CAPÍTULO APÉNDICE
EL AÑO 1961, DESDE EL RECUERDO
Día 19 de octubre de 1966 Mi impresión sobre Conchita fue estupenda
Día 25 de octubre Que haré para no tener las manos vacías
Día 26 de octubre. Cómo eran las llamadas de la Virgen. ¿Se metían los del pueblo con vosotras?
Día 3 de noviembre. El P. Luis me enseñó el avemaría en griego y me contó otras cosas
Día 8 de noviembre. Me hace bien el ser buena. Dios hace cosas raras, ¿verdad?. Al enseñarle una foto de la Virgen Cómo me la han puesto. Cosas que sucedieron en el pueblo
Día 9 de noviembre. ¿Podré tener el gozo de entonces?. La Virgen nos enseñó a rezar las letanías, el rosario. El caso de un redentorista
Día 15 de noviembre. No me gusta besar
Día 16 de noviembre. Me han juzgado mal sin motivo
Día 17 de noviembre ¿Habrá guerra?. Pienso más en la Virgen
Día 25 de noviembre. Recordar mi pueblo me hace sufrir. No tengo ganas que llegue el día de la Inmaculada. ¿Sabe lo que me tocó en el sobre?...
Día 29 de noviembre Me gustaría tener hermanos sacerdotes. ...es que quiere dejar el hábito
Día 6 de diciembre. No siempre nos han tratado bien
Día 27 de enero de 1967. Hablan del diario de Conchita
Día 31 de enero Así no habla la Virgen
Día 2 de marzo Al gloria la Virgen inclinaba la cabeza. No veíamos los pinos
Día 10 de abril La nota de Mons. Puchol. Escrito despiadado contra los sucesos de Garabandal
Día 19 de abril Lo que más ama es la humildad. Espero ver a la Virgen en el cielo
Día 21 de abril Comenta el escrito de La "Gaceta IlustradA"
Día 4 de mayo La Virgen es como nosotros. No hay distancias
Día 8 de mayo. Muere Mons. Puchol
Día 11 de junio ¿Por qué caíais al suelo?
Día 14 de junio No me dijo que no saliera del pueblo y estuviera en colegios
Día 17 de junio Queríamos ser tan guapas como la Virgen. Hacíais cosas muy raras, andar sentadas...
En octubre de 1966, Conchita, ya joven espigada de 17 años, ingresaba como interna en el colegio que las religiosas Concepcionistas Misioneras de la Enseñanza tienen en Burgos, calle Miranda, 11.
Quienes de verdad se interesaban por ella, creían que esto le vendría bien, como "retiro" y como "formación". Como retiro, para mantenerla a cubierto de tanta indiscreta atención y curiosidad que la rodeaba en el pueblo; como formación, porque de verdad necesitaba de no poco cultivo en las letras y en el espíritu.
Se hace cargo de ella una joven religiosa, directora del colegio. Su nombre es vulgar: María Nieves García, pero no así su persona. No sabe gran cosa de Garabandal, fuera de las notas episcopales que dicen NO; pero toma con todo interés el ayudar a aquella nueva alumna que intuye como bastante fuera de serie.
En orden a esta ayuda, se ofrece plenamente a Conchita, dispuesta a recibirla y escucharla a cualquier hora... Conchita responde bien a tal actitud, y pronto se establece entre ellas el mejor intercambio espiritual, con muchos ratos de oración, confidencias y diálogo vividos en común.
Las "notas" que la religiosa conserva de dichos ratos, empiezan así:
"Conchita vino tan mal al colegio, y se sentía tan extraña a todo, que su lucha fue muy fuerte... y más teniendo que ocultar de continuo su personalidad. Necesitaba una amiga en quien deshogar todo eso que llevaba dentro, en quien pudiera dejar su inquietud y hablar de "todo lo pasado" natural y sencillamente".
"Por eso le dije, que en mis horas libres ella podía venir a estar conmigo, siempre que lo solicitara. Lo dejé plenamente a su elección, no llamándola jamás..."
De los desahogos de la "ex-niña" vidente sólo se recogen aquí aquellos que hacen referencia a las "apariciones", que entonces parecían a bien lejanas (no precisamente por el paso del tiempo), y que sólo como en relámpagos esporádicos se dejaban entrever algunas veces desde el recuerdo o la evocación (Aunque no todos los datos que vamos a recoger se refieran a 1961, sí todos pueden ayudar a entender mejor lo sucedido ese año.) No se pierda de vista, que todos esos diálogos de Burgos ocurrieron cuando para las "niñas" había empezado la gran oscuridad, es decir, en plena fase de dudas o "negaciones", y que, por eso mismo, la madre María Nieves no abordaba nunca abiertamente el tema de lo ocurrido en las extrañas "horas" de Garabandal.
Mi impresión sobre Conchita fue estupenda
"Me trajeron, por fin, a Conchita. Mi impresión fue estupenda: sencillez y candor, mirada especial y penetrante; quedé muy contenta."
"Su madre me habló a solas, y me contó algunas cosas... Temía la vanidad de su hija y su falta de piedad. Me encareció que no la viera nadie, a excepción de seis personas."
Dos día más tarde, el 21, empezaron ya las confidencias.
la comunión visible, recomendaciones de la Virgen,
y la foto de María
"Estuve con Conchita bastante tiempo. Su conversación fue confiada, sencilla, abierta. Tratamos algunos puntos. Le advertí de su exceso en gastar: lo reconoció, y me lo recibió bien..."
