Las Apariciones de la Santísima Virgen María en San Sebastián de Garabandal

Capítulo 228

 

La Voz de la Virgen

 

Jacinta y Loli en éxtasis. Fueron las protagonistas del suceso del magnetófono que se describe a continuación.

 

 

La voz de la Virgen.

A primeros de Agosto de 1961, al día siguiente de venir Conchita de Santander, sucedió este suceso que relata en su diario:

«Al día siguiente, cuando bajé yo del prado, nos encontramos mi mamá y yo con mi madrina Maximina González. Toda asustada nos decía:

-- ¿No sabéis que se ha oído la voz de la Virgen en el magnetofón?.

Le pregunté qué decía y ella dijo:

-- Le pedían Loli y Jacinta a la Virgen: "habla para que la gente crea", y se oyó: "no, no hablo".

La gente, decía mi madrina, empezó a llorar, muy emocionados, porque habían oído la voz de la Virgen»

 

El suceso a que se refiere Conchita sucedió así:

Ese día de agosto, Mari Loli y Jacinta tuvieron aparición por la mañana en los Pinos. Dieron a besar medallas y rosarios. Después mantuvieron de rodillas un diálogo; en él se oyó decir a Jacinta:

-- Ya vino Conchita. Le quitaron las trenzas en Santander.

Cuando salieron del éxtasis, contestaron a varias preguntas de quienes las rodeaban. Uno del público, que había llevado un magnetófono de pilas, les hizo oír varias cosas grabadas en cinta, entre ellas, algunas frases que ellas mismas habían dicho en éxtasis. Entregó el micrófono a las niñas y les dijo:

-- Si veis otra vez a la Virgen, decidle que hable por aquí.

El brigada don Juan A. Seco habla en sus memorias de este caso del magnetófono, y dice que fue don Ángel Domínguez Borreguero, director del Psiquiátrico Provincial de Salamanca, quien dejó el micrófono a las niñas para que registraran la voz de la Virgen. Acompañaba a dicho señor el catedrático de la Universidad salmantina, don Gerardo Plaza. ambos veraneaban en Llanes (Asturias).

De pronto cayeron de nuevo las niñas en éxtasis, y Mari Loli, a quien el nuevo trance había sorprendido con el micrófono en la mano, empezó a contarle a la visión:

-- Ha venido un hombre con una cosa que lo coge todo, todo lo que se habla. ¿Por qué no dices algo, para que todos te oigan, para que la gente crea? Anda, di algo.

-- Sí, habla, di algo. No es por nosotras, es para que la gente crea.

Cuando al cabo de un rato, concluyó el éxtasis, se les hizo oír a las niñas en el magnetófono lo que ellas habían estado diciendo a la aparición, y en el momento en que ellas pedían a la Virgen que hablara, se percibió claramente una voz inefable que los testigos la califican de "dulcísima", que decía:

-- No, no hablo.

Loli y Jacinta exclamaron a la vez:

-- ¡Uy! ¡Si es la voz de la Virgen!

Todos quedaron emocionadísimos.

Hay varios testimonios firmados de este hecho y todos coinciden en la misteriosa audición de aquella voz única. El dueño del magnetófono dijo con gran alegría:

-- Esto se lo mando yo al Papa.

Se quiso oír de nuevo la voz maravillosa, y pusieron por segunda vez la cinta, pero ya no se oyó nada. Bajaron a casa de Conchita, que no había participado en la mencionada visión, para que oyese lo que habían hablado sus compañeras. Al llegar a las frases citadas, volvió a oírse de nuevo la voz que decía: "No, no hablo". Conchita sonrió y dijo muy contenta que era la Virgen la que hablaba.

El P. Ramón María Andréu dijo que supo de este suceso por un testigo presencial, don José Salceda, de Aguilar de Campoo (Palencia), que era a la sazón chofer de la familia Fontaneda.

Uno de los testigos expresó sus sentimientos mientras bajaba de Garabandal:

-- Yo me iría a la tumba con la seguridad de haber oído la voz de la Virgen.

 

Don Manuel Lantero de Gijón, Asturias, da otros detalles de este suceso del que también fue testigo. Dice D. Manuel:

Había subido con nosotros un matrimonio, creo que eran de Nueva de Llanes (Asturias), acompañados por un doctor, un psiquiatra de Salamanca, el Doctor Borreguero, y estos señores pusieron el magnetofón en funcionamiento y estuvieron recogiendo toda la charla de las niñas con la Virgen.

