Las Apariciones de la Santísima Virgen María en San Sebastián de Garabandal
La Santísima Eucaristía.
Se preguntó a las niñas por qué iban tantas veces a la Iglesia, ellas respondían: es que a la Virgen le gusta ir a donde está Jesús, su Hijo.
Día del Corpus Christi en Garabandal, el 17 de Junio
de 1965, víspera del Segundo Mensaje.
La Santísima Eucaristía.
Las niñas, ya en la primera de las apariciones, y tan pronto como ésta acabó, fueron a cobijar su emoción cabe los muros de la iglesia, y luego la desahogaran dentro con el rezo de una "estación" a Jesús Sacramentado.
En la "estación" se reza:
¡Viva Jesús Sacramentado!
¡Viva y de todos sea amado!
Se preguntó a las niñas por qué iban tantas veces a la iglesia, incluso estando ésta cerrada. Ellas respondían:
-- Es que a la Virgen le gusta ir a donde está Jesús, su Hijo.
Aleccionadora respuesta sobre la "presencia real" de Cristo en las hostias reservadas, después de la misa, en el sagrario. Ahí está, como iluminándolo todo, el primer mensaje público, el de la noche del 18 de octubre de 1961:
-- Hay que visitar al Santísimo.
La Eucaristía es también el "Pan de Vida" con que se alimentan las almas.
Dice Jesús:
-- "Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Quien coma de este pan, vivirá para siempre. El pan que Yo daré, es mi carne, entregada por la vida del mundo" (Jn 6, 51).
Es en la recepción de la Eucaristía donde tiene lugar el gran encuentro personal con Cristo.
Escribió Conchita en su diario:
-- "El ángel San Miguel, a lo primero de las apariciones, nos daba formas sin consagrar; nosotras habíamos comido casi entonces, y nos las daba igual; era para enseñarnos a comulgar. Y así, muchos días."
"Un día nos mandó que fuéramos a la mañana a los Pinos, sin comer nada, y que fuera una niña con nosotras; y nosotras llevamos a la niña, e hicimos lo que él nos mandó."
"Cuando llegamos a los Pinos, se nos apareció el ángel, con un copón como de oro, y nos dijo:
-- Os voy a dar la comunión, pero ahora ya están las sagradas formas consagradas. Rezad el "Yo pecador" y nosotras lo rezamos, y después nos dio la comunión.
Y después de comulgar, nos dijo que diéramos gracias a Dios. Y luego de dar gracias, nos dijo que rezáramos con él el "Alma de Cristo", y nosotras lo rezamos. Y nos dijo: "Mañana también os la daré", y se fue."
La primera vez que el señor cura, don Valentín, anotó en su agenda la comunión de las niñas, escribió: "Dicen que hizo igual que hago yo cuando doy la comunión".
Prosigue Conchita:
"Cuando se lo decíamos a la gente, no lo creían algunos, sobre todo los sacerdotes, porque decían que el ángel no podía consagrar. Y nosotras, cuando volvimos a ver al ángel, le dijimos lo que decía la gente, y él nos dijo que las cogía en los sagrarios, que las cogía de la tierra, ya consagradas.
Y luego, se lo decíamos a la gente, y algunos lo dudaban. Y dándonos la comunión estuvo mucho tiempo."
Estas Comuniones, que tenían lugar cuando no había sacerdotes en el pueblo, se dieron desde el principio de las Apariciones. Dice Don Valentín que ya en el mes de julio de 1961, los días 11, 12 y 13 las niñas dijeron que comulgaron.
En "la Campuca", la pequeña explanada con hierba que hay al final de la Calleja, por debajo de los Pinos, y que tiene ahora, a la derecha, la pequeña Capilla de San Miguel, ahí está, la llamada "piedra del Ángel", precisamente porque sobre ella, más de una vez, dio la comunión a las niñas. Esta piedra fue llevada al interior del recinto de la Capilla de San Miguel para custodiarla mejor.
