Las Apariciones de la Santísima Virgen María en San Sebastián de Garabandal

Capítulo 233

 

La protección de nuestra Santa Madre.

 

Por el Beso que he dado, mi Hijo hará prodigios.

 

 

Además de las conversiones y curaciones ya relatadas en numerosos capítulos, hay muchas pequeñas historias que muestran la protección de la Santísima Virgen y de los Ángeles custodios para todos sus hijos.

En la vida ordinaria es donde más se da de continuo esta protección, muchas veces casi sin darnos cuenta. En otras ocasiones lo signos son como más evidentes para darnos mayor confianza a todos en la Providencia Divina.

Cuenta María José que un día subió con su hermana, María Dolores Álvarez, a los pinos y estando allá vino un fuerte chaparrón de agua. Tan fuerte que bajaba muchísima agua por la calleja. Se pusieron bajo el pino de la Virgen y a pesar de la lluvia no se mojaron nada, ¡ni una gota!, fue algo extraordinario.

Bajaron de los pinos en cuanto pasó el chaparrón y bajando por la calleja vieron ríos de agua delante de ellas, que bajaban hacia el pueblo, pero lo sorprendente fue que llegaron al pueblo y no se habían mojado ni siquiera los zapatos lo cual es muy sorprendente, porque la misma hierba mojada y los matojos en seguida dejan empapado el calzado corriente. Fue un regalo de la Virgen para quien durante muchos años ha subido con grupos de peregrinos a Garabandal.

 

Otro caso singular fue la señora de Cosío que llamaban Pepa a quien desaconsejaron que subiese el día del primer Mensaje porque tenía un fuerte resfriado. La decían:

-- No subas, con toda esta tormenta de agua vas a acabar de coger la muerte.

Ella subió con toda confianza en la Virgen y cuando volvió, toda pasada de agua, muchos esperaban que se pondría muy mal pero lo cierto es que desde aquel día curó y no ha vuelto a tener otro resfriado.

 

Un señor de Palencia sufría fuertes ataques de asma y más en especial si se mojaba con la lluvia. Tan grande era su fe que subió a Garabandal en este día del Primer Mensaje, a pesar de las fuertes lluvias.

Cuando bajó, su esposa esperaba el acostumbrado ataque de asma que solía tener después de estas mojaduras. Sucedió todo lo contrario. A partir de este día del Primer Mensaje curó completamente del asma que tenía. 

 

Otro caso muy especial fue el de un padre de familia que había venido a Garabandal desde la India.

Su pequeña hija tenía visiones de la Virgen y él, tratando de identificar qué Virgen era la que veía su hija, le puso varias estampas, entre ellas una de la Virgen de Garabandal. Su pequeña hija señalaba a esta.

No le fue difícil conocer la historia de la Virgen de Garabandal porque, por aquellas fechas, el misionero español P. Francisco Benac S.J. difundía las apariciones por este país. Por esto vino a Garabandal en agradecimiento a la Virgen por los favores que su familia recibió.

 

Muy especial fue también lo que sucedió a un señor francés que se llama Henri que veraneaba en San Vicente de la Barquera, Cantabria, con su familia.

Anteriormente había ido a Fátima pidiendo a la Virgen la curación de un cáncer que padecía. Estando en San Vicente de la Barquera, una hermosa población de la costa cántabra, se enteró de las Apariciones de Garabandal y subió con el automóvil, con mucho esfuerzo, por el viejo camino, ya que era la primera vez.

Esta vez no llevó a su familia pues temía que, por sus dolores y el difícil acceso, le pudiera suceder algún percance. Una vez en el Pueblo pidió a Conchita que pidiera a la Virgen su curación. Era la época inmediatamente posterior a las apariciones. Cuando volvió a Francia de sus vacaciones, el examen médico determinó que su cáncer había desaparecido.

Posteriormente, Henri ha subido en muchas ocasiones a Garabandal. En una de ellas era el fin de año y entrada del año nuevo y se encontró con otras doce personas que desde varios países habían venido a los Pinos, despidiendo el año viejo y entrando el año nuevo bajo la protección de la Madre de Dios. Él venía en acción de gracias por su curación.

 

En una ocasión dos peregrinos extranjeros bajaban en automóvil por el viejo camino pero se les cerró completamente en niebla.

No había manera de seguir, desconociendo el terreno. Invocaron a la Virgen de Garabandal y de pronto se iluminó una zona por delante de ellos en que se veía muy bien el terreno. Bajaron así con el automóvil, conduciendo como si fuese de día, hasta llegar a Cosío, donde desapareció esta luz. Allí contaron este suceso y lo han contado más veces cuando en otras ocasiones vinieron a Garabandal.

 

Cuenta don Alejandro Roca:

La subida a Garabandal fue con un SEAT 600, en agosto de 1962 y cuando llegué a Cosío me dijeron:

-- con el coche no podrá subir, tendrá que subir a pié, ayer mismo lo intentó un coche como este y tuvo que volver atrás.

Pero yo no desistí sino que rezamos tres Ave Marías y con mas o menos tropiezos llegamos a Garabandal. En estos cinco días que estuvimos aquí, en cuatro ocasiones distintas, las niñas en éxtasis y con el Crucifijo besado por la Santísima Virgen fueron al coche y le hicieron la señal de la Cruz.

 

Dice el brigada don Juan Álvarez Seco:

A pesar de la enorme cantidad de personal que subió al pueblo el 18 de Octubre de 1961 y a pesar de la lluvia torrencial que se sucedió durante todo el día, no pasó la menor desgracia. Calculé en Garabandal de unos doce mil a quince mil personas; y de ochocientos a mil automóviles y sin accidente alguno, lo que fue para mí una gran sorpresa.

