Las Apariciones de la Santísima Virgen María en San Sebastián de Garabandal

Capítulo 182

 

Un grupo de vecinas hablan de las Apariciones.

Simón, María, Laura, Avelina, Angelita y otras vecinas del pueblo.

 

Conchita, Jacinta y Loli.

 

 

Un grupo de vecinas del pueblo hablan de las Apariciones.

 

María:

Un día tenía un dolor de cabeza y se me llenaba la casa de gente. Digo yo:

-- me voy a la otra casa.

Aquí dormían los muchachos, parte de ellos. Tenía aquí una habitación y entonces digo: me voy allí. Era una casa vieja. Entonces me vine ahí y Jacinta estaba cenando. Jacinta no salió de casa que no tenía Aparición. Yo me vine después de cenar a esta otra casa y cuando mas tranquila estaba dan en picar a la puerta.

Eran Conchita, Loli, Don José Ramón y un tropel de gente. Abro la puerta, entran, se me afincan al par de la cama, me hacen una Cruz en la almohada y yo no pude volver a dormir. Me dije: es inútil esconderme que dondequiera me encuentran.

 

Simón:

Iban a las camas. Si estabas en una casa que no era tuya o estabas con otra mujer, pues te descubrían. El matrimonio a veces, si tienen un hijo enfermo, ponen el niño en el medio. Pues hacían tres cruces entonces. Cada persona que dormía en la cabecera de la cama parecía que lo conocían y si hacían tres cruces es que tenían allí algún hijo.

En casa de mi hermana Tiva, entraron en un cuarto e hicieron una Cruz en la cabeza de la cama y otra en los pies y era que dormían así las muchachas. Entraban en una casa y todo lo descubrían. ¿Quién se lo dijo a ellas?. Si veían mal comportamiento en una muchacha y un muchacho, les decían:

-- ¡Ay, yo creía que erais matrimonio!.

Se descubrieron muchas cosas.

Vino aquí uno de Galicia de la provincia de Orense. En la provincia de Orense estuve yo trabajando. El era de aquí de Palencia y había estado aquí muchas veces y venía con unos rosarios ya besados por la Virgen y trajo mas rosarios, entre los unos besados trajo otros que no estaban besados. Se lo dio a una de las muchachas para cuando viese a la Virgen se los diese a besar.

La niña en éxtasis apartó los que ya estaban besados y le dio a besar a la Virgen los que no lo estaban. ¿Cómo conocían ellas que algunos estaban besados?.

Uno de Unquera que se llamaba Jacinto hacía dos meses que le había dado un Crucifijo a besar a la Virgen que se le dio a Jacinta. Y oyó esto de que los crucifijos o rosarios ya besados los apartaban ellas. Y decía él:

-- ¿cómo lo van a saber?.

Decidió hacer una prueba. Estando en casa de Ceferino, calló Jacinta en éxtasis y estaba allí el cura de Cosío, Don Valentín, y había mucha gente. Le dijo Jacinto a Loli:

-- dale este Crucifijo a Jacinta para que se lo dé a besar a la Virgen.

Le coge Jacinta y dice bien claro:

-- está besado.

Le pregunta Don Valentín a Jacinto:

-- ¿está seguro que está besado?.

Le dice Jacinto:

-- ¡Seguro!, ¡seguro!, hace dos meses que se le di a besar a esta misma niña.

Sobre los Pinos, dice Simón:

Me acuerdo cuando se plantaron, cuando la Dictadura, cuando Primo de Rivera. Primo de Rivera fue en 1925. Se plantaron esos pinos y se plantó como una hectárea de terreno por allí. Los otros pinos y plátanos y arbolado todo caducó y quedaron esos pinos. Estaba de presidente del pueblo entonces el padre de Maximina, se llamaba Serafín.

 

María:

Estábamos cenando y vino una nieta de Tiva y había venido uno de la línea diciendo que vino una señora para que cuando tengas Aparición le des a besar este Crucifijo a la Virgen y luego que se le lleves a su dueño. Entonces yo, como era tan desconfiada, le digo:

-- ¿qué sabe ella quién es su dueño?.

