Las Apariciones de la Virgen María en San Sebastián de Garabandal

Capítulo 58

 

El beso de nuestra Madre.

 

Helen Rozeluk, el Beso de la Virgen salvó nuestra familia.

Roma Martino, tras su curación y conversión, funda el primer centro de Garabandal en Australia.

Por medio del beso que he dado, mi Hijo hará prodigios.

 

Michael y Helen pasaron grandes pruebas.

Dice Helen:

A decir verdad, entre los arrebatos de Michael, la desesperación, la enfermedad, el tener que ser dos personas a la vez, ayudándole en su clínica también, yo estaba a punto de perderlo.

Yo me podría haber vuelto loca. Nuestro matrimonio se rompería y habría sido enviada a una institución mental. Sólo una cosa nos mantuvo unidos, sólo una cosa: el Rosario a nuestra Bendita Madre. Después de visitar Garabandal, el Beso de nuestra querida Madre nos dió una nueva vida.

 

La Historia de Helen Rozeluk.

Dice Helen:

Mi nombre es Helen Rozeluk. Mi marido, Michael, es un dentista en Toronto, Canadá. Michael y yo crecimos en familias ucranianas de inmigrantes. Como resultado, nuestras vivencias estan ligadas íntimamente a nuestra comunidad ucraniana.

Ambos trabajamos en el mismo grupo juvenil ucraniano. Yo enseñé en las escuelas ucranianas los sábados, canté en el coro, dirigí los campamentos de verano.

Michael estaba en el ejecutivo nacional de la organización de la juventud y en 1986 fue elegido presidente de la organización en Canadá. Cuando tuvimos nuestros hijos, les educamos de igual modo a como fuimos educados nosotros. Además de las clases normales de su escuela, ellos fueron a clases ucranianas, los sábados, así como a clases de música y baile y a las actividades deportivas en que la mayoría de los niños norteamericanos toman parte.

Michael era muy buen dentista y tenía mucho éxito. Disfrutaba con su trabajo. Los pacientes le querían y algunos viajaban desde bastante lejos para verlo. Nuestros hijos, Natalka y Andriy, eran buenos estudiantes y con buena salud. La vida no podía irnos mejor.

En aquel momento, la religión no era una prioridad en nuestra vida. Éramos católicos "de ir a la iglesia en domingo". Y si algo importante sucedía el domingo, entonces el ir a la iglesia no era una prioridad. Pero Dios tenía otros planes.

 

Todo cambió a partir de 1986.

En la tarde del 19 de febrero de 1986 Michael volvía a casa de una práctica del coro. Paró en un cruce, esperando para girar a la izquierda.  Repentinamente, un Volkswagen, que venía a toda velocidad, chocó contra su coche. El impacto fue tan grande que lanzó nuestro coche a diez metros hacia adelante, al otro lado del cruce.

Michael no recuerda cómo salió de su coche. Su primer recuerdo fue el de inclinarse sobre el techo, sintiéndose muy mal, débil, mareado y con náuseas.

Había una ambulancia y personal cerca, pero ni ellos ni la policía pensaron en llevar a Michael al hospital. Le dejaron que volviese a su casa en su propio coche, que era otra media hora por la carretera.

La mañana siguiente, Michael no podía levantar la cabeza de la almohada. Tenía dolores fuertes en el cuello y en las mandíbulas, en los hombros y en la columna. Tuvimos que cancelar los pacientes de ese día y Michael fue a ver a su médico, que inmediatamente le mandó hacer radiografías.

Sin embargo, si no hay huesos rotos, la radiografía no muestra nada. Le dieron a Michael calmantes y relajantes y se le mandó en casa. Las dolencias iban a peor y fue enviado a un especialista, después a otro, y a otro. Empezó ocho años de visitas a especialistas, abogados, fisioterapeutas, quiropráctas, y un psiquiatra.

