Las Apariciones de la Santísima Virgen María en San Sebastián de Garabandal

Capítulo 166

 

Kevin Sharpe.

Puse la medalla a mi madre y recé el rosario por su curación.
De pronto, salió del coma, abrió los ojos y estaba curada.

 

Por el Beso que he dado, mi Hijo hará prodigios.

 

La medalla de María y su promesa.

Kevin Sharpe vivió en su propia familia la realidad de la promesa de la Santísima Virgen.

Dice Kevin:

La Santísima Virgen María prometió en Garabandal que haría muchos prodigios por medio de las medallas besadas.

Cuando Nuestra Bendita Madre apareció en Garabandal, prometió que por medio de la reliquia que contienen estas medallas, un trozo de las hojas de los misales de Mari Loli que ella dio a besar a la Santísima Virgen durante las apariciones, su Hijo Jesucristo realizaría muchos prodigios.

Debemos recordar esto a nuestros amigos que posean estas medallas para pedirles que las lleven con fe a sus amigos enfermos y vecinos. Mencionamos un par de sucesos entre muchos que hemos vivido u oído que fueron respuestas maravillosas a la oración y fe por medio de la Medalla Relicario besada por la Bendita Madre.

 El 14 de Agosto de 1982, a las 8 de la mañana, recibí una llamada desde Sydney: mi padre había sufrido un ataque de corazón y se estaba muriendo en el Hospital San José de Auburn. Mi hermana me dijo que me quedase unos días para su funeral. Mi cuñado ya tenía para mi la reserva de un vuelo desde Brisbane a Sydney de modo que en menos de una hora ya estaba de viaje con la medalla besada por Nuestra Bendita Madre. Le pedí que mantuviese vivo a mi padre hasta que pudiera verle.

Cuando llegué al Hospital mi hermano y mis hermanas salieron de la habitación y bajaron a la cafetería. Mi hermana me dijo que papá se estaba muriendo.

Entré en la habitación, le puse el Escapulario y la Medalla y empecé a rezar el Rosario. El contestaba y pudimos completar el rosario juntos. Entonces papá me dijo que su muerte era inminente. Casi inmediatamente tuvo otro ataque del corazón y murió.

Papá oía misa y comulgaba a diario. De un modo muy especial, Nuestra Bendita Madre me hizo entender al día siguiente que mi padre estaba en el Cielo. Era el 15 de Agosto, la fiesta de la gloriosa Asunción de María al Cielo.

 En 1983 tuve noticias de mi hermana en Sydney de que mi madre, que tenía 71 años, fue golpeada por un automóvil mientras iba a misa por la mañana. Tenía una lesión grave en su cerebro y roturas en sus brazos y no se esperaba que saliese con vida. Cuando llegué al hospital, el médico me dijo que el cerebro de mi madre estaba muerto y que si sobrevivía sería de modo completamente vegetativo.

Puse la medalla sobre mamá y medio dormido recé el rosario toda la noche y el día siguiente pidiendo a Nuestra Bendita Madre que intercediese ante su Hijo Jesús para que mi madre no quedase en estado comatoso. Mientras tanto mis hermanas ya estaban preparando el funeral como si mamá ya hubiese muerto.

En el segundo día, volviendo al hospital, después de oir misa, me di cuenta de mi falta de fe en la promesa de la Bendita Madre ya que no había pedido por su curación. Puse la medalla a mi madre, recé el rosario por su curación y me quedé dormido. De pronto mi madre abrió los ojos, me tocó la cabeza y me despertó, preguntó por Verónica y los niños.

Mamá se recuperó completamente. Los médicos dijeron que no se explicaban como su cuerpo funcionaba normalmente con un tercio del cerebro dañado. Mamá vivió otros siete años con gran devoción hacia Nuestra Bendita Madre hasta que Nuestro Señor la llevó a la vida eterna, con gran paz, el 10 de Junio de 1990.

En noviembre del 2000, una amiga nos escribió a Verónica y a mi, desde Sydney, pidiendo oraciones. Conocíamos a Jo Anne de toda la vida, nació con espina bífida y no se esperaba que viviese más de un año. Ella tiene ahora mas de cuarenta años y ha gastado una buena parte de su vida en operaciones.

Jo nos dijo que recientemente le habían extirpado un tumor de 15 por 15 centímetros y que era maligno. Dudaba de iniciar la quimioterapia porque no quería dañar el riñón con el tratamiento.

Le enviamos una medalla besada por la Santísima Virgen y le pedimos la colocase en la zona enferma y que rezase con nosotros por su completa curación.  Ofrecimos a Nuestro Señor a Jo Anne, en especial en nuestra Misa diaria, durante la consagración, pidiéndole a Nuestro Señor que con Su preciosa Sangre lavase su cáncer.

Tras un nuevo examen, siete días después, no se encontró ningún indicio del cáncer, los médicos no encuentran explicación a esto.

 

A. M. D. G.

 


 

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