Tuvo Aparición Jacinta y yo la seguí. Anduvo por ahí y fue con mucha gente donde la señora que ya estaba acostada y le dije.

-- ¿es tuyo?.

Y me dice:

-- Sí, es mío que quise yo tener una prueba.

 

Avelina:

-- Una noche estaba Maria Cruz en éxtasis y estaba Escolástico, el padre, con ella. Como decía la gente de que las niñas en éxtasis no sentían dolor quise hacer una prueba. Hartéme de picarle las piernas, pero no fue posible de que se moviese, no se movió nada, nada, como si tocara esa banqueta.

 

Laura:

 Tenía un hijo en el servicio militar en Burgos y vino aquella noche con el coronel, con el capitán y mas gente. Tenemos una cuadra con dos puertas. Antes, para meter los carros, ponían dos puertas. Abrieron las dos puertas, metieron el coche y se tuvieron que marchar al bar que en casa no pudo entrar de la gente que había. Era el día del primer Mensaje, el 18 de Octubre de 1961, y estaba el pueblo que no se cabía en las casas de la gente que había. Y con tanta gente es un milagro que nunca haya pasado nada. ¡Menudo milagro el no haber pasado nada!.

 

Una señora de Cosío cura de sus catarros:

Una señora le dice al marido: Me voy a San Sebastián. El marido le dijo: tan mala como has estado cómo vas a ir allí a acabar de coger la muerte. Era un día de mucha lluvia y tormenta. ¡Pues yo voy!, decía la Señora. Era este día del Mensaje y cuando volvió perdió un zapato sin llegar a Cosío y llegó allí de vuelta toda pasada de agua. Cuando eso no había carretera. Y desde entonces esa Señora que se llama Pepa dijo que después de ese día curó y nunca mas le volvió a entrar un catarro.

 

Varias vecinas recuerdan:

En una ocasión estuvieron aquí Balduino y Fabiola, Martín Artajo, la señora y las hijas, que habían venido a las Cuevas de Altamira y ahí se enteraron de esto y se vinieron aquí. Por las revistas, todo el mundo conocía a Balduino y a Fabiola. Y la gente al verles decía ¡Balduino, Fabiola !... corrían al coche y ponían otra ropa pero qué mas daba, la cara era la misma.

Martín Artajo paseaba con Fabiola para que no la conocieran y Balduino paseaba con las hijas de Martín Artajo. A la noche tuvo Aparición Loli. Todo el mundo procuraba arrimarse lo más que podía a las niñas en éxtasis y Balduino estaba al pié de Loli y la niña pisó así a Balduino. Y la niña hablaba con la Virgen y decía:

-- ¡Ay!, pues vimos lo ... ¡ay! Balduino y Fabiola...

Entonces Balduino trató de sacar el pié y no pudo y se tuvo que estar allí hasta que terminó el éxtasis, con lo que toda la gente pudo verle bien ya que él no fue capaz de sacar el pie hasta que terminó el éxtasis.

Después salió a la calle, que esto era dentro de la casa, y su padre con ella, la niña decía:

-- ¡Ay papá, que me está diciendo la Virgen que me está pinchando un señor!. Fueron a mirar y estaba sangrando por el tobillo. Era que las probaban.

 

Laura:

-- Estábamos unas cuantas así como yo ahora, sentadas junto a casa de Piedad y ellas, si se extasiaban y estaban cogidas del brazo de usted, tenia usted que correr todo lo que corrían ellas. No se podía soltar usted. Y esa noche se extasió Conchita y se agarró a un fraile. Y nosotras allí sentadas y la gente a correr detrás de ella, con la poca claridad y las muchas esquinas, porque las casas están juntas. Y venga a correr y venga a correr y al fraile se le veía que ya no podía mas.

Le tuve que secar toda la ropa de la sudada que cogió. Yo le decía a la niña, ¿pero como corréis así?. Ellas no se daban cuenta, en éxtasis no estaban en el mundo.

