Las Apariciones de la Santísima Virgen María en San Sebastián de Garabandal
Capítulo 97
Conferencias de D. Ricardo Puncernau.
Profesor de la Universidad de Barcelona.
Pequeña imagen de la Virgen de Garabandal
que se venera en los pinos.
Dice D. Ricardo de sus conferencias:
No me canso nunca de hablar sobre Garabandal. Además, estas charlas, van acompañadas de una alegría interna para el que las pronuncia y hasta me atrevería a decir para el que las escucha. Mi mujer me ha oído muchas, muchas veces y me dice que me estaría escuchando toda la vida.
Estaría escuchando cosas, que sabe a veces mejor que yo. Soy un hombre al que fastidia extraordinariamente tener que repetir una misma conferencia médica o para-médica. Huyo de ello como de la peste. Es superior a mis fuerzas.
Sin embargo, tratándose de Garabandal, no me canso, sino que me gusta y hasta me da una inusitada alegría. Y no sólo en conferencias, sino en simples reuniones o tertulias. Tanto es así, que teníamos que estar sobre aviso porque sino, nos daban las tres y las cuatro de la mañana, charlando de Garabandal.
Fui testigo de la conversión de Concepción Zorrilla.
Dice D. Ricardo:
Llegué a Garabandal y estuve con Ceferino en su taberna que tenía allí en el pueblo; en este local paraba mucha gente cuando subía a Garabandal. Me encontré, entre otras personas, con una chica que trabajaba en el Folie Bergé de Paris. Era una bailarina de nacionalidad uruguaya que se llamaba Concepción Zorrilla; todavía la recuerdo.
Estuvimos hablando, era una chica muy simpática, pero me dijo que ella no tenía creencias religiosas, que no creía en nada, que no tenía fe de ninguna clase y que menos aún creía en las Apariciones de Garabandal.
Entonces yo la dije:
-- En fin, todo es posible, cada uno tiene su manera de pensar, y ya que estamos aquí vamos a ver lo que pasa.
Salimos a la calle y nos escondimos en la cerca de una casa y Uds. saben que en Garabandal había muy poca luz por la noche, sólo algunas bombillas esparcidas, por lo que el pueblo es muy oscuro; por tanto, nos quedamos agazapados, por decirlo así, en la sombra de una casa.
Entonces lejos, como a unos cuarenta metros, pasaban las niñas en éxtasis rezando el Rosario que la gente contestaba y, de repente, vemos, que Conchita, en éxtasis, deja la procesión y se viene hacia donde estábamos nosotros, que no nos podía ver, porque estábamos escondidos en la sombra, desde donde observábamos todo sin ser vistos.
Vino hacia allí con esta forma de andar que tenían ellas cuando estaban en éxtasis, que parecían que andaban normalmente, pero que en cambio se movían con mucha velocidad.
Vino hasta nosotros con el Crucifijo en la mano para dárselo a besar a la bailarina y ésta no quería besar el Crucifijo, pero Conchita lo puso con fuerza en la boca y se lo hizo besar tres veces.
Luego se marchó y siguió rezando el Rosario. Entonces yo vi que la bailarina empezaba a llorar a moco tendido, como decimos en castellano, y la llevé a la taberna de Ceferino. En un banco que había allí afuera se arremolinó la gente y ella seguía llorando con un sentimiento grande.
Yo traté de tranquilizarla y cuando se hubo calmado le dije:
-- Pero bueno, ¿qué le pasa?, ¿qué le ha pasado?.
Me contesta: Es que yo no creía en nada y cuando he visto a las niñas en éxtasis he pensado dentro de mí:
-- Si es verdad que la Virgen se aparece aquí que venga la niña a darme una prueba; y en cuanto he pensado esto, vino la niña hacia mí y a pesar de que yo no quería besar el Crucifijo, ella me lo hizo besar por tres veces. Esto me emocionó tanto que me hizo llorar.
Por lo que yo sé de esta chica con la que me encontré alguna vez más y que nos escribimos, sé que dejó el Folie Bergé de Paris, que dejó de ser bailarina, que regresó con su familia a Uruguay y que cambió de vida, se convirtió completamente, se hizo una gran persona y creo que lo sigue siendo.
Sin apenas dormir, las niñas estaban frescas y sanas.
Dice D. Ricardo:
Foto: Don Ricardo Puncernau con Mari Cruz, Mari Loli y su hija Margarita.
Las niñas tenían éxtasis de tres y cuatro horas y con un pequeño intervalo volvían a entrar en trance durante otras tres o cuatro horas. Esto pasaba bastantes veces.
Las niñas dormían poco. Eran niñas jóvenes, entonces tenían 12 y 13 años, sus padres no les perdonaban el trabajo del día siguiente, tenían que ir al campo, a cortar hierba, a coger coloños, tenían que hacer lo que fuese, porque sus padres eran muy exigentes con ellas.
