SEGUNDA PARTE

CAPÍTULO II , 2.ª PARTE

 

 

SE PIENSA EN UN TRASPLANTE

 

 


 

Este día llevaron a Conchita a León 

  Suceso no poco extraño que tuvo lugar el 3 de marzo

   Carta del P. Pío de Pietrelcina  

 JORNADA DE CUARESMA CON MUCHO "AMBIENTE"     

  Loli habla con el difunto P. Luis Andreu

   El día 14 de marzo fue Conchita la que presentó una escena digna de ser filmada 

  Hacer penitencia lleva espontáneamente al sacramento de la confesión. Lo sucedido al P. Silva

   El mismo suceso referido por el brigada de la Guardia Civil don Juan Álvarez Seco 

  También Maximina daba cuenta de lo ocurrido 

  Simón, el padre de Jacinta, le contaba días después al doctor Ortiz

  Más detalles de cómo fueron esas horas del 24 y 25 de marzo en Garabandal

 


 

Este florecer diario de lo maravilloso en Garabandal pareció alcanzar plena sazón por el 18 de febrero, cuando también Jacinta quedó incorporada a tan sorprendente "juego".

Ese día 18, jornada dominical [aquel año fue domingo de septuagésima ( Con el llamado "tiempo de septuagésima" se iniciaba entonces la larga marcha litúrgica hacia Pascua.

 "Este tiempo –decía el misal bíblico francés– nos hace meditar en nuestra condición terrestre, doliente y pecadora. Al mismo tiempo pone delante de nosotros un triple esfuerzo:
"El esfuerzo de la humanidad, que a lo largo de su historia ha de luchar contra el Mal, mientras busca a Dios como a tientas y trata de construirse un mundo mejor.
El esfuerzo de Cristo, que con muchos trabajos ha combatido contra Satán y fundado en la tierra el Reino de Dios.
El esfuerzo que la Iglesia lleva adelante en cada uno de nosotros, a través del combate de cada día y las innumerables dificultades de nuestra vida militante.")
],

se inició con tempranas marchas espirituales, que podrían conjugar muy bien con lo que luego, en la celebración eucarística, habían de inculcar vivamente los textos litúrgicos del día.

Dicen las notas de don Valentín:

 "A las seis de la mañana, salieron Mari Cruz y Jacinta a rezar el rosario al Cuadro, y allí quedaron en éxtasis (esta última no había tenido aparición desde el 18 de enero, anunciando entonces que no la tendría hasta el día de hoy). En éxtasis bajaron al pueblo, y dieron a besar el crucifijo a algunas personas... y volvieron al Cuadro, donde se les quitó. Duró sesenta minutos."

Después de este santo comienzo, no sería difícil llevar santamente las siguientes horas del "día del Señor", con su misa de la mañana, con su rosario en común a primera hora de la tarde... Y la jornada tuvo no menos santo final:

"A las seis de la tarde fueron Jacinta y Mari Loli a los Pinos (a rezar, naturalmente), y allí entraron otra vez en éxtasis, y bajaron luego hasta la puerta de la iglesia, y aquí se les quitó a una y a otra con un minuto de diferencia."

Maximina González, en carta del día 19 de este febrero, dirigida a la familia Pifarré, confirma las anotaciones del señor cura (se ve que Maximina empezó la carta el 18, domingo, y la acabó al día siguiente):

"Hoy, domingo a las seis de la mañana, ya tuvieron aparición en los Pinos, y bajaron hasta el pueblo, de espalda; y a la tarde la vuelven a tener...

Las apariciones siguen, igual con buen tiempo que con malo. Desde luego, las niñas ¡llevan un invierno! Madrugando todos los días, con los fríos que hacen. Da lástima de ellas, y, claro, mucha gente con ellas; yo, hace ya unos cuantos días que no he ido, porque he tenido bastante catarro. Anoche estábamos en los Pinos, en la aparición, bastante gente, y a todos nos persignó Conchita, uno por uno..., y como siempre, pedía un milagro..."

 

* * *

 

Este día llevaron a Conchita a León

 

El curso de tan bello como extraño "Misterio de Garabandal" estuvo a punto de cortarse por estas fechas de febrero. El día 21, miércoles, anotaba don Valentín:

Este día llevaron a Conchita a León.

(Nota para extranjeros.-Es una bella e interesante ciudad del noroeste ibérico, con extraordinaria hoja de servicios a los destinos de la patria, pues durante mucho tiempo, en los siglos más difíciles, fue capital de la Reconquista cristiana frente a los árabes. Tiene preciosos monumentos y recuerdos.)

