Las Apariciones de la Virgen María en San Sebastián de Garabandal

Capítulo 51

 

El Rosario es la Oración mas frecuente
de las niñas durante los éxtasis.

 

Jacinta dá a besar a la Virgen un Rosario.

 

El Papa Juan Pablo II.

Carta Apostólica: Rosarium Virginis Mariae.

Foto: El Papa Juan Pablo II habla y escucha a la Santísima Virgen como todo de Ella que es; Totus tuus, todo tuyo.

Dice el Papa:

El Rosario me ha acompañado en los momentos de alegría y en los de tribulación. A él he confiado tantas preocupaciones y en él siempre he encontrado consuelo.

Hace veinticuatro años, el 29 de octubre de 1978, dos semanas después de la elección a la Sede de Pedro, como abriendo mi alma, me expresé así: «El Rosario es mi oración predilecta. ¡Plegaria maravillosa! Maravillosa en su sencillez y en su profundidad».

 

El Rosario es la Oración más frecuente en los éxtasis de las niñas en Garabandal.

Entre los preciosos cánticos de las niñas estaba este:

Hombres, mujeres y niños,
Rezad el Santo Rosario,
Para allá en el otro mundo,
Hallar el eterno descanso.

Para allá en el otro mundo,
Hallar el eterno descanso.

 

Dice Conchita:

-- El Rosario es una parte muy importante del Mensaje de la Virgen en Garabandal.

Todos los Papas hablan maravillas del Rosario. San Pio X escribió en su Testamento que:

-- El Rosario es la Oración más hermosa y la más llena de gracias.

El Papa Pio XII, en una carta del 31 de Agosto de 1946 al Obispo de Manila, escribió que el Rosario es:

-- El breviario de todo el Evangelio.

Tanto el Papa Juan XXIII, como Pablo VI lo rezaban cada día.

La Virgen María se apareció en Garabandal en cuya Iglesia se rezaba el Rosario todos los días y el pueblo asistía masivamente a él.

La Virgen enseñó a las niñas a rezar bien el Rosario y al principio iba Ella delante rezándolo todo, para enseñarlas a rezarle bien. Después solamente rezaba la parte que le correspondía.

El Rosario contiene las Oraciones más bellas:

El Padre Nuestro, la Oración que Jesús nos enseñó para orar a Dios nuestro Padre. El Ave María, según el saludo del Arcángel San Gabriel y el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios que hizo a María bendita entre todas las mujeres. Es una perfecta alabanza a la Santísima Trinidad a quien se Glorifica. Es una meditación de los Misterios de la Vida de Jesús, nuestro Redentor.

La Virgen lo rezaba con una voz dulcísima y una especial unción. Cuando llegaba el Gloria, la Virgen:

-- inclinaba la cabeza con extraordinaria reverencia.

 

Le Virgen rezaba con una Voz dulcísima.

Don Benjamín Gómez oyó la voz de la Virgen rezando.

Dice Benjamín Gómez:

Esto que voy a decir lo he dicho personalmente, pero es la primera vez que en magnetofón lo pongo. A base de estas cosas tuve que ir en una ocasión a Burgos a hacer una declaración sobre esto. Cuando terminé de hacer la declaración, o sea, en mi interior pensé y dije:

-- Ya no digo mas.

En este momento una voz de una mujer, piénsese bien esto, una voz de una Mujer que lo divino no tiene nada que ver con la tierra, con una dulzura, rezando el Padre Nuestro. Entonces reza el Padre Nuestro de esta manera:

-- Padre nuestro que estás en los Cielos, santificado sea tu nombre.

Entonces, un señor que estaba sentado, que le tengo de testigo si hace falta, se levanta con una ilusión, hecha manos a la cabeza y dice:

-- ¡Dios mío!, pero ¿qué es esto?, ¿qué es esto, Dios mío?.

La Virgen siguió hablando, yo creo que no rezando pero yo me quedé mirando la actitud del Padre y hablo las cosas claras que era un Sacerdote y Ella siguió hablando cuatro o seis palabras mas. Lo que dijo no lo pude saber.

Siempre deja algo para sufrir que es mas bonito que hubiera callado él hasta que hubiera terminado la Virgen de hablar, pero no pudo evitarlo. Sufrió tal clase de emoción que no pudo evitarlo y yo me quedé mirando la actitud de él ya que yo estaba muy sereno en aquel momento.