En el curso de la entrevista, y con motivo de algo que había salido en ella, le dijo la Madre:
"–¿Cómo has podido decir que colocaste la forma en tu lengua, si no era verdad ?(Se refiere al "milagrucu" de la noche del 18 de julio de 1962, del que se hablará en la segunda parte.))"
"–Cuando he dicho eso, es que en aquellos momentos lo veía así. ¿Cómo podría haber sido, si no?"
Instantes después:
"–Quiero a la Virgen como si fuera mi madre. Con Ella se puede hablar de todo... recuerdo que un día nos dijo: "ID MUY LIMPIAS; YO TAMBIÉN ME CUIDABA DE ESO CUANDO VIVÍA EN LA TIERRA"."
La Madre le muestra unos fotos del cuadro que ha pintado una americana, que quiere saber su opinión:
"–No me gusta."
"–¿Por qué?"
"–Esta expresión es muy distinta de la que Ella tenía. Y no llevaba corona, sino estrellitas. Sus manos, no tan extendidas. El pelo, a los dos lados, y no tan rizado. La cabeza, no ladeada; la movía, pero no la ponía así. Cuando traía el Niño, no se cogía el manto, aunque lo traía sin broche..."
"Todo –anota la Madre–, dicho con la máxima sencillez y espontaneidad, sin pararse a pensarlo."
¿Qué haré para no tener las manos vacías?
Larga entrevista. En un momento de ella, Conchita se desahoga así:
"–¿Qué haré para no tener las manos vacías? Me examino, y no veo que haga mal; pero..."
"–No se trata de no hacer el mal, sino de practicar el bien."
"–¡Eso mismo me decía la Virgen!"
Cómo eran las llamada de la Virgen.
Se metían los del pueblo con vosotras
"Te he entendido –dice la Madre– que la Virgen os llamaba antes de caer en éxtasis: ¿cómo eran esas llamadas?"
"–La primera, era sentir de pronto una alegría muy suave. La segunda, era más fuerte. La tercera, era tener que salir como disparadas."
"¡Quién viviera en aquellos tiempos que veíamos a la Virgen tantas veces! Aunque tuviéramos que quedarnos sin dormir, no nos importaba. ¡Éramos muy felices!"
"–¿Se metían los del pueblo con vosotras?"
"–Sí; pero no nos importaba. Éramos tan felices, que no sufríamos."
Aviso a una pareja.
Cómo era el ángel,
Miro a mis hijos
de qué hablamos con la Virgen.
Qué bien se estaba con Ella
También larga entrevista. Conchita habla mucho rato de la Virgen, del tiempo en que se les aparecía...
"–Seguramente –dice la Madre– la Virgen prefiere aparecerse a los niños, porque no teniendo ellos respeto humano, comunican mejor sus mensajes."
"–Yo creo que lo haría así, aunque fuera mayor. Un día la Virgen me dijo que cuando terminase de hablar con Ella, me volviera a una pareja que tenía detrás de mí, y les dijese: "NO VIVÍS BIEN". Lo hice así, aunque me costó mucho. Sé que se impresionaron, que se echaron a llorar y que se confesaron aquel mismo día. Muchas cosas así, me las mandaba Ella."
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"¿Cómo piensa usted que era el ángel? ¿Mayor? Pues no; era como de nueve años, túnica azul y alas de color rosa. Las manos no se las veíamos, sino cuando nos daba la comunión."
"La Virgen, muchas veces, no nos miraba precisamente a nosotras, sino más lejos, a la gente que había detrás. Cambiaba a veces de semblante; pero sin dejar de sonreír. Yo le preguntaba: "¿A quién miras?", y Ella me decía: "MIRO A MIS HIJOS".
"Hablábamos con Ella de todo, hasta de nuestras vacas... Se reía mucho. También jugábamos. ¡Qué felices éramos entonces! No sufríamos nada, aunque alguien se metiera con nosotras... Parecía como de 17 años. Por eso me he alegrado mucho cuando el Padre de los Ejercicios nos ha dicho que viéramos a la Virgen como de esa edad. Me gusta oír hablar de la Virgen; he oído a muy poco sacerdotes hablar de Ella; uno me dijo un día: "Si esto de Garabandal no es verdad, ya no tendré fe en nada". ¿Cree que esto está bien? A mí me da pena."
(Anota la Madre: "La expresión de ese imprudente sacerdote la preocupa de verdad, y lo recuerda con frecuencia".)
"¡Qué bien se estaba con la Virgen! Era verdaderamente como una amiga; igual que si viviera con nosotras. Y nos llamaba por nuestro nombre familiar, como lo hacía la gente. No decía "María Concepción", sino "Conchita". Ni tampoco "María Dolores", sino "Loli", etc."
"Ahora nos cansamos en los ratos de oración; pero entonces no sentíamos cansancio, ni sueño, ni nada. ¡La veíamos tantas veces!"
los problemas que más me impresionaron los de los sacerdotes.
El sacerdote me dice que que pida al señor el deseo de sufrir
"–He aprendido mucho en mi pueblo, porque la gente me exponía sus problemas; algunos, ¡muy fuertes! Los que más me han impresionado, han sido los de los sacerdotes: ¡me hacían daño!"
"Me dice el confesor que pida al Señor el deseo de sufrir, y también que reciba el dolor con alegría... ¡No puedo decírselo al Señor de esa manera, porque no me sale. Tengo miedo a sufrir!"
"–Lo comprendo; pero debemos confiar en Él, y saber que debemos servir para algo en sus manos. Dios nos quiere tomar como pequeños instrumentos, tal vez "como cerillas para encender los grandes cirios"."