Aunque dicho viaje tenía un particular motivo para ella, parece que no se limitaba a ella cierto plan o proyecto que habían concebido algunas personas influyentes: se pensaba en una especie de trasplante geográfico de las cuatro niñas.

El día 1 de marzo, Conchita, que ya había regresado de León, escribía así a los señores Ortiz, de Santander:

"... Yo le pregunté a la Virgen que si podía ir a ver a mi hermano (Trabajaba entonces en las minas de carbón que la "Hullera Vasco-Leonesa" tiene en el pueblo leonés de Santa Lucía.), y me dijo que fuera, que allí tendría también la aparición, como la tuve.

Estaba en León en casa del señor Del Valle (Este señor, don Emilio del Valle, ya ha sido presentado en la primera parte. Muy pronto empezó a aparecer en la historia de Garabandal, como especialmente vinculado a ella, sin que sepamos en qué circunstancias llegó allí.); no sé si le conocerá, o le habría oído nombrar. El primer éxtasis lo tuve el sábado, no recuerdo si sería sobre las nueve o nueve y media, estábamos solos el señor Valle, los nietos, mi mamá y la servidumbre de la casa. También lo tuve el domingo a las once u once y media de la noche; entonces había unos cuantos señores, pero como tardó en ser la aparición, muchos de ellos se marcharon...; dicen que esa noche pasé a casa de una hija del señor Valle, de rodillas –que están en el mismo piso, y las puertas juntas–, y dicen que fui y di el crucifijo a besar a una nieta que tenían en cama, y que recé el rosario: yo, de todas estas cosas que hago, no me doy cuenta de nada.

También le diré que le pregunté a la Santísima Virgen que si podía ir al colegio y si la vería allí, y me dijo que la vería lo mismo, así que no sé si me iré a donde unas Carmelitas..." (Se refiere a la Congregación de Carmelitas de la Caridad, fundada en el siglo pasado por la santa catalana Joaquina Vedruna. Estas carmelitas tienen en León, desde hace muchos años, dos colegios muy conocidos y que han significado mucho en la educación femenina de la ciudad).

Este asunto de proporcionar a las videntes de Garabandal una buena educación en algún colegio de religiosas, era lo que estaban pensando, con la mejor intención, don Emilio del Valle y otros sujetos.

Al 27 de febrero corresponde esta anotación de don Valentín:

"Conchita fue a León, a casa de don Emilio del Valle, y allí tuvo dos apariciones.

Don Emilio ha querido llevar a las niñas a un colegio, corriendo a su cargo todos los gastos; pero ha encontrado oposición en los padres de las niñas."

La cosa estuvo a punto de realizarse, según se deduce de esta carta de Maximina González a los señores Ortiz, con fecha de 4 de marzo:

"Cuando vine, tenía en casa tres cartas de la familia Pifarré, de Barcelona... Dicen que por allí están todos muy ilusionados, que van a venir en cuanto haga buen tiempo. Pero ¡fíjese qué disgusto cogerán cuando yo les diga que tratan de llevarlas a todas (las cuatro niñas videntes) a un colegio!

Desde luego, Conchita dice que ella se va el viernes o el sábado; no sé si será verdad, yo no quiero preguntárselo. Estamos todos muy disgustados. ¡Parece mentira" ¡Don Emilio!, que por lo visto es quien las lleva. ¡Cuánto hace el dinero! Bueno, Dios dirá. Las que parece que todavía no están convencidas para irse, son María Dolores y Jacinta. Ya las convencerán...

Me dijo mi hermana (Aniceta), que cuando fueron ahora a este viaje a León, que les dijo la Virgen que iban a ir a parar donde unas monjas, y que justamente lo primero que vieron en León, según se apearon, fue un colegio de monjas Carmelitas, y que fue con las primeras que hablaron, sin saber nada unas ni otras. ¡Fue una coincidencia!"  (No fue en el mismo León, sino en San Lucía, pueblo de la provincia. Las monjas, las Carmelita Misioneras).

El intento de "trasplante" de las niñas –muy bien intencionado, pero que hubiese cambiado el curso de Garabandal– acabó malográndose, y las cuatro siguieron en su propio ambiente y con "sus cosas"...

Así pudo don Valentín escribir en su cuadernillo:

"Las cosas de San Sebastián de Garabandal, desde esta fecha, siguen poco más o menos igual. Las niñas tienen éxtasis casi todos los días.

Sigue subiendo personal para verlas."