Dice Conchita que la primera comunión que tuvimos del ángel, la recibimos Mari Cruz y yo, en los Pinos, a las cinco de la madrugada. A las seis de la misma mañana comulgaron Loli y Jacinta, allí cerca de donde está ahora la capilla de San Miguel, donde "la piedra del Ángel".
Dice Julia, madre de Loli:
En una ocasión Mari Loli iba a recibir la Comunión de manos del Arcángel San Miguel en las primeras horas de la madrugada en la puerta de la Iglesia.
Nevaba mucho y yo tuve que levantarme porque su padre estaba muy cansado. Nosotros nunca la dejábamos ir sola y por ello en esta ocasión me levanté yo y salí con ella. Teníamos que apoyarnos la una en la otra porque resbalábamos sobre la nieve.
Cuando llegamos al pórtico de la Iglesia cayó de rodillas en éxtasis, rezó, recibió la Comunión y, después de las Oraciones, salió del éxtasis muy sonriente; fue un éxtasis muy bonito.
La Iglesia de San Sebastián de Garabandal donde tuvieron
.
lugar numerosos éxtasis al principio de las Apariciones.
Las niñas nunca daban la espalda al Santísimo
El Ángel se atenía a la disciplina entonces vigente en la Iglesia Católica.
Por aquellas fechas se consideraban una excepción las comuniones vespertinas. El Ángel, casi siempre citaba a las niñas en horas de la mañana, a veces en las horas de los rezos "matutinos" de los antiguos monjes.
Don Valentín, el señor cura párroco, residía en Cosío, y era aquí donde celebraba misa la mayor parte de los días; subía a San Sebastián de Garabandal casi todas las tardes, desde que empezaron las Apariciones, mas por entonces no entraba en lo normal dar comuniones a esas horas vespertinas.
Y aun ocurría más de una vez, que hasta los días en que había misa en el pueblo, las niñas no podían asistir, porque tenían que ir a con sus padres a las faenas del campo. Tampoco los numerosos sacerdotes visitantes solucionaban la dificultad, pues casi siempre llegaban después de las horas del mediodía.
Un testigo de excepción, don José Ramón García de la Riva, cura párroco de Barro (Asturias), afirma en sus memorias:
-- "He podido comprobar que el ángel no daba la comunión a las niñas si su párroco, u otro sacerdote facultado para ejercer el ministerio en Garabandal, estaba presente y actuaba. Lo anoto así como resultado de un estudio que llevé a efecto y que repetidamente he comprobado. Puede servir de respuesta a cuantos hacen la pregunta de : ¿Cómo es posible que el ángel actúe en un ministerio que no es propio?"
Eloísa, cuñada del doctor Ortiz, cuenta lo sucedido el día 20 de Junio de 1962:
En la mañana, acompañamos a Conchita a los Pinos donde esperaba recibir la comunión por el Ángel. Rezábamos, esperando. Pero se demoraba mucho. Su madre se acercó entonces a la ladera y vio delante de su casa a una persona, que le pareció sacerdote. "Parece que trae cordones blancos", dijo.
Conchita, al oír esto; se apresuró a bajar, siguiéndola quienes la acompañábamos. Efectivamente, era un padre franciscano, el P. Félix Larrazábal. Era entonces superior de la casa franciscana de San Pantaleón de Aras (Santander). Fuimos a la iglesia, celebró misa y nos dio la comunión.
Aniceta comentaba:
-- "Por algo hemos esperado tanto. Siempre que hay un sacerdote en el pueblo que dé la comunión, no la recibe por el Ángel".
Dice Simón padre de Jacinta:
Cuando más me emocioné fue cuando la Comunión. Jacinta nos decía que le daba la Comunión el Angel.
Ellas nos lo decían así, y nosotros veíamos que empezaba por un extremo y terminaba por el otro. Veíamos a las niñas sacar la lengua y también pasar por la garganta, cuando tragaban la Hostia.