"–¡Es verdad! Somos instrumentos, y la gente no debe pararse en nosotras. En el pueblo nos estrujaban, nos tiraban de la ropa... nos buscaban a nosotras. Y aunque tantos subían a los Pinos, no todos se acercaban al Sagrario."
Fidelidad a la vida ordinaria.
Venerar primero al sacerdote.
El Aviso y el Milagro.
El fin de los tiempos.
Fiesta de Todos los Santos. Por disponer de más tiempo, Conchita y la Madre hablaron largamente, tomando como tema la vida de los bienaventurados y lo que hay que hacer para llegar allí.
"–Un día, en una aparición de la Virgen, nosotras llevábamos puesto el cilicio, aunque muy flojo, y para que Ella se diera cuenta de que lo llevábamos (lo teníamos en la cintura), nos lo palpábamos de cuando en cuando. Nos dijo: "Sí, ya sé que lo lleváis; pero no es eso precisamente lo que pido de vosotras, ni lo que más me agrada, sino LA FIDELIDAD EN LA VIDA ORDINARIA"."
También nos dijo una vez: "Si vierais juntos a un ángel y a un sacerdote, teníais que venerar primero al sacerdote".
"Como yo le preguntara a la Virgen: "¿Será dentro del tiempo de esos futuros acontecimientos el fin del mundo?", Ella me contestó: "No, el final de los tiempos".
"El Aviso será una purificación, preparación para el Milagro, y lo verán todos: se darán cuenta del mal que hacen con sus pecados. Los Papas, después de Pablo VI, no serán más que dos; y después, el final de los tiempos (Todo esto del Aviso, el Milagro, el Castigo, el Fin de los Tiempos, irá saliendo en futuros capítulos de esta historia.). La fecha del Milagro se la dije al cardenal Ottaviani y al confesor del Papa. El Papa me hizo la impresión de una persona agobiada..., como cohibido por los cardenales y la jerarquía.
"El Milagro demostrará el amor grande de Dios."
El P. Luis me enseñó el avemaría en griego, y contó otras cosas
"–El P. Luis Andreu me enseñó a rezar el avemaría en griego, después de muerto. Oímos su voz durante un éxtasis; pero no le veíamos. También me dio para su hermano un mensaje, y un canto en francés, que no recuerdo ya, pero que el P. Ramón sabe de memoria. Nos dijo cómo le habían enterrado... Su voz era la misma que cuando estaba vivo."
El desprendimiento.
Piden que se realice el Milagro.
Salen en un periódico de Burgos los sucesos de Garabandal.
La Virgen les enseñaba y no se disgustaba
Se perfumafaba sus babuchas
La Madre habla a Conchita del desprendimiento, de la necesidad de limitarse en la satisfacción de sus caprichos...
"–Me han rodeado de tantos gustos absurdos y he recibido tantos regalos, que me he acostumbrado a gastar... Pero ya entiendo lo que debo hacer, y sé que usted me dice todo esto por mi bien.
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"Hoy han salido en un periódico de Burgos los sucesos de Garabandal; pero no dicen dónde estoy.
–¿Te alegras cuando ves que se publican?
–Antes, mucho. Ahora, como si no fuese cosa mía, como algo completamente fuera de mí.
"La gente pide que se realice el Milagro: ¿no ve en esto una tontería? Se realizará, lo pidan o no. Yo sólo ruego que se cumpla el mensaje. Muchos piden el Milagro para que otros, que no han creído, se fastidien. Yo esto lo veo mal. Mi madre creo que está ansiosa de que venga el Milagro, para verse libre de esta duda y preocupación... Es estupendo amar a Dios y tener fe, sin ver nada. Así quisiera hacer yo; pero...
–Dios es paciente; nos va dando la luz por grados. La Virgen os enseñaba lentamente, pero jamás se mostraba disgustada, ¿verdad?
–¡No, nunca! Jamás la vimos así, ni siquiera cuando nos hablaba del Castigo. Nosotras hemos visto el Castigo, ¿sabe?; pero se cumplirá o no, según. Cuando le decíamos nuestras culpas, callaba.
"Al despedirse, nos besaba, y era así como... Al mismo tiempo que no sentíamos ningún contacto material, no podíamos pasar más adelante, porque allí había algo que nos lo impedía. Queríamos tocar y nuestra mano, al llegar a Ella, ni tocaba nada, ni podía seguir más adelante. Hemos tenido al Niño Jesús en brazos, y no nos pesaba, ni sentíamos contacto material alguno; pero él estaba allí.
"La Virgen nos dijo un día que Ella se perfumaba las borlas de las babuchas que llevaba en la tierra... La Virgen nunca lloró, aunque la gente lloraba con nosotras cuando nos veían llorar. Al ver a la Virgen, se nos escapaban muchas veces las lágrimas; pero era de emoción. Cuando el anuncio del Castigo, se confesó todo el pueblo."
Me hace bien el ser buena.
Dios hace cosas raras ¿verdad?
Al enseñarle una foto de la Virgen : Cómo me la han puesto.
Cosas que sucedieron en el pueblo
"–Me hace mucho bien ser buena con los demás. Cuando visito los hospitales, noto que me beneficia; me acuerdo entonces de las cosas que otras veces me atraen, como las diversiones, el vestir bien, y veo que no merecen la pena.
–El dolor lleva a Dios.
–Sí; pero también la alegría. A mí me han ayudado muchas veces las alegrías. Pienso en el cielo: ¡qué bien se estará allí! Lo primero que voy a hacer es dar un abrazo muy fuerte a la Virgen y a los TRES (Se refiere, sin duda, a las tres personas de la Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo.).