 

Marichu Herrero dice en su relato del día 18 de Octubre de 1961:

El cielo parecía ensañarse con nosotros. A la lluvia, constante y fuerte, empezó a unirse un frío horrible, que culminó en una granizada y que hacia las cinco o seis de la tarde se convirtió en agua-nieve.

A eso de las ocho, se corrió la voz por todos los grupos: "¡A los Pinos!, ¡A los Pinos!", y hacia allá empezó a moverse la gente, bastantes estaban ya allí, bajo el terrible aguacero. Marchábamos a trompicones en la oscuridad, chapoteando en una especie de riada de lodo, piedras y palos que bajaba de la vertiente de los Pinos; nos caíamos, rodábamos a veces, gateábamos echando mano a las piedras grandes del suelo o a las zarzas de las orillas.

Al cabo de un rato, de improviso, entre una multitud que las envolvía, y protegidas por varias parejas de guardias a caballo, aparecieron a ciertas distancia las cuatro frágiles siluetas de las niñas.

Cuando ya estuvieron arriba, el agua-nieve que nos calaba y casi cegaba, dejó de caer; las nubes negras y bajísimas empezaron a ser barridas por un vendaval, y apareció la luna. Una luz pálida iluminó entonces los Pinos y al grupo de guardias, niñas, sacerdotes, etc., que estaban bajo mi punto de observación. Confieso que aquello me resultó de pronto verdaderamente impresionante.

En los pinos fue proclamado el primer Mensaje de la Virgen:

Hay que hacer muchos sacrificios, mucha penitencia. Tenemos que visitar al Santísimo con frecuencia. Pero antes tenemos que ser muy buenos. Si no lo hacemos nos vendrá un castigo. Ya se está llenando la copa, y si no cambiamos, nos vendrá un castigo muy grande.

 

Dice Marichu:

A pesar de tantas caídas y trompicones, no supe de nadie que se rompiera un hueso o se lastimara en lo más mínimo. ¿No le parece asombroso?.

De vuelta a casa y por debajo del pueblo es cuando empecé a sentir más miedo; la avalancha de gente bajaba con prisas, a toda velocidad, resbalando por el barro y empujando. Para que no faltara nada, se desencadenó una tormenta como no he visto. Los truenos retumbaban atronadores por aquellos valles, y los rayos caían sin cesar, cegándonos de luz.

¡Cuánto invoqué a San Miguel!.

Como me resbalaba y perdía el equilibrio, y temía que la gente acabara pisoteándome, me senté en el suelo, a un lado del camino, abrumada por el miedo. Dos hombres, cuyo rostro no pude reconocer por la oscuridad, me tomaron cada cual por un brazo, y así pude llegar hasta Cosío. No sé quiénes serían; pero de todo corazón digo: ¡Que Dios se lo pague!.

El último kilómetro tuve que hacerlo descalza sobre aquel lodazal de piedras sueltas; se me rompieron los zapatos y tuve que tirarlos. Sin embargo, crease milagro o no, no sufrí el menor roce en mis pies, se me quedaron tan intactos como si hubiese bajado sobre una alfombra.

 

Durante las Apariciones, la Santísima Virgen hizo maravillas con las niñas.

A modo de ejemplo, este suceso que cuenta don Plácido Ruiloba:

Ocurrió en el curso de una malísima noche. Llovía a torrentes. Jacinta cayó en éxtasis y yo me ofrecí para acompañarla solo. Se me aceptó y aproveché para hacer una prueba.

La niña, como siempre, andaba con la cabeza inclinada hacia atrás, las manos muy apretadas sobre un crucifijo. Sólo íbamos la niña y yo. Yo la protegía con un paraguas de esos que llamamos familiares, prestado por una señora del pueblo.

Mi brazo, sosteniendo el paraguas, pasaba sobre los hombros de la niña y me dije que quizás podría conducirla a mi gusto. Mis dudas me ayudaban, y teniendo en cuenta la gran oscuridad, la lluvia que caía, el paraguas que nos tapaba la visión, yo me repetía que si, que podría conducirla a donde quisiera.

Pero constaté que no, y que sin duda de ninguna especie, la niña continuaba llevando otro camino completamente distinto del que yo intentaba imponerle. Terminé por decirme que, decididamente, esta niña que elevaba los ojos en un ángulo increíble, debía ir tras una luz que yo no percibía.

Como el éxtasis se prolongaba y el camino se volvía impracticable, mi brazo se fatigaba de sostener el paraguas, lo cerré aunque la lluvia continuaba sin cesar, y la acompañé todavía durante veinte minutos, de suerte que yo iba empapado como una sopa. Mis pies nadaban dentro de los zapatos.

Al cabo de veinte minutos, pasamos ante una casa iluminada por una pequeña bombilla eléctrica, lo que me permitió constatar con estupor que los hombros y la cabeza de la niña estaban completamente secas.

Con el fin de asegurarme mejor, pasé mi mano mojada tres veces sobre sus cabellos, y mi mano se secaba como con una toalla. Todo esto, lo afirmo y estoy dispuesto a jurarlo con la mano sobre los Santos Evangelios.

 

Numerosas conversiones y curaciones.

El fruto más importante de todos los hechos de Garabandal fueron las numerosas conversiones y las curaciones por medio de los objetos Besados por la Santísima Virgen, que se pueden leer en muchos capítulos de esta historia. Una vez más se cumple lo que dijo la Santísima Virgen:

-- Por medio del Beso que he dado aquí, mi Hijo hará prodigios.

Y también dijo la Virgen:

-- Conchita, no vengo solo por ti sino que vengo por todos mis hijos con el deseo de atraerlos a Nuestros Corazones... Será la última vez que me veas aquí pero estaré siempre contigo y con todos mis hijos.

 

A. M. D. G.

 


 

Índice de capítulos