Las Apariciones de la Santísima Virgen María en San Sebastián de Garabandal

Capítulo 243

 

Un trocito de Cielo.

 

Conchita, con un grupo de niños y niñas
del pueblo, en el pórtico de la Iglesia.

 

"Un trocito de Cielo" llama Conchita en su diario, al lugar de la calleja llamado "el cuadro", recordando el sitio donde vio a San Miguel Arcángel y a la Santísima Virgen. Un trocito de Cielo fueron los sucesos que los vecinos y vecinas del pueblo, muchos años después, contaban a los visitantes, como si hubieran sucedido ahora mismo. He aquí algunos:

 

Es inútil esconderme... Lo cuenta María, madre de Jacinta.

La casa donde vivíamos era muy pequeña y yo un día tenia un dolor de cabeza y se me llenaba la casa de gente. Digo yo: me voy a la otra casa. Aquí dormían los muchachos, parte de ellos. Tenía allí una habitación y entonces digo: me voy allí. Era una casa vieja. Entonces me vine ahí y Jacinta estaba cenando. Jacinta no salió de casa, que no tenía Aparición.

Yo me vine después de cenar a esta otra casa y cuando mas tranquila estaba dan en picar a la puerta. Y eran Conchita, Loli, el cura de Barro don José Ramón y un tropel de gente. Abro la puerta, entran, se me afincan al par de la cama, me hacen una Cruz en la almohada y yo no pude volver a dormir. Me dije:

-- es inútil esconderme que dondequiera me encuentran.

Para curar el dolor de cabeza, nada mejor que decírselo a la Virgen. A Maria se le pasó el dolor de cabeza y el sueño y quedó muy contenta. La Virgen vino a buscarla para esto.

 

Hacían cruces en la almohada... Lo cuenta Simón, padre de Jacinta:

Iban a las camas. Si estabas en una casa que no era tuya o estabas con otra mujer, pues te descubrían. El matrimonio a veces, si tienen un hijo enfermo, ponen el niño en el medio. Pues hacían tres cruces entonces. Cada persona que dormía en la cabecera de la cama parecía que lo conocían y si hacían tres cruces es que tenían allí algún hijo.

En casa de mi hermana Tiva, entraron en un cuarto e hicieron una Cruz en la cabeza de la cama y otra en los pies y era que dormían así las muchachas. Entraban en una casa y todo lo descubrían. ¿Quién se lo dijo a ellas?.

Si veían mal comportamiento en una muchacha y un muchacho, les decían:

-- ¡Ay, yo creía que erais matrimonio!.

Se descubrieron muchas cosas.

 

Ya está besado...

Vino aquí uno de Galicia de la provincia de Orense. En la provincia de Orense estuve yo (Simón) trabajando. El era de aquí de Palencia y había estado aquí muchas veces y venía con unos rosarios ya besados por la Virgen y trajo más rosarios, entre los unos besados trajo otros que no estaban besados. Se los dio a una de las muchachas para cuando viese a la Virgen se los diese a besar.

La niña en éxtasis apartó los que ya estaban besados y le dio a besar a la Virgen los que no lo estaban. ¿Cómo conocían ellas que algunos ya estaban besados?. La Virgen se lo dijo.

 

 

Uno de Unquera, que se llamaba Jacinto, hacía dos meses que le había dado un Crucifijo a besar a la Virgen que se le dio a Jacinta. Y oyó esto de que los crucifijos o rosarios ya besados los apartaban ellas. Y decía él:

-- ¿cómo lo van a saber?.

Decidió hacer una prueba. Estando en casa de Ceferino, cayó Jacinta en éxtasis y estaba allí el cura de Cosío, Don Valentín, y había mucha gente. Le dijo Jacinto a Loli:

-- dale este Crucifijo a Jacinta para que se lo dé a besar a la Virgen.

Le coge Jacinta y dice bien claro:

-- está besado.

Le pregunta Don Valentín a Jacinto:

-- ¿está seguro que está besado?.

Le dice Jacinto:

-- ¡Seguro!, ¡seguro!, hace dos meses que se le di a besar a esta misma niña.

 

¿Cómo sabe ella quién es su dueño?. La Virgen las guiaba. Lo cuenta María, madre de Jacinta.

Estábamos cenando y vino una nieta de Tiva y había venido uno de la línea (el autobús) diciendo que vino una señora para que cuando tengas Aparición le des a besar este Crucifijo a la Virgen y luego que se le lleves a su dueño. Entonces yo, como era tan desconfiada, le digo:

-- ¿qué sabe ella quién es su dueño?

Tuvo Aparición Jacinta y yo la seguí. Anduvo por ahí y fue con mucha gente donde la señora que ya estaba acostada y le dije.

-- ¿es tuyo?.

Y me dice:

-- Sí, es mío que quise yo tener una prueba.

 

No sentían dolor. Lo cuenta Avelina.

Una noche estaba María Cruz en éxtasis y estaba Escolástico, el padre, con ella. Como decía la gente que las niñas en éxtasis no sentían dolor quise hacer una prueba. Hartéme de picarle las piernas, pero no fue posible de que se moviese, no se movió nada, nada, como si tocara esa banqueta.

 

Mi hijo no pudo entrar en casa, de tanta gente que había.

