Las Apariciones de la Santísima Virgen María en San Sebastián de Garabandal

Capítulo 117

 

Conversión de José Hernández Morales.

Hacía unos veinte años que no me confesaba. Mi corazón y mi alma se quedaron con un sosiego y una paz indescriptible.

 

Pequeña imagen de la Virgen del Carmen de Garabandal
 que se venera en los Pinos.

 

 

José Hernández Morales.

Madrid, 1997.

A primeros del mes de octubre del pasado año, 1996, tuve conocimiento por unas amigas de que iban a realizar una excursión a un pueblecito de Cantabria llamado San Sebastián de Garabandal, donde se había aparecido la Virgen a cuatro niñas años atrás.

Debo reconocer que mi interés por los hechos no era muy grande, si bien la posible excursión sería más bien por acompañar especialmente a una de las amigas.

Fue pasando el tiempo y cuando las volví a preguntar ya no quedaban plazas, pero cuando ya lo daba por perdido me llamaron confirmándome que había habido una renuncia de otro autocar que salía antes que el de ellas y que volvería también con unas horas de antelación.

Llegamos al pueblo el día 12 de octubre, festividad de la Virgen del Pilar, y por la tarde me vi con las amigas y todos juntos fuimos a visitar los lugares de las Apariciones. Durante el recorrido iba escuchando la historia de los hechos acaecidos entre los años 1961 a 1965 y en mi interior iba prendiendo una chispa de credibilidad.

 El domingo día 13 me avisaron que había quedado una plaza vacante en el autocar que fueron mis amigas, por lo que con agrado y con todo el grupo fuimos a oír misa.

 

Peregrinos durante la celebración de la Santa Misa en la Iglesia de San Sebastián de Garabandal.

 

Al finalizar la misma, caí de rodillas y sentí como un sofoco, un anhelo, un vacío en mi alma y unas ganas incontenibles de llorar, y lo hice amargamente, sin que hubiera forma de parar pues no encontraba consuelo.

De allí me acompañaron a casa de Lucía, donde se hospedaban algunos amigos, y con mi consentimiento llamaron a un sacerdote, quien me confesó. Hacía unos veinte años que no me confesaba. Mi corazón y mi alma se quedaron con un sosiego y una paz indescriptible.

Doy gracias a la Santísima Virgen de Garabandal por el favor tan maravilloso que me hizo y de todo corazón le pido que si por su mediación volví al camino de salvación, no me deje de su mano y me pongo a su entera disposición por si Ella desea que la sirva de alguna manera.

José Hernández Morales.
Madrid, 1997.
 

A. M. D. G.

 


 

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