Las Apariciones de la Santísima Virgen María en San Sebastián de Garabandal
Capítulo 82
El Señor dice siempre Sí a lo que le pide su Madre.
Peregrinos rezando las estaciones del Vía Crucis
en el lugar de Los Pinos.
Un peregrino reza, con gran fervor, el Rosario
a la Virgen de Garabandal aparecida en los Pinos.
El Señor dice siempre Sí a lo que le pide su Madre.
De una carta enviada al P. Eusebio García de Pesquera por la hermana Sor Maria Bernardeta Solana, Mercedaria.
Barcelona, 20 de marzo de 1986.
Apreciado Padre en el Señor:
Después de una grande preocupación por no saber a quien dirigirme, al final lo hago a Ud. que es el que me da más confianza. El citado "asunto" ocurrió hace ya diez años. ¡Imagínese! Fue precisamente el día de la Inmaculada, 8 de diciembre de 1975.
La cosa fue así:
Ese día de la Inmaculada nos trasmitían la Santa Misa desde el Vaticano, por la Televisión Española, TVE. Bajé a la hora en que sabia que comenzaba para asistir a ella, pues me daba mucho gozo.
Dio la coincidencia de que, en ese momento, me encontré con la Madre General que me dice:
-- M. Bernardita, Ud. que es tan devota de la Virgen de Garabandal, pídale la curación de Carmen Mendiolea, Menchu para sus amistades y familia, que está gravísima de leucemia, casi en la agonía y temen no salga de hoy.
Yo lo sentí enormemente. En primer lugar, porque conocía y apreciaba mucho a la familia. En segundo lugar, por ver que dejaba a dos o tres niños muy pequeños.
¡Me quedé muy apenada! En vez de disfrutar, pues, las Misas televisadas desde el Vaticano, siempre me daban mucho gozo, tuve que darme a otra cosa:
-- A la Oración de súplica intensa y prolongada para poder conseguir la difícil gracia que necesitábamos.
Así me reconcentré interiormente y comencé el "diálogo" con el Señor, que duró tanto como la Santa Misa.
En uno de esos momentos de súplica ferviente y confiada, le dije a Nuestro Señor:
-- ¡Señor, compadécete de esa pobre familia que tanto está sufriendo!.
Y sentí como si El me dijera:
-- Hay muchas familias que sufren por igual.
Pensé entonces para mis adentros:
-- ¿Qué podré decirle que le mueva?.
Y me vino la idea:
-- ¡Los niños! ¡Señor, al menos por esas pobres criaturas tan pequeñas, no las dejes sin madre!.
Y de nuevo sentí como si El me dijera:
-- También otros niños se han quedado sin madre.
Me quedé muy apenada y ya no sabía qué decir, cuando, de repente se me ocurrió:
-- ¡Señor, al menos por tu Madre, para gloria suya por lo que Ella ha hecho en Garabandal!.
Y, ¡Oh prodigio!, sentí que me decía:
-- ¡Ah, por eso Sí!.
En el mismo momento sentí una confianza enorme de que la joven madre, humanamente sin remedio, se salvaba.
No pude enterarme hasta el día siguiente, pero es lo cierto que ella se curó en el momento que yo hacia mi súplica al Señor el día de la Inmaculada.
Cuando me informaron yo no me cansaba de dar gracias al Señor y a Nuestra Madre aparecida en Garabandal. Por Ella desvelo ahora un secreto que he guardado cuidadosamente durante años.
H. Maria Bernardeta Solana.
A. M. D. G.