Las Apariciones de la Santísima Virgen María en San Sebastián de Garabandal
Capítulo 211
Vasyl Shalamay cura de una lesión en el hombro y brazo izquierdo después veinte años de incapacidad.
Por el Beso que he dado, mi Hijo hará prodigios.
Nueva York, EEUU, 2002.
Curado después de veinte años.
¡Gloria a Jesucristo!
Mi nombre es Vasyl Shalamay. Vivo en la ciudad de Nueva York. Quiero dar testimonio del milagro de mi curación, que sucedió en Octubre del 2002.
Padre Mario Dacechen, Vasyl Shalamay y Dr. Michael
Hace veinte años, caí y me lesioné el hombro izquierdo. Había rotura de ligamentos pero los rayos-X no encontraron fracturas. Por esta razón no me dieron de baja en el trabajo. Sin embargo, desde entonces, mi brazo izquierdo estaba incapacitado del todo. Incluso para subir al autobús o el suburbano, me era difícil agarrarme con el brazo izquierdo, estaba muy débil y ni siquiera podía girarlo o doblarlo. Levantarlo por encima del hombro o ponerlo por detrás del cuello o espalda me era totalmente imposible.
En estas condiciones, el 13 de Octubre del 2002, fui a la Iglesia Católica Ucraniana de San Jorge (en Nueva York), donde, después de la Santa Misa, Helen y Dr. Michael Rozeluk hablaron sobre Garabandal y después rezaron por cada uno de nosotros dando a besar las medallas con el beso de la Santísima Virgen María en Garabandal.
Debo decir que, al principio, no sentí ningún cambio físico pero si que me sentí mejor espiritualmente, y solamente con el tiempo me di cuenta que también estaba curado físicamente. Mientras se celebraba la Santa Misa tuve unos sentimientos espirituales y una elevación tan grande de mi espíritu que lloré.
Cuando terminó la Santa Misa, Helen y Michael empezaron su presentación. Hablaron de las Apariciones de Nuestra Bendita Madre en Garabandal, Sus lecciones y Avisos, la curación milagrosa del Dr. Michael, su Apostolado y del milagroso viaje a Ucrania, desde donde acababan de llegar hace una semana.
Ellos invitaron a la gente a rezar, a vivir plenamente la fe, a la obediencia a toda autoridad legal pero, primero que todo, amar a Dios y a su Bendita Madre y hacer Su Voluntad. ¡Sentí que sus palabras me llegaban al alma!.
Cuando Helen habló, la estaba mirando. Entonces miré al Icono de Madre María de la pared de la Iglesia y de nuevo a Helen. ¡Asombroso! Mientras Helen hablaba, sus labios eran exactamente igual a los de Madre María del Icono!
Más tarde, cuando todos empezaron a formar filas para la veneración de las medallas, Michael y Helen nos recordaron la importancia de la confesión frecuente y que si alguno no había ido a confesarse por largo tiempo debería hacerlo ahora.
Nuestro Señor dio a Dr. Michael y Helen un don único: el de ser capaces de discernir quién no se ha confesado por largo tiempo y reconocer a quien esté en pecado mortal. Ellos no pueden dar a besar la medalla a quien esté en esas condiciones. Por esto y para que no sea públicamente conocido, ellos recomiendan primero confesarse, en especial si no se ha hecho por mucho tiempo.
Sin embargo, a pesar de esto, hay quienes no creen o bien quieren saber la verdad de las palabras de Michael y Helen. Fuimos testigos con nuestros propios ojos de que varios individuos, después de llegar a Michael o Helen, fueron incapaces de besar la medalla por lo que directamente se pusieron en la fila de los que iban a confesarse.
Cuatro sacerdotes estaban oyendo confesiones, dos en los confesonarios y dos en los pasillos laterales. Había mucha gente que quería confesarse. Más tarde, los sacerdotes dijeron que los milagros más grandes de ese día tuvieron lugar en los confesonarios.