 

Suceso no poco extraño

que tuvo lugar el 3 de marzo

 

Cual dato no poco extraño, en la bella monotonía de estas jornadas, debo recoger aquí algo de lo que da cuenta el doctor Ortiz, como ocurrido el día 3 de marzo:

"Se encontraba en la cocina de Conchita don Félix López, ex alumno del Seminario Mayor de Derio (Bilbao), que ahora ejerce de maestro en Garabandal; la niña recibió una carta que no entendía, y pidió que se la tradujese. Estaba en italiano, y don Félix, después de leerla, dijo: "Por el estilo, bien pudiera ser del P. Pío"... (Se trata del P. Pío de Pietrelcina, capuchino de San Giovanni Rotondo (Italia), mundialmente conocido por sus llagas, su penetración de conciencias y sus milagro. Murió en septiembre de 1968. Su proceso de canonización marcha con rapidez, bajo los auspicios de las más altas jerarquías.)

Conchita le preguntó si él sabía las señas de dicho Padre, y al recibir respuesta afirmativa, le pidió que le ayudase a redactar una carta para contestar y dar las gracias.

Terminada la carta, la dejaron sobre la mesa de la cocina, sin cerrar. Al poco tiempo, Conchita entró en éxtasis y rezó el rosario. Vuelta a la normalidad, le dijo el maestro: ¿Has preguntado a la Virgen si la carta era del P. Pío? –Sí, y me ha dado una contestación secreta para que se la envíe. La niña subió a su cuarto, y bajó luego con un papel escrito en la mano; delante de todos metió el papel dentro del sobre que tenía las señas del P. Pío, escritas por el maestro, y la cerró.

 

Carta del P. Pío de Pietrelcina

 

La carta que le había llegado a Conchita, sin firma, sin remite, pero con sello de Italia, decía así:

"Queridas niñas:

A las nueve horas de esta mañana, la Santa Virgen me ha dicho que os diga: ¡Oh benditas muchachas de San Sebastián de Garabandal! Yo os prometo que estaré con vosotras hasta el fin de los tiempos, y vosotras estaréis conmigo en el fin del mundo. Y después, unidas a mí en la gloria del Paraíso.

Os mando copia del santo rosario de Fátima, que la Virgen me ha ordenado os mande. Este rosario ha sido dictado por la Santa Virgen y debe ser propagado para salvación de los pecadores y preservación de la humanidad de los peores castigos con que el buen Dios está amenazando.

Sólo os doy un consejo: REZAD y haced REZAR, porque el mundo está sobre el comienzo de la perdición.

No creen en vosotras, ni en vuestros coloquios con la Blanca Señora... Creerán cuando sea demasiado tarde." "

He aquí algo, repito, que tiene no poco de extraño.

Valdría la pena contar con más información, para saber a qué atenernos.

Esa carta, ¿procedía verdaderamente del P. Pío? ¿Dónde está el original? ¿Está fielmente hecha la traducción que guarda el doctor Ortiz y que hemos copiado?

En caso afirmativo, ¿qué alcance puede tener eso de "Yo estaré con vosotras hasta el fin de los tiempos, y vosotras estaréis conmigo en el fin del mundo"?

En esta segunda edición de nuestro libro podemos ya añadir algo para esclarecer el intrigante tema.

El 9 de febrero de 1975 el equipo responsable de la revista neoyorkina "Needles", que dirige Joe Lomangino (bien conocido en los círculos de Garabandal), hizo una entrevista a Conchita González, ya casada y residente en aquella tierra norteamericana. Preguntas y respuestas fueron grabadas en magnetófono.

–Conchita: ¿se acuerda usted de algo, a propósito de esa carta que se dice recibió del P. Pío?

–Ustedes saben, que tengo momentos en que me acuerdo bien de muchísimas cosas de las apariciones, y tengo momentos en que apenas me acuerdo de nada...

Acerca de lo que ahora me preguntan, sí recuerdo que recibí por correo una carta dirigida a mí y a las otras tres, Jacinta, Mari Loli y Mari Cruz. Yo quedé extrañada de lo que decía, y como venía sin firma, la guardé en mi bolsillo hasta el momento de la aparición. Cuando apareció nuestra San Madre, yo le enseñé la carta... y le pregunté de quién era. Nuestra Santa Madre contestó que venía de parte del P. Pío. Yo no sabía entonces quién era el P. Pío, y no se me ocurrió preguntar más.

