SEGUNDA PARTE
CAPÍTULO V
¿MILAGRO EUCARÍSTICO, O SACRÍLEGO FRAUDE?
Un puente inolvidable. Luis Navas Carrillo.
El doctor Puncernau, hace el siguiente relato sobre el mismo caso
Se comunica la noticia y empieza la expectación
Reina y Señora de todo lo creado
Casi de esta misma fiesta del Corpus, 21 de junio de 1962, arranca la historia de un suceso que ha suscitado, como tal vez ningún otro de Garabandal, las mayores discusiones y perplejidades: el llamado "Milagro de la Forma".
Tenemos que volver al diario de Conchita; dice así en la página 53 del original:
"Como tanto insistíamos a la Virgen y al ángel, que hicieran un milagro, el 22 de junio (Hemos visto que don Valentín anotó para este día 22, siguiente al de la fiesta del Corpus: No ha habido apariciones. Entonces, ¿se equivocó de fecha Conchita?, ¿es el equivocado el cura, que a veces hacía sus anotaciones por lo que le decían otros? Bien pudo ocurrir que aquel breve éxtasis de Conchita para recibir la comunión (siempre solían ser muy cortos los éxtasis para comulgar, y muy frecuentemente sin testigos) pasara inadvertido a todos o casi todos.), cuando iba yo a recibir la sagrada comunión de con el ángel (Torpe expresión de la niña para decir que la recibió de mano o por ministerio del ángel), él me dijo:
–Voy a hacer un milagro. Yo, no; Dios. Pero por intercesión de mí y tú (Nueva muestra de un torpe expresarse. Debería decir: "Por medio de mí y de ti." Lo que le comunica el ángel es que él y ella van a servir a Dios de instrumentos en la realización de un cierto prodigio.
En más de un lugar Conchita emplea la palabra "intercesión" de un modo incorrecto. "Por intercesión de" no es lo mismo que "por medio de". En este pasaje concretamente debemos entender no que el ángel y Conchita van a obtener con su intercesión la realización de un milagro, sino que el milagro se va a realizar por su medio.).Y yo le dije:
–¿Y qué va a ser?
Y él me dijo:
–Que cuando yo te dé la sagrada comunión, se te verá en la lengua la sagrada forma.
Y yo me quedé pensando... (La niña queda muy sorprendida por lo que acaba de escuchar al ángel. ¡Nunca se le había ocurrido que la sagrada hostia, tan visible para ellas en sus "trances" de comunión, pudiera permanecer del todo invisible a los espectadores!), y le dije:
–¡Si cuando comulgo contigo también se me ve la forma sobre mi lengua!
Y él me dijo que no, que no la veía la gente de alrededor; pero que el día que hiciera el milagro, se me vería. Y yo le dije:
–¡Pero es chicu! (Por "chico"; la u final en lugar de o es frecuente en le habla de la región. A la niña, el milagro que dice el ángel le parece más bien pequeño, de poco efecto: un "milagrucu", como dirá ella más de una vez.).
Y él se reía...; y ese día, después de decirme esto, se marchó.
Al día siguiente, como no había misa en el pueblo, después del rosario que rezaba yo en el "Cuadro" (Ya se ha dicho cómo desde el invierno precedente, por encargo de la Virgen, las "niñas" debían ir todas las mañanas a rezar el rosario a "la calleja", cada una a su hora; la de Conchita era la de las ocho.), fui a rezar una estación a la iglesia y, sin llegar adentro de ella, se me apareció el ángel, muy sonriente, y me dijo como de costumbre:
–Reza el "Yo, pecador..." y piensa que vas a recibir a Dios...
Y luego me dio de comulgar; y me dijo que dijera el "Alma de Cristo" con él, y yo así lo hice.
Cuando ya di las gracias, yo le pregunté al ángel:
–¿Y cuándo va a ser el milagro?
Y él me dijo:
–Ya te lo dirá la Virgen.
Y después se marchó. Esta aparición fue el 29 de junio."
Conchita, que frecuentemente se ha ce un barullo de fechas en su diario (Téngase en cuenta que lo escribía bastantes meses después de ocurrir lo que relata.), incurre aquí en una abierta contradicción. Acaba de decirnos que este último encuentro con el ángel fue "al día siguiente" del 22 de junio; por lo tanto, no pudo ser el día 29, sino el 23, que aquel año cayó en sábado.
Seguramente, su "distracción" se debe a que fue el viernes siguiente, día 29 y fiesta de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, cuando, según nos va a decir en seguida, conoció ella la fecha del "milagrucu".
Continúa su narración:
"Yo, después de que dijo el ángel que iba a hacer un milagro, se lo dije a las otras tres niñas, Loli, Jacinta y Mari Cruz; les dije que iba a hacer con nosotras un milagro el ángel.
El mismo día, por la noche de preguntarle yo al ángel que cuándo era el milagro, vino la Virgen; venía muy sonriente, como siempre. Y yo le dije:
–Me dijo el ángel San Miguel que por intercesión de él y mío (Hay que repetir aquí lo dicho en la nota 3.) iba a hacer Dios Nuestro Señor un milagro...
Ella no me dijo nada; y yo le dije que cuándo es el milagro, y Ella me dijo:
–El viernes, 29 (En el original, borroso o emborronado, podría quizá leerse 30, mejor que 29; pero no cabe duda de que el viernes fue día 29.), oirás una voz que te lo dirá.
Y yo le dije:
–¿De quién es esa voz?
Y Ella no me dijo nada...
Llegó el viernes y, como la Virgen me había dicho, sentí una voz estando en los Pinos, que me decía que el 18 de julio sería cuando se realizaría el milagro; y la voz que sentí, me dijo: "El milagrucu, como tú dices"."
