Las Apariciones de la Santísima Virgen María en San Sebastián de Garabandal

Capítulo 217

 

Testimonio de Ascensión de Luis Sagredo.

 

Ascensión, rezando en los pinos con Loli y Conchita.

 

Entre los recuerdos de Ascensión de Luis Sagredo, más conocida por Chon, hay uno muy conocido que es la conversión de la judía Muriel Catherine que vino desde París a estudiar español en Burgos. Vivió en su casa y se convirtió en Garabandal. La conversión de Muriel Catherine se puede leer en el capítulo 63.

Otra conversión que impactó mucho a Chon fue la de Julio, que fue presidente de la Cruz Roja en Santander durante la guerra. La conversión de Julio se puede leer en el capítulo 212.

Ascensión de Luis fue testigo de otros muchos éxtasis entre ellos el del beso de la Santísima Virgen de dos anillos "a la vez" y el beso de un anillo que parecía un anillo ornamental pero que era de matrimonio.

 

Foto: Ascensión en 1985, cuando contó ese relato.

El Beso de la Virgen a dos anillos a la vez.

Dice Ascensión:

Fue un éxtasis de Loli que me impresionó mucho. Un día vinieron a Garabandal dos matrimonios y una señora que era viuda.

Uno de los hombres era el Gobernador militar de Sevilla, quien me dijo:

-- Nos han dicho que las niñas dan a besar a la Virgen los anillos de matrimonio. Como Usted conoce a las niñas, ¿les podría dar los nuestros?

Me dieron los seis anillos, cuatro de los dos matrimonios y dos de la señora viuda. No le dije a Mari Loli de quien eran los anillos sino que directamente le puse los seis anillos en uno de sus dedos y le dije:

-- estos anillos son para que los des a besar a la Virgen.

Cuando vino la Aparición, Mari Loli dio a besar a la Virgen, primero uno y otro, luego dos a la vez y luego otro y otro. Esa misma noche pensé que seguramente los dos anillos besados a la vez eran los de la señora viuda. Al día siguiente le pregunté a Loli:

-- ¿Por qué diste a besar dos anillos a la vez?

Loli me dijo:

-- Es que la Virgen me los pidió así: dame uno, dame otro, ahora dame dos.

Esto me impresionó mucho porque Loli no sabía que esos dos anillos que la Santísima Virgen besó a la vez eran los de la señora viuda.

 

El anillo de mi madre.

Poco antes de morir, mi madre me dio su anillo de matrimonio. Como yo era joven, tenía 18 años, puse una perla sobre el anillo para llevarlo puesto. La Virgen no besaba anillos ornamentales sino solo anillos de matrimonio pero, como éste que yo llevaba era realmente un anillo de matrimonio, lo puse sobre la mesa con los otros objetos que allí había para que la Virgen los besase.

Pilar, la cuñada del P. Ramón Andreu S.J., estaba allí y y sorprendida dijo:

-- ¡Pero si es que la Virgen no besa anillos ornamentales!

Y yo le dije:

-- Tranquila, es mío.

Pilar comprendió que yo tenía mis razones.

Cuando la niña dio el anillo a la Virgen, Ella lo besó, aún cuando parecía que era un anillo de adorno. La Virgen sí que sabía que este anillo era de mi madre y que fue su anillo de boda.

 

Terminada la fiebre, Jacinta se escapó.

Jacinta tuvo gripe varios días y tenía orden de no levantarse mientras tuviese fiebre. Esto lo llevó con resignación y obedeció. Pero terminada la fiebre, se levantó inesperadamente y salió en éxtasis de su casa, casi sin que María, su madre, se diese cuenta. Al momento de darse cuenta, ya Jacinta salía de casa.

Me dijo su madre:

-- Mi hija se ha ido a la calle y se va a resfriar porque acaba de pasar una gripe.

Me dio su abrigo y me dijo que, en cuanto la encontrase, se lo pusiese. Me fue fácil encontrarla porque estaba rodeada de gente. Fui a ponerle el abrigo pero no pude porque sus manos y brazos estaban firmes como una roca y me era imposible moverlos. Esto me impresionó mucho ya que era la primera vez que me pasó. Estaba Loli al lado en estado normal y le dije si ella le podría poner el abrigo.

Mari Loli tomó el abrigo y le dijo a Jacinta:

-- Dile a la Virgen que te voy a poner el abrigo.

Loli le puso el abrigo con gran facilidad como si se tratase de una niña pequeña, en tanto que yo no pude porque para mí estaba rígida como un estatua.

No puedo comprender a la gente que compara Garabandal a otros casos de Apariciones. Algo sobrenatural y divino actuaba en las niñas videntes para efectuar tal transformación en sus rostros y en sus expresiones.

Me fijé especialmente en Mari Loli. A partir de una expresión normal de niña de aldea, cambiaba repentinamente a una expresión de su cara más blanca, pálida y como transparente, con una expresión de beatitud y devoción que no podría imitar sin estar inmersa en una contemplación bienaventurada.

 

María Josefa Lueje cuenta que:

Una noche, de madrugada, Conchita salió en éxtasis por el pueblo. A la puerta de la Iglesia rezó el Rosario. La voz, la manera fervorosa, el tono, todo, creo que no podré olvidarlo en la vida, fue algo extraordinario que considero una gracia de la Santísima Virgen. Parecía como si estuviésemos en el Cielo y no tenía nada que ver con el que rezamos al anochecer en la parroquia.

Lo mismo sucedió otra noche en casa de Mari Loli, que estaba sentada en alto en el fogón:

De repente Loli saltó desde donde estaba, una altura de casi un metro, y al caer de rodillas sonaron las piernas como si se las hubiese roto. El golpe fue muy fuerte. En este momento asistí a algo que creo no vuelva a ver en este mundo. La cara de la niña, ya en éxtasis, se trasformó de manera inexplicable. De regordeta y colorada, como suelen ser los niños de aldea que se crían y crecen en ambientes sanos, se afinó y embelleció de forma que resulta difícil de decir. Era como si en pocos minutos hubiese adelgazado, afinado y empalidecido. Su voz se volvió dulcísima e impresionaba. Serían las tres de la madrugada y hacía muchísimo frío. Sin embargo salió a recorrer el pueblo con la cabeza vuelta hacia arriba, casi pegada a la espalda. Iba muy de prisa y no tropezaba con nada, sin que nadie la ayudase o guiase.

Subió unas escaleras de piedra, sin barandilla, en una casa donde había un enfermo en coma desde hacía varios días. Nosotros quedamos afuera, pero un hijo del enfermo nos aseguró que, al entrar la niña, había recobrado el conocimiento al ponerle el Crucifijo sobre el pecho. Loli bajó las escaleras de forma escalofriante, por la velocidad y sin ver donde ponía los pies. A continuación nos llevó al pórtico de la Iglesia.

Rezamos un Rosario inolvidable. Nunca vi a persona humana que lo hiciese con aquella devoción. Aquella voz, creo no la olvidaré mientras viva. Apetecía quedarse allí para siempre.

Al terminar de rezar, volvimos a la tienda de Ceferino y, caída de rodillas, Loli empezó a dar a besar los objetos a la Virgen. Quedamos impresionadísimos al ver que no se equivocaba nunca al entregarlos, sin tener ella la menor idea de quienes eran sus dueños ya que los recogimos antes de entrar en Garabandal.

He vuelto en mas ocasiones y puedo decir que me hicieron mucho bien mis peregrinaciones a Garabandal y que me acercaron más a Dios.

 

A. M. D. G.

 


 

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