Después de la aparición, estuvimos comentando lo de la carta; y entonces un seminarista que estaba allí me explicó quién era el P. Pío y dónde vivía. Yo le escribí, diciéndole que cuando hiciera alguna visita a mi país, me gustaría mucho verle... Me contestó con una breve carta, en que decía: "¿Crees tú que yo puedo salir y entrar por las chimeneas?" A mis doce años, yo no tenía ni idea de lo que podía ser un monasterio.

–¿Se acuerda usted del contenido de esa carta que mostró a la Virgen?

–No me acuerdo bien de todo; pero sí recuerdo bien su comienzo: "Queridas niñas de Garabandal, esta mañana la Santísima Virgen me ha hablado de vuestras apariciones..." También recuerdo que decía: "Ellos, mucha gente, no creen en vuestras apariciones y que vosotras habáis con la Santa Madre; cuando vengan a creer, será ya demasiado tarde..." También recuerdo que decía la carta: "Os prometo estar con vosotras hasta el fin de los tiempos."

Eso es todo lo que yo recuerdo ahora.

–¿Conserva usted esas dos cartas?

–Sí. Creo que mi madre las tenga en España.

Pienso que todo esto podrá entenderse un poco mejor después de leído el capítulo I de la 3.ª Parte: "1963:

 un año de paréntesis", en el apartado "Ya sólo quedan tres Papas".

Cada vez me parece más claro que "fin de los tiempos" no es lo mismo que "Fin del Mundo"...

Las videntes de Garabandal bien pueden conocer en sus años de vida terrena la llegada del "fin de los tiempos", y por eso, la Virgen "estará con ellas" –mediante especial asistencia y ayuda– hasta que ese gran día llegue. Luego dejarán esto de aquí abajo, irán donde Ella, y con Ella estarán presentes al "Fin del Mundo", cuando el Señor proceda a consumar todas las cosas y con su Juicio Final clausure el inmenso proceso del Tiempo y de la Historia.

 

Jornadas de Cuaresma con mucho "ambiente"

 

El 7 de marzo, aquel año, tuvo para todos los fieles un vigoroso sentido penitencial, como inauguración de la Cuaresma. Fue "miércoles de ceniza".

Las niñas hubieron de aplicarse con una mayor intensidad entonces a lo que tanto les había dicho la Virgen, para ellas mismas y para los demás: "Hay que hacer más penitencia... Hay que hacer muchos sacrificios..."

Y esto fue llenando principalmente las jornadas cuaresmales de Garabandal aquel año de gracia de 1962. Pero en los éxtasis casi cotidianos de las niñas había también cabida para las muchas cosas, grandes o menudas –más bien menudas–, que van haciendo el vivir de cada uno.

 

Loli habla con el difunto P. Luis Andreu

 

El 12 de marzo, por ejemplo, Loli, al encontrarse de nuevo con el difunto P. Luis Andreu (A la muerte de este jesuita y a los primeros coloquios que las videntes de Garabandal tuvieron con él poco después de su fallecimiento, ya dedicamos un capítulo en la primera parte.), se desahogó largamente con él:

"¡Qué gusto me da hablar contigo! Como cuando estabas vivo. Yo me pongo muy contenta cuando vienes. ¡Hace más que no te veíamos...!

¡Qué triste te pondrías tú, si fuéramos al colegio, porque ya no podríamos ver a la Virgen...!

Mira, quiero una cosa... ¿Sabes el qué? Haz un MILAGRO, para que vean que hablamos contigo y con la Virgen..."

El día 13 la protagonista, por decirlo así, es Mari Cruz.

 "A las 11,37 de la noche estaba en su casa. Había recibido una carta de un sacerdotes de Villaviciosa (Asturias) (También en esta villa asturiana, capital de la sidra, tienen un colegio las Carmelitas de la Caridad; seguramente se referiría a él la carta del sacerdote), en la que le decía que él le pagaría pensión y estudios en un colegio de aquel pueblo, con la condición de que no volviera a ver a la Virgen, ya que esto podría traer quebraderos de cabeza con el arzobispo de Oviedo. La niña no había leído la carta, pero sí su madre; ésta puso otra vez la carta dentro del sobre y le dijo a la niña que preguntara a la Virgen, qué tenía que contestar.

Mari Cruz no quería hacerlo y costó trabajo lograr que cogiera la carta. Apenas la tuvo en su mano, salió para la Calleja, se arrodilló en el sitio de costumbre, sacó la carta –en éxtasis– y la enseñaba, mirando el sobre al revés y preguntando: "¿Qué le digo...? ¿Que te seguiré viendo...? ¿Que es un sitio bueno...? Hace ya mucho que no voy con las otras tres..." "

Sólo podemos hacer conjeturas sobre lo dicho por la Virgen a la niña; en cambio, está bien claro que los intentos de llevar del pueblo a las videntes no apuntaban sólo hacia León.