El deportista:

-- En una ocasión llegó un muchacho muy buen deportista que decía: A mí nadie me gana a correr. Ninguna niña ni nadie me gana a mí. En esto una de las niñas tuvo éxtasis y sale corriendo y el muchacho corría a todo cuanto daba de sí al par de ella. Era claro que la Virgen no quería ganarle la carrera pero en esto que la niña corre a toda velocidad derecha hacia una pared de una casa y el muchacho pensó:

-- si esto no es de Dios, esta niña se mata contra la pared.

El muchacho tuvo que frenar a tiempo pero la niña siguió sin frenar hasta la pared y allí paró al instante. Y decía a la Virgen:

-- ¡Ah, es para que crea...!

El muchacho lo oyó y creyó ya que humanamente no era posible hacer aquello de parar al instante viniendo a tal velocidad.

Una noche se perdió un rosario y había nevado y había barro. Le preguntaron a la Virgen y les dijo donde estaba. Le fueron a buscar y entre el barro encontraron el rosario.

 

Avelina:

Esta misma María, la de Simón, me debía dinero. No sé de qué me debería dinero, bueno de lo que fuera, me debía unas perras y venía a dármelas y yo decía:

-- déjame en paz que yo no sé qué veo.

Pues veo una estrella pasar baja por encima del tejado de casa Ceferino y trasponer por encima de la Iglesia.

Llegamos a casa de Ceferino y estaba Don Valentín, el párroco, que también vio la estrella, hablando con un muchacho forastero que decía:

-- ¡que yo he visto una estrella por encima del tejado!

Y para probarle decía Don Valentín:¡eso no es cierto!. Llego yo y le digo a Don Valentín:

-- Es certísimo, les digo: ¿qué es lo que pasa?, eso lo he visto yo por mis propios ojos.

 

Laura:

En una ocasión dijo la niña que la Virgen le dijo que ya se había llenado la Copa, por los pecados del mundo, y que la Virgen, como Madre, que sentiría que nos condenáramos. Que si la ayudábamos a Ella y visitábamos al Santísimo y cumplíamos el Mensaje que nos ayudaría para ser buenos y salvarnos.

 

Una vecina pregunta sobre su hijo:

Fue un hijo a Méjico y le dije a Conchita y a Jacinta que le preguntaran a la Virgen a ver si había llegado a Méjico y se lo preguntaron y me dijeron al otro día que sí, que les había dicho la Virgen que había llegado. Y así fue, era verdad que había llegado.

 

Laura:

Éramos, empezando por mí, muchísimo mejores antes de las Apariciones que ahora. Ahora somos malísimos. Para la Iglesia éramos mejores antes.

Porque antes aquí los hombres no faltaban a la Misa ni al Rosario y hoy nada. En el mes de Mayo no faltaba un hombre; dejábamos las labores y veníamos todos. La Iglesia llena.

 

Avelina:

Los que vienen de fuera vienen con una devoción muy grande. Los que vienen aquí vienen con buena fe. Vienen con fe, que si no nadie vendría a este pueblucu. Aunque siempre hay gente que viene a pasar un rato, a veces haciendo burla. Pero los que vienen a quedarse vienen con mucha fe. Vienen a la Iglesia con una devoción bárbara.

 

Angelita y varias vecinas:

Cuando las niñas están en éxtasis pues no están en el mundo. A usted no le oyen, ni le ven, ni nada. Pero si le da algún objeto a las otras compañeras para que se lo bese la Virgen, esta se lo da a la que está en éxtasis y se lo cogen y la niña que lo recibe en éxtasis después se lo va a dar a usted sin conocerle. Eso es una cosa maravillosa.

Una señora viuda que era de Santander le dice a Rosario: le vas a dar tú a Loli la alianza de cuando ella se había casado, pero no le digas de quién es. Rosario le da a Loli la alianza de esa señora. Aquella noche Loli le dio a besar a la Virgen muchos rosarios y muchísimas mas cosas y con aquella alianza se fue derecho donde la señora que se escondió donde la escalera. Era en casa de Ceferino.