Pero no vayamos muy de prisa. Ese 29 de junio, fiesta de San Pedro y San Pablo, desde siempre se ha guardado en España como plenamente festivo; cayendo aquel año en viernes, según queda indicado, se presentaba la ocasión de hacer lo que vulgarmente se llama "un puente", para disponer de tres días libres o de vacación, uniendo viernes y domingo, a través de un sábado sin trabajar. ¡Buena ocasión para que se reunieran en Garabandal gentes de la más diversa y aun lejana procedencia! Y así ocurrió, en efecto.
Luis Navas Carrillo.
Entre los muchos llegados había un señor de Palencia, abogado y cursillista de cristiandad (Los Cursillos de Cristiandad son un método y acción de apostolado que ha sacudido a no pocas almas en las dos últimas décadas, llevándolas a la superación de flojeras personales y de respetos humanos en la profesión de su fe cristiana. Nacidos en España, diócesis de Mallorca, se han extendido sorprendentemente por todo el país y también por bastantes otros países, especialmente de Hispanoamérica.): don Luis Navas Carrillo. No se contentó con vivir intensamente los sucesos de aquellos días, sino que de ellos hizo una relación, que ahora nos viene bien para esta historia de Garabandal de 1962.
"Después de pasar el puerto de Piedras Luengas y contemplar desde allí hacia la izquierda la maravillosa panorámica de los Picos de Europa, tomamos la carretera estrecha y sinuosa que baja hacia los saltos del Nansa... y llegamos a Cossío ya bien entrada la tarde. Era el día 29 de junio.
Iniciamos la subida a Garabandal con agradable temperatura y cielo despejado; durante el camino yo no podía quitar de mi memoria el recuerdo de otro día bien distinto..., el de aquel plomizo y lluvioso 18 de octubre, que me había tocado vivir por los mismos lugares. Ahora, la suave brisa de la montaña purificaba nuestros pulmones y preparaba nuestros espíritus para la posible y benéfica acción de la Virgen María.
En el pueblo, tuvimos tiempo de descansar como una hora y media; después, ya entrada la noche, nos dijeron por una de las calles que las niñas caminaban ya en éxtasis. Fácilmente las encontramos y nos unimos al grupo que las seguí hacia los Pinos... Las perdimos de vista un poco más arriba del "Cuadro", pues, siguiendo instrucciones que había dado, según decían, la misma Santísima Virgen, nos quedamos todos a cierta distancia (Quizá fue en esos momentos de éxtasis en los Pinos cuando Conchita oyó la voz anunciada, comunicándole la fecha del "milagrucu"; o quizá fue en algún momento precedente de la jornada, mientras ella andaba sola por allí.); allí estuvimos esperando un poco angustiados, ya que algunos oían, o creían oír, unos débiles gemidos, que en el silencio de la noche y en su oscuridad les debían de recordar a muchos los fuertes sollozos de la víspera del Corpus.
Al cabo de un rato aparecieron las niñas, que descendían hacia nosotros, y se quedaron relativamente cerca; lo suficiente para que, con la luz que proyectaba una linterna potente, contempláramos cómo caían y se incorporaban sobre aquel suelo tan pedregoso...; prestaban un encanto especial al cuadro las luces de las linternas que portaban las mismas niñas y con las que habían salido de sus casas para acudir a la cita de la Señora; no lejos de ellas, adelantados ligeramente sobre los demás, aparecían el padre de Mari Loli y la madre de Jacinta.
Aquel silencio, que parecía como un eco extraño de la noche, tan estrellada y serena, nos ayudaba a meditar...(Siempre las cosas de Garabandal llevaron a quienes las contemplaban, y no eran demasiado frívolos, a esa actitud de respeto, silencio y meditación.)
Acabado el éxtasis, las niñas presentaban en su rostros lágrimas mal limpiadas y un aspecto serio y triste, que contrastaba con el risueño y alegre que solía serles habitual.
Las impresiones de este primer día templaron mi espíritu, para que captara mejor un conjunto de cosas que escapan a la razón y a los sentidos, que sólo pueden recogerse abriendo mucho los ojos de la fe.
Este fue el día más emocionante de los tres que pasé en esta ocasión en Garabandal; me hizo revivir los más gozosos y esperanzadores de los Cursillos.
Entrada ya la noche, estábamos de espera en casa de Conchita. Su madre le manda ponerse unas botas "katiuskas", como si presintiera que llegaba la hora. Poco después, la niña cae en éxtasis, sale de su casa y, arrastrando tras de sí a todos los forasteros y a muchos del pueblo, va rezando el rosario por calles y callejas... Se rezaban unos misterios, se cantaban otros... Aquella voz de la niña extática, tan musical, tan llena de auténtica, sincera, sentida y profunda piedad, nos iba penetrando a todos y nos embargaba una sensación especial de bienestar y placidez...
Yo nunca había visto a las niñas caminando de espaldas; pero sí había oído hablar de ello y, por cierto, con un cierto desdén y hasta con burla... Ahora puedo atestiguar que "aquello", por su armonía, por su gracia y ritmo, parecía una emocionante danza celestial.
Durante el recorrido, la vidente encontró el coche de Fidelín: se detuvo, e hizo la señal de la cruz sobre el volante y el parabrisas. Se me ocurrió que tal vez la Virgen quisiera bendecir y aprobar así al único taxista que por entonces se arriesgaba diariamente a subir gente por aquellos peligrosos caminos... No mucho después, la vidente se fue en busca de Mari Cruz; la puerta de su casa estaba cerrada; Conchita la golpeó con fuerza, persistentemente, hasta que se abrió; entonces subió por una empinada escalera, se llegó a donde estaba su compañera y le puso el crucifijo en los labios. Parece que Conchita no olvida a Mari Cruz ni en los momentos de visión, pidiendo a la Virgen que se le aparezca a ella con la frecuencia que a las otras.
Después, con gran extrañeza, nos llevó al cementerio, por aquellos caminos tan solitarios y a oscuras; frente a la puerta se detuvo unos momentos e hizo solemnemente la señal de la cruz hacia el interior, como si impartiera una bendición sobre las tumbas (El cristiano sabe que en las tumbas no están "los muertos": éstos, en lo más constitutivo de su ser, que es el alma, el espíritu, tienen otros paraderos... Lo que hay en las tumbas son despojos de "personas", pero tan "de ellas" que por ahora merecen todo cuidado, y para después les vendrá el reintegrarse a la vida mediante la resurrección.).