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"Dios hace cosas raras, ¿verdad? Y la gente reacciona mal. Yo recuerdo muchas veces lo que pasó en mi pueblo. Vimos muchos casos de histerismo. Tocaban mi cuerpo, pensando que sanarían..., y hasta hubo quien no fue allí, por creer que yo adivinaba las conciencias. Esto me daba risa. Yo, ¿cómo iba yo a adivinar las conciencias? Las cosas que decía entonces a algunas personas, me las avisaba la Virgen."
La Madre le enseña una foto de cierta estampa que trata de reproducir a la Virgen aparecida en Garabandal:
"–¡Pobrecita! ¡Cómo me la han puesto!", exclama Conchita.
(Nos reímos –anota la Madre–, y vuelve ella a describirme cómo vio a la Virgen, con tal exactitud, que no dijo nada distinto de lo que tantas veces ha repetido. Habla a veces de "todo", como si sus "negaciones" no existieran. Es admirable de verdad, y al mismo tiempo hay aquí un terrible misterio, indescifrable.)
¿Podré tener el gozo de entonces?.
La Virgen nos enseñó las letanías, el rosario.
El caso de un redentorista
La Madre trata de levantar su esperanza, hablándole de que pasarán sus oscuridades e irá entrando en la plenitud de Dios...
"–¡Qué alegría, si así fuera! Pero ¿podré acaso experimentar más gozo que experimenté en tiempo pasado? Las apariciones de la Virgen me llenaban de felicidad. Pero las locuciones de Jesús son aún mucho mejores. No sé, es algo superior... Yo le pido que se haga en mí su voluntad.
"La Virgen nos enseñó a rezar la letanía, y los misterios del rosario, que no los sabíamos. Ella sólo rezaba el gloria; si empezó con los otros rezos, fue para enseñarnos.
"La última vez que la vi fue el 13 de noviembre del año pasado, en los Pinos. Me dijo que ya no la volvería a ver allí... (Se hizo, muy explicable, una densa pausa de silencio y emoción.)
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"Hace tiempo, en mi pueblo, me señaló la Virgen un redentorista, muy amigo de Mercedes Salisachs, para que me confesara con él. Me aconsejaba este Padre que me arreglara menos, que no le gustaba verme tan arreglada. Yo no me sentía inclinada a contarle mis cosas; no me salía. Se lo dije a la Virgen, y Ella calló, me dejó sin respuesta. Un día me decidí, y conté lo que ocurría al Padre. Él se puso muy contento; pero jamás fui capaz de comunicarle nada, me era imposible."
* * *
Caminan hacia la Cartuja de Miraflores.
El P. Collin, Papa.
Mienten al colocarme en una foto a su lado.
Masona partidaria del P. Collin.
En la capilla las oscuridades y dudas de conchita.
Terminan en peticiones
Conchita parece necesitar un día de descanso, sobre todo espiritual, para poner un poco de paz en su interior, agitado por mil oscuridades y dudas. La Madre comprende, y corresponde a esta necesidad; a una hora oportuna, las dos se marchan andando por el camino que va hacia la célebre Cartuja de Miraflores. Llevan la merienda y dos armónicas. Por el camino, Conchita se desahoga de recuerdos que lleva dentro, y que necesita compartir... Por ejemplo:
"–¿Conoce usted al P. Collin? Ahora se hace pasar por Papa (Con el nombre de Clemente XV. Reside en Francia y tiene su "corte" y su pequeña grey de partidarios.). Estuvo en mi pueblo. Quiso verse conmigo; pero mi madre no le dejó. Acabaron echándole del pueblo.
"Pues bien, cuando estuve en Roma, me enseñaron la foto de un periódico en la que yo aparecía al lado del P. Collin, y se decía allí que él había estado conmigo..., y muchas otras mentiras. Yo negué, porque jamás estuve con él. Así como eso, se inventa mucho.
"Un día llegó a mi pueblo una señora, y me pidió insistentemente que le dedicara una estampa. Yo escribí sin más: "Pida que Dios bendiga a nuestro único Papa, Su Santidad Pablo VI". No sé por qué se me ocurrió aquello. Poco después vino corriendo un sacerdote muy conocido y me dijo: "¿Qué has escrito para esa señora? Es una masona, partidaria del P. Collin"."
El camino era precioso –escribe la Madre–; hacía un poco de frío, pero podía pasar. Nos paramos un momento, y sobre un montículo que domina la ciudad, le estuve enseñando a tocar la armónica. Aprendió casi del todo "Noche de paz" y el "Avemaría de Lourdes". Luego, paseando en silencio, rezamos un rosario al aire libre. Entramos después en la Cartuja, y allí sentadas, comentamos algún cuadro...
A las seis de la tarde vinieron a recogernos en un coche: la tarde había pasado santa y rápidamente, en maravillosa paz.
A la noche volvimos a reunirnos las dos en la capilla, cuando ya todo el mundo estaba descansando. Se trataba de estar allí al comienzo de aquel día 13 de noviembre en que se iba a cumplir el primer año de la última aparición de la Virgen: era una sentida acción de gracias por todo...
Comenzamos por un rosario meditado. La capilla estaba a oscuras, sólo aparecía iluminada la Virgen; el silencio era total, y se sentía a Dios cerca. En cada misterio hacíamos una parada, y yo hilvanaba consideraciones que me brotaban espontáneamente. ¡No he rezado en mi vida con más fervor! Estábamos arrodilladas en el mismo presbiterio...
