente en las visiones de las niñas. Se trata de piedras pequeñas, como del tamaño de un caramelo. Las recogen del suelo en estado de trance, o las llevan ya preparadas de antemano: se las dan a besar a la Virgen, y después las entregan a distintas personas, como recuerdo, o como señal de perdón. Se ha visto frecuentemente que la misma visión pedía a las niñas más piedras; pero ellas no las encontraban... Con motivo de estas piedras besadas por la Virgen se han podido observar fenómenos de "hierognosis" (conocimiento secreto o misterioso en orden a distinguir de las demás cosas, las santas o sagradas). Por ejemplo, cierto día una de las niñas, en trance, tenía un montoncito de piedras para ofrecer al beso de la Virgen; al levantar una hacia la visión, se la oyó decir con toda claridad: "¿Qué? ¿Que ya está besada? ¡Ah! Es la de Andrés".
Una piedrecita es bien poca cosa, nada vale; pero esa misma piedra se convierte en preciado tesoro al ser distinguida por un beso de la Virgen.
Esto del beso de las piedras ocurrió sobre todo en las primeras semanas; luego, casi no había más que objetos religiosos: crucifijos, rosarios, medallas, estampas, escapularios.
"Lo corriente es ver a las niñas con rosarios, medallas y cristos colgados al cuello: son los que el público les da para que la Virgen los bese... Con motivo de dar a besar estos objetos, se han observado bastantes casos de hierognosis. También se citan casos –la mayoría, difíciles de comprobar– de favores obtenidos o curaciones hechas, bien en el momento de dar a besar tales objetos, bien al recibirlos o usarlos luego las personas que los recogían." (P. Andreu.)
Fue un hecho comprobadísimo que las niñas, a pesar de la multitud de objetos que pasaban por sus manos y que ellas daban a besar sin ningún orden preestablecido, jamás se confundieron al devolver cada uno de tales objetos a quien correspondiera; y esto, sin mirar, con la cara en alto, y estando a veces los interesados a sus espaldas, o deliberadamente arrinconados. Para todos los circunstantes era evidente, que "alguien" invisible iba dirigiendo con sus palabras o gestos las manos de las niñas.
Pero la Virgen no sólo besaba piedrecitas, las humildes piedras, de tanta resonancia bíblica, y los objetos abiertamente religiosos; tenía también besos para otras cosas que al parecer no eran muy apropiadas para sus labios.
De las numerosas anécdotas que se cuentan, con toda garantía de autenticidad, siempre me ha impresionado particularmente ésta
De las numerosas anécdotas que se cuentan, con toda garantía de autenticidad, siempre me ha impresionado particularmente ésta:
Conchita estaba un día en la cocina de su casa, rodeada de personas que esperaban el momento de la aparición; sobre la humilde mesa que servía para las comidas familiares, iban amontonándose los objetos que ella debería dar a besar; alguien puso también allí una bonita polvera de mujer: la niña y los circunstantes quisieron hacerle desistir: ¿cómo la Virgen iba a besar un objeto tan profano, puesto solamente al servicio de la vanidad. Sin embargo, la polvera allí quedó.
Llegó el éxtasis, y los circunstantes vieron con asombro que la mano de la vidente, sin que ella mirara, se iba, primero que a ningún otro objeto, hacia la discutida polvera: la levantó hacia la Virgen invisible, y luego la dejó con todo respeto sobre la mesa. Entre los presentes, con el asombro debió de mezclarse más de una duda: ¿Será la Virgen quien se aparece? No parece que Ella pueda besar tal objeto...
Tan pronto como el éxtasis terminó, se pidieron explicaciones a Conchita, y ella declara que la Virgen le había pedido inmediatamente la polvera, para besarla, diciendo que "era algo de su Hijo": ella no sabía más. Pero quien había puesto allí la polvera, sí sabía, y desveló entonces su secreto: Durante la espantosa guerra civil de España (q936-1939), en zona roja, donde los sacerdotes habían sido exterminados o tenían que mantenerse escondidos, aquella polvera había servido para llevar las hostias de la comunión a diversas partes, muy concretamente a algunos de los detenidos que los rojos iban "sacando" para matar. ¡Había sido, por tanto, como un copón! (El suceso es rigurosamente histórico; mas no he podido precisar la fecha. Fue don Ramón Pifarré Segarra, farmacéutico de Sans (Barcelona) quien llevó la polvera a casa de Conchita. Visitaba Garabandal con su hija Asunción. Estaba viudo.).