Al regreso, entró en casa de su tía Maximina... Y, finalmente, llegó el momento de "la carrera", que para mí era una auténtica novedad. Antes de iniciarla, se detuvo y, extendiendo ligeramente los brazos, salió como una exhalación por el camino tortuoso..., sin rozar siquiera las esquinas, las tapias, los setos o las piedras, que acechaban por todas partes (sin olvidar los balcones bajos, contra los que podía cualquiera lastimarse la cabeza, como a mí mismo me ocurrió). No pudimos seguirla, ni menos alcanzarla.
Cuando regresó, nos fuimos todos hacia la iglesia y en su mismo pórtico concluyó aquel extraordinario rosario, que tanto había durado y tantos incidentes había tenido. Allí se cantó la salve y se rezó el credo; por cierto, que me llamó mucho la atención el que la niña, a lo de "santa Iglesia católica" añadiera claramente "apostólica y romana"; me dijeron que sólo hace eso cuando recita en éxtasis el credo... (El credo que solía recitarse fuera de la misa era más breve que el de ésta; al hablar de la Iglesia, sólo decía: "Creo... en la santa Iglesia católica", sin lo de "apostólica y romana".
Tal vez la niña, por inspiración de lo alto, y desde luego sin ella entenderlo, se adelantaba a prevenir contra ciertas actitudes "ecuménicas" que iban a llegar y que había de meter a todas las Iglesias en una confusa equiparación.)La segunda visón de la noche, noche de sábado, la tuvo Mari Loli.
Pude presenciar el comienzo en su misma casa: subió por unas escaleras casi verticales, se puso a recorrer las diversas dependencias y en seguida su padre intuyó que buscaba sus sandalias de goma: se las colocó próximas a los pies y la niña, nada más calzárselas, cae violentamente de rodillas y se contorsiona hacia atrás, hasta darse con la cabeza un trompazo contra el suelo. Su padre, Ceferino, le dice a Jacinta, que está presente, que le pregunte (Ya queda dicho, en capítulos de la primera parte, que con una niña en éxtasis sólo podía establecerse comunicación a través de otra niña vidente que estuviese normal.).
–¿Cómo te has dado ese golpe?
Todos vimos a la niña extática entreabrir los labios con una leve sonrisa y responder:
–¿Qué golpe?
Poco después también Jacinta entró en éxtasis;
salieron las dos a la calle y empezaron su marcha hacia los Pinos con el rezo del segundo rosario de la noche... En la cima, cayeron de rodillas; después de espaldas...; por su actitud daban la impresión como si la bola del mundo estuviera para desplomarse sobre ellas y aplastarlas.
El descenso del monte, de espaldas, fue sorprendente. En vez de bajar por el camino recto o acostumbrado, lo iban cortando transversalmente, sin seguir vereda ninguna, y después de salvar un corte casi vertical de mucha altura... Yo me supuse que la figura que estaban contemplando se movía muy pausadamente, para que ellas pudieran deslizarse hasta el pueblo con toda suavidad.
Ya abajo, yo creo que no quedó calle ni calleja que no presenciara el paso de este rosario nocturno...; no pudieron sustraerse a él ni los mozos, que estaban cantando y bebiendo en una cantina, pues las niñas penetraron allí y les dieron a besar el crucifijo; por cierto que ellos adoptaron una actitud de absoluto respeto (No nos extrañe demasiado la actitud de esos mozos. Bastante reacios ellos, como todos los de sus años y ambiente, para las prácticas de piedad, estaban además demasiado habituados a aquellas cosas, que pasaban en su pueblo cada día; quizá también hasta un poco cansados... ¿Cómo pedirles que renunciasen del todo a sus ratos de expansión?)
En las marchas y contramarchas, Mari Loli perdió una de sus sandalias; poco después empezó a recorrer el mismo camino hacia atrás y de espaldas, hasta que su pie desnudo tropezó justamente con la sandalia perdida: sin bajar la cabeza y sin usar las manos, metió el pie en ella... y, segundos después, levantando graciosamente los brazos, se arrancó a una velocidad de vértigo, sorteando toda clase de obstáculos. Repentinamente se detuvo a la altura de una mujer forastera, de aspecto elegante, se trataba de Concepción Zorrilla, miembro de una compañía de teatro extranjera, que días antes había actuado en Madrid; la mujer, antes de regresar a su nativo Uruguay, y desviando su ruta hacia París, quiso subir a tan apartado rincón de la geografía hispana en busca de... Lo que buscaba (seguramente una respuesta a sus dudas e inquietudes), debió de encontrarlo cuando la niña extática, con la mirada en lo alto y sin volver hacia ella la cabeza, le alargó el brazo, dándole a besar el crucifijo; ella renunció por dos veces, pero tuvo que rendirse a la dulce obstinación de la niña y puso sus labios en la sagrada imagen, mientras le caían gruesas lágrimas d los ojos. Ella misma confesó más tarde que si había rechazado el crucifijo había sido sólo por considerarse completamente indigna de darle un beso. El día de su marcha yo tuve la oportunidad de hacerle una fotografía con Mari Loli y se la regalé, para que pudiese rememorar siempre en las lejanas tierras de su país aquel momento inolvidable de su visita a Garabandal
El doctor Puncernau, hace el siguiente relato
sobre el mismo caso
(También el doctor Puncernau, neuropsiquiatra de Barcelona, ha referido su vivencia de este caso en el opúsculo "Fenómenos parapsicológicos de Garabandal"; pero él pone a Conchita en lugar de Loli:
"En la taberna de Ceferino había una chica uruguaya que trabajaba en el "Folies Bergère" de París. Pronto entablamos conversación. Me dijo que ella no solamente no creía en aquellas supuestas apariciones, sino que no creía en nada de la religión. Había venido a Garabandal por simple curiosidad. Al cabo de un rato le propuse salir fuera para ver lo que ocurría con las videntes.