Por eso digo que hay una Mujer en lo alto que estuvo en Garabandal y estaba allí mismo en ese momento.

Las niñas de Garabandal decian que tenia una voz que no se parecía a ninguna mujer de la tierra, porque todo era dulzura, y por esto yo les dije a las niñas en mas de una ocasión: vosotras habeis visto a la Virgen, os lo digo yo que la habeis visto, porque su voz era como la niñas decian.

En esto tienen toda la razón porque es una voz divina que no tiene comparación humana. Lo humano con lo divino no tiene absolutamente nada que ver lo uno con lo otro.

 

Dice Benjamín de cómo rezaban el Rosario las niñas:

No me explico yo, cuatro niñas rezando a la vez un Rosario que por mucho que queramos hacer nosotros tampoco sale como rezaban las niñas. ¿Quién las enseñó a rezar así?. Ellas decian que la Virgen y la Virgen sería. Rosario para llevar las cuentas no llevaban, y pensemos en esto otro: ellas siempre esperaban a que terminase de rezar el último que iba, aun cuando sabemos que ellas en éxtasis no oian ni veian nada de fuera y sin embargo alguien las guiaba para saber cuando terminaba de rezar el ultimo y seguir ellas.

En una ocasión iban las cuatro rezando el Rosario por los caminos del Pueblo y me ponía a una parte y parecía que era aquella la que rezaba. Me ponía al otro lado y era la otra y resulta que las cuatro pronunciaban las mismas palabras y no se oye mas que una voz.  ¿Por qué no se oyen todas y se equivoca alguna en algo?. Pues todas ellas rezaban, pero la voz es solamente una.

 

La Virgen, personalmente, les enseñó a las niñas:

Dice Conchita en su diario que ya el primer día que la vimos:

-- Rezamos el rosario viéndola a Ella. Ella rezaba con nosotras para enseñarnos a rezarlo bien.

El 18 de Agosto de 1961:

Lo primero que nos dijo fue que recemos el Rosario y nosotras, como nunca le habíamos rezado delante, nos dijo Ella:

-- Yo voy a rezarlo delante y vosotras me seguís.

Ella rezando muy lento. Ella decía "Santa Maria" y nosotras decíamos "Santa María", rezábamos así. Cuando nos tocaba "Dios te Salve María", pues igual que se reza el Rosario, pero todo muy despacio, y la Salve nos mandó cantarla y nosotras la cantamos.

El Rosario duraba entre tres cuartos de hora a más de una hora, según fuese rezado o cantado; nunca había prisa de terminar. Por la forma de rezarlo las niñas, parecía como del Cielo porque estaba allí Nuestra Señora.

Don Valentín Marichalar, el párroco, nos dice que un sacerdote, al oir el Rosario dijo:

-- No necesito otra prueba. En ningún Seminario o Institución religiosa nunca he visto ni oido un Rosario como el que se reza aquí con las niñas en éxtasis.

Tanto los rezos como los cánticos se pueden escuchar aquí, en Rezos y canciones a Nuestra Señora.

 

Es un testimonio unánime de todos los que asistieron a los éxtasis.

Cuando el médico pediatra, doctor don Celestino Ortiz, hacía sus primeras subidas a Garabandal, quedó gratamente sorprendido ante la actitud con que aquellos hombres rústicos rezaban el rosario por las calles acompañando a las niñas, todos con la cabeza respetuosamente descubierta. Habló de ello con uno, y recogió este desahogo:

Nosotros, los que cuidamos del ganado por el monte, bajamos al pueblo los sábados, para rezar el Rosario con las niñas; arreglamos los ganados más pronto que otros días. Y es que rosarios como éstos no se pueden perder; valen por mil de los que antes rezábamos en la iglesia.

-- ¿No será un poco exagerado?.

-- No, doctor, no. En la iglesia, muchas veces, estamos distraídos; pero aquí rezamos y vamos pensando.

 

Debemos pensar lo que rezamos; rezar es hablar con Dios y la Virgen.

Cuando decimos el Padre nuestro o el Ave María estámos hablando con Dios y la Virgen y hay que decirlo como cuando hablamos con una persona a quien amamos mucho, despacio y con corazón.

Loli presenta a la Virgen muchos Rosarios
 y cadenas con medallas para que las bese.

