Las Apariciones de la Santísima Virgen María en San Sebastián de Garabandal

Capítulo 149

 

María Josefa Villa de Gallego.

Cantaban unos cantos a la Virgen que eran una preciosidad por las letras y la entonación, y su sincronización era perfecta. Nunca los habíamos oído.

 

Lugar de la primera Aparición
de San Miguel Arcángel en la Calleja.

 

 

En Agosto de 1961, María Josefa Villa y su esposo Félix Gallego, médico de Polanco, vieron a Loli y Jacinta en éxtasis por primera vez.

Dice María Josefa:

Nos encontrábamos mi marido y yo en Garabandal acompañados de un compañero de profesión y su esposa, y ese día coincidió que se puso enfermo un hermano de Loli; su padre, enterado que este médico estaba en el pueblo, acudió a él, pues le conocía de haber asistido a otro hijo suyo.

Le pidió que viera a su hijo que se encontraba con un fuerte dolor de vientre; este médico que era traumatólogo le sugirió que mejor le iba a diagnosticar mi marido que era médico de medicina general.

Aprovechando la ocasión de entablar amistad, subí al piso con mi marido; allí me encontré con Loli y Jacinta que estaban jugando en una habitación muy larga que había a la subida de la escalera.

Mientras mi marido reconocía al niño, yo les pregunté:

-- ¿Veréis hoy a la Virgen?

 Me contestaron que sí; yo les dije que cómo lo sabían y me respondieron que tenían una llamada. Al terminar mi marido de reconocer al niño enfermo y comentarle a su padre el diagnóstico, en agradecimiento, éste le dijo:

-- Si las niñas tienen éxtasis y quieren verlas, yo les avisaré para que suban, pues hoy no las dejo bajar a la calle porque hay mucha gente y las atropellarían.

 Era cierto, había un gran gentío. Llegó el momento y cumplió su palabra; subimos los dos con Ceferino, ese era el nombre del padre del niño, y nunca volvimos a contemplar un éxtasis tan a gusto y sin que nadie nos molestase.

Estaban las dos videntes sentadas en el suelo, de forma paralela, mirando hacia el techo y entonando unos cantos a la Virgen que eran una preciosidad por las letras y la entonación, y su sincronización era perfecta. Nunca los habíamos oído.

Ellas no podían verse una a la otra pues sus ojos seguían fijos en lo alto. Al estar tan cerca de ellas nos dimos cuenta que no pestañeaban ni movían sus ojos; éstos estaban fijos en algo que veían y por su cara de felicidad se notaba que estaban ante la Santísima Virgen.

Después de un rato se levantaron y empezaron a andar; esto creo que se llaman marchas extáticas,  o sea, en estado de éxtasis; lo he oído repetir a teólogos muchas veces durante esos años.

Unas veces se detenían y otras daban vueltas por la habitación; en todos los movimientos de las dos niñas había una sincronización perfecta, y siempre con la cabeza inclinada hacia atrás.

Ceferino le dijo a mi marido:

«Si Ud. como médico quiere hacer alguna prueba con las niñas, tiene mi permiso».

En ese momento mi marido se acercó a una de ellas, estaban de rodillas, cogió a Loli por debajo de los brazos e intentó levantarla; le fue totalmente imposible, parecía que sus rodillas estaban soldadas al suelo, más bien era un bloque de piedra que una criatura.

Lo intentó varias veces, tiró del cuerpo de la niña con todas sus fuerzas, mi marido es fuerte y de una estatura normal y no consiguió despegar sus rodillas ni siquiera para pasar un papel entre ellas y el suelo.

Probó a continuación con Jacinta, y el resultado fue idéntico. Parece mentira que unas niñas de 12 años, en apariencia tan frágiles, pesasen en los momentos del éxtasis auténticas toneladas.

Nos causó impresión que al poco rato Jacinta cogió a Loli por las caderas, y como si en ese momento se hubiese vuelto una pluma, la elevó casi hasta dar con su cabeza en el techo, mientras la niña daba a besar a la Virgen unos rosarios que tenía entre las manos, según ella dijo después.