Al lado de los objetos religiosos, quizá los más besados en Garabandal fueron los anillos o alianzas de matrimonio. Tenemos sobre esto innumerables anécdotas, algunas de las cuales irán saliendo más tarde.
Algún misterioso porqué habría en este besar de la Virgen. Y no es difícil adivinarlo: ¿No se estaba ya en la hora de la gran crisis para la institución familiar? Entre los no católicos la descomposición avanzaba desde hacía años en forma alarmante...; pero también a los católicos iba afectando ya el mal muy seriamente (Durante mi estancia en París, 1965-1966, se daban como seguros estos resultados de investigación:
– Para toda Francia: uno de cada diez matrimonios estaba deshecho.
– Para la región parisiense: uno de cada siete.
Y la situación, allí como en todas partes, no ha hecho sino empeorar.
También en este punto, como en tanto otros, Garabandal venía "adelantándose"... No mucho después, y sin saber nada de lo que ocurría en el lejano villorrio montañés, Juan XXIII, en bellísima alocución a los esposos cristianos, les exhortaba a besarse mutuamente los anillos matrimoniales, como un deliberado afianzarse en sus santos y mutuos compromisos.). Cierto que en España se notaba bastante menos que en otros países, y cierto que las gentes de Garabandal se conservaban, a este respecto, inmunes; pero la Virgen no venía sólo para los de Garabandal, ni sólo para España: venía para todos sus hijos, y si a unos había que amonestarlos por el mal hecho, a otros había que prevenirles para que no cayeran en él. Ella se adelantó con sus besos a lo que la Iglesia, reunida en Concilio, quiso remediar y hacer, poco tiempo más tarde, con su Constitución Pastoral "Gaudium et spes", capítulo I de la segunda parte (Tal capítulo, extenso y enjundioso, trata sobre "Dignidad del matrimonio y de la familia".).
"Jesús hará prodigios mediante los objetos besados por Ella, antes y después del Milagro, y las personas que usen con fe tales objetos, pasarán en esta vida el purgatorio."
Sobre esto de los besos de la Virgen quiero poner aún aquí dos cosas que considero interesantes.
La primera es una afirmación: se asegura que Conchita ha dicho más de una vez, por encargo de la Virgen, que "Jesús hará prodigios mediante los objetos besados por Ella, antes y después del Milagro, y las personas que usen con fe tales objetos, pasarán en esta vida el purgatorio."
La segunda es una anécdota, que nos da a entender cómo esto de besar es algo muy propio de la función maternal de María. Sucedió años más tarde, el 18 de junio de 1965, fecha cumbre en la historia de Garabandal. El pueblo estaba aquel día repleto de forasteros, que habían acudido para presenciar una especial aparición, anunciada desde diciembre del año anterior; uno de tales forasteros, falto sin duda de objetos besados y deseoso de poseer alguno, entregó a Conchita un rosario... La jovencita, segura de que aquel día sólo iba a venir San Miguel, no lo quiso tomar siquiera, diciéndole al asombrado señor:
– El Ángel no besa.
– ¿Y por qué?
Conchita sonrió, y dijo: ¡Sólo besa la Virgen! En esto el Ángel no es nadie.
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Pero volvamos a los primeros días de julio de 1961.
La aparición del lunes, día 3, había empezado a las 7,30 de la tarde y concluyó a las 8. " –Cuando ya Ella nos decía: "Con Dios os quedáis, y conmigo también", a nosotros ¡nos daba una pena! Y le decíamos: ¡Adiós, adiós! Por último nos dijo: "Mañana me veréis también".
El día 4, nosotras, como siempre; y la gente del pueblo y nuestros padres y hermanos, cada día creyéndolo más; los forasteros que habían venido, muy animosos para decírselo a la demás gente, para que vinieran.
Nosotras seguíamos haciendo nuestra vida corriente, haciendo lo que nos mandaban nuestros padres.
Llegó la tarde de ese día, martes, día 4, tercer día de ver a la Virgen, y subió mucho personal: sacerdotes, etc.... Había rosario a las siete en la parroquia, y nosotras hemos tenido una llamada. Estaba la iglesia llena de gente, y en el altar mayor había como unos doce sacerdotes y fotógrafos sacando fotografías (Casi desde el principio, abundaron en Garabandal las cámaras fotográficas, manejadas con distintos fines, aunque casi siempre con el deseo de perpetuar la belleza y emoción de aquellas escenas tan fuera de serie.). Cuando terminó el rosario, nosotras ya teníamos dos llamadas, y "pescamos" (Expresión regional, equivalente a "echamos" a correr, o nos lanzamos a la carrera.) a correr al cuadro, y la gente corriendo detrás de nosotras... Sin terminar de llegar algunos, Mari Cruz y yo "nos quedamos", un poco más arriba que Loli y Jacinta: nosotras dos en el mismo cuadro, y las otras dos, no. Y decía la gente que nosotras, con todo lo que corrimos, que no sudábamos, y ellos, que sudaban mucho y que llegaron todos cansados, y les extrañaba, pero ¡como era la Virgen quien nos llevaba (Diario, páginas 36-37.)!"