 

Dice Simón, el padre de Jacinta:

Cuando más me emocioné fue la noche de la Encarnación, porque yo pensaba:

-- Esto, si es cosa de Dios, el día de la Encarnación tiene que haber algo especial.

Llegó el día 24 de marzo de 1962. A las doce de la noche cayó Jacinta en éxtasis en casa, salió a la calle y nosotros con ella. Fue al portal de la iglesia, estuvo un poco alli y se fue a casa de Ceferino adonde había poca gente. Era ya cerca de la una cuando cae Loli en éxtasis también. Salieron a la calle las dos y salíamos con ella y, al salir a la calle, pasaba Conchita en éxtasis con su familia y se juntaron allí las tres.

Van al portal de la iglesia y comienzan a rezar el rosario. Empezaron a cantar los misterios, lo que no habían hecho nunca. ¡Unas voces angélicas!. Y lo que más me emocionó es cuando dijeron:

-- Dice la Virgen que canten todos en voz alta.

Yo cantaba con una emoción grandísima. Todo el que pudo salir de la cama, salió. Cuando se terminó el rosario, todo el pueblo estaba allí. Anduvieron varias veces por las calles, un rosario cantado es largo. Todo el pueblo estaba emocionadísimo.

Después de rezar el rosario yo dije para mi:

-- Mira, para la Encarnación deberían cantar unos cantares.

Es como si adivinasen mis pensamientos, porque se pusieron a cantar cánticos muy bonitos y cuando cantaban los del Ave María, nosotros también cantábamos: ¡Ave, Ave!, ¡Ave María!.

 

Hombres, mujeres y niños,
ya sabéis nuestro mensaje,
la Virgen quiere se cumpla,
para bien de los hogares.

La Virgen quiere se cumpla,
para bien de los hogares.

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Seguid cristianos la Virgen,
con humildad y fervor,
pedidla nos haga un sitio,
en la celestial mansión.

Pedidla nos haga un sitio,
en la celestial mansión.

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La Virgen nos ha avisado,
con esta, ya van tres veces,
Ay, Virgencita del Carmen,
qué pena nos da la muerte.

 Ay, Virgencita del Carmen,
qué pena nos da la muerte.

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Hombres, mujeres y niños,
rezad el Santo Rosario,
para allá en el otro mundo,
hallar el eterno descanso.

Para allá en el otro mundo,
hallar el eterno descanso.

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¡Oh Virgencita del Carmen!,
cuanto gusto nos has dao,
con aparecerte a nos,
con tu Niño tan salao.

Con aparecerte a nos,
con tu Niño tan salao.

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¡Oh Virgen María!, flores te traemos,
el Santo Rosario, a te ofrecemos.

¡Ave, Ave!, ¡Ave María!,
¡Ave, Ave!, ¡Ave María!.

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Las modas te arrastran al fuego infernal,
v
estid con decencia si os queréis salvar.

¡Ave, Ave!, ¡Ave María!,
¡Ave, Ave!, ¡Ave María!.

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¡Oh Virgen María!, tus ojos fijad,
en los corazones del mundo humano.

¡Ave, Ave!, ¡Ave María!,
¡Ave, Ave!, ¡Ave María!.

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El 13 de Mayo, la Virgen María,
bajó de los Cielos a Cova de Iría.

¡Ave, Ave!, ¡Ave María!,
¡Ave, Ave!, ¡Ave María!.

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De vuestros hijitos, oh Madre escuchad,
la tierna plegaria y dadnos la paz.
 

¡Ave, Ave!, ¡Ave María!,
¡Ave, Ave!, ¡Ave María!.

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Sobre este día dice Maximina en una carta:

Pero lo más grande fue el domingo, día de la Encarnación.

Empezaron a las nueve y media de la noche y terminaron a las doce. Empezaron el Rosario cantado; luego dijeron que decía la Virgen que cantara toda la gente. Mire, cantábamos todos con una emoción bárbara; no se lo pueden figurar.

Fuimos cantando al cementerio; allí, de rodillas, rezaron un misterio; era a la puerta, cuando en esto Conchita que estira un brazo, con el crucifijo en la mano, a través de las rejas de la puerta, y parecía que le estaba dando a besar. Conmovía. Hasta a los corazones más duros.

