Las Apariciones de la Santísima Virgen María en San Sebastián de Garabandal
Capítulo 107
Padre Miguel Fernández.
Conversión de Christopher Walsh.
Un lugar inolvidable para el P. Miguel, por las maravillas que vivió
aquí y para Christopher por su conversión por la intercesión
de la Santísima Virgen del Carmen de Garabandal.
El P. Miguel Fernández, sacerdote de Barcelona, explicó la conversión de Christopher Walsh, de la cual fue testigo y partícipe, en un convento de religiosas de Barcelona durante una conferencia que pronunció en dicho convento en el mes de abril del año 1982.
Padre Miguel Fernández.
Mi primera subida a Garabandal.
Un amigo mío de Santander, cuando las cuatro niñas videntes estaban recibiendo estas mercedes y estos éxtasis, me propuso ir allí; incluso me dio una fotografía que guardo, pero miren, a veces los curas somos más "difíciles de pelar" que lo que parece.
Entonces yo no hice caso, esa es la verdad. Bien, conforme, la Virgen puede aparecerse, pero yo estaba muy tranquilo en mi Iglesia trabajando y ni me preocupé, ni hice caso, ni quise ir. Esto les dará a Uds. la nota de que no fui fácil de convencer.
Después hubo dos sacerdotes de Madrid que estuvieron pasando el verano en Barcelona y me hablaron de Garabandal; ni bien ni mal, más bien me hablaron despectivamente, pero eso sí, a partir de esa fecha es cuando empieza lo que yo no podía esperar.
Mientras me hablaban de Garabandal en tono despectivo empecé a sentir una llamada interior para visitar aquel lugar. Yo no me lo sé explicar todavía pero, a pesar de esa llamada, yo no me "arrancaba", por supuesto.
Cayó en mis manos un libro sobre Garabandal que me hizo mucho daño; lo leí y entonces me decepcionó por completo, y dije:
-- Entonces esa llamada es tal vez otra cosa, pero dejémoslo estar.
Sin embargo yo tenía la necesidad de visitar aquel lugar a pesar del dejar estar, los libros y todo aquello. Entonces cayó en mis manos el libro del Padre Pesquera y a través de aquel libro vi una cosa que me dejó en duda; en la intervención de los sacerdotes, si no incrédulos, por lo menos que iban en plan científico, a ver que pasaba allí y, entre ellos, los hermanos jesuitas Padres Luis María Andréu, que ya murió, y Ramón María Andréu. Claro, ante estos acontecimientos del Padre Luis María yo dije:
-- Esto no es tampoco como para jugar con ello; esto hay que pensarlo bien porque, ¿por qué Dios no puede hacer eso?.
Después fui leyendo más libros. Entonces me hice el propósito de visitar Garabandal, porque además lo estaba sintiendo desde lo más íntimo de mi ser. Por todo esto el primer verano que pude, aprovechando las vacaciones, cuatro muchachos de mi Iglesia y yo nos fuimos a Garabandal.
El primer año tuvimos vivencias maravillosas...
Transcurre el año, llega el verano y sentí una fuerza imperiosa a ir otra vez allí, pero esta vez sin prisas. Entonces hablo con los muchachos y en vez de cuatro se me "cuelgan" ocho. En mi coche fuimos cuatro y una muchacha de 43 años; a los otros los mandamos en tren.
Llegamos a Garabandal y nada más pisar el pueblo fuimos donde tuvo lugar la primera Aparición de María, está señalado con un mosaico; eran sobre las diez de la noche; en el Norte por el relente, por la humedad, aquello está muy alto, las piedras, el césped, todo estaba resbaladizo; le digo al mayor de los muchachos:
-- Dale el brazo a ese hombre, un hombre que aparece junto a nosotros, porque ese hombre se estrella.
Pero aquel hombre, en vez de aceptar el brazo del muchacho, lo despreció. No entendimos lo que dijo porque habló en inglés, pero hizo un gesto bastante desagradable.