Tenía un hijo en el servicio militar en Burgos y vino aquella noche con el coronel, con el capitán y más gente. Tenemos una cuadra con dos puertas. Abrieron las dos puertas, metieron el coche y se tuvieron que marchar al bar que en casa no pudo entrar de la gente que había. Era el día del primer Mensaje, el 18 de Octubre de 1961, y estaba el pueblo que no se cabía en las casas de la gente que había. Y con tanta gente es un milagro que nunca haya pasado nada. ¡Menudo milagro el no haber pasado nada!.

 

Pepa cura de sus resfriados.

Una señora de Cosío, que llaman Pepa, le dice al marido:

-- Me voy a San Sebastián.

El marido le dijo:

-- tan mala como has estado, ¿cómo vas a ir allí?; a acabar de coger la muerte.

Era un día de mucha lluvia y tormenta. ¡Pues yo voy!, decía la Señora. Era este día del Mensaje y cuando volvió perdió un zapato sin llegar a Cosío y llegó allí de vuelta toda pasada de agua. Cuando eso no había carretera. Y desde entonces, esa señora que se llama Pepa, dijo que después de ese día curó y nunca mas le volvió a entrar un catarro.

 

Balduino tuvo que estar allí, delante de todos. Lo cuenta Laura.

En una ocasión estuvieron aquí Balduino y Fabiola, Martín Artajo, la señora y las hijas, que habían venido a las Cuevas de Altamira y ahí se enteraron de esto y se vinieron aquí.

Por las revistas, todo el mundo conocía a Balduino y a Fabiola. Y la gente al verles decía: ¡Balduino, Fabiola !... corrían al coche y ponían otra ropa pero qué mas daba, la cara era la misma. Martín Artajo paseaba con Fabiola para que no la conocieran y Balduino paseaba con las hijas de Martín Artajo.

A la noche tuvo Aparición Loli. Todo el mundo procuraba arrimarse lo más que podía a las niñas en éxtasis y Balduino estaba al pié de Loli y la niña pisó así a Balduino. Y la niña hablaba con la Virgen y decía:

-- ¡Ay!, pues lo vimos ... ¡ay! Balduino y Fabiola...

Entonces Balduino trató de sacar el pie y no pudo y se tuvo que estar allí hasta que terminó el éxtasis, con lo que toda la gente pudo verle bien ya que él no fue capaz de sacar el pie hasta que terminó el éxtasis.

Después, Loli salió a la calle, que esto era dentro de la casa, y su padre con ella, la niña decía:

-- ¡Ay papá, que me está diciendo la Virgen que me está pinchando un señor!.

Fueron a mirar y estaba sangrando por el tobillo. Era que los médicos las probaban.

 

Encuentran el rosario perdido entre el barro.

Una noche se perdió un rosario y había nevado y había barro. Las niñas videntes le preguntaron a la Virgen y Ella les dijo donde estaba. Le fueron a buscar y, bajo la nieve y entre el barro, encontraron el rosario.

 

Le puso la alianza en su dedo.

Una señora viuda que era de Santander le dice a Rosario: le vas a dar tú a Loli la alianza, pero no le digas de quién es. Rosario le da a Loli la alianza de esa señora. Aquella noche Loli le dio a besar a la Virgen muchos rosarios y muchísimas más cosas y con aquella alianza se fue derecho donde la señora que se escondió donde la escalera. Era en casa de Ceferino.

Y fue allá Loli y se la puso en el mismo dedo de donde la señora había sacado la alianza. ¡Cómo se emocionó!. Entonces aquella señora sí que creyó de verdad. ¿Quién le dijo a esta niña de quién era la alianza y de donde la saqué?.

 

La misma niña me lo vino a traer.

Éramos cuatro o cinco compañeras y una se retrasó en darle a las niñas los objetos y dio en llorar, ¡con unas ganas!.

-- ¿Hay señora por qué llora?

-- Porque todas les dieron los objetos menos yo, que no llegué a tiempo.

Entonces le dije pues démelos que se los doy a otra de las niñas. La encontró luego llorando de nuevo y le digo: pero señora, ¿ahora por qué llora?.

-- ¿Cómo no voy a llorar?, si la misma niña me lo vino a traer en la mano después de besarlo la Virgen.

Lloraba de alegría, al ver la delicadeza de la Santísima Virgen.

 

 

La Copa está rebosando.

Lo cuenta Laura:

En una ocasión me dijo la niña que la Virgen le dijo que ya se había llenado la Copa, por los pecados del mundo, y que la Virgen, como Madre, sentiría que nos condenáramos.

«Que si la ayudábamos a Ella y visitábamos al Santísimo y cumplíamos el Mensaje que nos ayudaría para ser buenos y salvarnos»

Éramos, empezando por mí, muchísimo mejores antes de las Apariciones que ahora. Para la Iglesia éramos mejores antes. Porque antes aquí los hombres no faltaban a la Misa ni al Rosario y hoy nada. En el mes de Mayo no faltaba un hombre; dejábamos las labores y veníamos todos. La Iglesia llena. Los que vienen al pueblo de fuera a quedarse vienen con mucha fe. Vienen a la Iglesia con una devoción bárbara.

 

A. M. D. G.

 


 

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