Luego volvimos otra vez por el pueblo, cantando hasta terminar. Se cantó la Salve, el "Cantemos al Amor de los amores", y luego otros cantares que discurrían ellas estando en éxtasis; y decían ellas:

-- ¡Ay, qué contenta está la Virgen, porque hay mucha gente!; ¡Cómo sonríe y cómo nos mira a todos!.

 

Rosario cantado a la vez en los Pinos y en el Pueblo.

El 28 de Julio de 1962 las cuatro niñas videntes cantaron el Rosario pero lo extraordinario fue que dos de las niñas estaban en los Pinos y las otras dos en el pueblo pero ellas lo cantaban a la vez, como cuando estaban juntas, y aquel rezo simultáneo que se oía a la vez en lo alto, en los Pinos, y en el pueblo fue una escena maravillosa.

El 7 de Octubre de 1961, fiesta de la Virgen del Rosario, también rezaron un Rosario maravilloso y cantaron cánticos que ellas mismas componían y la Virgen las ayudaba. El mismo dia del año siguiente, 1962, Conchita anduvo por el pueblo una hora cantando el Rosario de un modo precioso. Decía Aniceta, su madre:

-- que su hija, en estado normal, cantaba mal pero en éxtasis se transformaba y lo hacía de maravilla.

 

Un suceso singular tuvo lugar a primeros de noviembre de 1962.

En este mes de noviembre, la atención de las niñas a favor de los difuntos no podía faltar. De aquí, sus visitas en éxtasis al Cementerio.

Dice Maximina en una carta a los señores Ortiz (6-XI-62):

 Ahora es, muchos días, el rosario cantado por el pueblo. Conchita va mucho al cementerio, y el otro día fueron ella y María Dolores. Andaban cantando el rosario; ahora nos mandan que cantemos todos, y fuimos con ellas al cementerio; allí dejaron de cantar y rezaron con muchísima devoción; nunca entran dentro, pero ese día abrió Conchita la puerta y entramos. ¡Ay!, ¡no saben el respeto tan grandísimo que nos dio a todos!.

Lo primero fueron donde está el padre de Conchita; se arrodillaron con una devoción terrible, posaban la cruz en el suelo; en las sepulturas; en aquel entonces las sepulturas eran en tierra; y luego se la daban a besar a la Virgen; lo mismo que hacía una, hacía la otra.

Después fueron a la tumba de mi marido; también se arrodillaron, yo lo pasé muy mal; de allí vinieron a mí y me dan a besar el crucifijo mucho rato. Después van donde otra tumba y después, donde mi madre. Ustedes ya saben cómo llevan en éxtasis las cabezas sin ver nada, ¡y cómo acertaban con las sepulturas!.

Yo lo que digo es que mi marido, dos años que estuvo conmigo, para mí fue buenísimo. Y mi madre, en este mundo, sufrió muchísimo. Era devotísima de la Virgen; yo casi siempre la vi con el hábito de los Dolores.

Lo que sucedía en el cementerio nos recuerda nuestro destino, que es Dios, en el Cielo. La Santísima Virgen nos recuerda que los cuerpos de los que murieron también serán un dia glorificados como nos dice el dogma de la Resurrección de los muertos y que los que están en la otra vida nos quieren de un modo especial, mucho mas que cuando estaban acá; nos ven a la luz de Dios y cuidan de los que estamos de paso aquí en esta vida. También las Almas del Purgatorio, en su camino hacia el Cielo, piden por nosotros y desean fervientemente que pidamos por ellas.

 

El Cementerio de Garabandal. En tiempo de las Apariciones, la tumbas eran sencillas sepulturas en tierra. Al fondo se ve la puerta de hierro donde las niñas, en éxtasis, rezaron con tanta frecuencia.

 

En Garabandal, era una bendición este recuerdo diario que se tenía de las Almas del Purgatorio; al atardecer, todos los dias, salía una mujer del pueblo tocando una campanilla para que todos rezasen por las Almas del Purgatorio.

 

Sobre esto nos dice Miguel, el hermano de Jacinta:

Una noche iba con Jacinta y Loli, que tenían costumbre de ir al cementerio. Iba con tanto miedo que las dejé solas. Se marcharon para el cementerio. Me quedé viendo por donde iban. Yo tenía un año más que ellas y no me atrevía a ir. Entonces llegaron ellas solas; luego vino más gente y entonces fuimos allá con ellas.