Y claro también, que Mari Cruz sufría no poco porque estaba algo marginada en la marcha de aquellos especialísimo fenómenos.

 

El día 14 de marzo fue Conchita

la que presentó una escena digna de ser filmada

 

El día 14 de marzo fue Conchita la que presentó una escena digna de ser filmada, por su "sabor":

"6,30 de la tarde. Conchita quería estar a solas y se fue detrás del lavadero, donde quedó en éxtasis. De allí subió a los Pinos, y cogiendo una de las albarcas que llevaba, empezó a decir: "Traigo las albarcas ("Albarcas", como dicen por muchos pueblos de Santander, es lo mismo que abarcas; por tierras de Asturias y León se llaman "madreñas". Se trata de un excelente calzado de madera, el mejor contra el barro y el agua.) en la mano, y las zapatillas, toas remendadas... Ando buscando el burru. ¿Onde está...? ¿En la cuadra?" Quería persignarse con la albarca en la mano y se daba muchos golpes en la cara. Después exclamó: "¡Qué buen día está hoy...! Que se haga de noche y siga el sol. Y también, que nieve, para hacer santos (Se refiere, sin duda, a hacer figuras con la nieve.) y para navegar..." "

Este mismo día 14 de marzo afloró de nuevo en el hablar extático de las niñas la ya vieja súplica de que se produjese un gran milagro como prueba y remate de todo aquello. Fue Jacinta quien lo pidió:

¡Anda! Haz ya el milagro, que la gente, así, lo cree.

Esa petición de un milagro se estaba haciendo apremiante, porque pasaban los meses y no ocurría nada que pareciese decisivo.

En una carta de Maximina González a doña Asunción Pifarré, fechada el 7 de marzo, leo:

"La otra noche, Jacinta y María Dolores pedían un milagro, como siempre. "Anda, haz un milagro... ¡Anda! ¿Le vas a hacer? Anda, que vengan resplandores. Anda, que la gente no cree. ¡Haz un milagro para que crean todos...!"

Cuando se les pasó el éxtasis, les decíamos que qué les había dicho la Virgen. Y decían que cuando le pedían así el milagro, Ella se reía (sonreía)."

Seguramente las niñas no hubieran insistido tanto en semejante petición, si de arriba no se les hubiera dado repetidamente a entender, que al final vendría una gran "prueba", que dejaría fuera de duda, para las almas rectas, la verdad sobrenatural de todo aquello. "Ya creerán, ya creerán", solía replicarles, en tono profético, la misteriosa aparición.

Si no fuese por esto, resultarían inexplicables los desahogos que Loli tuvo dos fechas más tarde, el día 16.

Está pidiendo con insistencia la curación de una señora, muy averiada de la vista, y que según dictamen médico la perderá seguramente del todo... La niña no ceja, exclamando así en un forcejeo final:

"¡Anda! ¡Sana a ésa, a la madre de Alicia, que de un ojo ya no ve, y no verá el milagro que hagas en el cielo!" (Todos los datos anteriores están copiados de las notas de don Valentín.)

 

* * *

 

Hacer penitencia

lleva espontáneamente al sacramento de la confesión.

 Lo sucedido al P. Silva

 

El auténtico "hacer penitencia" –que supone un ir cambiando por dentro– lleva muy espontáneamente al sacramento de la confesión. A este respecto tenemos una historia interesante del 18-19 de marzo, fiesta de San José.

La relación está firmada en Reinosa (Santander) el 23 de marzo de 1962, y se debe a un sacerdote que debió de ir a Garabandal en compañía del señor Matutano (De este señor Matutano ya se ha hablado en la primera parte de esta obra.)

"El día 18, domingo (segundo de Cuaresma), llegaron a San Sebastián de Garabandal dos sacerdotes con un muchacho joven, que tiene una gravísima enfermedad del corazón y cuyos días –según los médicos– están contados.

Uno de los dos sacerdotes (nadie sabía entonces que lo eran) era el famoso P. José Silva, el de la "Ciudad de los Muchachos", de Orense, de donde venían; vestía de americana y pantalón. Durante todo el tiempo anduvieron detrás de las niñas, atosigándolas... Hasta el punto de que el señor Brigada de la Guardia Civil tuvo que llamarles la atención varias veces (también él ignoraba su condición sacerdotal)

Cuando se produjo el éxtasis de Jacinta, en casa de Conchita, se pegaron materialmente a la niña, sujetándola y poniéndole materialmente las orejas en la boca, por lograr entender algo de lo que decía. Se les llamó la atención por parte de los padres de las niñas, y al ver que no hacían ningún caso, y que una vez casi las hicieron caer a tierra, no pude contenerme y le di un fuerte empujón al que iba a la derecha de la niña (que resultó ser el P. Silva), creyéndole un seglar cualquiera... aunque no sé si no hubiera hecho lo mismo en aquel momento aunque le hubiese visto con sotana.