Después de descansar un poco, sentadas en el primer banco, y en silencio, empezamos nuestra letanía de peticiones. Medio en silencio, muy en voz baja, lanzábamos las súplicas por unos y por otros. Ese momento fue emocionante, con na paz extraordinaria; parecíamos una sola persona que implora, sencillamente, con inmensa confianza. Ella empezaba la petición, y yo la completaba, o viceversa. Se pidió por una verdadera multitud de personas e intenciones, la mirada clavada en la imagen de la Virgen... Conchita empezó a decir como en un murmullo:
"–Mi madre y mi hermano sufren: me lo ha dicho Chon (La señorita Ascensión de Luis), y lo veo por las cartas que recibo... No sé por qué me parecía que al volver de la Cartuja me iba a encontrar con alguna tristeza... Esta mañana no tenía ganas ni de rezar, ni de pensar en la misa: estuve con la cabeza baja, no sé si haciendo algo. Si esta sequedad llega a quitárseme, me pondré contentísima. ¿Cree usted que esto es oponerse a la voluntad de Dios?
–No; también Cristo dijo: "Pase de mí este cáliz". Te siguen las dudas, ¿verdad?
–Igual que antes; es decir, igual que desde el día 15 de agosto (El 15 de agosto de 1966 se produjo en el alma de Conchita un fenómeno de oscuridad total sobre las "apariciones".). Veo todo lo de las "apariciones" como si hubiera sido un sueño, que ya pasó.
–¿Podrías negarlo en redondo?
–¡No, eso no! Sentiría remordimiento. Cuando niego, siento en mi interior, en lo más hondo, algo que no me deja tranquila."
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En la larga serie de peticiones hubo estas dos:
M- María Nieves,. Te pedimos, Señor, por el Papa...
Conchita. –y por todos los que le rodean.
M. María Nieves.– Te pedimos, Señor, por los sacerdotes...
Conchita.–para que sean santos, y no lleven el "clergyman" por presumir. (No me gusta nada ver al sacerdote como un seglar. ¡Nada!)
Se terminó aquella insólita "vigilia" junto al altar. "Como dos niñas ante la Madre del cielo y el Padre Dios –escribe M. M.ª Nieves–. Algo que no podré olvidar, por la sencillez, la paz, la íntima alegría. Era ya la una cuando nos retiramos, y nos había parecido muy poco tiempo. Al levantarnos del suelo, me dijo Conchita: "Con gusto me quedaría toda la noche"."
Día 15 de noviembre. No me gusta besar
"–En mi pueblo me mandaron varias veces que besara a mi madre, cuando la había disgustado: yo no podía hacerlo, y me enfadaba. No me gusta besar. Cuando me abrazan, pongo la cara, pero no beso; sólo a Loli la he besado de verdad."
Día 16 de noviembre. Me han juzgado mal sin motivo
"–Algunas veces me han juzgado mal sin motivo. Recuerdo que un día los guardias me dijeron algo malo que se había dicho de mí. Yo me eché a reír, porque no entendí aquello. Ellos se enfadaron de mi risa. Lo conté luego en mi casa, y el disgusto de todos fue muy grande; hasta llegaron a amenazar a los guardias, por haberse metido a decir tales cosas a una niña."
¿Habrá guerra?
Pienso más en la Virgen
Conchita ha oído algo de que hay peligro de guerra, también no sé qué sobre la situación de Gibraltar... Está preocupada, piensa en su hermano Miguel, y por eso suelta a la Madre tan pronto como la ve:
"–¡Qué miedo me da la guerra! ¿Estallará?
"En 1962, cuando también hablaban del peligro de una guerra, yo le dije a la Virgen: "¿habrá guerra?" Ella sólo me contestó: "La guerra no la quiere Dios para sus hijos". Hay que pedir mucho, ¿verdad?"
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Para animarla a ser fuerte en las dificultades, la Madre le habla de Cristo. A Conchita le agrada, evidentemente; pero acaba desahogándose así:
"–Yo pienso más en la Virgen. Es que... como que siento más por Ella. El Señor es muy serio. Y cuando me hablaba, parecía preocupado por todos. La Virgen, como más por mí... Bueno, en resumidas cuentas: quien ama a la Madre, ama también al Hijo, ¿no le parece?"
Recordar mi pueblo me hace sufrir.
No tengo ganas que llegue el día de la Inmaculada.
Sabe lo que me tocó en el sobre...
"–Recordar mi pueblo me hace sufrir; me siento en él como amarrada. Obro como por mandato de los demás, que constantemente me aconsejan: "Ve a misa... Reza el rosario... Haz esto... Deja lo otros.." A veces pienso lo contenta que estaría en una ermita, lejos de todos, y allí obrar sólo por Dios, y ver qué era capaz de hacer sin que me estuviesen siempre mandando...
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"No tengo ganas de que llegue el día de la Inmaculada, porque, por una parte, me da pena que llegue ese día y no tenga nada (todos los años, desde 1961, he tenido aparición o locución), y por otra, tengo miedo de que me den algo, pues luego me entran las angustias de si será o no será.
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"¿Sabe una cosa? Usted me dio uno de los sobres que pusieron para todas las niñas el día 21, fiesta de la Virgen Niña; estaba cerrada, y yo lo recibí con mucha ilusión, por saber qué querría la Virgen de mí. ¿Sabe lo que me tocó? Lo que Ella tantas veces nos decía: "Fidelidad en la vida ordinaria"."
Me gustaría tener hermanos sacerdotes.