Según todos los testigos de los fenómenos de Garabandal, el correr de las niñas hacia el lugar de la aparición cuando sentían la tercera llamada, era sencillamente impresionante, y no había manera de seguirlas. Con razón dice ahora Conchita, que era la Virgen –una fuerza sobrenatural– quien las llevaba. De aquí que no sintieran ningún cansancio, ni tampoco las alteraciones de la fatiga, como sudores, ahogo, palpitación acelerada, etc. Si todo aquello hubiera sido, como se dijo (hasta "oficialmente"), un amaño o "juego de niñas", ellas bien pronto hubiesen quedado "hechas polvo", es decir, agotadas y deshechas tanto física como psíquicamente; sin embargo, las carreras, los trances, los meses, cansando a todos, menos a las protagonistas... Y todos cuantos pudieron observarlas de cerca, empezando por eminentes médicos de diversas especialidades, coinciden en hablar de la sorprendente naturalidad, normalidad, frescura infantil o adolescente y equilibrio que había por todo su ser y en el conjunto de su obrar. Sólo una intervención superior podía dejar así de intacta y enriquecida, la frágil realidad de aquellas criaturas. Nueva confirmación del básico axioma teológico: "Gratia naturam non destruit, sed perficit" (la gracia no destruye la naturaleza, sino que la perfecciona o completa).
martes, día 4 de julio de 1961, fue de mucha importancia
Esta aparición del martes, día 4 de julio de 1961, fue de mucha importancia, por las comunicaciones de la celestial aparecida.
"–La Virgen, siempre sonriendo; y lo primero que nos dijo fue: "¿Sabéis lo que quería decir el letrero que traía el ángel debajo?" Nosotras exclamamos a la vez: "No, no lo sabemos". "Pues quería decir un MENSAJE. Yo os lo voy a decir ya, para que vosotras el 18 de octubre se lo digáis al público". Y nos lo dijo."
El mensaje, corto de palabras, largo de contenido, fue un secreto de las niñas hasta ese día 18 de octubre. También yo quiero dejar para entonces, para cuando esta historia llegue a la altura de tal fecha, el recogerlo y comentarlo.
Ahora nuevamente he de manifestar mi admiración ante la pedagogía divina que va actuando a través de los sucesos de Garabandal.
El cielo se acomoda a la capacidad de unas niñas mentalmente subdesarrolladas (pero ¡nada de subnormales!), y poco a poco, muy poco a poco, logra introducirlas en lo que ellas deben saber y vivir primero, para luego hacérselo saber y vivir a otros muchos. Se empieza por lo visual e imaginativo: la figura deslumbrante del ángel, que tanto puede sugerir a las videntes, aunque él se mantenga sin hablar, un ángel, que va rodeándose de signos y de cosas muy aptas para despertar la atención hacia lo que se quiere decir...; a esto se añade la figura aún más bella de María, los dos ángeles, el Ojo misterioso... Luego se pasa a las palabras: pocas y sustanciales palabras, que deben quedar como esculpidas en el espíritu de las niñas, aunque no las entiendan. (De hecho Conchita atestigua, con una brevísima añadidura que puso en su diario, que el mensaje se lo dio la Virgen ya el mismo día 2 de julio, aunque sólo después, en este día 4, martes, empezara a hacérselo entender: "Esto –el mensaje– nos lo dijo ya el primer día; pero lo confundíamos". Es decir, recibieron las palabras, pero sin captar ni su alcance ni su contenido). Finalmente, se entra en las explicaciones y vivencias (Dos de los días en que sabemos que hubo "lección" intensiva sobre el contenido del mensaje, fueron el 28 y el 29 de julio.