Michael no podía tomar las medicinas prescritas, se sentía peor. La única cosa que podía tolerar era Tylenol-3, pero ayudó muy poco. Finalmente logró que le examinasen algunos especialistas de primera categoría en Toronto, Filadelfia y Nueva York.

 El diagnóstico final desalentaba: Michael había dañado los ligamentos de sus mandíbulas y algunas vértebras del cuello. Limitó su trabajo a una hora al día. Su estado no mejoraría. Era una artritis creciente en el cuello y columna superior y sería un lisiado total dentro de cinco años.

Viviendo en el dolor, le daba fuerzas el tener que sostener una familia. El trató de trabajar, pero muy a menudo alguien lo traía a casa a mediodía. Si lograba trabajar tres días seguidos, su columna estaba llena de dolores en el cuarto día.

A veces se desmayaba por el dolor. A veces vomitaba. A veces el dolor era tan intenso que él puso su columna en el piso durante 40 horas, incapaz de moverse, incapaz de comer o hablar.

El tiempo le afectaba muchísimo y por ello era capaz de predecir el tiempo mejor que el meteorólogo. Eso era cuando estaba peor. Muchos pacientes lo dejaron. Muchos lo entendieron y permanecieron con él.

Durante ocho años, Michael perdió muchos días de trabajo. Había que pagar a su personal, a sus proveedores y su hipoteca. Muchas veces no había suficiente para la comida en casa. Perdimos muchos de nuestros amigos, al no poder asistir a reuniones sociales.

Durante ocho años, los hijos y yo estábamos muy afectados emocionalmente. Michael tenía arrebatos imprevisibles que afectaban también a sus hijos.

Como la incapacidad era creciente, Michael estaba cada vez más desanimado. Cada semana, durante ocho años, me decía una de estas dos cosas:

-- ¿Por qué no tomas a los niños y te vas?. Mereces un marido mejor que yo, los niños merecen un padre mejor, déjame solo y vete.

Y otro era:

-- Prefiero morir porque yo no aguanto más.

A decir verdad, entre los arrebatos de Michael, la desesperación, la enfermedad, el tener que ser dos personas a la vez, ayudándole en su clínica también, yo estaba a punto de perderlo.

Yo me podría haber vuelto loca. Nuestro matrimonio se rompería y habría sido enviada a una institución mental. Sólo una cosa nos mantuvo unidos, sólo una cosa: el Rosario que rezábamos a Nuestra Bendita Madre.

El hecho de que Michael y yo sobreviviésemos a esta durísima prueba y que estemos aquí lo debemos al Rosario y a Nuestra Bendita Madre. Yo la doy gracias cada día. ¡Gracias, Mamá!.

El resto de la historia lo cuenta Michael en el capítulo 12 . Fuimos de viaje a Garabandal y cuando Joey Lomangino puso su medalla, besada por nuestra Madre, sobre la columna de Michael, Dios le curó por la intercesión de nuestra bendita Madre.

¡Qué regalo nos has dado, querida Madre María!.

Sí, querida Madre María, Su beso viaja a través del mundo y, una vez más, Sus palabras se han cumplido:

"Mi Hijo, por medio de este beso que yo he dado aquí, hará prodigios".

¡Que verdad más maravillosa fueron estas palabras!.

¡Alabado sea el Señor!.

 

Dice su esposo Michael:

Desde mi curación casi todos mis pacientes han estado totalmente sorprendidos, maravillados del tremendo cambio en mi persona. Yo era otra vez el antiguo Doctor Mike de antes del accidente. Bromeaba, estaba feliz y radiante. Constantemente estoy relatando la historia de Garabandal.

Una de mis empleadas le había dicho a su madre una vez que "Mike está siempre tan feliz y contento que me siento envidiosa"; ella no sabía cómo era yo antes del accidente. Y otra cosa más, ahora puedo manejar los palos de golf otra vez, empujar una carretilla pesada, cargar pesos pesados y hacer todas esas cosas que no pude hacer durante ocho años. ¡Es maravilloso!.

