Las Apariciones de la Santísima Virgen María en San Sebastián de Garabandal

Capítulo 258

 

La Santa Cruz

Las Apariciones de Garabandal son una escuela de Vida Cristiana.

 

En el centro: la verdadera Cruz de Jesús que se custodia en el Monasterio de Santo Toribio de Liébana. Abajo, a la izquierda, el Monasterio y el valle de Liébana. En lo alto, el macizo oriental de los Picos de Europa.

 

 

San Juan Crisóstomo y San Ambrosio dicen que:

«Santa Elena, madre del emperador Constantino, pidió a su hijo, poder ir a buscar en Jerusalén la cruz en la cual murió Nuestro Señor. Después de muchas y muy profundas excavaciones encontró las tres cruces.

Como no sabían cómo distinguir la cruz de Jesús de las otras dos, llevaron una mujer agonizante. Al tocarla con la primera cruz, la enferma se agravó, al tocarla con la segunda, quedó igual de enferma de lo que estaba antes. Pero al tocarla con la tercera cruz, la enferma recuperó instantáneamente la salud. Y entonces Santa Elena, y el obispo de Jerusalén, Macario, y miles de devotos llevaron la cruz en piadosa procesión por las calles de Jerusalén. Por el camino se encontraron con una mujer viuda que llevaba a su hijo muerto a enterrar. Acercaron la Santa Cruz al muerto y éste resucitó.»

Un trozo de la verdadera Cruz fue traído desde Jerusalén por el Obispo de Astorga, Santo Toribio, y llevado después, para su mejor custodia, al Monasterio de Liébana.

La historia del pueblo de San Sebastián de Garabandal tiene relación con la Santa Cruz de Santo Toribio porque la Virgen de la Luz, desde su ermita a 1300 metros de altura, en la parte Sur de la ladera de Peña Sagra, es llevada en procesión a la Iglesia del pueblo de Aniezo, y de allí, al Monasterio de Santo Toribio. Muchos de los habitantes de Garabandal subían, tras varias horas de caminata por la sierra, hasta esta Ermita de la Virgen de la Luz, en el día de su fiesta.

 

 Mari Loli da la Cruz a besar

 

Las Apariciones de Garabandal son una escuela de Vida Cristiana.

Las niñas, en éxtasis, hacían con frecuencia la Señal de la Cruz y daban con mucha frecuencia a besar la cruz, primero a la Virgen, y luego a los presentes.

El catecismo cristiano recomienda especialmente hacer la Señal de la Cruz: al levantarse de la cama, al salir de casa, al comer y al dormir. Las niñas se persignaban y se santiguaban cuando recibían la comunión de manos del Ángel. También signaban y santiguaban a la gente e incluso hacían la señal de la cruz sobre los automóviles y también sobre las almohadas de las camas.

En una ocasión, una de las niñas videntes fue santiguando a todas las personas que tenía en torno, excepto a una. El párroco preguntó después a la niña por qué no la había santiguado, y la niña respondió que la Virgen le había dicho que aquella persona era la única de los presentes que se había santiguado por la mañana. Preguntando a todos los interesados, se constató que así había sido en efecto.

 

Conchita persigna y santigua, con la Cruz, a su madre Aniceta.

 

En otra ocasión, las niñas en éxtasis se iban poniendo de rodillas ante cada uno de los presentes y rezaban el "Señor mío Jesucristo", la oración de contrición o de arrepentimiento de los pecados, pero al estar delante de un niño pequeño, sin verle, en vez del "Señor mío Jesucristo" rezaban una "Salve".

Una señora pidió con mucho interés a la niña vidente que preguntara a la Virgen si su marido creía en Dios. Después del éxtasis conoció la respuesta:

-- En Dios, sí cree; en la Virgen, muy poco; pero ya creerá.

Dicho señor era protestante. Ahora ya es católico y muy amante de la Virgen.

Un señor, de rodillas, pedía mentalmente por la conversión de su yerno. Según estaba así con su oración, sólo conocida de él, se le acercó una niña en trance y le dijo al oído la palabra "sí", que algunos de los más próximos pudieron captar también. Cuando se le preguntó después a la niña, por qué había dicho aquel "sí", ella respondió: La Virgen me dijo: "Aquí tienes a un hombre: dile que sí".

Otra vez entregaron a las niñas cinco estampas, para que las besase la Virgen. La vidente fue dándolas una a una a la visión, excepto una, que parecía no querer recibir. La propietaria de dicha estampa, muy emocionada, se fue a confesar. Más tarde volvió a entregar su estampa a una niña en trance y ésta, después de estar como escuchando a la Virgen y sonreír, ofreció en primer lugar aquella estampa para que fuese besada.

Un día, una de las niñas, en éxtasis, se fue de rodillas, repentinamente, hacia una persona. Esta se retiraba con toda deliberación, hasta que la niña, que mantenía su mirada fija en lo alto, la acorraló en una esquina; allí le sonrió muy dulcemente durante unos momentos, y luego la dejó. La impresión que todo esto causó en la interesada, fue muy grande. Había llegado a Garabandal muy angustiada con el pensamiento de si sus confesiones no estarían bien hechas. Por eso había rogado a Dios y a la Virgen:

-- Si mis confesiones pasadas están bien hechas, que la niña venga claramente a mí.

Apenas había formulado mentalmente su petición, la niña, desde el otro extremo de aquel desván, había arrancado de rodillas hacia ella, sin atender a ninguna otra persona. ¡Qué delicadeza la de la Virgen!

 

A. M. D. G.

 


 

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