Las vimos de lejos (agazapados nosotros en la sombra de una casa) cómo se dirigían rezando el rosario hacia la iglesiuca del pueblo.
Desde nuestro escondido observatorio mirábamos lo que pasaba.
De pronto vimos que conchita, en trance, se destacaba de la procesión y se dirigía andando normal, pero con inusitada rapidez, hacia nosotros, que permanecíamos escondidos en la sombrea, apoyados en la pared de una casa.
Llevaba un pequeño crucifijo en la mano.
Yo pensé: ésta se ha enterado de que eres médico y ahora viene a hacerte la gara-gara. ¿Pero cómo te habrá visto?
Pero no. Se dirigió a mi compañera y le puso a viva fuerza el crucifijo en la boca para que lo besara una, dos y tres veces.
La Virgen María también estaba por las bailarinas del "Folies Bergère".
Después Conchita, siempre en trance, se unió a las demás y siguieron rezando el Rosario.
Mi compañera, la bailarina, se puso a llorar a moco tendido, con unos grandes y sentidos sollozos, tan desconsolados que pensé que el daba un ataque. La acompañé hasta los bancos de madera que estaban en el exterior y adosados a la pared de la taberna de Ceferino.
Se arremolinó gente. Intenté calmarla.
Al fin pudo explicar que había pensado "in mente": "Si es verdad que se aparece la Virgen, que venga una de las niñas a darme una prueba."
"Apenas hube pensado esto, cuando Conchita vino corriendo hacia mí a darme a besar el crucifijo. Yo no quería y le aguantaba la mano. Pero ella con una fuerza inusitada me puso el crucifijo pegado a los labios y no me quedó más remedio que besarlo. Una, dos y tres veces; yo, la incrédula, la atea, la que no creía en nada. ello me emocionó sobremanera."
Nos encontramos, días más tarde, en el tren de vuelta camino de Bilbao.
Y sé, porque nos escribimos algunas veces, que dejó ya el "Folies Bergère" y regresó con su familia al Uruguay."
Como antes el rosario de Conchita, también éste de las dos niñas terminó en el pórtico de la iglesia con el canto de la salve... Mi curiosidad me llevó a preguntar por qué las niñas, en éxtasis, van tantas veces a la iglesia, sabiendo que para ellas, en esas circunstancias, está siempre cerrada. La respuesta ya estaba dada desde hacia tiempo por boca de las mismas niñas:
–"Es que a la Virgen le gusta ir cerca de donde está Jesús."
* * *
En días como aquellos, no podían faltar por allí sacerdotes o religiosos. A propósito de ésta presencia, dice don Luis Navas en su relación:
"Me agradó mucho contemplar las deferencias que estas niñas guardan con los sacerdotes; son dignas de Santa Teresa de Jesús. Eran cuatro los que se encontraban por el pueblo ese sábado, día 30 de junio; y la Virgen debía de estar contenta, pues, según las niñas: "A la Virgen le gusta que vengan sacerdotes y gentes sin fe" (Como en tantos otros puntos, Garabandal "se adelantaba" también saludablemente en éste de prevenir la inminente crisis de doctrina y valoración en torno a sacerdocio y sacerdotes... No podía preverse entonces la furia "desacralizadora" con que pronto iban a actuar bastantes clérigos y laicos.)
Durante una visión de Loli en su casa,
permanecían respetuosamente de rodillas un P. Pasionista y un P. Carmelita: a los dos les incorporó suavemente ella, haciéndoles poner de pie. El P. Pasionista me decía al día siguiente: "Pero setenta y ocho kilos y, encima, me puse a hacer fuerza hacia abajo; pues bien, la niña me puso en pie con gran facilidad" (Maximina habla también de esto en sus cartas a la familia Pifarré; pero dice que fue Conchita la del éxtasis, lo mismo que en el caso de la uruguaya). Del P. Carmelita me edificaba su humildad y silencio; había llegado aquella misma tarde de Burgos y se la pasó casi entera atendiendo a la gente, repartiendo e imponiendo escapularios... Yo sentí una dulce emoción; me venían a la memoria aquellos meses de mayo, el de "las flores a María", de mis tiempos de estudiante en el Instituto de Burgos."
El domingo, día 1 de julio, tuvo poco más o menos la misma historia que los dos días anteriores. De él dice don Luis Navas:
"Este día se nos hizo algo más larga la espera. La primera aparición que fue de Conchita, empezó sobre las diez de la noche. La gente, incluida su entrañaba y agradecida amiga Mercedes Salisachs, había abandonado ya su casa, creída de que ya no habría nada. Yo tuve la suerte de ir a aquella hora en busca de una niña paralítica, a quien había recomendado permaneciese en casa de Conchita hasta que fuese a recogerla; allí encontré al doctor Puncernau (don Ricardo), de Barcelona (Este doctor, eminente neuropsiquiatra, que ejerce y enseña en la capital de Cataluña, ha estudiado tenazmente las cosas de Garabandal, y ha llegado a la conclusión, repetidamente expuesta por él, de que "desde un punto de vista científico-médico no se encuentra explicación satisfactoria a la totalidad de los hechos, tanto fisiológicos como psicológicos y parapsicológicos, que se dan en tan extraordinarios fenómenos".). Conchita cayó violentamente de rodillas al comenzar su visión, y nos ofreció a besar el crucifijo; cuando le llegó el turno al doctor, la niña hizo algo diferente: con un solo movimiento de su brazo extendido le dio por tres veces a besar.
