Las Apariciones de la Santísima Virgen María en San Sebastián de Garabandal

Capítulo 86

 

Blanca Movellán Ayllón.

Mi hija Blanca cura milagrosamente tras un gravísimo accidente.

El diagnóstico del médico de cuidados intensivos fue que se moría, que no había remedio y que, si llegaba a superarlo, quedaría como un vegetal.

 

El pueblo de San Sebastián de Garabandal
bendecido con las Apariciones de la Santísima Virgen María.

 

Blanca Movellán, de 51 años de edad, casada y domiciliada en Santander quiere dar fe de lo acontecido a su hija Blanca:

Mi hija tuvo un accidente a los 17 años, cayéndose de un sexto piso a la calle. En el transcurso de la caída tropezó con un tendal, cuyos cables de alambres partió con la cabeza, cayendo en la acera de cemento.

La altura se calcula en unos 18 metros y a pesar del tremendo golpe no perdió el conocimiento e intentó moverse, pero a continuación perdió la consciencia.

Fue trasladada al Hospital Marqués de Valdecilla donde se le diagnosticó un gravísimo edema cerebral, un neumotórax en el pulmón derecho, rotura de la cadera derecha por varios sitios, rotura de fémur, rotura de todos los ligamentos internos y externos de la rodilla derecha y el pie derecho, que quedó totalmente destrozado.

El doctor Quintana le hizo un escaner dando este resultado. Le provocaron un coma barbitúrico, pues ni con anestesia hubiese soportado el dolor. Fue a cuidados intensivos donde la colocaron un respirador y la sondaron.

El diagnóstico del médico de cuidados intensivos fue que se moría, que no había remedio y que si llegaba a superarlo, cosa que dudaba, quedaría como un vegetal.

Al día siguiente, al llegar la hora de la visita en cuidados intensivos, el médico nos comunica que persiste la gravedad y que no podía superarlo en las condiciones en las que estaba.

Ese mismo día, esperando entrar a verla por segunda vez, con el padre de otro enfermo en parecidas circunstancias, se acercó una señora de unos 60 años a la que nunca había visto y que jamás volví a ver. Iba vestida de negro y me dijo:

-- ¿Tú eres la madre de esa niña que se va a morir?

También dijo:

-- ¿Eres creyente?

Yo la contesté que sí, que todos éramos muy creyentes y me dio una medalla pequeña diciendo:

-- Ponle la medalla a tu hija y reza mucho, ya verás como se pone completamente bien.

La medalla era de la Virgen de Garabandal según ella me dijo.

Mi marido, que estaba a mi lado, no se dio cuenta de esta presencia, y al decirle lo que había pasado y querer enseñarle a dicha señora, esta había desaparecido. Nunca la he vuelto a ver.

Desde ese momento tuve el presentimiento de que mi hija iba a superar tan difícil trance con la ayuda de Nuestra Señora.

A los once días nos comunicó el médico de la UVI que tenían que levantarla el coma barbitúrico porque no podría resistirlo más, y en ese momento clave nos dijo que si lo soportaba tardaría no se sabia si meses, días o nunca en despertar, que podría quedarse como un vegetal o como mil cosas más.

El frontal lo tenía completamente hundido y tuvieron que sacárselo con una ventosa. Después de hecho todo esto la desentubaron. En las horas de las visitas su padre la hablaba, la decía:

-- Blanqui, habla, contéstame, lucha para sobrevivir.

Yo la tenía la mano cogida y le dije:

-- Blanqui, si me escuchas, apriétame la mano.

En ese momento sentí una presión en la mía; se lo dije al médico y a la enfermera y me contestaron que eso era imposible en el estado en que estaba. El médico le cogió la mano y me dijo a mí:

-- Dígala que apriete.

El médico quedó asombrado al ver que era cierto.

El doctor la hizo toda clase de pruebas, dándose cuenta que oía y que la vista también funcionaba. En ese momento empezó con unos fuertes vómitos y el médico dijo que eso era bueno, pues quería decir que el cuerpo empezaba a reaccionar.

Nuestra sorpresa fue cuando llegamos al día siguiente y nos la encontramos ya fuera de la UVI, en una habitación al lado de esta, y casi con plena consciencia. Me preguntaba que es lo que la había pasado.

Al segundo día de esto, al ver su rápida mejoría, la subieron a una habitación a la planta de traumatología.

 

La Santísima Virgen dijo:
Mi Hijo, por el beso que he dado, hará prodigios.

 

Blanca cumplió el pedido de la Señora de rezar por su hija y Jesús, por medio de la medalla besada por su Madre, curó a Blanca.

En mi vida había rezado yo tanto como entonces a la Santísima Virgen. Las enfermeras me dijeron que me quedase yo con la medalla pues se podía perder y después de pasarla por el cuerpo de mi hija me la guardé en el bolsillo. Todo el día me lo pasaba rezándole.

Mi hija, después de recuperada, ha tenido seis operaciones y jamás ha vuelto a tener el menor contratiempo.

El día que la subieron a la planta y le fuimos a dar las gracias al jefe de cuidados intensivos nos dijo:

-- ¿Son Uds. creyentes?

Seguidamente añadió:

-- Yo no lo soy y pienso que aquí ha habido algo más.

Y miraba hacia el cielo como queriendo decir que si creíamos, el resto vendría de otro sitio:

-- Nosotros sólo hemos hecho lo poco que en este caso se podía hacer.

De un día a otro, al llegar el médico y el resto de personal su exclamación era:

-- ¡Pero todavía vive!.

Blanca Aurora Gómez Movellán
y Blanca Movellán Ayllón.

 

A. M. D. G.

 


 

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