Este hombre que rechazó la compañía de los jóvenes era Christopher Walsh, que vino a Garabandal con muy mal humor con un grupo de ingleses creyentes. Christopher venía descreído y rechazando las apariciones de María. Poco después de esto, durante el rezo de los muchachos, a Christopher le ocurrió un suceso, que él mismo cuenta en este relato, que le hizo volver con ellos y poco tiempo después se convirtió.
Dice el P. Miguel a los muchachos:
Aquí hemos venido a rezar y vamos a rezar por él, por ese gesto de desprecio que ha hecho a un acto de caridad, de cariño que le hemos ofrecido. Le encomendamos a la Virgen.
¿Qué creen Uds. que ocurrió? Aquel hombre que se iba como, no sé, algo así como si le hubiesen picado una docena de avispas, aquel hombre bajó a nosotros y ya no se nos separó en toda la noche.
Estuvimos creo que sobre dos horas orando y aquel hombre junto a nosotros. A la hora de estar orando, notamos que cayó de rodillas estrepitosamente con gestos de dolor. Al rato vimos que se liaba a hablar con otro hombre; todo esto sin entender que era aquello.
Al otro día nosotros nos levantamos y nos disponemos a celebrar la Santa Misa allí mismo en los pinos, porque yo no me quería quedar sin comulgar ya que yo iba a estar una semana allí.
EL grupo de ingleses subía a los pinos y ya sabían que Christopher se había convertido pero el P. Miguel no sabía nada todavía de lo que había pasado.
Se acerca una mujer y en inglés me dice:
-- ¡Milagro Padre!.
Subía con ellos un Padre Pasionista, iba con su hábito y claro, nosotros que nos acostábamos allí en los pinos, en unas colchonetas, en una tienda de campaña, pues yo iba con ropa ordinaria para echarme en el suelo con los muchachos.
Empezamos a celebrar la Santa Misa, llega la hora de la Comunión y la gente comenzó a llorar, a dar gracias, a romper en alabanzas a Maria, y nosotros seguíamos sin saber lo que había ocurrido; nada más que oíamos:
-- ¡Milagro, milagro!.
Pero luego una muchacha india que hablaba un poquito de español dice:
-- ¡Padre, es que anoche ocurrió aquí un milagro muy grande y la Virgen te eligió a ti para este milagro!
-- ¿Pero que ha ocurrido?
-- Yo no lo sé, yo no lo sé porque acabo de enterarme.
-- Bueno pues, dejémoslo estar.
A todo esto, aquella mañana había ocurrido un caso muy triste. Había muerto de cáncer una mujer a quien yo conocía, que dejaba tres niñitas muy pequeñas, y yo tenía el sentimiento de que si yo hubiese tenido un objeto besado por la Virgen de Garabandal aquella mujer no se hubiese muerto. Entonces me fui con aquella impresión y pedí a los del pueblo que me diesen un objeto besado por la Virgen; no lo lograron la noche anterior.
Entonces me voy a los pinos delante de la imagen de la Virgen, y le digo:
-- ¡Madre!, yo quiero esto, no para mi, que a mi me basta con tu cariño de Madre; yo lo quiero para estos enfermos graves, porque estoy impresionado ante una mujer que se muere con todos los cinco sentidos dejando a sus tres niñas, que aquello fue un cuadro que conmovía.
No hago más que hacerle aquella petición a la Virgen y siento la necesidad de abrir los ojos; yo rezo con los ojos cerrados, ni la miro tampoco a la Madre.
Abro los ojos y al lado mío había un rosario con una etiqueta que ponía: "besado por la Virgen". Bueno, aquello fue emocionante del todo. Yo iba todos los días a ver si lo había perdido alguien, sin duda, y no aparecía el dueño.
Con que una tarde, aparece un hombre llorando y diciendo con verdadera pena en inglés: "Que yo tenía su Rosario"; pude entenderle porque ya les he dicho que sé algo de inglés; se lo di y dije: "Madre, me han dado un gozo y me lo has quitado, pero en fin, me conformo".
Nada más que se fue aquel hombre sube la chica que había ido con nosotros y que estaba hospedada en el pueblo y me dice: "Tome el Rosario que pidió a la Virgen". Me lo quitaban por una parte y me lo daban por otra.