Yo, antes que empezara la visión, me había quejado a Conchita de que nunca me había ella ofrecido el crucifijo... Por eso, sentí ahora un gran consuelo al ver cómo me lo presentaba, pues bien sabía yo que las niñas no obran por su propia cuenta al dar a besar el crucifijo o al levantar cartas y rosarios hacia la visión; lo hacen según las indicaciones de la Virgen. me ayudó a comprender esto algo que había leído del P. Pío: "Muchas veces Dios hace que me olvide de una personas por las que tengo intención expresa de rezar, y me presenta otras por las que debo interceder para su salvación."
El médico había entregado a Conchita una carta, para que pidiera a la Virgen la curación de un paciente... A la mañana siguiente vi a la niña escribiendo la contestación recibida; después dio al doctor el encargo de no abrir la carta hasta que estuviese en presencia del enfermo, aquejado, según oí, de un mal incurable."
De las incidencias de la segunda aparición, que fue de Loli, esto es lo que me parece de mayor interés:
"Resultó emocionante el momento de darnos a besar el crucifijo; primeramente, como de costumbre; después, dándolo primero a la Virgen y luego a la persona... Cuando llegó el turno de ocho personas que habían llegado aquel mismo día de Cádiz, quedé verdaderamente edificado del recogimiento y la fe con que esos gaditanos depositaron su beso en el Santo Cristo.
Había durado el éxtasis de Loli una hora y veinte minutos: ¡ochenta minutos que a mí me parecieron diez! Algo muy fuerte tenía que embargar así el espíritu, cuando de esta manera se perdía la noción del tiempo..
Después de una clara noche de luna, amaneció un día espléndido. Era el día de la partida. Yo me afiancé aún más en el propósito hecho con motivo de mi viaje anterior: rezar diariamente en familia el santo rosario, recordando para los momentos difíciles o de tibieza las palabras transmitidas por las videntes de parte de la Virgen: "Las avemarías son las flores que a Ella más le gustan".
Con un saludo "de colores" (Esta expresión es muy típica de los Cursillos de Cristiandad; está tomada de un alegre canto popular, y hace referencia a mantener el alma en la luminosa alegría de la GRACIA) del P. Pasionista y unos grandes deseos de volver otra vez, terminó nuestra estancia en San Sebastián de Garabandal, el lunes día 2 de julio de 1962."
y empieza la expectación
Don Luis Navas Carrillo salió de Garabandal sin saber nada del "milagrucu" que anunciaba el ángel; pero ese mismo día de su partida, lunes, 2 de julio de 1962 –aniversario de la primera aparición de la Virgen–, llegaba al pueblo cierta persona que iba a ser la primera en saberlo, después de las niñas.
Escribe Conchita en su diario, página 55:
"El primero al que le dije yo que el ángel iba a hacer un milagro, fue un sacerdote, don José Ramón García de la Riva; y también ese mismo día se lo dije yo a Mari Cruz, Loli y Jacinta." (Por el texto de Conchita parece como si la noticia del milagro se la hubiese comunicado ella a sus compañeras después de decírsela a don José Ramón; mas por lo que viene luego, y atando cabos, se llega a la conclusión de que primero se la dijo a sus compañeras, y en seguida, de mutuo acuerdo, se la pasaron a don José.).
Conchita no da la fecha ni las circunstancias de su "comunicación"; pero las sabemos, gracias a las memorias del mismo don José Ramón, cura de Barro:
"El día 2 de julio de 1962 había subido yo a Garabandal, con ánimo de pasar allí unos días de asueto...
La tarde de ese mismo día, estaba con las niñas videntes en los Pinos; ellas jugueteaban inquietas y yo, sentado, las contemplaba, muy contento de verlas así felices; se entretenían con un juego llamado "los tíos" (Idéntico o muy similar al del "escondite")
La felicidad que entonces manifestaban era algo parecida a aquélla que intentaban esconder cuando tenían las famosas "llamadas"...
En un momento dado, Conchita se acercó a mí y me dijo de improviso: "Le voy a decir en qué va a consistir el milagro que va a hacer el ángel."
Presa de la mayor curiosidad, pero sin darla a entender, yo le indiqué a la niña que, si era un secreto, debía guardarlo... Ella quedó en suspenso unos instantes y luego, como consultando con la mirada y la voz a las otras tres, dijo: "¿Verdad que se lo vamos a decir?" Las tres, desde su sitio (se encontraban junto al pino llamado "de la Virgen"), contestaron a una: "Sí, sí."
Entonces yo me levanté y les dije con cierta seriedad: "Bien, pero me lo vais a decir por separado"(Muy acertada la decisión del sacerdote; así era más fácil discernir si se trataba de algo amañado por ellas) . Empezó Conchita, la siguieron las demás...; todas me dijeron lo mismo: "Que se va a ver la Forma"...
Aquella misma tarde, cuando descendimos de los Pinos, Loli le comunicó lo del milagro a su padre. Lo supo Conchita y, muy enfadada, dijo en alta voz a su madre, en la cocina de casa: "Ahora el ángel de seguro que no va a hacer el milagro, por habérselo dicho Loli a su padre"...
Yo supe así en qué consistiría el milagro que se anunciaba, y tuve la suerte de saberlo el primero; pero no me enteré de la fecha. El 5 de julio por la tarde regresé a mi parroquia de Barro y Conchita aún no sabía cuándo iba a ocurrir."
Creo que en esto se equivoca nuestro querido cura de Barro, pues ya hemos visto cómo en un éxtasis de días atrás, el 29 de junio, oyó la niña aquella voz que le decía:
"El 18 de julio será cuando se realice el milagro, el "milagrucu", como tú dices."
Lo que ocurría era que la niña aún no podía comunicar la fecha. Así se desprende de lo que cuenta en su diario, página 56:
"En una comunión que el ángel me daba, le pregunté que cuándo podía decirlo, que iba a ser el milagro y lo que era, y él me dijo que dentro de quince días antes.(Tomando estrictamente lo de "15 días antes", conchita hubiera podido comunicar a don José Ramón, antes de su marcha de Garabandal el 5 de julio, la fecha del milagro... ¿Por qué no lo hizo? ¿Esperaba alguna señal para empezar a difundir la noticia, o había algún motivo para ocultársela de momento al cura de Barro?)