Es que quiere dejar el hábito
"–Me gustaría tener hermanos sacerdotes. He conocido muchos... Recuerdo que un Padre joven, del Corazón de María, al querer darle yo a besar el crucifijo, lo rehusó, y llorando decía: "No soy digno, no soy digno"... Cuando terminé de ver a la Virgen, fui donde él y le comuniqué aparte lo que Ella me había dicho: "Es que quiere dejar el hábito y salirse de la Congregación". Al oír esto, se puso a llorar de nuevo. Nunca más le he vuelto a ver."
Creía que todos los sacerdotes eran buenos.
Conocí a muchos pienso si entre las personas que he conocido
había alguna que me quisiera de verdad
Primer jueves de mes, jueves sacerdotal. En la entrevista, la Madre lee a Conchita algunas cartas edificantes de sacerdotes.
"–Antes de decírmelo la Virgen, yo creía que todos los sacerdotes eran buenos; jamás se me ocurrió que pudieran cometer también pecados mortales.
"He conocido muchos... Algunos me parecieron santos al principio; luego vi cosas que no me agradaban. He comprendido más tarde cómo las personas pueden engañar. Yo, primero, les trataba a todo de "tú"; pero al darme cuenta de que aquella mi confianza era mal interpretada, cambié.
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"Algunas veces pienso si entre las personas que he conocido había alguna que me quisiera de verdad... Muchos mimos, muchas frases cariñosas; pero me querían para sí. Veía que hasta los sacerdotes se enfadaban unos con otros, por tener en mí más parte o intervención... Me da vergüenza que me alaben, y agradezco que me digan lo que hago mal."
Lo pasado lo veo como un sueño.
Si viera que humana es la Virgen.
Ahora dudo de muchas cosas
La Madre lee y explica la parábola del Buen Pastor. Con esta ocasión, Conchita le va confiando los recuerdos de su vida, desde muy niña, "con paz y alegría"... Termina así:
"–Todo lo pasado lo veo ahora como un sueño: las apariciones, la gente... Siento que muchos duden de las apariciones por mis negaciones; y me ocurre, como si al negar quisiera decir también: "¡Esperad! No os desaniméis". Creo que esto lo sentimos las tres.
"Cuando pienso en la Virgen, me la represento como aquella que "soñé". ¡Qué bien, si ahora se viniera Ella aquí, en el recibidor, con las dos! ¡Qué alegría! No hace falta ser perfectos para verla. Yo he sido una niña con muchos defectos. El día que se nos apareció el ángel, me acababa de pegar con Jacinta. Y ya ve que ahora ni siquiera me gusta rezar. Ella viene precisamente para hacernos buenos...
"¡Si viera qué humana es la Virgen! Algunas veces repetía, como en broma, nuestras expresiones mal dichas, y lo hacía para que tomáramos confianza. Pero nosotras se la tuvimos desde el primer momento.
"Ahora dudo de muchas cosas; pero de lo que no siento la menor duda es de las "llamadas"; las recuerdo perfectamente y, además, como si ahora mismo las sintiera."
no siempre nos han tratado bien
"–No siempre nos han tratado bien. Algunas veces nos han dicho disparates, y nos han insultado. ¡En cuántas ocasiones he tenido que oír verdaderas mentiras sobre nosotras!
–Cuando se portan de ese modo, ¿te molestan?
–No; me quedo tan tranquila. De verdad que no me hiere; y esto nos pasa a las cuatro. No sé la causa. El que me digan cosas duras, no me importa; humilla mucho más que te alaben.
"No siento rencor ni odio hacia nadie. Cuando los sacerdotes de la Comisión, o los encargados por ellos, nos atacaban, y los demás se enfadaban por esto, yo no. Pensaba que debían obrar así; y los quiero. Amor mucho a la gente que parece buena, piadosa; y también a los que están enfermos, y a los que viven su vocación, o que, teniéndola, no la han podido alcanzar aún. A lo mejor, después del Milagro, yo también puedo ir monja. ¡Qué alegría!" (Conchita pasó las Navidades en el pueblo, con su familia.).
Hablan del diario de Conchita
Con motivo de unos rumores, la Madre pregunta a Conchita por su diario:
"–¿Escribiste ese diario de las apariciones todo seguido y te lo mandaron hacer?
–Sí, me dijo un sacerdote que le había dicho el señor obispo que lo escribiera.
–Nunca hablas de tus conversaciones con la Virgen.
–¿Para qué? Le decíamos tantas tonterías... Sin embargo, no nos reprendía nunca por eso; escuchaba. Un día le preguntamos una cosa seria: qué debíamos hacer para practicar la penitencia. Nos contestó: "Haced en cada momento aquello que os dicte la conciencia". No añadió más. Me parece recordar que también una vez le dijo a Loli que obedeciera a su madre."
Así no habla la Virgen
Algunas personas han traído para Conchita agua de no sé dónde y también reliquias. Cuando la Madre, por cumplir el encargo, se las va a entregar diciéndole que lo manda una "vidente", Conchita advierte algo en Madre M.ª Nieves...
"–Me parece que usted no cree nada en esto. Yo tampoco tengo mucha fe en videntes, sin negar que algunos sean verdaderos.
–Que yo no crea mucho en estas cosas, se comprende; pero tú, que...
–¡Aquello era muy distintos! No sé explicarle; pero no era lo mismo.
–Dicen que esa vidente mandó un mensaje a tu madre, diciéndole cosas duras, y que tú lo tiraste. ¿Por qué?
–Decía que mi madre se portaba muy mal conmigo... ¡Así no habla la Virgen!