¿Qué pasó?.
Se me acerca un hombre después de la Misa hablándome en inglés, preguntándome si iba a bajar a la iglesia a hacer la oración y el Rosario ante Jesús Sacramentado; le digo que sí.
Al día siguiente me dice este hombre:
-- Tome Padre, la carta y que Dios le bendiga.
Abro la carta y me encuentro con "la conversión de aquel hombre".
La conversión de Christopher.
Cuando nos rechazó la noche anterior ese hombre venía del sepulcro de San Pedro de Roma. Lo habían llevado un grupo de católicos de Inglaterra. Fue a San Pedro a Roma e hizo burla de todo; fue a Lourdes y se burló de la Virgen; de allí se fueron a Fátima ya Santiago de Compostela, bueno, pues todos estos sitios para él fue una verdadera blasfemia contra la Madre de Dios, contra todo y contra los que le habían llevado a la peregrinación.
A eso se debe que cuando en Garabandal nosotros le ofrecimos el brazo, nos diera un bufido pero, nada más darnos aquella contestación y encomendarle nosotros a la Virgen, lo coge la Virgen, lo eleva del suelo y le dice:
-- No, a los pinos no, únete a ese sacerdote, ese es un ministro de Dios.
El no me conocía porque además, yo ni siquiera llevaba la Cruz y, aunque la hubiese llevado, allí estaba aquello en tinieblas, a oscuras completamente. Se volvió y ya no se separó. Y me dice en su carta:
-- Padre, en aquel momento, me sentí llevado por una mano misteriosa, elevado del suelo, y me hizo volver donde tu estabas.
Yo entendí toda la oración que tu hiciste con los muchachos y yo no sé una palabra de español. Yo estuve durante esa hora y media o dos horas entendiendo toda la oración que hacías a María; pero llegó un momento en que la Madre me hizo caer en tierra.
Allí no pone los años, luego me escribió una carta en el verano donde me lo explica todo. Llevaba "veinte años" separado de la Iglesia y luchando contra la Iglesia, riéndose de todos los misterios, sobre todo de la Eucaristía y de la Santísima Virgen.
A los sacerdotes no los podía ver; total que llega un momento en que la "fuerza de María" se le impone en el corazón y cae de rodillas pidiendo y llorando; pidiendo perdón a Dios inmediatamente allí, y siente la necesidad de confesar su vida.
Providencialmente, subía el Padre pasionista. Era el Padre Dónovan, que venía con el grupo inglés. Christopher se confesó con él, entre un mar de lágrimas, y al otro día vino a recibir al Señor en la Misa que celebré allí.
Padre Miguel Fernández.
Barcelona.
Carta de Christopher Walsh al P. Miguel Fernández.
Querido Reverendo Padre:
Le escribo esta carta para darle las gracias por guiarme de su mano a recibir a Cristo en los pinos de Garabandal. No había recibido el Sacramento desde hace muchos años y no había intentado hacerlo, pero debido al maravilloso trabajo de la Madre de Dios, me dirigí aquí.
Aquella noche me encontré con Ud. y su reunión de jóvenes. Me dirigí a pasear a los pinos pues fui literalmente transportado al alto. Gracias a Dios, pude entender la conversación entre Uds. porque al no conocer nada del idioma español me fue muy difícil. Pero gracias a la Virgen María Nuestra Señora de Garabandal, Madre de Dios, fue posible. Por Ud. Padre y por el Padre Dónovan que venía con mi grupo.
Comprendí que Ud. iba a decir Misa a la mañana siguiente en los pinos. Tuve gran necesidad de confesarme y recibir el Cuerpo de Cristo de Ud. Confesé mis pecados a mi sacerdote en los pinos y comulgué. Fue el día más feliz de mi vida. Realmente sentí que Cristo estaba conmigo.
Padre, gracias a Ud. por el más grande día de mi vida. Pueda Dios y su Santísima Madre ayudarle a Ud. y a su grupo de jóvenes. Padre, le pido me recuerde en sus oraciones. Yo he rezado por Ud. y continuaré haciéndolo.
Christopher Walsh.
A. M. D. G.