Los médicos de la comisión habían dicho:
-- No se preocupen que esto no durará nada porque estas niñas es imposible que soporten el no dormir y trabajar tanto.
Sin embargo, en Garabandal yo podría decir de una manera casi rotunda que las niñas más sanas de Garabandal eran las videntes; más sanas físicamente y psíquicamente.
Con la Virgen las niñas eran felices.
A veces íbamos a las brañas y por el camino hacíamos bromas y yo les puedo asegurar que el carácter y la personalidad de las niñas no era normal, era súper normal, es decir, de una placidez, de un sosiego, de una calma, de una tranquilidad, de no querer aparentar nada, de no querer hacerse las santas sino al revés, normales.
Muchas veces tenían los éxtasis después de haberse marchado la gente, o sea, que no se trataba de ninguna exhibición, no era nada teatral, sino que era el éxtasis que les ocurría, y terminado este volvían a su estado normal y eran niñas normales, súper normales en toda la extensión de la palabra como he dicho antes.
Si insistías mucho:
-- ¿Qué te ha dicho la Virgen?, ¿cómo es la Virgen?.
Entonces te decían algo, pero muy escueto, muy taxativo. Ellas no querían decir espontáneamente de sus visiones. Si, por ejemplo, les preguntaba un sacerdote respondían, si las preguntaba un seglar también respondían, pero de forma más recatada.
L
os éxtasis de las niñas.Yo quiero decir que Garabandal es algo extraordinario porque allí se daban estos estados:
Primero, de trance, que se han cogido en película, en fotografía, que yo he podido vivir al natural y que yo he podido examinar.
Los flaxes y las cámaras fotográficas no las inmutaban en absoluto, un ruido fuerte a su lado no las hacía ninguna mella, pincharlas con agujas no las hacía sensación, el estado de trance seguía completamente igual.
Después, había cambio en el tono de los músculos; cuando estaban en éxtasis ellas se convertían en una auténtica estatua de mármol, rígidas, duras, fuertes, y sin embargo cuando una niña vidente estaba en éxtasis la que estaba al lado la cogía y la elevaba con asombrosa facilidad.
Hubo un caso famoso de Mari Loli cuando durante un éxtasis se quedó con las manos pegadas a una bombilla encendida, la gente decía se va a quemar y querían quitarla la mano, pero nadie se la podía quitar hasta que llamaron a otra de las videntes que no estaba en éxtasis, y suavemente la separó la mano de la bombilla.
Otra cosa que admiraba era la ausencia de fatiga.
Es un hecho muy importante para mí, pues era un gran detalle de que estaban en éxtasis y que estos no venían cuando ellas querían, sino que llegaban cuando la Santísima Virgen las llamaba.
Yo tenía la experiencia de estar hablando con ellas y me decían:
-- Tenemos una llamada, tenemos dos llamadas.
Yo les contaba cosas para distraerlas, y ellas, a veces, me contaban algo que se las venía a la cabeza, o que recordaban, y a lo mejor en mitad de una sílaba, caía fulminada en trance y daba un fuerte rodillazo en el suelo, aunque lo que estuviese contándome la interesase muchísimo.
Los éxtasis venían cuando la Virgen las llamaba, no cuando ellas querían. Yo había hecho pruebas en este sentido en una época en que Mari Cruz no tuvo trances, otro caso de Jacinta que llegó a ponerse enferma cuando no veía a la Virgen, es decir, que ellas deseaban ardientemente verla y no la veían y esto va a favor de que los éxtasis no los hacían ellas, ni conscientemente ni de una manera subconsciente. Venía en el momento que ellas menos pensaban.
He hablado de Garabandal en el Colegio de Médicos de Barcelona, en el Hospital Clínico, en la Hermandad Médico Farmacéutica, en la Hermandad de San Cosme y San Damián, en la Sociedad de Hipnosis y Parapsicología, en fin, en muchos sitios, con muchos médicos y que generalmente en la mayoría de los casos escuchaban con mucha atención.
Pero yo lo que quería decir, es que hay una cosa en la que yo insisto mucho porque cualquier persona lego en medicina que vea las fotos de las niñas en estado extático tiene que preguntarse, ¿qué es esto?.
Mari Loli, Conchita, Jacinta y Mari Cruz, en el lugar llamado "el cuadro", en la calleja, rodeadas de sacerdotes, seminaristas y gente del pueblo. Aniceta, detrás de Mari Cruz, mira atentamente a su hija Conchita.
Y no tienen que encontrar explicación alguna. Por ejemplo las niñas en estado extático estaban unas veces tristes y otras sonrientes. Cuatro niñas sin tocarse y de repente las cuatro cambiaban a la vez de expresión. Si estaban tristes la expresión era de tristeza, de repente se ponían a sonreír las cuatro, este fenómeno por si solo demostraba que las niñas no hacían ningún juego y además que no había ninguna enfermedad.
Ricardo Puncernau.
A. M. D. G.