En el acto se volvió Jacinta, y me puso el crucifijo en la boca; seguidamente hizo lo mismo con el que yo había empujado. La niña continuó su marcha, pero nosotros dos nos miramos, y comprendimos... Nos dimos un abrazo, y juntos fuimos ya hasta la iglesia. Allí los dos lloramos; y yo le pedí que me confesara (habíamos quedado solos, apoyados en el muro del atrio). Me dijo que no tenía licencias..., pero yo insistí vivamente, asegurándole que tenía verdadera necesidad. Me oyó en confesión y me preguntó por qué había hecho aquel acto: le contesté que en aquel momento sólo había pensado en defender a una niña que estaba viendo a la Santísima Virgen. Me dio la absolución.

Luego fue él quien me pidió que le confesara, pues decía tener mucha necesidad, por haber abusado de su condición sacerdotal para ir delante de todos los que seguíamos a la niña, cuando tal condición le obligaba a ir detrás del último... Me dio las gracias por el empujón, y me dijo que hasta ese momento él no se había dado cuenta del verdadero mensaje que estas niñas nos vienen a dar.

Finalmente me pidió, por favor, si podía despertar al señor párroco, para decir él –P. Silva– la misa de alba (no tardaría mucho en despuntar el nuevo día, 19 de marzo, fiesta de San José). No pudimos conseguir nada, porque hay prohibición del obispado de admitir a celebrar misa a los sacerdotes forasteros; pero sí pudimos comulgar y hacer la hora santa más hermosa que se puede uno imagina. Fue fantástico. Aquel hombre dijo cosas maravillosas, y dio las gracias a las niñas, a sus padres, a todos, porque le habían hecho vivir una emoción que nunca hasta entonces hubiera pensado que podría existir.

¡Rezamos un santo rosario! Casi todos con los brazos en cruz.

Esto es lo que he vivido esos días imborrables en el dichoso pueblecito."

 

El mismo suceso referido

por el brigada de la Guardia Civil don Juan Álvarez Seco

 

Podemos completar tan hermosa relación con ciertos detalles que se deben al brigada de la Guardia Civil don Juan Álvarez Seco (También ha de resultar muy familiar a nuestros lectores el nombre de este jefe comarcal de la Guardia civil, que tan de cerca siguió todos los sucesos de Garabandal.)

Cuando en aquella "velada" inolvidable de la noche del 18, "se pasaba ya al día siguiente, 19, Loli en éxtasis se acercó al mostrador de la taberna de su casa, tomó un lápiz del cajón y, apoyando una estampa sobre la pared de la cocina, escribió en ella lo que le decía la Visión: "La Virgen felicita al P. José".

Resulta que, según declaró después el interesado, él no había dicho a nadie a nadie, ni cómo se llamaba, ni si era sacerdote... Fue de una grandísima emoción."

Cuando andaban en lo de poder celebrar o no la santa misa, fueron a casa de Conchita. El P. Silva le hablaba de hacer una hora santa, y la niña preguntó: ¿Y eso qué es? Entonces el Padre se lo explicó, y se acordó hacerla a primera hora.

"Pero faltaba la llave de la iglesia. Don Valentín dormía en casa de la señora Primitiva (Tiva), y el señor Matutano, de Reinosa, y un servidor, fuimos a pedírsela; para que nos conociera, le hablé yo, pero no quiso darnos la llave. Regresamos a casa de Conchita, y entonces Maximina dijo: "Podemos acercarnos a la iglesia, por si acaso estuviese abierta."

Fuimos una veintena de personas, con Conchita y María Dolores. Encontramos abierta la puerta del templo; pero nos faltaba la llave de la sacristía, para tener la del sagrario, que se guardaba allí, cuando ¡he aquí que el P. Silva encuentra el sagrario abierto, y la sacristía cerrada!

Pudimos hacer la hora santa; a ratos, con los brazos en cruz.

Comulgamos después casi todos.

Atestiguo que aquello fue maravilloso. Y esto bien lo saben los marqueses de Santa María, el señor Matutano y otros que ya no recuerdo. El P. Silva nos dijo que "lo de Garabandal era todo verdad".