Desde entonces, Helen y yo hemos dado un sin número de charlas acerca de Garabandal. Doy gracias a todos aquellos que se han regocijado por mí y, si está en los planes de Dios que ese dolor regrese otra vez, no tengan pena por mi.

He tenido uno de los mejores regalos que cualquiera pudiera tener. Me sentí con muchísima suerte después de pocas horas sin tener dolor, y ahora, después de tanto años, cualquiera se puede imaginar cuan afortunado me considero y cuan agradecido estoy a la Santísima Virgen.

Foto: En el pueblo de Garabandal, Joey Lomangino en el centro, con su esposa e hijos; Helen a la izquierda de la foto y Michael a la derecha.

Como resultado de este regalo inesperado, las vidas de mi familia, amistades y pacientes han cambiado para bien. Helen y yo, vamos a rogar para que ellos también sean bendecidos y que todos podamos ver pronto el gran Milagro. Doy gracias a Dios todos los días por las grandísimas bendiciones que Él me ha otorgado.

 

Conversión de Roma Martino

 

El primer centro de Garabandal en Australia nació por la maravillosa curación y conversión de Roma Martino.

Dice Roma Martino:

Aunque mis padres eran católicos y aunque fueron bautizados, ellos nunca practicaron su fe. Dios y la religión nunca se mencionaron en nuestro hogar, salvo en raras ocasiones. Ellos no tenían respeto para los sacerdotes y apenas podían entender ni aceptar que un hombre pudiera quedarse célibe.

Yo iba a una escuela pública; una vez al mes, un sacerdote visitaba a los niños católicos, nos enseñaba nuestras Oraciones y nos preparaba para nuestra Primera Santa Comunión y posterior Confirmación. Fueron las dos únicas veces que fui a una Iglesia.

Durante mi juventud tuve amistad con un chico católico y pasaba bastante tiempo con su familia que era practicante. Ellos rezabana el Rosario en familia todas las noches. Su madre me dió un rosario y un folleto pequeño que explicaba cómo rezarlo. Aprendí a rezarlo para dar una buena impresión a mi novio.

Años más tarde, me casé. Después de nuestra boda, me fuí alejando de Dios y mi esposo dejó de recibir los Sacramentos. En 1969, nuestro matrimonio estaba en crisis.

Foto: Roma Martino con su hijo.

Tuvimos cuatro hijos. Fui alcohólica, en parte debido al hecho de que mi padre había sido un alcohólico. Poseíamos una viña y él hacía su propio vino.

Había empezado a tomar pastillas para los nervios a los 14 años y además alcohol. Es un milagro que hubiera sobrevivido. Hacia el fin de 1968, estuve unas semanas en el Hospital, recuperándome de los nervios.

Mi salud no mejoró al casarme. Una noche, a mediados de 1969, mi marido me dijo que él no podía más y que, si yo no cambiaba, él se iba y se llevaría a los niños.

Yo me sentía impotente, desesperada e inútil. Esa noche recordé a Nuestra Señora y el Rosario que le rezaba hace años. Solo Ella podía ayudarme, porque yo no sabía que hacer.

Mientras yo pedía ayuda a la Bendita Madre, mi marido se había vuelto a Dios y había empezado a ir a Misa los domingos. Él empezó también una novena a San Antonio asistiendo a Misa el martes por la mañana en otra parroquia denominada como ese Santo.

 

Una Señora desconocida habla a su marido.

Un día mi marido me despertó diciendo que él no podía dormir y que algo le impulsaba a ir a Misa a la iglesia de S. Anthony esa mañana, pero no podía explicar por qué.

¡Después de la Misa, una señora desconocida se acercó a mi marido y le dijo que él necesitaba ayuda, que su esposa estaba enferma y que la Bendita Madre le ayudaría!. Ella le entregó un folleto sobre las Apariciones de Garabandal.