Cuando terminaba la aparición, la gente del pueblo me preguntaba que si el ángel me decía algo del milagro (porque yo ya le había dicho al pueblo que el ángel iba a hacer un milagro)...; pero ellos no lo creían mucho.
Cuando ya llegó el día en que tenía que anunciar la fecha, lo dije al pueblo y escribí cartas..."
He visto el texto de algunas y son del tenor de la que reproduce la edición mejicana del diario de Conchita, en nota de la página 65:
"Sólo dos letras para decirle una gran noticia para mí, y creo que para usted también. Me dijo el ángel que iba a hacer una prueba; y esa prueba es que, cuando yo esté comulgando, se me vea la Forma. Es pronto, en este mes, el 18. A mí, claru, no se me hace milagro: como creo que me la ven siempre... ¿Lo creerán entonces?"
Esta carta tiene fecha de 6 de julio, al día siguiente de haber marchado de Garabandal don José Ramón García de la Riva.
Cuatro días más tarde escribía Conchita una carta-telegrama para el doctor Ortiz, de Santander:
"Ave María.
San Sebastián, 10 de julio de 1962Apreciable don Celestino: Sólo dos letras para decirte (Las niñas, por esta época, eran muy propensas a tratar de tú a todas las personas, en especial a las que encontraban más frecuentemente por allí.) que me dijo el ángel que el 18 de este mes me iban a ver la Forma en la lengua al comulgar.
Bueno, ya no tengo más. Te quiere,
Conchita González"
El señor Ruiloba había subido por estos días a Garabandal, cosa que hacía con frecuencia;
y al despedirse de Conchita, ésta le entregó, para que la llevara personalmente, una carta que ella había escrito para el reverendo don Francisco Odriozola, el "factotum" de la Comisión
Plácido cumplió fielmente el encargo; y se enteró del contenido de la carta, porque el mismo destinatario, don Francisco, se la leyó. La carta decía igual que las que ya conocemos; pero añadía unas líneas de vivo apremio a don Francisco para que no dejara de ir a Garabandal el día señalado... "No se preocupe usted y suba, que en el pueblo n los niños le reconocen ya" (Por algunas de sus actuaciones, don Francisco Odriozola tenía pruebas de que allí no se le miraba bien. conchita trata ahora de darle seguridades, con la indicación de que ha pasado tiempo suficiente para que bastantes cosas estén ya olvidadas...)
El doctor Ortiz, después de recibir la suya,
aprovechó el primer día libre para subir a Garabandal, a informarse mejor de aquello que tan escuetamente le había comunicado la niña. Pudo conversar a solas con ella y le habló en este tono:
"–Conchita, no sé si te das cuenta de la importancia de todo esto. Un milagro anunciado a fecha fija es un milagro grandísimo... (Porque al valor que pueda tener el milagro en sí mismo se añade otro valor de no inferior calidad: el de la "profecía".)
–Pues a mí éste me parece un milagruco bien chicu. Más tarde, vendrá el de la Virgen, y ¡ése sí que será un MILAGRO! Entonces sí que no quedarán dudas.
–No sé. No acabo de creer que venga el milagro que dices...
–¿Usted no cree? Pues hágame este favor:
usted conoce a don Francisco Odriozola; yo ya le he escrito para que venga... pero, por si no ha recibido la carta, vaya usted en persona a decírselo... ¡Que no deje de subir el día 18! Que va a ver el milagro; que yo le aseguro que no le va a pasar nada, porque aquí en el pueblo ya no le conocen ni los críos.
–Conchita: no sabes lo violento que es para mí ir a decirle a un señor a quien apenas trato una noticia como ésta... Además, él es el secretario de la Comisión y sobre todo esto del pueblo está hablando muy mal, pues no cree en las apariciones...
–Si a usted le es muy violento hacer lo que le pido, ¡ofrézcaselo a la Virgen!"
A medida que la niña despachaba avisos, y la noticia se extendía, y la expectación aumentaba, iba creciendo el desasosiego en algunos "responsables":
temblaban ante la posibilidad de una nueva concentración, seguida de fracaso. ¡Tenían demasiado viva en la memoria la jornada del 18 de octubre!
Se lee en la página 56 del diario:
"Yo escribía cartas; pero don Valentín, que dudaba si vendría el milagro, me dijo que no escribiera ninguna carta más, que a lo mejor no venia. Y había un señor en el pueblo, Eustaquio Cuenca (Ya se ha dicho que este señor era un "indiano" del pueblo, con notable relieve en él por su mejor situación económica.), que me decía igual que don Valentín, que no escribiera más cartas, y yo les decía que a mí me lo había mandao (Término incorrecto, aunque muy común; debería decir "mandado") la Virgen y el ángel, que anunciara el milagro; pero la gente del pueblo no lo creían." (Está harto comprobada la actitud de cazurra resistencia con que los habitantes de Garabandal se enfrentaban a los "fenómenos" de las niñas; eran duros de pelar en orden a creer en "la verdad" de aquellas cosas...
Uno de estos días de julio de 1962, precisamente el 14, don Luis Navas se dedica a recoger impresiones por el pueblo, "del mayor número posible de personas"; se entretiene buen rato con la madre de Mari Cruz, quien en un momento dado tiene este desahogo revelador: Yo creo a mi hija cuando dice que ella ve a la Virgen; pero o no puedo asegurar que ella efectivamente ve a la Virgen.
En septiembre de 1963, María, la madre de Jacinta, decía al P. Laffineur: Yo sí creo cuando veo un éxtasis; cuando el éxtasis pasa, ya no creo más...)