Si esto era cosa de la Virgen, estuvo bien claro que quiso damos una lección:

«Tú has querido hacer experimentos y no has podido; y con esto yo te voy a demostrar que estoy aquí y que las niñas no mienten; entre ellas, estando en éxtasis, sí se han podido levantar; las cosas pasan cuando yo quiero ¿Y no es bastante con lo que estáis viendo que aún queréis más pruebas?».

La verdad es que ese día tuvimos mucha suerte; con tantísima gente como esperaba, los privilegiados fuimos nosotros.

Luego llegó D. Valentín, el Párroco y solos los cuatro estuvimos contemplando aquella maravilla.

Ellas, durante todo el éxtasis estuvieron hablando, dijeron después que era con la Virgen y al final las oímos decir:

-- «¡No te marches, no te marches que es muy pronto!»

y volvieron a la realidad bajando la cabeza de la posición que la tenían a la normal, con una sonrisa en sus labios y en sus rostros reflejada la satisfacción. Este trance duró algo más de una hora.

Quiero que quede constancia de un hecho que presencié en compañía de mi marido durante un éxtasis de Loli en una habitación de su casa por la que directamente se salía a la calle. Cuando íbamos a Garabandal casi siempre nos dirigíamos primero a casa de Loli, por ser la más cercana y por tener confianza con sus padres.

Al llegar le preguntamos si vería a la Santísima Virgen y nos contestó que sí. Entonces le di mi alianza y la de mi marido. Al verme hacer esto, siguieron mi ejemplo las personas que allí se encontraban, que eran bastantes.

Entre ellas había un matrimonio catalán que estaba pasando sus vacaciones en Santander y aunque él no creía en las apariciones, su esposa, después de un gran esfuerzo, logró convencerlo para que la llevase a Garabandal; esta señora también dio las dos alianzas.

Cuando llegó el éxtasis, esas alianzas fueron besadas con todas las demás, y Mari Loli, yendo de un lado para otro, iba colocándolas en los dedos de sus propietarios.

A poco de comenzar el éxtasis, el señor catalán había abandonado la habitación; en la calle, se fue a situar en la parte trasera de la casa, en una total oscuridad, como tratando de esconderse.

Llegado el momento, Loli colocó la alianza en el dedo de la señora que se encontraba cerca de la puerta de la habitación, y seguidamente, sin titubear, salió a la calle, dobló la esquina y se dirigió a la parte trasera de la casa, donde se encontraba este señor y en plena oscuridad le cogió la mano derecha y al ir a colocar la alianza se le oyó decir:

-- ¡Ah! ¿Que aquí no?

Y dejando la mano derecha le cogió la izquierda y en el dedo correspondiente de esta mano le colocó la alianza.

La niña regresó a la habitación y al poco rato terminó su éxtasis. Este señor que había venido detrás de Loli, entró en la habitación muy impresionado y llorando de emoción.

A la niña, después del éxtasis, él la preguntó:

-- ¿Por qué me cambiaste la alianza de mano?

Y ella, rápidamente, respondió:

-- La Virgen me dijo: este señor es catalán y ellos la llevan en la mano izquierda.

Estos hechos parecen pequeños para que Nuestra Señora descienda a ellos; sin embargo los lleva a cabo para hacemos comprender que Ella se preocupa hasta de los más insignificantes detalles y éste, aunque lo parezca, no es de los pequeños, pues tiene gran importancia por ser la alianza el símbolo del matrimonio.

También durante este éxtasis Loli se dirigió a nosotros y nos colocó nuestras alianzas; un desconocido que se encontraba en nuestro grupo me dijo:

-- Qué confiada es usted; le ponen un aro y no verifica si es el suyo.

Yo le contesté:

-- Es que no tengo ninguna duda.

El me replicó:

-- ¿Sería tan amable de decirme cómo se llama su marido?, porque llevará grabado su nombre.

Yo le contesté:

-- Así es, y se llama Félix.

Me la quité y a la luz de un pequeño candil que apenas dejaba ver, la miró y vi su cara de perplejidad al comprobar que, efectivamente, era la mía. Lo mismo ocurrió con la de mi marido después de requerir mi nombre. Su asombro fue tal que sólo repetía:

-- No lo comprendo, no lo comprendo.

Más tarde nos comentó:

«Llegué al pueblo, lo hice por mera curiosidad y salgo creyendo que aquí hay algo digno de estudio y respeto».

 

A. M. D. G.

 


 

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