Esa noche me dijo lo que le había sucedido esa mañana, mostrándome el folleto de Garabandal. Después de leerlo me persuadió a rezar una decena del Rosario con él. ¡Recé las cinco decenas!.

Ahora yo no podía quitar esta cosa de Garabandal fuera de mi mente. Nunca me dejó en paz. ¡Tenía también el pensamiento de esa señora desconocida, eso realmente me irritó!.

Me determiné a encontrar a esa señora y pedirle explicaciones. La señora me dijo que ella supo que él era mi marido a quien ella había dado el folleto de Garabandal. Ella me explicó que, después que ella había asistido la Misa en ese martes, cuando el sacerdote se acercó a mi marido para darle la Santa Comunión, Nuestra Señora le dijo a ella que mi marido necesitaba ayuda, que su esposa estaba enferma, y que ella le debía dar el folleto de Garabandal y todo se solucionaría.

¡Nuestra Señora le dijo a esta mujer que mi marido vendría a Misa "el sábado a la mañana", la mañana cuando él se despertó tan temprano!.

Yo volví a ver a esta señora una y otra vez. Cada vez yo recibí más conocimiento acerca de la religión católica. Ella me habló también del Padre Pio.

En una de mis visitas, me dió un pequeño pedazo de hoja de misal que había sido besado por Nuestra Señora en Garabandal. Ella explicó que esta reliquia había curado a enfermos; que debía comprar una medalla y colocar este pedacito de papel en ella para llevarlo alrededor de mi cuello.

En este momento, nuestro niño Neville, de un año, tuvo una infección muy mala en la palma de la mano; estaba roja, hinchada y repleta de pus. El médico lo había estado tratando con antibióticos, pero sin éxito. Él me aconsejó llevar a Neville al Hospital "Princess Margaret" para niños.

Cuando yo llegué en casa con este papel, la "reliquia" de Garabandal, mi marido sugirió que la colocásemos en la mano de nuestro hijo y pedimos a Nuestra Señora por su curación.

Pensé que era ridículo; ¿qué puede hacer un poco de papel para nuestro niño?. Pero mi marido insistió y rezamos tres Avemarías.

A la mañana siguiente, al preparar la mesa para el desayuno, advertí que nuestro hijo miraba a una imágen de Nuestra Señora que mi marido había comprado recientemente. Yo no podía entender por qué Neville se paraba allí, sonriendo a Nuestra Señora.

Entonces recordé la mano y la reliquia. Me impresionó descubrir que toda la hinchazón de la mano y el pus habían desaparecido. El "pequeño papel" tomó un significado nuevo y especial para mí. Compré una medalla y la cadena y coloqué la reliquia en ella. La llevo puesta desde este día.

Mi vida empezó a cambiar. Quise saber más acerca de mi religión católica. Recibí la instrucción de un sacerdote franciscano. Me emocionó saber que Jesús está presente en el Santísimo Sacramento.

También aprendí acerca del Cielo e Infierno, los Ángeles y el diablo, y especialmente acerca de María. Empecé a orar cada día, recibiendo los Sacramentos y asistiendo a la Santa Misa a diario. Pude dejar de beber y de tomar pastillas, cosa que antes no podía.

Dios es tan misericordioso y bueno que no puedo expresar en palabras lo que, por intercesión de Nuestra Bendita Madre, hizo por mí.

Mantuve el contacto con la señora que nos ayudó, se llama Yvonne, llegamos a ser muy amigas. Le confié que quería agradecer a Nuestra Señora, de alguna manera, todo lo que Ella había hecho por mí y por mi familia.

Yvonne entonces me dijo que Nuestra Señora quería que diese a conocer el Mensaje de Garabandal. Yvonne había sabido acerca de Garabandal hace tiempo. Yvonne es madre de seis niños.

Yvonne me dió un conjunto de diapositivas sobre Garabandal y folletos, y esto fue el nacimiento del primer centro de Garabandal en Australia.

 

A. M. D. G.

 


 

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