* * *
Reina y Señora de todo lo creado
Como podía suponerse, días antes del 18, que aquel año cayó en miércoles (como en miércoles había caído también el tan señalado 18 de octubre anterior), empezó la afluencia de forasteros a Garabandal. Bastantes planearon el viaje, aprovechando el fin de semana precedente, y así, fueron no pocos los que llegaron ya el sábado, día 14; entre ello estaba nuestro conocido abogado de Palencia, Luis Navas Carrillo, que esta vez subía acompañado de su anciana madre. Todos pudieron asistir aquella misma noche a un largo, interesantísimo y movido éxtasis de Mari Loli...; pero esperaron en vano a que se produjera el de Conchita, a quien no le faltaba ningún sábado. Cuando se retiraban a dormir, eran las cinco de la mañana del domingo. Y tuvieron que levantarse bien pronto, pues la única misa del día, celebrada por don Valentín, estaba anunciada para las nueve. La falta de descanso por la noche, trataban de suplirla, los que podían, con largos ratos de siesta.
Durante toda la jornada dominical continuó la llegada de forasteros. Don Luis Navas recuerda que a primera hora de la tarde, mientras esperaban el comienzo del rosario en la iglesia, bajo una lluvia fina (el típico "sirimiri" u "orvallo" de la costa cantábrica), se presentaron en el pueblo un buen grupo de personas "que venían de Córdoba y otros lugares, así como el sacerdote de El Aaiún (Pequeña ciudad africana en la costa del Atlántico; era la capital de la provincia española del Sahara.), que se encontraba accidentalmente en el vecino pueblo de Celis". No fue poco lo que tuvieron ocasión de presenciar antes de que acabase la jornada...
Pero la del día siguiente, lunes, 16 de julio, tenía un especial relieve, por ser la fiesta de la Virgen del carmen, Nuestra Señora del Monte Carmelo. Los apuntes de don Luis Navas, referentes a ese día, dicen así:
"Celebramos la festividad de Nuestra Señora del Carmen; pero sin misa, porque en dicho día tocaba tenerla al pueblo de Cossío. Esto me hizo estar pendiente de la comunión del ángel, pues al no haber sacerdote que repartiera la comunión, bien podía esperarse que viniera él, como otras veces, a dársela a las niñas.
"Subí temprano a los Pinos; gozábase allí de maravillosa vista y de agradable temperatura, pues era un día de pleno sol... Mirando hacia abajo, divisé a una de las videntes, sin distinguir bien cuál de ellas, sentada en el "Cuadro" y acompañada de dos o tres personas. Supuse que se trataba de la esperada comunión, y bajé apresuradamente... Era Mari Loli, que estaba en el rezo de su rosario matinal; me uní devotamente a aquel rezo y esperé... No hubo nada, y bajé al pueblo; me enteré pronto de que Conchita no había subido a los Pinos, como yo lo había esperado, por haber comido descuidadamente un poco de pan; pero que subiría horas más tarde, hacia la una.
"La acompañamos allá. Comenzaron a aparecer algunas nubes por el cielo, mientras esperábamos; rezamos una estación a Jesús Sacramentado...; luego un rosario entero...; algunos pajarillos que revoloteaban por allí, nos acompañaban con sus cantos...
"El sol se iba oscureciendo progresivamente, al espesarse las nubes, como se oscurecía mi esperanza de poder contemplar –¡siquiera una vez!– aquel extraordinario fenómeno de las "comuniones místicas", del que tanto había oído hablar... Conchita esperaba de pie, recostada en uno de los nueve pinos que hay allí, guareciéndose del airecillo húmedo que empezó a soplar y que fue tornándose frío... El cielo se cerró del todo y el ángel no apareció, a pesar de haberle estado esperando hasta cerca de las cuatro de la tarde.
"Bastante decepcionado, bajamos al pueblo para comer, y yo me eché una siesta, en previsión de que luego, muy probablemente, habríamos de pasar la noche casi en blanco.
"El rosario de la iglesia no fue a la hora de los días festivos, sino al oscurecer, como en los días laborables. Y nada más salir, Mari Loli quedó en éxtasis junto a su casa, acompañada de Jacinta..."
Lo que siguió, ya nos es conocido, por haberse repetido tantas veces: vueltas por las calles del pueblo, maravillosas subidas y bajadas por el camino de los Pinos (de frente, de espalda), rezos, cantos, dar el crucifijo a los circunstantes... Como casi siempre, la cosa acabó en el pórtico de la iglesia, y de este final dice don Luis Navas:
"Es una escena conmovedora, que llega a lo más hondo del corazón, cuando estas niñas, con sonrisas angelicales, totalmente transfiguradas por una radiante belleza, irguiéndose levemente de puntillas, ofrecen sus dos mejillas al beso de la visión...; y después de esto, alternándose, una levanta a la otra en brazos sin esfuerzo alguno, para llegar hasta la misteriosa aparecida, y nuevamente besar y ser besadas... (De estas actitudes, que se debían sin duda a que la Visión se elevaba de pronto sobre ellas, y ellas la querían alcanzar para darle un último beso, existen varias tomas fotográficas hechas por aficionados.)
"Antes, a continuación del rosario, las niñas rezaron el credo; y, como de costumbre, siempre que lo rezan en éxtasis, añadieron a lo de Iglesia católica lo de apostólica y romana. Asimismo, introducían una innovación en ciertas invocaciones finales: en vez de decir "Nuestra Señora Bien Aparecida, Reina y Patrona de la Montaña", decían "... Reina y Señora de todo lo creado"(Desde los días del santo obispo de Santander, don José Eguino Trecu (+1961), se había establecido en las iglesias de la diócesis la práctica de concluir el rosario con la invocación (tres veces repetida y seguida cada vez de un avemaría) de Nuestra Señora Bien Aparecida, Reina y Madre de la Montaña, ruega por nosotros.
A dicho obispo se debió que la Virgen con ese título de "Bien Aparecida" fuese proclamada Patrona de toda la tierra de Santander, donde abundan los santuarios marianos; el de dicha advocación se levanta en una hermosa altura sobre el curso del río Asón, con vistas a Udalla y Ampuero, y lo atiende una comunidad de PP. Trinitarios; la imagen, de escaso valor, fue llevada a la capital de la Montaña en los últimos años de monseñor Eguino Trecu, para su coronación canónica solemne.)"A mí, ese título universal me hacía sentir como si la Madre llamara a todos sus hijos... y diera a entender que sus mensajes y cosas no tenían carácter restringido ni localista."