Ellas no tenían miedo de ir al cementerio, no, nada. Allí metían la mano por la verja de la puerta, que es de hierro. Entre las barras de hierro, metían el brazo entero, con el Crucifijo en la mano, y lo daban a besar a unas cuarenta o cien personas, para arriba, para abajo, como si tuviesen alturas diferentes, daban a besar el Crucifijo a un gran número de personas difuntas.

Muchas veces las niñas, en éxtasis, tenían costumbre de ir a llevar el Crucifijo a las personas enfermas y ancianos. Algunas veces a uno que era muy anciano o que estaba ya para morir o que estaba muy enfermo, iban allá por la noche y rezaban dos o tres Rosarios con él.

 

De esto mismo nos dice Don Juan Álvarez Seco:

Yo he rezado el santo Rosario con las videntes y con la Virgen, al igual que otras personas que también seguían a Conchita; en uno de los misterios se dirigía al Cementerio, por un camino lleno de agua y cieno.

¡Qué rosario más bien rezado por las videntes, y con cuánta devoción lo hacíamos los que las acompañábamos!.

Al llegar al Cementerio, Conchita introduce la mano con el Crucifijo por entre las rejas, y lo da a besar al parecer, a los muertos, señalando unos más alto que otros, y como si estuvieran colocados en varios coros.

Cuando había terminado y después de andar unos cincuenta metros hacia el pueblo, se vuelve Conchita al Cementerio, introduce la mano por entre las rejas como si al principio alguno no quisiera besar el crucifijo, o como si algún otro difunto se hubiera retrasado en besarlo.

 

En Garabandal se rezaba el Rosario todos los dias en la Iglesia.

Dice Miguel, el hermano de Conchita:

Cuando era joven y trabajaba en el campo, la campana de la Iglesia del pueblo tocaba al mediodía. Todos parábamos de trabajar, incluso los que estaban con el ganado, y rezábamos el Angelus. Después, a la tarde, todos, hombres, mujeres, niños, todos volvían a sus casas para luego ir a rezar el Rosario en la Iglesia. Y esto sucedía cada dia.

 

Un Rosario maravilloso sobre la nieve.

Una noche Conchita tenía ya dos llamadas, por lo que la entrada en trance de la niña podía esperarse de un momento a otro. Aniceta nunca la dejaba sola en tales circunstancias, y menos de noche; pero en aquella ocasión se le arreglaba muy mal el quedarse ella misma pendiente de Conchita; rogó entonces a Aniceto que, en vez de ir a acostarse, se quedara al lado de su hermana.

Hacia las dos y media de la madrugada, Conchita cayó en éxtasis y salió de casa. Cetuco tomó una linterna y la siguió. Era una noche de invierno, blanca por la nieve y rigurosamente fría. Como volando por encima de toda aquella blancura, Conchita hizo presurosa el difícil camino de los Pinos. A Cetuco se le quitó el frío con su esfuerzo por seguirla.

Un rato más tarde, Aniceta, bien abrigada, se echó igualmente a la calle para reunirse con sus hijos. Era impresionante el frío; pero más aún, el silencio de todo y el apagado resplandor de la nieve. Cuando, al fin jadeante, llegó a los Pinos, Aniceta quedó como muda ante la escena que veían sus ojos: allí estaban, sobre la nieve, sus dos hijos, de rodillas y rezando. Conchita absorta en su Visión dirigía el Rosario; Cetuco, con toda devoción iba respondiendo.

Al cabo de un rato, Conchita se levantó; entonces la madre se adelantó a bajar, para prepararle de algún modo el camino, apartando la nieve en los pasos más difíciles. Fue una precaución inútil, pues la niña, ¡de rodillas y de espaldas!, se deslizaba hacia abajo sobre aquella capa blanca, como siguiendo una trayectoria que invisiblemente se le trazase.

Tan extraordinaria marcha extática fue a terminar detrás de la casa materna, en la calle o callejuela que meses más tarde había de ser escenario del "milagro de la comunión visible".

Dice Piedad:

Otra noche, tronaba muchísimo. También nevaba. Me asomo a la ventana a ver lo que pasaba y veo venir por allá a Aniceta con Conchita en éxtasis. Granizaba; Conchita andaba así: los brazos extendidos y la cabeza para arriba y llevaba una Cruz en la mano.

Le daban los granizos en la cara. Yo lloraba al ver a la cría. Entonces yo cogí una manta, me echo la manta encima y bajé; era como a eso de las once o las doce de la noche. No había nadie más que su madre con ella.