Las niñas salieron del éxtasis y se dieron cuenta de que a sus pies estaba el magnetofón. Una de las niñas preguntó que qué era aquello. El dueño le explicó de manera muy elemental que era una cajuca que habían traído para recoger su charla con la Visión.

Una de las niñas cogió el micrófono y estando con el micrófono en la mano, las dos volvieron a caer instantáneamente en éxtasis. En este segundo éxtasis hubo un momento en que una de las niñas explica a la Virgen que tenían allí una cajuca que había traído un señor para que se oyera su charla con la Visión. Alargando el micrófono hacia arriba le decía a la Virgen que por qué Ella no hablaba por el micrófono. Le decía a la Virgen:

-- ¡Anda, di tú unas palabrinas para que todo el mundo crea, habla tú por aquí!.

Estuvo como cuatro o cinco minutos, poniéndose pesada, tratando de que la Virgen hablara para que todo el mundo creyera. Estuvimos todos a la espera de que algo se fuera a oir. Salen las niñas del éxtasis y alguien del grupo dice:

-- poned el magnetófono a ver como se ha recogido la voz de las niñas.

Se pone en funcionamiento, todos en corro alrededor. Las niñas hablaban con una voz muy suave y, efectivamente, del magnetofón va saliendo todo el diálogo de las niñas con esa voz suave y cuando se llega a ese momento en que la niña insiste y le dice a la Virgen, "habla, di tú unas palabrinas por aquí para que todo el mundo crea, habla Tú", sale una voz de mujer que dice: «No, no hablo».

En contraste con la voz de las niñas, muy débil, muy suave, se oyó perfectísimamente una voz más fuerte y llena, que dijo: «No, no hablo». La reacción fue instantánea por parte de todo el grupo, nos levantamos todos sorprendidos. Algunas mujeres empezaron a gritar:

-- ¡milagro!, ¡milagro!, esto hay que llevárselo al Papa.

Pusimos otra vez el magnetófono y, después de que la niña insiste, ya no se oyó voz de ninguna clase.

 

¡Haz que crea!.

En una ocasión nos quedamos en la tasca de la casa de Ceferino, esperando por un éxtasis que tenía anunciado la niña de madrugada. Nos juntamos un grupo de gente en la cocina de Ceferino. Estaba Mercedes Salisachs, dos o tres asturianos, unas chicas de San Sebastián y una chica y unos señores andaluces.

Loli estaba con nosotros. Fue una tertulia muy agradable al pié de la lumbre, sobre las tres de la madrugada. Aguantábamos porque la niña decía que la Virgen se le iba a aparecer. Estuvimos allí todos muy alegres cantando canciones porque la niña tenía entre manos un magnetófono y quería grabar lo que cada uno cantaba. Cantamos por grupos.

Estando así, en esta tertulia tan animada y tan simpática, la niña que estaba sentada en un taburete, entró de repente en éxtasis y cayó de rodillas. Entonces todos salimos a la tasca e hicimos corro alrededor. La niña, en el centro, nos dio a todos a besar el Crucifijo. Fue pasando por orden y nos fue dando a todos.

Entre los que estaban de pié, había un chico catalán del que yo tenía referencias porque aquel mismo día, a la mañana, estando en tertulia con un grupo de personas, pregunté a una señora catalana sobre quién era ese señor.

Este señor estaba discutiendo con un grupo de personas en plan muy intelectual y notaba que estaba bastante negado a admitir lo que estaba pasando en Garabandal.

Me dijo la señora catalana:

-- es que no cree en nada, lo hemos traído aquí porque no ha creído nunca en nada y menos ahora en esto de Garabandal.

Este señor era uno de los que estaba con nosotros cuando la niña, en éxtasis, daba a besar el Crucifijo. Loli se fue de rodillas donde este señor, que estaba de pié, y le alargó el Crucifijo para que le besara y este hombre no quiso besarlo. Entonces la niña decía a la Virgen:

-- no quiere besarlo, ¡haz que crea!.

Entonces se le acercó otra vez a cierta distancia y este chico se acercó al centro y lo besó. Entonces el chico se retiró, muy emocionado por haber recibido la gracia de creer en las Apariciones.

 

A. M. D. G.

 


 

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