Aún hubo más en aquella prolongación nocturna de la jornada del 16 de julio. El señor Navas Carrillo termina así sus anotaciones:
Saqué la conclusión de que la mera curiosidad si bien puede ser al principio el motivo determinante de la subida a Garabandal, pronto entra en quiebra, por no tener allí lugar apropiado; lo que allí se respira, va llevando poco a poco a la oración y el sacrificio, hasta gustar la paz y la serenidad de ese pequeño Tabor (El monte Tabor, en Palestina, pasa comúnmente por ser el monte de la Transfiguración del Señor, en cuya "gloria" fueron graciosamente introducidos tres de los apóstoles.)
* * *
El día 17, martes, la llegada de forasteros adquirió un ritmo impresionante, como es de suponer, y el pensamiento de todos estaba en lo que iba a ocurrir el día siguiente, según el anuncio de Conchita...
Pero nuestro abogado de Palencia parece que dedicó las horas de ese día a reflexionar sobre la extraña "normalidad" de unas niñas que llevaban ya más de un año metidas casi a diario en la "anormalidad" de los más desconcertantes fenómenos.
"–Hablando con el señor cura del pueblo, me dijo que acababa de recibir el informe, totalmente favorable en este sentido, del neuropsiquiatra de Barcelona, don Ricardo Puncernau. (Este doctor, durante varios días había tratado a las niñas, por separado y juntas, había paseado con ellas, les había expuesto sus dudas y sus ideas, que ellas recibieron siempre con toda amabilidad y naturalidad.)
"Mis apreciaciones se reducían a observarlas, sobre todo cuando jugaban con otras niñas. Me hizo gracia cómo Mari Cruz llegaba a pegar a una niña que la estaba molestando, si bien es verdad que le pegaba con cierta blandura y sólo en la medida necesaria para que ella desistiera de su molesta actitud.
"En los rezos que hacían estando normales, tampoco advertí nada especial; incluso me daba la impresión de que Conchita, por ejemplo, vocalizaba mal, sobre todo en las avemarías, y me hacía recordar a ciertos sujetos que rezan desde los púlpitos como si tuvieran prisa por acabar. En cuanto a la puntualidad, no es una cualidad que las caracterice; bastantes veces, bien a unas bien a otras, las he visto llegar tarde a la iglesia... Asistí a dos rosarios de Jacinta en el "Cuadro", a las seis de la mañana, y aparte el gran sacrificio que supone a sus años levantarse tan temprano, su oración no tenía nada de especial, con frecuencia se le abría la boca y bostezaba (Según queda ya advertido en otro lugar, sólo los despistados en las "vías del espíritu" podrán escandalizarse ante tantas "debilidades" de las niñas... Algo básico en Teología es que la Gracia no destruye la Naturaleza. Ni la destruye, ni la cambia... de golpe. Y la situación de nuestra naturaleza es bastante lamentable... Las gracias especiales que un alma recibe (aun las muy especiales, como las que se suponen en Garabandal), crean ciertamente una necesidad o exigencia de "cambio", de ir a más y mejor; pero no lo dan ya hecho... y el alma puede responder en muy diversos tonos de "fidelidad".
–"Pero esas niñas, después de tanto tiempo de familiaridad con la Virgen, si de verdad fuesen auténticas sus "apariciones" tendrían que ser muy otras."
–De verdad estuvieron los apóstoles en familiaridad con Jesús durante más tiempo, unos tres años, y a la hora de irse Él, ¿cómo eran ellos? Si alguno no lo sabe, yo le puedo ofrecer datos.
No se pretende "consagrar" a las videntes, que tenían sin duda muchos lunares; se pretende sólo decir que de sus reales o aparentes fallos y miserias no se puede sacar prueba decisiva contra la verdad de lo que ellas decían tener y tantos otros pudieron comprobar.)
"En definitiva, me parece que esta niñas, fuera de sus visiones, en nada se distinguen de las demás niñas del pueblo, y no "contagian" de nada que no sea natural, cosa que extraña no poco a mucha gente.
"Tampoco son ninguna excepción por lo que se refiere al trabajo de cada día. Recuerdo que una madrugada nos habíamos acostado a las seis, con plena luz, y a las diez ya estaba María Dolores en la iglesia, asistiendo a misa; poco después la sorprendí en repetidos viajes que hacía del prado a su casa, llevando sobre la espalda enormes coloños (Palabra de mucho sabor santanderino: es una carga dispuesta en forma de haz, y que una persona lleva sobre la cabeza o a las espaldas; se dice coloño de leña, coloño de yerba, coloño de varas o de puntas de maíz...) de yerba; puede así sacarle unas fotos llenas de colorido y tipismo, cosa que no logró don Miguel Martínez del Cerro, catedrático de Cádiz.
"La noche de este día 17 noté la falta de Mari Loli en el rosario. Cuando salimos, su madre la andaba buscando con aire preocupado... Un joven y yo subimos hasta los Pinos, por si acaso se encontraba allí siguiendo alguna "llamada"; pero allí sólo estaban los nueve árboles, como centinelas de la noche. De vuelta al pueblo, María Dolores había aparecido ya, en casa de unos amigos de Aguilar de Campoo, donde, enfrascada en la conversación, se le había pasado el tiempo sin darse cuenta. Su padre la riñó y castigó; me apenaba ver el semblante entristecido de aquella pobre criatura, instrumento de que se había servido la Madre para darme tantas y tan inmerecidas muestras de amor; pero ella debía de comprender las razones de su padre, pues si su rostro aparecía nublado, no se descubría en él nada de protesta ni rebeldía frente a aquél que así ejercía su autoridad."
369-383
A. M. D. G.