Sí, sí, se veía. Una vez vimos que a Jacinta no le dio la Comunión. Había tenido algún disgusto su madre con ella. Al otro día estábamos en el prado y había ido yo a por una carga de hierba y digo:
-- ¿Dónde está Jacinta?.
-- Jacinta se marchó, me dicen.
Jacinta oyó tocar a misa y bajó a confesar; cuando bajó, don Valentín ya estaba diciendo misa. Después de misa ella se confesó y a la tarde dijimos la mujer y yo:
-- Vamos a ver si hoy, que se confesó, le da la Comunión el Ángel.
Nos fijamos bien y le dio la Comunión.
A veces veíamos que el Angel también apartaba a otras.
Yo, la mi hija, vi este motivo de no haber obedecido a su madre por lo que no le dio la Comunión el Angel hasta que se confesó.
En el "Credo del Pueblo de Dios", el papa Pablo VI proclamó el 29 de junio de 1968:
"Creemos que así como el pan y el vino consagrados por el Señor en la última Cena se convirtieron en su Cuerpo y en su Sangre, que iba a ser derramada por nosotros en la Cruz, así también el pan y el vino consagrados por el sacerdote en la misa se convierten en el Cuerpo y Sangre de Cristo, sentado gloriosamente en los cielos; y creemos que la misteriosa presencia del Señor, bajo las especies del pan y vino, que continúan apareciendo a nuestros sentidos como antes, es una presencia verdadera, real y sustancial".
"Cristo permanece presente, también después de celebrado el sacrificio, en el Santísimo Sacramento, que se conserva en el Sagrario, corazón viviente de nuestros templos. Por lo cual, es para nosotros un dulcísimo deber honrar y adorar en el Pan Santo, que vemos con nuestros ojos, al mismo Verbo encarnado, a quien ellos no pueden ver, y que así, sin dejar el cielo, se ha hecho presente entre nosotros."
El Milagro de la Comunión visible de Conchita.
Conchita anunció que el 18 de Julio de 1962, durante la Comunión que recibiría de manos del Ángel, se vería la Forma en su lengua. Ella llamó a este milagro el "Milagrucu", un milagro pequeño, porque ella, en sus éxtasis, siempre veía la Sagrada Forma pero dijo que este día también la vería la gente, como así sucedió.
D. Alejandro Damians consiguió sacar, de noche, algunos fotogramas de los últimos instantes de la Comunión visible de Conchita.
De uno de estos fotogramas es esta fotografía.
El Sr. Obispo de Santander, D. Eugenio Beitia Aldazabal, se interesó por este film y escribió a D. Alejandro Damians solicitando una copia del mismo ya que "podía ser de gran interés y servicio para la Iglesia".
En varios capítulos de esta historia se pueden leer los testimonios de los testigos de este Gran Milagro, entre ellos los de Pepe Díez, Benjamín Gómez, Miguel González, Doctor Caux y Alejandro Damians.
Se puede ver que la Sagrada Forma tiene LUZ propia y un halo de luz alrededor. Según el testimonio de Pepe Díez apareció de repente y como una Forma normal, pero viva, y fue creciendo en espesor y circunferencia, con vida propia en su interior.
Según el testimonio de Benjamín Gómez, la LUZ que desprendía la Forma era una LUZ muy agradable, como todo lo divino, y de un blanco muy brillante que sin embargo no cansaba nada la vista.
También dijo Benjamín que el blanco de la Sagrada Forma no se parecía a ningún otro de la tierra, es decir, que no puede verse toda su blancura ni su brillo en una foto por las limitaciones de esta.
Dios, en su inmenso Amor, ha querido darnos este obsequio de su Amor, una prueba visible de que Él está "real y verdaderamente" presente en la Santísima Eucaristía.
A. M. D. G.