Las Apariciones de la Santísima Virgen María en San Sebastián de Garabandal

Capítulo 210

 

Ceferino Mazón, padre de Loli.

 

Ceferino Mazón asistió a muchísimos éxtasis de su hija.

 

 

El Sr. Ceferino era presidente de la Junta Vecinal de San Sebastián de Garabandal, cuando comenzaron las apariciones.

María Dolores Mazón González, Loli, es la segunda hija de Ceferino y Julia. Además de las faenas del campo, Ceferino atendía un pequeño establecimiento o taberna cerca de la entrada del pueblo.

Cuando don Valentín el párroco fue a Santander por primera vez para informar a su Obispo sobre las Apariciones, le acompañaron Ceferino Mazón, padre de Loli, como autoridad civil del pueblo y otros dos señores: el "indiano" Eustaquio Cuenca y el profesor Manín.

 

Dice Conchita en su diario que después de haber visto a la Santísima Virgen por primera vez la mayor parte de la gente creía y sus padres también:

Nosotras, muy contentas de haber visto a Nuestra Madre del Cielo. A la mañana, lo primero que hicimos el lunes día 3, fue ir allí a rezar al cuadro las cuatro juntas y después de rezar allí en el cuadro nos fuimos a lo que nos manden nuestros padres.

Después fuimos a la escuela. Nuestra Señora Maestra Doña Serafina Gómez, cuando llegamos a la clase, llorando, nos besaba y nos decía: qué suerte tenéis etc. Cuando salimos de clase, nos decía igual la gente que ella. Todos muy impresionados, muy contentos y creyéndolo todos mucho.

Nuestros padres también, creyéndolo mucho. Los padres de Loli, su padre Ceferino decía:

-- Cosa como esta no la hay.

Y así su madre Julia.

 

Ceferino, padre de Loli, contó lo que sigue.

Era en invierno. No había ningún visitante en el pueblo. Había una ligera ventisca y hacía mucho frío. Hacia las tres de la madrugada oí a Mari Loli que se levantaba y se vestía.

-- ¿Dónde vas ahora?

-- La Virgen me llama al cuadro.

-- ¿Estás loca, con el frío que hace? a ver si te sale algún lobo. Haz lo que quieras, pero ni tu madre ni yo te acompañamos.

Mari Loli se acabó de vestir, abrió la puerta de la casa y se fue hacia el cuadro, a unos doscientos metros de casa. Nosotros nunca la dejábamos sola, por lo que nos levantamos mi mujer y yo y nos encaminamos hacia el cuadro.

La encontramos en medio de la ventisca, de rodillas, en trance. Hacía un frío de mil demonios. Pensando encontrarla helada, le rocé las mejillas. Estaba calentita, como si no hubiera salido de entre las sábanas de la cama.

Nos tuvo más de una hora allí. Muertos de frío. Mientras ella seguía tan feliz, hablando con su Visión.

 

La Virgen quería que las niñas obedeciesen a sus padres y Ceferino comprobó por sí mismo que esto era cierto. Dice:

"Las veces que seriamente mandé a mi hija a la cama, sin esperar a la hora prevista para la aparición, ésta no se produjo, aunque la niña ya hubiese tenido llamadas; en cambio, cuando no la obligaba de verdad, porque yo hablaba en broma o sólo quería probarla, entonces no fallaba la aparición".

Loli pedía con frecuencia a la Virgen:

-- ¡Que mis padres crean!

Ella me decía:

-- Súfrelo con paciencia.

Loli decía:

que una vez iba por un camino, y de pronto se me apareció un señor vestido de largo, con pelo largo, y me dijo: "Tengo hambre", y yo, que iba con la merienda en la mano, se la di, y de pronto desapareció, sin yo saber cómo, y quedé muy asustada.

 

Una noche, Ceferino vio que su hija lloraba como nunca antes:

Una noche, Ceferino fue testigo de que Loli, su hija, lloró mucho durante un éxtasis. Estaban los dos solo, su padre Ceferino y ella. Ceferino dijo que nunca la había visto llorar tanto, le caían unas lagrimas muy grandes. Por la mañana se lo comentó a su esposa Julia.

-- ¡Dios mío! lo que lloró esta niña anoche.

Julia dijo:

-- ¿No le preguntaste por qué lloraba?

-- Sí, me dijo que rezásemos mucho por los sacerdotes, que hiciésemos muchos sacrificios, que muchas cosas en la Iglesia iban muy mal.

En otra ocasión Loli pedía a la Virgen que le enviase el Castigo a ella sola y que perdonase al mundo.