Del 29 hablaremos detenidamente más adelante, en el capítulo VIII. Del 28 recojo aquí el testimonio de alguien que estuvo bien presente, el brigada de la Guardia Civil, don Juan Álvarez Seco: "Las videntes estaban en éxtasis en el "cuadro", muy serias, y totalmente pendientes de lo que la Virgen debía de estar enseñándoles o recomendándoles... A lagunas se les caían lágrimas muy grandes; también a muchos de los presentes nos dominaba la emoción. Cuando terminó el éxtasis, las niñas hablaron un poco con don Valentín, y éste dijo luego, en medio del mayor silencio de todos los que estábamos allí "La Virgen está dando a las niñas un mensaje que ellas no pueden decir, por ahora, ni al señor cura, ni a su padres, ni al señor obispo.")...Porque a aquellas aldeanillas había que explicarles hasta el significado de términos que a nosotros nos parecen de sobra conocidos. Ellas, por ejemplo, no sabían qué era eso de "sacrificios", de "hacer sacrificios", que tanto se repetía en las comunicaciones de la Virgen.
La maravillosa Maestra salía con cosas serias, después de tanto sonreír y condescender; pero ¡ponía tal gracia en sus palabras! ¡Y cómo se acomodaba a las pequeñas discípulas! Con un amor y un saber esperar sin límites las iba adoctrinando (los ojos puestos, a través de ellas, en todos nosotros)...
Para esto precisamente había venido, esto era lo que de verdad interesaba. Y ¡qué bien lo hacía!:
–dando pequeñas y graduadas dosis, que ellas pudieran asimilar;
–acompañando las lecciones, con besos y sonrisas, condescendencias y hasta con juegos;
–encarnándose en la realidad cotidiana de aquellas pobres... hasta aceptarles unos diálogos, que parecían demasiado banales, sin sustancia, como para hacer perder el tiempo a toda una Madre de Dios (Jacinta me ha confirmado, catorce años después de los sucesos, no pocas cosas:
–La Virgen ¿empezó pronto a explicaros lo que habíais visto en el letrero del Ángel?
–Sí; desde los primeros días.
–¿Y en todas sus visitas dedicaba Ella algún tiempo a daros tales instrucciones?
–Sí; cuando Ella hablaba, siempre era para enseñarnos algo.
–Sabemos que vosotras le contabais multitud de cosas o cosillas que sólo para vosotras podían tener interés..: ¿cómo reaccionaba Ella?
–Escuchándonos con una atención, una paciencia y una bondad, que sólo ahora puedo entender.
–¿Tomaba pie de lo que le decíais, para instruiros o aconsejaros?
–¡Muchas veces!
–¿Y cuál fue, a tu juicio, la principal utilidad de todas aquellas entrevistas con la Madre del Cielo? Dicho de otra manera: ¿qué provecho sacasteis de ellas?
–No sé de las demás; pero en mí, lo que más se grabó, fue la necesidad de la sumisión y obediencia a los padres y superiores, como sacerdotes, maestros, etc.
–En todas aquellas visitas, ¿venía Ella por vosotras, o más bien por la Iglesia y el Mundo?
–¡Por la Iglesia y por el mundo, sin duda ninguna!
–Parece que os comunicó "secretos": ¿fueron sobre vuestro porvenir personal?
–Nunca nos contestó cuando le preguntamos sobre esto.
–Entonces las cosas del futuro que os anunció, se referirán a la Iglesia y al Mundo... ¿Podrías decirme algunas, aparte de eso del Aviso y el Castigo, que ya sabemos?
–No; no le diré nada, porque debemos guardar secreto.
–Bien. ¿Cómo interpretas tú aquello de "Ya creerán, ya creerán", con que respondía ella a vuestras repetidas súplicas de que hiciera un gran milagro para que todos se convenciesen?
–Pues no sé... De lo que sí doy testimonio es de que Ella nos dijo eso muchas veces.).***
Sí, Ella se abajó hasta nosotros y entre nosotros pareció establecer su morada. En todo, como Madre que no tiene prisa cuando se trata de sus hijos, porque su prisa está en ESPERAR de ellos: que crezcan, que mejoren, que vayan entrando en razón, que salgan adelante, por encima de niñerías y de inconsciencias y de un desesperante mal corresponder.
Era la Sabiduría divina diciéndonos a todos desde su cátedra de Garabandal:
"¿Hasta cuándo, oh simples, estaréis apegados a vuestra simpleza?
¿Y vosotros, los ligeros, a gusto con vuestra informalidad?
¿Hasta cuándo los insensatos aborrecerán la disciplina?
Volveos a mis requerimientos, porque yo voy a expansionar el corazón y quiero confiaros mis palabras" (Pro, 1, 22-23).
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A. M. D. G.