Fuimos hasta la iglesia, por donde vive Pepe; fuimos al cuadro. Una granizada terrible, y venga los granizos dándole a ella. Yo me extremecía, y Conchita nada, natural. Después se metió en casa y me dijo su madre:

-- Si quieres entrar, hija mía, entra.

Digo yo:

-- ¡Ay!, ya me voy; es que me dió muchísima lástima de tí, Aniceta.

Y me vine para casa.

 

Dice Mari Loli:

La Virgen me hace reconocer también cuándo una persona necesita que se rece por ella.

Una vez me dijo de una persona que no rezaba el rosario, y la persona ésa me mandó que le dedicase una estampa. Yo en ella le puse que tenía que rezar el rosario, y ella entonces se echó a llorar y me dijo:

-- ¿Quién te ha dicho que yo no rezo el Rosario?.

Luego me ha escrito y me ha dicho que desde aquel día ya no ha dejado de rezarlo.

 

María Madre nuestra.

El dia 1 de Agosto de 1961, a las 12, hora del "Ángelus", se oyó muy claramente a las niñas rezar el Avemaría con una preciosa añadidura:

-- Santa María, Madre de Dios y Madre Nuestra, ruega por nosotros ...

A la Virgen le agradaba muchísimo que lo rezasen así pero indicó que no rezasen habitualmente así el "Santa María" hasta que fuese aprobado por la Iglesia.

Decía Mari Cruz, a la Virgen:

-- Mira, la gente no cree. Sólo cree que estamos locas o tontas. ¡Anda!, ¡haz un milagrín!, aunque sea muy chicu, para que crean. Desprende ahora tres estrellas.

En aquel mismo momento, tres estrellas fugaces cruzaron el firmamento.

 

La Santísima Virgen.

Dice Conchita:

La primera vez que vimos a la Virgen, se nos apareció de repente.

-- Venía con dos Ángeles y el Niño Jesús, y había un Ojo encima de todos, con mucha luz.

Siempre se nos aparecía de repente, solo que unas veces traía el Niño y otras no. Su postura más habitual era estar con los brazos abiertos y extendidos, mirándonos:

-- Sus ojos eran negros, ¡muy dulces y misericordiosos!, más bien grandes. Parecía como si no mirara a la cara, ni al cuerpo, ¡sino al alma!.

Su mirada es muy difícil de describir.

-- Hace a uno amarla más y pensar más en Ella. Mirándola a la cara, nos hace felices del todo, y mirándonos Ella, todavía más. Cuando nos hablaba, nos miraba, y también cambiaba de mirada durante la conversación.

Su voz:

-- es muy dulce y armoniosa, se oye por los oídos, aunque sus palabras penetran en el corazón; es como si metiera la voz dentro. ¡Hablaba con voz clarísima y dulcísima!.

Alguna vez se rió, además de sonreírse, que era lo habitual.

-- Se oía su risa, como sus palabras; pero la risa era más no sé qué que el habla. ¡No sé explicar su risa!. Nunca sabré explicarla, era muy hermosa.

Nos besaba casi todos los días, y salía de Ella. Eran besos de despedida en ambas mejillas. Alguna vez le pedí que me dejara besarla, y otras veces la he besado sin pedírselo.

Cuando terminaba de ver a la Virgen:

-- Salía como del Cielo, con muchas ganas de amar a Jesús y a María, y de decir de Ellos a la gente, ya que eso es lo único que nos puede alegrar: hablar y escuchar de la Virgen.

La Virgen nos llamaba antes de venir, eran tres llamadas:

-- La primera, era sentir de pronto una alegría muy suave. La segunda, era más fuerte. La tercera, ya Ella nos llevaba; salíamos a toda prisa a donde Ella quería que estuviésemos; Ella nos guiaba y nos llevaba como en un vuelo.

¡Quién viviera en aquellos tiempos que veíamos a la Virgen tantas veces!. Aunque tuviéramos que quedarnos sin dormir, no nos importaba. ¡Éramos muy felices!.

La Virgen, muchas veces, no nos miraba precisamente a nosotras, sino más lejos, a la gente que había detrás. Cambiaba a veces de semblante; pero sin dejar de sonreír. Yo le preguntaba:

-- ¿A quién miras?.

Ella me decía:

-- Miro a mis hijos.

 

A. M. D. G.

 


 

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