 

Julia, madre de Loli, dice de otro éxtasis algo similar.

Dice Julia:

Algo que me impresionó profundamente fue cuando Loli tuvo un éxtasis en la cocina, no lo vi pero me lo dijeron, había cuatro o cinco personas allí; me dijeron que había sido un éxtasis precioso pero que su cara tenía una expresión de sufrimiento, ella decía en éxtasis:

-- Tenemos que hacer muchos sacrificios por los Sacerdotes.

Que tenía que decirlo a todos para que rezasen. Dijo que vendrían tiempos de gran confusión incluso para los Sacerdotes. Yo la reñí mucho por esto y ella lloró amargamente. Era porque yo pensaba que un sacerdote, por el hecho de serlo, era un santo.

Yo le dije:

-- Bueno, recemos por nosotros porque nosotros lo necesitamos mucho más.

Pero ella me miró con una impresión en su cara porque sabía que la Santísima Virgen siempre dice la verdad. También me dijo que el Papa vería el Milagro y que rezásemos mucho por la Iglesia y lo decía a la gente para que rezasen.

En éxtasis ella también dijo:

-- ¡Ah, mis padres también sufrirán mucho!.

Dijo que nuestra vida, en adelante, sería de mucho sufrir. A mi me parecía que ya más de lo que pasaba no podía ser pero así ha sido, he tenido mas grandes sufrimientos aún.

 

Ceferino fue testigo de muchísimos éxtasis de su hija.

Dice Avelina:

Una noche vino Loli con gente, pero la gente quedó abajo. Loli subió y su padre, Ceferino, subió también. En la cama donde había muerto mi marido empezó a hablar ella con la Virgen. Y hablar y hablar. Empezamos Tina y yo a llorar.

-- Pero ¿por qué lloráis?, dijo Ceferino.

-- ¡Ay Dios mío, que no sé qué está diciendo Loli!. ¿Qué dirá?¿Con quién habla?. Con la Virgen sí pero ¿qué le dice?. ¡Dios mío!.

Aquella noche María Dolores estuvo hablando un rato y venga a hablar y nosotras venga a llorar. Decía Ceferino: no lloréis, pero ¿por qué lloráis?.

Ella no sabía donde había muerto mi marido. Loli era una chiquillina, era pequeñina de todo, ¿cómo lo iba a saber?. Estuvo un rato hablando y daba emoción verla, parecía un ángel. Se ponía guapísima Loli en éxtasis, parecía un Angel. Estuvo mucho rato. No le podíamos escuchar porque llorábamos. Ceferino algo le pudo escuchar porque estaba al lado de ella. Estuvo un rato y salió y nosotras detrás.

Otra noche venia mucha gente que fue cuando el 18 de Octubre de 1961, el día del primer Mensaje. Vino muchísima gente, la mi casa se llenó. Yo fui al Rosario por la tarde. Estaba aquí una hija mía que está casada en Asturias.

Llegan una abuela, una madre y una invaliduca. Tenía quince años y por una parálisis infantil cabía en una cuna. Yo que vengo y me encuentro en mi portal una cama muy bien hecha y una chiquillina y dije yo:

-- Pero Tomasa, ¿cómo tienes aquí esta chiquillina en el portal?.

Dicen las señoras:

-- Dios se lo pague, una caridad como la suya. Estamos contentísimas aquí.

-- Es que ¡la mi hija tiene un corazón!. ¡Esto no lo soporto que esté aquí abajo!, la voy a llevar a una habitación que tengo, aunque los míos se queden en el pajar.

Busqué una cuna grande que me dio una vecina, la metí en una habitación y allí la puse en la cuna. Le dijeron las hijas:

-- Usted se queda madre con la niña, que hay mucha gente.

Nos quedamos la abuela de la niñuca y yo. Y digo: vamos a rezar un Rosario. Cuando ya habíamos terminado de rezar el Rosario oí algo de ruido porque la gente estaba en los Pinos que era allí el Mensaje en los Pinos. Oímos tocar las palmas a la nenuca.

-- ¿Pues, cómo toca las palmas la criuca?, ¿qué verá, qué oirá?

Salgo al balcón y veo las cuatro niñas en éxtasis mirando para el balcón, solucas.

--¡Ay madre! digo yo a la abuela, las cuatro niñas en éxtasis, mirando así, con las manucas así.

En esto llega Ceferino el primero, cansadísimo de correr, ya que las niñas vinieron tan rápido que la gente no daba para correr y alcanzarlas.