–Es más bondadosa, ¿verdad?
–¡Ay, sí! Aquello no lo diría nunca Ella."
Al gloria, la Virgen inclinaba la cabeza.
No veíamos los Pinos
"–Siempre que rezábamos el gloria, la Virgen inclinaba la cabeza.
–¿Se posaba sobre los Pinos?
–Nosotros no veíamos los Pinos, ni ninguna otra cosa. Sólo la veíamos a Ella."
La nota de Mons. Puchol.
Escrito despiadado contra los sucesos de Garabandal
Han ocurrido muchas cosas en las últimas semanas. Por ejemplo, la nota de monseñor Puchol, de fecha 17 de marzo, que ha afectado mucho a la Madre, y no poco a Conchita (aunque a ésta, no tanto la misma nota, cuanto las derivaciones de la misma en su pueblo, donde se encontraba por las vacaciones de Semana Santa)...(Esa nota dada por monseñor Vicente Puchol, obispo de Santander, a todos los medios de difusión, quería dar por liquidado, como falso, todo lo de Garabandal.)
Este día 10 de abril ha caído en sus manos el número de "La Gaceta Ilustrada" que publicaba un despiadado escrito del periodista santanderino Julio Poo San Román, ensañándose contra los sucesos y las videntes de Garabandal.
"–¿Qué impresión te ha causado el artículo?, le pregunta la Madre.
–Muy mala. Han puesto muchas mentiras. Por ejemplo, dicen que yo no quería que el obispo informara a la gente de mis negaciones, y la verdad es que yo misma pedí que se publicaran, que así me quedaba yo más tranquila. Lo que me hace sufrir es que la gente nos mire ahora mal...
"Ya sólo tengo un deseo: que llegue la fecha del Milagro, no por el mismo Milagro, sino para ver de una vez si esto es verdad o no. Si ha sido la Virgen, el Milagro se realizará, porque siempre se cumplió lo que Ella dijo. En cuanto a mí, que se cumpla el Milagro, que no se cumpla, ya para siempre quedaré mal.
–¿Por qué?
–Si la cosa es verdad, por haberme portado mal, negando y no siendo generosa. Y si no lo es..., pues ¡por todo!
"Si lo que nos pasó, siendo unas niñas pequeñas y buenas, no ha sido sobrenatural, y Dios permitió que pasara, con las consecuencias que pueden seguirse, entonces no puedo creer que Dios es bueno. Y mi madre y mis hermanos, ya jamás podrían creer."
La Madre aventura unas explicaciones, para esclarecer el problema, y Conchita replica:
"–Los dos primeros casos que usted dice, yo no los entiendo, porque nosotras no empezamos con ninguna mentira, y puedo asegurarle que no nos pusimos de acuerdo.
–¿Y en lo que siguió?
–Fue igual que al principio. ¡No es verdad que ensayáramos! ¿Cómo pueden pensar y decir eso?
–Entonces ya ves claro que no fue cosa vuestra.
–Yo no sé cómo pasó, lo veo todo oscuro. Lo que para mí está claro, es que nosotras no lo preparamos."
Lo que mas ama es la humildad.
Espero ver a la Virgen en el cielo
"–Lo que os dijo la Virgen sobre la soberbia y la humildad, ¿lo recibisteis junto con el mensaje?
–No; nos lo dijo en otra ocasión: "Lo que más ama Dios es la humildad, lo que más le desagrada es la soberbia".
–¿Te gustaría volver a ver a la Virgen?
–Me da igual. Espero verla en el cielo.
–¿Por qué así?
–Me daría ahora mucha pena, por mis negaciones...
Comenta el escrito de "La Gaceta Ilustrada"
Comenta de nuevo el escrito de "La Gaceta Ilustrada"...
"–No fue un juego nuestro –asegura Conchita–. Ni lo hicimos nosotras para engañar. Ni el párroco nos habló aquel día del ángel de la guarda: casi nunca nos daba catequesis... Ni nos reunimos para redactar el mensaje... Ni yo preparé ninguna masa para hacer la forma de la comunión...
"Es verdad que también hicimos algunas tonterías, que el cardenal Ottaviani me leyó en Roma (Cuando ella fue llamada allí en enero de 1966), de un informe del obispo de Santander. Por ejemplo, lo de los polvos, la imagen de la Virgen que íbamos a esconder, y algunas cosas más..."
Ama a todos
La Madre habla a Conchita, para animarla, de cuánto la aman el Señor y la Virgen...
"–Sí; pero aman a todos. Cuando nosotras hablábamos a la Virgen de cosas demasiado personales, no nos contestaba; se preocupaba de los demás."
La Virgen es como nosotros. No hay distancias
Conchita ha puesto ilusión en celebrar como nunca este mes de la Virgen. Se reúne hoy con la Madre y le dice:
"–Si la Virgen se me presentase ahora, ¡cuántas cosas le preguntaría! Entonces sólo decíamos tonterías, cosas sin importancia. Yo creo que lo hacíamos para entretenerla y que no se nos fuera, porque algunas veces Ella se quedaba callada y no nos miraba a nosotras.
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–¿Piensas en los misterios cuando rezas el rosario?
–No; voy poniendo atención en lo que digo al rezar. Cuando oigo hablar de la Virgen, lo hagan bien o mal, pienso que lo hacen por mí, pues considero que Ella es algo mío. La Virgen es muy como nosotros, no hay distancias... Un día Ella me dio un recado para cierto sacerdote; se lo di, y lloró mucho."