 

También Maximina daba cuenta de lo ocurrido

 

También Maximina daba cuenta de lo ocurrido, en una carta que escribió a los señores Ortiz el día 21:

"... Estuvieron unos Padres, o sea, dos. Hicieron el domingo (no fue el domingo, sino el lunes, día 19; su confusión se debe, sin duda, a que el lunes había sido también festivo, por celebrarse San José), a las tres de la mañana, una hora santa. Dijeron que si alguno de los presentes quería explicar los misterios del rosario..., y el primero lo explicó el señor Matutano: ¡lloraba la gente como nada! El marqués dijo que él no podía, de lo emocionado que estaba.

Hablaron muchísimo los Padre... Y decía uno: "Desgraciado del que esté palpando esto de las apariciones y no lo medite". Y añadía: "Yo lo juro ante Dios, que creo que esto es cierto". Muchísimo hablaron..."

Me parece que la historia es hermosa. Y edificante.

Nadie podrá decir que no estuvieran bien ungidas de vigilia, oración y penitencia aquellas jornadas cuaresmales de 1962 en Garabandal.

 

* * *

 

Tales jornadas culminaron, por decirlo así, en el día 25 de marzo. Era III domingo de cuaresma, según el calendario de aquel año, pero también fiesta de la Anunciación, según el calendario de todos los años; y, por día de la Anunciación de la Virgen, era también el día de la Encarnación del Hijo de Dios. Difícilmente podrían reunirse celebraciones tan grandes en una sola jornada. Había, pues, motivo para esperar cualquier cosa.

 

Simón, el padre de Jacinta,

le contaba días después al doctor Ortiz

 

Simón, el padre de Jacinta, le contaba días después al doctor Ortiz:

"Yo había pensado que ese día tenía que ocurrir algo extraordinario, por la fecha, pues era un día tan señalado. Y así sucedió.

Las tres niñas, Conchita, Loli y mi hija, que hasta entonces sólo "rezaban" el rosario (Desde el mes de agosto de 1961 se venía produciendo el fenómeno de que las niñas cantaran, a veces, en sus éxtasis; pero se trataba de cantos religiosos populares o de "coplas" que ellas hacían sobre la marcha... Lo que quiere decir Simón es que fue el 25 de marzo cuando por primera vez ofrecieron todo un rosario cantado.), aquel día se pusieron a cantarlo, y lo cantaron todo. Al comienzo de la aparición, éramos muy pocos los que íbamos con ellas; pero empezó a salir gente de las casas y, al final, yo creo que estaba ya todo el pueblo...

Yo sentía una alegría inmensa, pues conozco bien a mi hija y sé lo vergonzosa que es, y por eso pensaba dentro de mí: "Algo muy grande tiene que esta viendo, para cantar como canta".

Después de acabar el rosario, las niñas siguieron con sus cánticos y les oímos estas estrofas:

Hombres, mujeres y niños:
rezad el santo rosario,
para, ya en el otro mundo,
hallar el santo descanso.

Las modas arrastran
al fuego infernal:
vestid con decencia,
si os queréis salvar.

(Esta segunda estrofa es del "Ave María" de Fátima. Debe entenderse correctamente: no todas las "modas" arrastran al fuego infernal, sino sólo aquellas –¡y son tantas!– que está reñidas con la decencia.)

La Virgen nos ha avisado,
con ésta, son ya tres veces;
¡ay Virgen del Carmen, qué pena,
qué pena nos da la muerte!

Levántate, Mari Cruz, etc. "

(De esta estrofa dedicada a Mari Cruz ya hemos hablado, pues la cantaron por primera vez en las "vigilias" de agosto de 1961)

El bueno de Simón terminaba así:

"Fue tan grande mi gozo o emoción en ese día, que, de no ver a la Virgen, no lo cabía mayor."

 

Más detalles de cómo fueron esas horas

del 24 y 25 de marzo en Garabandal

 

Más detalles de cómo fueron esas horas del 24 y 25 de marzo en Garabandal, los tenemos en una carta que el día 26 empezó a escribir Maximina para la familia Pifarré, de Barcelona:

"Las apariciones, el sábado día 24, estuvieron muy bien.