Fue un milagro grandísimo, grandísimo, que vinieran así las niñas solas. La gente nos decía después: ¡qué suerte tuvisteis!, que nosotras no las vimos y usted si. Precisamente nosotras que nos habíamos quedado en casa con la niñuca. Pero a mi lo que mas me emocionó fue el tocar las palmas de la niñuca aquella, por la presencia de la Virgen. Los míos durmieron en el pajar y en la cocina y dimos mucha ropa para le gente, que venían pasados de agua, todos pringando.

 

Ceferino dio permiso a Benjamín Gómez para que probase de levantar a su hija del suelo.

Lo cuenta Benjamín:

En una ocasión vine al pueblo y había oído decir de que las niñas tenían un peso exagerado, que no había quien las mover. Entonces lo cuento en Torrelavega. Unos se reían y otros pensaban lo que yo decía. Les digo yo, mañana mismo arranco yo para Garabandal a ver si puedo levantar alguna de las niñas y salir de la duda exacta.

En efecto, vengo al pueblo. Estoy aquí con alguna persona que yo conocía para que estuvieran con los familiares de las niñas para cuando alguna cayese en éxtasis. Cae Loli. Entonces me dice el padre, Ceferino, que ya le conocía yo de años anteriores:

-- Tú creo que vienes a esto, a ver lo que pesan las niñas.

Esa es hija mía. Levántala a ver que te parece.

Me pongo a levantarla, un criatura de doce años a trece que cualquiera puede pensar lo que puede pesar. Por mas esfuerzos que hice no pudo ser el moverla del suelo. Entonces yo pensaba y decía, pero bueno, ¿qué tiene este cuerpo?. O esta niña pesa mucho mas de cien kilos o a mi me quitan las fuerzas, porque yo cien kilos sé que los levantaba fácilmente. La ropa de la niña, al intentar moverla no quedó bien puesta pero una de las videntes no hizo mas que tocarla con los dedos de la mano y quedó la ropa completamente normal.

Esto hacían las niñas, ellas se movían, hacían lo que querían unas con otras y nosotros no podíamos hacerlo. Yo creo que tiene todo mucho que pensar.

 

Ceferino dijo haber recibido varias pruebas maravillosas de la verdad de las Apariciones.

En una ocasión, Ceferino hablaba con un amigo suyo de cosas negativas que le parecía haber visto durante las apariciones y así estuvo largo rato. Llegó un momento en que Julia, esposa de Ceferino, madre de Loli, que estaba a la escucha, ya no pudo aguantar más y les cortó la conversación para recordarles unas cuantas cosas que ninguno de los dos podía negar.

Ceferino, su marido, no tuvo más remedio que asentir, y aún añadió por su parte varias pruebas maravillosas que él mismo había recibido; pero hizo jurar a su amigo que nunca las diría a nadie.

 

Conchita dice en su diario que estas dudas y contradicciones tendrían lugar. Se cumplió una profecía de la Santísima Virgen:

A nosotras cuatro, Loli, Jacinta, Mari Cruz y yo, al principio de todo, nos había dicho la Virgen que nos íbamos a contradecir unas con otras, que nuestros padres no andarían bien y hasta que negaríamos que habíamos visto a la Virgen y al Angel. A nosotras nos extrañaba mucho de que nos dijera esas cosas.

 

Poco antes de morir, Ceferino recibió una prueba, una clara luz sobre la verdad de las Apariciones y murió feliz, lleno de paz y alegría.

Murió el 4 de junio de 1974, a los 56 años de edad y a punto de cumplirse los 13 desde el comienzo de las Apariciones.

Dos días antes de su fallecimiento, el 2 de junio, andaba por Garabandal un grupo de peregrinos con una imagen de la Virgen de Fátima. En la plazuela de delante de su casa cantaron la Salve y otros cánticos, y Julia abrió las puertas y ventanas de la casa, para que rezos y cánticos llegaran mejor hasta la cama del enfermo, a ratos casi inconsciente; luego ella se puso junto a una ventana de la planta baja escondida, pero llorando y rezando.

Acabados los cantos, pidió a uno de los muchachos del grupo que le diese una flor de las que adornaban la imagen; y fue a ponerla en el crucifijo que pendía sobre la cabeza del enfermo:

Ceferino salió entonces de su letargo y empezó a mirar a un lado y a otro como si buscara algo, mientras decía: ¡La señal! ¡La señal! Julia le acercó el crucifijo con la flor, él tomó ambas cosas con gran devoción y se quedó con la flor en la mano, lleno de paz y alegría.

 

A. M. D. G.

 


 

Índice de capítulos