Las Apariciones de la Santísima Virgen María en San Sebastián de Garabandal
Capítulo 218
Testimonio de Serafina González.
Serafina y su prima Angelita, junto con Clementina y Aurelia, fueron las primeras en ver a las niñas en éxtasis con el Arcángel San Miguel.
Testimonio de Serafina González.
Dice Serafina:
Recuerdo el primer éxtasis de que fui testigo. Fui con Clementina, la esposa del albañil Pepe Díez, y cuando llegué estaban ya la niñas en éxtasis y eran en los primeros días de las Apariciones.
Viendo a las niñas de ese modo, en éxtasis, me convencí de que era verdad y me impresionó mucho. Sus caras no mostraban ningún signo de fatiga o nerviosismo, por el contrario se las veía más bonitas que en estado normal.
Cuando ya en el mes de julio la Virgen vino, sentía realmente que estaba en su presencia y cuando acompañaba a las niñas en éxtasis sentía que la Virgen estaba allí y que realmente estaba acompañando a la Virgen.
Cuando las niñas caminaban lentamente las seguía muy bien pero en otras ocasionas caminaban muy rápido porque la Virgen a veces las llevaba rápido a algún otro sitio y a veces iban tan rápido que me era imposible seguirlas.
Un día seguí a Mari Cruz durante dos horas. Aun cuando parecía que ella andaba a paso normal, me costó mucho seguirla y tuve que caminar rápido porque su paso era constante. Cuando terminó el éxtasis ella estaba relajada, como si no hubiese andado nada, en tanto que los demás que la seguíamos estábamos exhaustos.
En varias ocasiones las vi bajando de los pinos caminado hacia atrás. Podían ir por los sitios más pendientes de la bajada, sin tropezar ni caerse, sin seguir sendero alguno. Caminaban por el pueblo lo mismo hacia adelante que hacia atrás e iban incluso hasta el cementerio sin que les afectase nada el estado del terreno ya fuese seco, lleno de piedras o un lodazal.
Incluso las he visto andar de rodillas e ir de esta forma al cementerio y a veces de noche. Me daba miedo, incluso yendo con gente, de ir al cementerio de noche pero a ellas nada, todo de lo más normal. Solían ir hasta la puerta del cementerio a rezar un Padre Nuestro por los difuntos y volvían con toda tranquilidad como si fuera la cosa mas natural del mundo.
Nunca fui capaz de mover o levantar a las niñas en éxtasis. Además, cuando las tocaba, parecía como si tocase una estatua de mármol. Recuerdo muy bien una vez que intenté levantar a Jacinta pero me fue imposible. Vi a hombres fuertes intentando lo mismo pero en vano.
Y sin embargo las niñas se levantaban unas a otras con una facilidad como si fueran unas muñecas y esto lo vi muchas veces, en especial en el pórtico de la Iglesia. Una cogía a la otra por las rodillas y la levantaba como si no pesase nada y era para dar el beso de despedida a la Virgen cuando Ella estaba algo más alta.
Vi a los médicos pincharles las piernas con agujas. El Dr. Gullón nuestro médico de cabecera que vivía en Puentenansa, levantó a Conchita y la dejó caer. Cuando calló sonó como cuando un bloque de mármol se estrella contra el suelo haciendo un gran ruido. Quedó en un posición medio-arrodillada pero el médico apenas la podía mover.
Parece ser que el médico no quiso dejar caer a Conchita sino que ella experimentó un aumento enorme de peso, propio del éxtasis, que el médico no pudo sostener y es como que le cayó de la manos al suelo.
Intentó mover la cabeza para que no mirase tan fijamente pero no pudo. Hizo tanta fuerza que me asusté y grité: ¡Doctor, tenga compasión, déjela por favor, sus hermanos están aquí! Pero Conchita salió del éxtasis tan feliz, sin muestras de dolor. Ni se había lastimado ni sentía dolor alguno.
Los médicos siguieron haciendo pruebas pinchándolas con agujas en las piernas e hicieron algunas pruebas en los ojos hasta que finalmente la gente no les permitieron seguir.
Un día, las niñas estaban de rodillas en éxtasis, rodeadas de mucha gente, incluidos varios sacerdotes, especialmente dominicos. Cuando el éxtasis estaba a punto de finalizar, oímos a las niñas responder a la Virgen:
-- Pero si has estado muy poco ... ¿una hora y media?
Los sacerdotes miraron sus relojes y dijeron que eso era exacto. Oímos a las niñas que decían a la Virgen:
-- ¿Como lo sabes si no llevas reloj?
Hablando de los sacerdotes Dominicos, ese mismo día oímos que preguntaban a la Virgen los nombres de los sacerdotes vestidos de blanco, y a qué Orden pertenecían. La Virgen debió decirles que eran dominicos porque ellas repetían esta palabra, que no habían oído antes, y que les sonaba graciosa. Los religiosos dijeron:
-- La Virgen debe estar diciéndoles nuestros nombres, porque las niñas están diciendo los nuestros.
Había mucha gente y esto sucedió justo al lado de mi casa. Lo vi y oí todo porque estaba cerca de las niñas.
La noche que más me impresionó fue cuando las niñas, en la calleja, lloraban y gritaban diciendo que vendría una gran oscuridad. Parecían aterrorizadas, diciendo que todo se había puesto en tinieblas. La gente estaba asustada y un joven que paraba en mi casa no pudo resistirlo por más tiempo y se fue de vuelta.
Nosotras quedamos toda la noche hablando y rezando. Había mucha gente. La Aparición pidió que confesásemos y como aquel día había un sacerdote aquí, al día siguiente fuimos a confesarnos. Yo también fui, como todos, a confesar y comulgar.
Para concluir, me gustaría decir que las cosas que vi no tienen explicación natural. Son cosas de la Virgen. Tengo claro que los éxtasis que he visto son Obra de Dios. La Santísima Virgen estuvo acá y todo esto viene de la Virgen.
Serafina González.
A. M. D. G.