Las Apariciones de la Santísima Virgen María en San Sebastián de Garabandal

Capítulo 180

 

Begoña Andreu, mis recuerdos.

La sobrina del Padre Ramón Andreu recuerda a su tío
y sus propias vivencias en Garabandal.

 

Begoña Andreu, a la izquierda, su madre a la derecha, con
Mari Cruz y Jacinta, en Garabandal, año 1961.

 

Begoña Andreu, mis recuerdos.

La sobrina del Padre Ramón María Andreu recuerda a su tío y sus propias vivencias en Garabandal.

Begoña tenía 13 años cuando fue al pueblo por primera vez. Dice Begoña:

Mis recuerdos de Garabandal son muy claros a pesar de mis 56 años. La primera vez que fui a Garabandal fue después de la muerte de mi tío (Padre Luis María Andreu S.J.). Mis padres, mi tío Ramón y yo fuimos acompañados por la familia Fontaneda. Esta familia acompañaba a mi tío el P. Luis la noche que murió volviendo del pueblo.

Antes de llegar a Garabandal paramos en Aguilar de Campoo donde vivía la Familia Fontaneda. Allí compré varias estampas con la imagen de Nuestra Señora y el Niño Jesús. Durante el viaje a Garabandal busqué entre las estampas la más bonita para mí; pensaba dar las otras a las videntes.

Varias horas después de que llegamos, oímos que Mari Loli estaba en éxtasis en su casa. Fuimos allí y vimos que la gente ponía en un recipiente rosarios, estampas, medallas y anillos para que la Virgen los besase. Yo puse allí mi estampa también para que la besase Nuestra Señora. Mari Loli, en éxtasis cogió cada objeto y lo dio a besar a la Virgen y después, sin mirar a la persona, lo devolvía a su dueño sin equivocarse nunca.

Cuando Mari Loli cogió mi estampa y la dio a besar a la Virgen la puso de nuevo en el recipiente. Oí a Mari Loli que preguntaba a la Virgen por qué no besaba mi estampa. En ese momento me llené de tristeza y, llorando, fui a decírselo a mi tío, el P. Ramón. Le conté que durante el viaje había sido egoísta escogiendo para mi la estampa más bonita y que estaba muy triste. Él me dijo:

-- No te preocupes, aprende a no ser tan egoísta la próxima vez.

 Entonces volví donde Mari Loli que estaba todavía en éxtasis y la vi que cogía de nuevo mi estampa y la ofrecía de nuevo a la Virgen diciendo:

-- Ahora ¿sí que quieres besarla?

La dio a besar y vino a mi y me la devolvió. Me quedé sin palabras.

Cuando Mari Loli salió del éxtasis, el P. Ramón le preguntó por qué la Virgen no había besado la estampa la primera vez. Ella dijo que él ya sabía por qué - como dijo su sobrina al P. Ramón fue por su egoísmo - y porque entonces yo lo comprendí y me arrepentí, la besó. Esto me quedó muy grabado.

 

El Padre Ramón María Andréu acompaña a Conchita y Loli en éxtasis. Conchita da a besar el Crucifijo, primero a la Virgen, y después a la gente.

 

Fui testigo de muchísimos éxtasis porque pasaba el tiempo jugando todo el día con las videntes. En una ocasión Conchita entró en éxtasis mientras cogía su mano en uno de nuestros juegos y tuve que ir con ella a todos los sitios durante el éxtasis porque me era imposible separar mi mano de la suya.

 Tengo grandes recuerdos de todos mis tíos pero sobre todo del P. Ramón que era mi tío favorito. De niña fue como mi padre, porque durante mi niñez, mi verdadero padre estaba trabajando en Venezuela. Siempre que el P. Ramón venía a Madrid se quedaba con nosotros. Jugaba mucho con él. Me gustaba oírle contar historias porque las contaba muy bien. Dio también conferencias en mi Colegio y cuando las otras niñas oían que mi tío daba una conferencia, ninguna faltaba; les gustaba oírle. Les gustaba confesarse con él porque era muy comprensivo y hacía que se sintiesen bien. Yo era su única sobrina y me adoraba.

No tuve mucha relación con mi tío el padre Luis porque yo era muy pequeña y él vino a España con menos frecuencia. Además murió muy joven. Lo mismo me pasó con mi tío el P. Marcelino que estaba lejos de misionero. Con mi tío el Padre Alejandro estuve dos años en Venezuela. Todos eran encantadores.

La última vez que estuve con los tres juntos, con Alejandro, Ramón y Marcelino, fue cuando estuve embarazada de mi hija Itzier, la más joven, hace diecinueve años. Tuve que guardar reposo en cama y ellos estaban siempre conmigo haciéndome compañía.

Nosotros queríamos mucho al Padre Ramón. Era muy comprensivo y generoso y tenía un gran amor a Nuestra Señora.

 

A. M. D. G.

 


 

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