Y fue allá Loli y se la puso en el mismo dedo de donde la señora había sacado la alianza. ¡Cómo se emocionó!. Entonces aquella señora sí que creyó de verdad. ¿Quién le dijo a esta niña de quién era la alianza y de donde la saqué?.

Otra vez éramos cuatro o cinco compañeras y una se retrasó en darle a las niñas los objetos y dio en llorar, ¡con unas ganas!. ¿Hay señora por qué llora?:

-- porque todas les dieron los objetos menos yo que no llegué a tiempo.

Entonces le dije pues démelos que se los doy a otra de las niñas. La encontró luego llorando de nuevo y le digo:

-- pero señora, ahora por qué llora.

-- ¡Cómo no voy a llorar si la misma niña me lo vino a traer en la mano después de besarlo la Virgen!

 

Laura:

Don Valentín decía que Garabandal, antes de las apariciones, era el pueblo más religioso y más caritativo de la provincia. En Cabuérniga, vino un día el Obispo y decía en el sermón.

-- Cabuérnigos. ¿Dais palabra de ser como en San Sebastián de Garabandal, que no dejan una noche que no van al rosario?.

 Hoy vea usted los que van. Esto ha cambiado por completo. Y dicen que para que sea verdad, la cosa tiene que venir así.

Durante las primeras apariciones, íbamos arriba, a los Pinos. Yo le decía:

-- Toma, dale a besar esta piedra a la Virgen, que la bese en nombre de un hijo, de una hija...

Ellas cogían la piedra y la ponían allí para que la Virgen la besara; a lo mejor juntaban allí una docena o dos docenas de piedras. Se las daban a besar a la Virgen y de nuevo las ponían allí, sin ver ellas donde. Al poco que se les quitaba el éxtasis, entregaban a cada uno la piedra que le habían dado, sin equivocarse nunca. Eso lo vi yo.

Cuando lo del Padre Luis Andréu, estaba yo allí también, allí mismo, al pié de los Pinos, cuando él dijo:

-- ¡Milagro, milagro!, ¡milagro, milagro!.

Cuatro veces.

Sí, sí, lo dijo el Padre Luis Andréu; lo dijo alto y conmigo lo oyeron los que estaban allí.

 

Angelita:

Después vi un gran número de éxtasis. Salía cada noche. Estaba ansiosa de rezar el Rosario con ellas. Aquellos rosarios me gustaban muchísimo porque los rezaban de una manera preciosa; me emocionaba.

En éxtasis, rezaban de un modo perfecto; despacio y pensando cada palabra, muy hermoso, como hablando con la Virgen a quien ellas veían. Además, aquellas caras radiantes de felicidad, sin cansancio, sin signos de fatiga, era digno de verse porque se sentía la presencia de la Virgen.

Había también, algunas veces, marchas extáticas a gran velocidad; las niñas se movían con una facilidad y una ligereza como si volasen, aunque iban andando. Era incapaz de seguirlas. ¡Dios mío!, era imposible.

Aunque se movían de un modo que parecía natural, para mí no hay explicación; es como que ellas tenían una fuerza interior que las llevaba. Era cosa de Dios porque todo allí era como de fuera de la tierra.

Una noche, mi hermano, que ahora vive en Méjico, quiso seguir a Conchita. En aquel entonces tenía 31 años y era muy fuerte; un hombre de montaña, acostumbrado a los caminos difíciles. Siguiendo a Conchita tuvo que parar porque se ahogaba de la fatiga, tuvo que quitarse la camisa por causa del sudor.

Durante los éxtasis, para las niñas no pasaba el tiempo. En una ocasión le decían a la Virgen:

-- Pero si has estado muy poco tiempo... ¿una hora?... pero si solo has estado un minutín.

Y era exacto, como la Virgen les decía; habían estado una hora con Ella.

 

A. M. D. G.

 


 

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