Las Apariciones de la Santísima Virgen María en San Sebastián de Garabandal
Capítulo 165
Félix Alonso Escribano.
Al cerrar con la mano el ojo izquierdo me di cuenta que ya veía con el derecho, que era el que tenía mal y pude leer letras muy pequeñas.
Por el Beso que he dado, mi Hijo hará prodigios.
Félix Alonso Escribano, de 59 años, nació en Baldunciel (Salamanca), domiciliado en Barcelona y de profesión Administrativo.
Dice Don Félix:
Salimos de Barcelona el 31 de julio, sábado, y sobre las siete de la tarde llegamos a Sancho el Fuerte, que está en la carretera junto a Tudela.
A esa hora, cuando fui a ducharme, me ocurrió un percance: al incorporarme en la bañera, resbalé, golpeándome con el borde de la misma.
El día 1 de agosto telefoneó mi esposa al doctor Alejandro Palomar Palomar, Doctor en Medicina y Oftalmólogo, cogimos un taxi y fuimos a Zaragoza a su consulta para que me viera el ojo, ya que en la herida de la cabeza ya me habían dado ocho puntos de sutura en el pueblo donde me ocurrió el accidente. Después de la consulta médica tuve que permanecer trece días en la cama del hotel Remigio, en Tudela, para que no se vaciara el ojo, tal como me dijo el doctor.
El día 15 de agosto estábamos en San Sebastián de Garabandal para asistir a las doce horas a la misa que allí se celebra todos los años.
Después de la comida se rezaba el Rosario y a continuación el Vía Crucis. Allí siempre nos encontrábamos con dos señoras, una de Oviedo y la otra de Madrid; cuando llegaron las siete de la tarde, yo le dije a estas señoras que tenía que volver a Torrelavega y tenía que hacerlo de día pues el trayecto era muy largo para conducir con un ojo solo; ellas dijeron que era lo mejor que hacía.
Cuando salimos de la ermita fuera del cercado, a unos veinte metros del mismo, yo iba el primero, y mi esposa y las dos señoras detrás, cuando sentí un golpe en la cara, como si me hubieran dado con un manojo de escobas.
Al cerrar con la mano el ojo izquierdo me di cuenta que ya veía con el derecho, que era el que tenía mal. Yo le dije a mi esposa que si tenía algún papel para comprobar si veía; me dio uno y pude leer las letras aunque eran muy pequeñas. En aquel momento las dos señoras que nos acompañaban empezaron a decir, ¡milagro, milagro!
Querían que este suceso lo publicase la prensa, pero a mí me pareció que no hacía bien, y ni lo hice ni dejé que lo hicieran ellas. En aquel momento desapareció el amoratado que tenía en los párpados, quedando el ojo igual que el otro, sin notarse nada, ya que hacía trece días, lo tenía hecho una pena, todo hinchado, amoratado.
Alonso y Lori.
Barcelona.
A. M. D. G.