Cuando llegué hasta Helen para la veneración de la medalla sentí una gran debilidad que me hacía difícil tenerme en pie. Si no me hubieran cogido, me hubiera caído en el suelo. No puedo recordar lo que me sucedió. Solamente vi la medalla delante de mí al tiempo que Helen empezó a rezar, me hizo la señal de la Cruz con la medalla y me la dio a besar. Es todo lo que recuerdo. Cuando volví en mí, Helen ya había terminado su oración. Ella notó que yo deseaba preguntarle algo. Contesté que "Sí" pero no podía todavía recordar por lo que solo le dije: "gracias", volví a mi asiento y recé.
Una bondad y amor indescriptible estaba actuando en mí. Más tarde me acerqué a Helen y le dije:
-- ¿Sería tan amable de contestarme una pregunta? Cuando yo viene a usted para la oración, ¿qué es lo que sintió acerca de mí?
Helen contestó:
-- Sí, se lo puedo decir. Sentí que la Gracia de Dios venía sobre Usted.
Cuando volví a casa empecé a rezar. Sentía un creciente deseo de rezar que se hizo cada vez más fuerte, a tal punto que lloré como un niño. Era sábado por la noche. Al día siguiente, Domingo 14 de Octubre, fui a la Iglesia Católica Ucraniana en Astoria, NY, donde Helen y Michael Rozeluk iban a hablar de nuevo.
Ese sábado me confesé. Después de la confesión viví la Santa Misa como nunca antes en mi vida, con lágrimas en los ojos. Sentí que la gracia de Dios estaba en mi alma. Cuando recibí la Santa Comunión de rodillas sentí como nunca antes que estaba verdaderamente ante el mismo Jesucristo, que estaba recibiendo verdaderamente ¡el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo!.
Después de la Santa Misa, Dr. Michael y Helen hablaron de nuevo y dieron a venerar las medallas. Cuando me llegó el turno, esta vez fui hacia Michael, solo recuerdo que vi la medalla y después nada. La debilidad de mi cuerpo y de mis piernas me hizo caer en el suelo dulcemente. Conversaba con la Bendita Madre y recuerdo que le dije: "Madre María, te amo". Entonces sentí que Dr. Michael estaba a mi lado, rezó y puso la medalla en mis labios y en mi frente. Era como si la Bendita Madre hubiese venido a mí y la esperase.
Cuando volví en mi, recordé que estaba en la Iglesia, sin haber visto a Madre María. Sentía que volvía a este mundo, de vuelta a la tierra. No me podía levantar del suelo. Solamente me di cuenta que yacía en un suelo de mármol. Estaba como sobre fuego. Sentí algo sobrenatural que me hacía sentirme bien yaciendo sobre la piedra caliente. Era un calor agradable. Estuve así por algún tiempo.
Cuando me levanté, tenía una alegría indescriptible, con lágrimas de alegría, lagrimas de felicidad. Sentí una ligereza en mi cuerpo como si caminase por el aire. Me sentí de ese modo todo el día, como si estuviera en el Cielo.
Esa tarde recé mis oraciones y me fui a dormir. El lunes por la mañana desperté y me di cuenta que ¡yacía sobre mi brazo izquierdo doblado sobre mi hombro, bajo mi cuello! No podía creer el gran milagro que me había sucedido. Este era el brazo dañado, el que no podía girar ni doblar. El que me era totalmente imposible ponerlo detrás de mi cabeza. Las dos semanas siguientes, el brazo cada vez se ponía más fuerte y ahora está del todo recuperado igual que mi brazo derecho, no siento la diferencia.
Este milagro de mi curación lo atribuyo en primer lugar a Nuestra Bendita Madre. Me siento fortalecido por Ella. Todas las gracias que recibimos de Jesucristo nos vienen por medio de Ella. Quiero agradecer a Helen y Dr. Michael Rozeluk por haber traído las medallas con el Beso de Madre María ya que fue por su intercesión que Ella actuó. Ella me sanó, no solo el brazo, sino que mi vida espiritual ha mejorado notablemente también.
Estoy inmensamente agradecido a la Santísima Virgen María, al Padre Mario Dacechen y a Dr. Michael y Helen Rozeluk.
¡Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios! ¡Gloria a Jesucristo!
Vasyl Shalamay, Nueva York, EEUU
Febrero, 2003.
A. M. D. G.