Traía Conchita el paraguas abierto, porque nevaba (aunque no cuajó la nieve), y entraba en las casas con él abierto; llamaba la atención cómo entraba en las casas con él abierto; llamaba la atención cómo entraba sin tropezar por ningún sitio. Era de maravilla. Anduvieron todo el pueblo, juntas, ella (con el paraguas) y Loli; rezaron todo el rosario en éxtasis; fueron a llamar a una señora que está impedida, que de noche no puede salir: ya estaba en la cama, y se levantó; y la llevaban Mari Loli por un brazo y Conchita por el otro (ellas siempre en éxtasis), la llevaban medio colgada. Así fuimos al Cuadro; allí estuvieron un poco..., y Conchita se cayó como un mármol todo lo que era de larga, y todavía con el paraguas abierto, y Loli se quedó de rodillas: mire, tenían unas posturas, que era una preciosidad. Después bajaron la Calleja toda para atrás; la gente nos veíamos malísimamente para poder bajar; pero ellas bajaban con una facilidad enorme...

Pero lo más grande fue el domingo, día de la Encarnación.

Empezaron a las nueve y media de la noche... y terminaron a las doce. Casi no puedo explicárselo cómo fue.

Empezaron el Rosario cantado; luego dijeron que decía la Virgen que cantara toda la gente... Mire, cantábamos todos con una emoción bárbara; no se lo pueden figurar...

Fuimos cantando al cementerio:

allí, de rodillas, rezaron un misterio; era a la puerta, cuando en esto Conchita que estira un brazo, con el crucifijo en la mano, a través de las rejas de la puerta, y parecía que le estaba dando a besar. Conmovía. Hasta a los corazones más duros. Luego volvimos otra vez por el pueblo, cantando hasta terminar... Se cantó la Salve, el "Cantemos al amor de los amores", y luego otros cantares que discurrían ellas estando en éxtasis; y decían ellas: "¡Ay, qué contenta está la Virgen, porque hay mucha gente...! ¡Cómo sonríe y cómo nos mira a todos!" "

A continuación, da Maximina algunas de las estrofas que sacaban las niñas en éxtasis. Una de ellas es la siguiente:

Hombres, mujeres y niños,
ya sabéis nuestro Mensaje:
la Virgen quiere se cumpla,
para bien de los hogares.

El día 26 escribía también Maximina al doctor Ortiz:

"Me parece que les dije en carta anterior que Conchita iba a marcharse esta semana...; pues ya dice que no quiere marchar. Parece que, por ahora, ya han dejado lo del viaje (al colegio de León).

Un día de éstos, por la noche, Jacinta creo que tuvo un éxtasis muy emocionante; le duró dos horas y pedía con insistencia un MILAGRO. Decía "Yo no me quiero ir del pueblo... Mira: ¿sabes lo que nos decía Maximina? Que ella, aunque le fueran cortando en pedazos, no se iba. ¡Yo tampoco me quiero ir!... Anda, haz un MILAGRO... Vete llamando a toda la gente, como nos llamas a nosotras, para que vengan aquí todos; y, una vez que vengan, que haya MUCHOS RESPLANDORES.... Sí, ¡haz un MILAGRO!... ¿Le vas a hacer?... ¡No te pongas seria!..."

Era de noche –yo no estaba– y había poca gente, pero dicen que los que había, lloraban. Sería como a las 8,30, que en este tiempo ya es de noche, y dicen que le veían la cara como si fuera de día.

A mí me lo bajó a contar una chica toda emocionada: decía que ella ya no quería ver más. Y, por lo visto, también María Dolores decía: "Haz un milagro, para que no nos lleven de este pueblo. Di que no me vaya. Anda, dime otra vez que no me vaya, que yo no me quiero ir... ¡Anda, haz un milagro! Bueno, bastante milagro es que cuando me vine aquí, estaba nevando, y ahora hace sol..."

Claro: ellas, en éxtasis, lo ven todo con sol."

 

* * *

 

"Mientras el invierno va pasando..." Hemos titulado este capítulo, y ahora nos encontramos con que en el inicio de la primavera la aventura maravillosa de Garabandal toma un ritmo como de pleno relanzamiento. Algo así como si por aquellas alturas un suplicar misterioso hubiese venido a repetir, para la criatura sin par, que está en el cielo y no puede desentenderse de la tierra, los viejos apremios bíblicos:

"Mira: el invierno ya ha pasado,
las lluvias están de retirada;
aparecen flores en el suelo,
comienza el tiempo de las canciones,
ya el arrullo de la tórtola se deja oír por nuestros campos...

¡Levántate, amada mía, hermosa mía, y ven!
Muestra tu semblante,
deja oír tu voz:
porque tu voz es dulce,
y lleno de gracia tu rostro"
                                       (Cant 2, 11-14).

321-332

A. M. D. G.