Las Apariciones de la Santísima Virgen María en San Sebastián de Garabandal
Capítulo 148
Momentos felices, delicadezas de la Virgen.
Algunos sucesos insólitos.
¿Para qué viene el Milagro?: para convertir el mundo entero.
Lo dijo Jesús a Conchita en una locución.
Momentos felices.
Durante las Apariciones hubo una época feliz en que era muy notable la alegría y entusiasmo de todo el pueblo.
Don Valentín, el párroco decía:
-- Hasta ahora todo parece de Dios.
Más adelante pidió a la Santísima Virgen una prueba inequívoca y recibió más de una. Desde entonces creyó firmemente.
Las madres de las niñas videntes estaban muy contentas de sus hijas:
Dice Julia, madre de Loli:
«Los sacrificios y oraciones de mi hija me impresionan mucho.»
Pilar, madre de Mari Cruz dice:
«Mi hija es ahora tan caritativa, que su más grande alegría es dar lo mismo que ella necesita. Yo me doy cuenta de su sufrimiento cuando oye hablar mal de las Apariciones».
María, madre de Jacinta, dice:
«Mi hija es cada día más piadosa, nos hemos podido dar cuenta de su devoción en la Iglesia y también del fervor extraordinario de las niñas Loli y Conchita, que hoy las hemos visto comulgar».
Aniceta, madre de Conchita, dice:
Rezaba mi Rosario, como lo hago cada mañana muy temprano; eran sobre las 5:10 de la madrugada. Conchita se despertó súbitamente.
-- «Mamá, mamá, la Virgen me llama»
Responde Aniceta:
-- «No, tápate, estás soñando».
Pero Conchita insiste:
-- «Mamá, es verdad».
Se levanta, sale de casa y corre en la noche, llevada por la Santísima Virgen; no puedo seguirla, la pierdo de vista y después la encuentro de rodillas en éxtasis a la puerta de la Iglesia. Mi emoción fue tan grande que yo no hacía más que exclamar:
-- «Virgen Pura, perdóname»
Por haber dudado de mi hija. Estábamos las dos solas a esas horas de la madrugada. Era el día de la Inmaculada de 1963. Cuando terminó el éxtasis, la niña me dijo:
-- «La Santísima Virgen me ha felicitado en mi santo y yo he hecho lo mismo con Ella. Me ha dicho: no te haré feliz en la tierra, pero lo serás en el Cielo».
Luego le he preguntado:
-- ¿Si yo muriera hoy, iría al Cielo?
Y la Santísima Virgen no me ha contestado. Me habló mucho de las cosas que pasarán, pero no las puedo decir ahora.
El mes de septiembre de 1962 se da normalmente como el mes en que terminan los éxtasis de Mari Cruz. Pero este hecho de Octubre de 1962 muestra que no ha sido así.
Lo cuenta el doctor Ortiz como testimonio de una conversación que tuvo con Pilar, su madre, y con Escolástico, su padre.
Dice el doctor Ortiz:
En octubre pasado, Mari Cruz ya no tenía éxtasis y su madre la hizo subir al monte del Acebal con ella, y desde allí su madre bajó de rodillas rezando el Rosario que Mari Cruz dirigía de pie.
Invocaban a la Virgen para que la niña la viese de nuevo, como así sucedió, sin enterarse nadie más que ellos, aquella misma noche.
La madre tuvo varios días las rodillas llagadas e inflamadas. Dijo que cuando su hija se ponía «así, extasiada» parecía un Angel. Y aunque ahora no tenga ya Apariciones, dice Pilar que cree firmemente».
Su padre, Escolástico, me dijo que desde que su hija tenía las Apariciones él había cambiado. Me comentó que su mujer, llamada «la pasiega», ha ofrecido sus sacrificios a la Virgen.
Un suceso insólito le sucedió a D. Plácido Ruiloba Arias; perdió la visión en el instante crucial.
Una noche obscura, muy cerrada de nubes, Conchita, en éxtasis, bajaba de los pinos caminado de espalda a gran velocidad y a solas con este señor, que la había seguido al verla en trance.
Plácido, en estas fechas, era una persona acostumbrada a caminar por los montes y entre matorrales, era joven y fuerte y, aún así, decía que le era muy difícil seguirla. Al llegar a un fuerte desnivel, pensó en su interior:
-- Ahora sí que voy a ver cómo eres capaz de salvar este obstáculo sin hacerte daño o romperte la cabeza.
Llegado el momento crucial, no sabe qué le pudo pasar, ni a qué fue debido, pero perdió la visión durante ese instante y no pudo ver cómo logró salvar ese desnivel.
Cuando instantes después volvió a verla, Conchita ya había salvado el desnivel sin ningún problema y seguía su marcha.
Dice Plácido:
«Lo he pensado y no encuentro ninguna explicación; no pude comprobar lo que tanto deseaba, para tener una prueba clara, pero es que la Santísima Virgen da las pruebas cuando Ella quiere, no cuando lo imponemos los mortales».
Una vez salvados los obstáculos, la vio deslizarse como en momentos anteriores, y sigue diciendo:
«Esto es de tal magnitud, que no se puede creer si no se contempla».
Otro suceso insólito sucedió el 9 de septiembre de 1965. El Sr. Yllera lo contó a la Sra. Marichu Herrero; dice este señor:
Seguí con interés lo que sucedió en Garabandal desde 1961.
Paseaba por el pueblo cuando de pronto vi en el cielo, completamente azul y despejado, cómo subía con brusquedad un nubarrón negro y muy espeso que permaneció sobre Los Pinos; me quedé mirándolo con extrañeza pensando de dónde había venido con un cielo totalmente azul y despejado; la nube, según mi visión, era cada vez más negra y amenazadora.
Estando mi vista fija en ella y mi mente muy asombrada, vi cómo se partió por el centro y de éste salió una llamarada o algo fuertemente luminoso que poco a poco se hacía grande, hasta hacer desaparecer a la impresionante nube negra.
Durante varios minutos, no puedo recordar el tiempo exacto, la nube de fuego permaneció allí formando una corona por encima de Los Pinos y con el cielo completamente limpio de nubes. Instantáneamente, y sin yo poder explicármelo, desapareció, quedando todo el cielo completamente azul y limpio, como si allí nada hubiese pasado.
Una lectura inmediata de este suceso es que los nubarrones que vienen sobre las Apariciones y sobre la Iglesia un día se disiparán completamente por la intercesión de la Santísima Virgen, Madre de Dios y Madre Nuestra. La intervención directa de Dios, por medio del Aviso y el Milagro, y por la Señal que dejará en los Pinos, hará que se convierta el mundo entero como lo dijo Jesús a Conchita en una locución.
Otra delicadeza de la Virgen fueron las felicitaciones del día de la Inmaculada. Del 8 de Diciembre de 1961 dice Conchita:
El día de la Inmaculada me vino a felicitar la Virgen, que ya me lo había dicho que iba a venir. Y cuando vino, venía muy sonriente. Lo primero que me dijo fue: "¡Felicidades!" Así que ese día lo pasé muy bien.
Vino por la tarde; dicen que estuve mucho rato, pero a mí se me hizo muy poquitín. Después dijo que se marchaba, para que yo cenase. Y después de cenar, volvió otra vez.
Fui hasta donde tuvimos la primera aparición, luego bajé de espaldas hasta casa; después salí, recé el rosario por las calles y visité a todos los enfermos y les di a besar el crucifijo.
Verdaderamente se cumplía una vez mas lo que la Virgen dijo: estaré siempre contigo y con todos mis hijos.
A. M. D. G.