(Aquí añade la Madre que el marido de una ex alumna le había contado cómo Conchita, en Garabandal, le había hablado reservadamente de algo muy oculto que había en su conciencia, y que esto le había determinado a cambiar de vida.)
Muere mons. puchol
Por comunicación telefónica de Francisco Sánchez-Ventura, llega a la Madre la noticia de que el obispo de Santander acaba de matarse en trágico accidente; la Madre se lo dice a Conchita, que queda muy impresionada, y luego rompe a llorar:
"–¡Siento mucho lo que ha pasado! Era muy bueno y joven. ¡Pobrecillo! Todo lo haría con buena intención, ¿verdad?... Esto nos avisa que debemos estar preparados. ¡Tantas cosas nos pueden ocurrir en la vida!... Ahora el obispo lo sabrá todo."
¿Por qué caías al suelo?
Se habla de las apariciones. Pregunta la Madre:
–"¿Por qué caíais al suelo?
–Nosotras no nos dábamos cuenta de eso: ¡estábamos con la Virgen!, y seguíamos la conversación o la comunicación con Ella, sin saber si corríamos o no, si estábamos de rodillas o tendidas por el suelo."
Anotación de la Madre: "Vino hace unos días el padre Laffineur y me preguntó cómo veía yo a Conchita. Le he contestado: "Sencilla, ingenua, candorosa, inteligente. Tan normal y equilibrada, que certificaría que en mi profesión de educadora no he conocido otra así". Le he dicho también que no encontraba en ella una voluntad muy fuerte."
"–La Virgen no me dijo que no quería que saliese del pueblo y estuviera en colegios."
Queríamos ser tan guapas como la Virgen.
Hacías cosas muy raras, andar sentadas...
Dice la Madre:
"–El tesoro más grande está en nuestro interior; el aspecto exterior no cuenta mucho, hay que procurar que sea agradable, pero sin afectación.
–Comprendo, y veo que tiene razón. Nosotras le dijimos a la Virgen que queríamos ser tan guapas como Ella..., pero sonreía y callaba. ¡Si nos hubiese concedido tener su cara! ¡Cómo nos miraría la gente! ¡Era de hermosa...!
–Hacíais a veces cosas muy raras ante Ella.
–Sí, andábamos sentadas, por ejemplo. Al principio me extrañaba muchísimo ver esto en las otras; después, ya me acostumbré. Las vi bajar así por una escalera empinada.
"Recuerdo que yo tuve una vez derrame en una rodilla; mandó reposo el médico, pero yo no me cuidé de ello, y no volví a sentir nada: sin ponerme en cura, se me curó todo. Decían que otra vez dejé sangre en una piedra; pero luego no se me notó nada en las rodillas, sólo un pequeño rasguño.
–En alguna de aquellas cosas, ¿pusisteis algo de vuestra cosecha?
–Sí.
–¿No os parece que aquellos pequeños engaños vuestros, además de tener que ver con vuestras dudas de ahora, han podido contribuir de algún modo a oscurecer la verdad?
–Es muy posible que sea así. No crea que no lo he pensado."
* * *
Conchita ha pasado el verano en su pueblo, con el paréntesis de los últimos quince días de agosto, en que se refugia nuevamente en el colegio. En octubre regresa a Brugos, para empezar el curso 19657-1968.
Veo también alguna intervención del demonio.
Alguna vez veo que lo que nos pasó a las cuatro fue verdad
"–¿Te has dado cuenta –le dice la Madre– del día que es hoy? Debemos hacer algo más de oración. ¿Nos quedamos esta noche? ¿Qué pasó aquel día de 1961?
–Anunciamos el primer mensaje. Ya lo habíamos visto a los pies del ángel; pero no entendíamos lo que quería decir. La Virgen nos lo fue explicando...
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"En lo que nos pasó aquellos años veo también alguna intervención del demonio. Recuerdo, por ejemplo, las voces que oíamos dentro de aquella gran oscuridad, que ya le he contado; y aquel otro día en que Loli y Jacinta intentaban echarse del coro de la iglesia abajo: yo entonces no veía a la Virgen y me encontraba cerca del altar mayor; recuerdo que ellas bajaron, y tocándome la cara, me preguntaban: "¿Eres Conchita?" Aquel día sí que parecía el demonio."
* * *
El día 22 de diciembre, Aniceta llega a Burgos en busca de su hija. No se la va a llevar sólo para las vacaciones de Navidad, se la lleva definitivamente. Y no es de este lugar el apuntar las causas.
También por causas que no son de este lugar, la comunicación entre la M. María Nieves y Conchita se ha hecho notablemente más difícil durante las últimas semanas. Ha habido fuertes influencias o presiones exteriores.
En uno de los encuentros finales, dice Conchita a la Madre:
"Cada vez veo con más claridad, en algunos momentos, que aquello que nos pasó a las cuatro fue verdad. Pero que nosotras lo estamos estropeando... Nuestras negaciones son por nuestro comportamiento. A veces, aunque muy rápidamente, veo esto con mucha luz."
Y la Madre cierra el largo capítulo de sus recuerdos, de su extraordinaria proximidad a la "niña" de la Montaña, con estas líneas:
"Por todo doy gracias a la Santísima Virgen. Haya sido Ella, o no, la que se apareció en Garabandal, por su amor me he movido en todo, y ciertamente que todo esto me ha llevado a amarla más y a sentirme más cerca de Ella."
Sea también para todos este final resultado, mientras seguimos moviéndonos bajo las luces y las sombras de EL GRAN MISTERIO DE GARABANDAL.
283-298
A. M. D. G.